El periodista de LN+ enumeró los gestos de acercamiento entre Javier Milei y Sergio Massa, a la vez que analizó la candidatura de Patricia Bullrich de cara a los comicios de octubre
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Todos los analistas políticos están mirando con lupa las relaciones carnales entre Sergio Massa y Javier Milei. Más allá de aquella foto y ese gesto de afecto en diputados y del abrazo que se dieron en los pasillos de un canal. Ahora hay nuevos hechos concretos a cielo abierto que refuerzan las especulaciones teóricas. Vamos por partes:
Sergio Massa en Estados Unidos dijo que Juntos por el Cambio había intentado trabar el desembolso para que el gobierno “pagara todos los costos” pero que, Javier Milei había sido “colaborativo”. Así tituló Clarín y lo consignaron otros diarios, incluido Página 12.
Como si este halago con tan buena onda fuera poco, Javier Milei y su compañera de bancada y de fórmula presidencial, Victoria Villarruel, en la práctica quedaron del lado del bloque kirchnerista al no votar la reforma de la ley de alquileres. Martín Tetaz lo explicó con detalle en un tuit: “Milei acaba de demostrar que no es racional. En la primera votación, prefirió derogar los 24 artículos de la ley de alquileres (lógico). Luego votó en contra de derogar los dos peores artículos. Votó junto con los K para que queden en pie los 24, pudiendo elegir que queden 22″.
Vale la pena detenerse en lo pasó ante las acusaciones flojas de papeles y mentirosas de Gabriela Cerruti responsabilizando a Milei del armado de los saqueos con intenciones de desestabilizar al gobierno. Cerruti solo tuvo el apoyo de Alberto Fernández con un retuit y tuvo que soportar tres críticas por acción u omisión. Lo más importante es que Sergio Massa dijo que esa teoría de la vocera era un delirio y desató su furia contra ella.
Damián Nabot, el periodista de LA NACION en su columna, confirmó que Massa enfureció por la acusación y que Cerruti se mandó sola sin consultar al equipo de campaña que era “un volcán en erupción”.
Los ministros de seguridad de la nación y la provincia fueron por el mismo camino de no involucrar a Milei. Aníbal Fernández dijo que no tenía ningún indicio de la participación de Milei en los ataques vandálicos y Sergio Berni fue más allá al descartar eso de plano y asegurar que está convencido que Milei “no tiene nada que ver con esas personas” y que lo considera “de las personas que no hacen lo que no le gusta que le hagan”.
Faltó que se dieran un piquito. Massa, Aníbal y Berni que fue el más efusivo. La justicia le dio un disgusto a Cerruti por semejante nivel de irresponsabilidad porque el fiscal Guillermo Marijuan imputó a la vocera por “omisión de denuncia y por incitación a la violencia”. Como funcionaria pública ella tiene la obligación de denuncia un delito en caso de conocer que se está produciendo y no lo hizo. No fue a la justicia. Fue a TikTok y se habló encima.
Todo esto se suma a las acusaciones de varios ex militantes de La Libertad Avanza en contra de un acuerdo electoral con candidatos pedidos por Malena Galmarini y con el empuje de Sergio Massa.
Ya mostramos como Milei, ante una pregunta directa de Chiche Gelblung, eligió las palabras con un cuidado que no suele tener en otros casos y evitó criticar su gestión. De paso lo justificó diciendo lo difícil que debe ser gestionar en ese nido de ratas del kirchnerismo y que tenés que ser Copperfield para estar ahí adentro. Como si Massa no fuera parte del cuarto gobierno kirchnerista.
Todo esto en el marco de un el gran estallido social y político. Por un lado los dramáticos y peligrosos saqueos. Pero el mecanismo utilizado para explotar políticamente fue el ausentismo récord y el voto a Javier Milei.
La mayor incógnita para la batalla con Patricia Bullrich por un electorado muy parecido es como denunciar el populismo extravagante y peligrosamente autoritario de Javier Milei sin ofender a sus votantes. Sin satanizar a quienes confiaron en Milei pero explicando con paciencia y en forma didáctica el resultado de sus propuestas.
Carlos Pagni aseguró que Milei es tan populista como los K y que tiene que demostrarle que no tiene problemas de “estabilidad emocional”. Su editorial llevó como título: “El vértigo de dar un salto al vacío”.Jorge Fernández Díaz, lo definió con precisión de cirujano: “Amateurismo suicida y un país desquiciado”. Daniel Sabsay, tal vez el constitucionalista de mayor prestigio, destacó que “No se sale de un populismo con otro de signo contrario”.
¿Cómo rediseñará su discurso y sus propuestas, Patricia Bullrich? En su equipo están proponiendo solidez en los proyectos, institucionalidad previsible con gobernadores, intendente, senadores y diputados para evitar huir hacia el precipicio o caer en el péndulo de la inmadurez y de los espasmos de la bronca de votar en contra de y no a favor de.
Bullrich pretende abrir las puertas para ofrecer a la sociedad un cambio racional, profundo, duradero en el tiempo, por sustentable en la experiencia en la administración del estado. Algo así como que se queden los mejores y no que se vayan todos. Más república y menos anarquía. Más sentido común y soluciones concretas y menos desmesuras como llamar socialista a Joe Biden o gusano comunista a Horacio Rodríguez Larreta. Más temple para enfrentar las críticas y menos reacciones agresivas, autoritarias e insultantes como llamar ensobrados sin aportar una sola prueba a periodistas de gran trayectoria y prestigio.
En definitiva, aunque la corriente vaya para el lado de la búsqueda de soluciones mágicas, más dignas de un salvador o un mesías, gran parte de la sociedad cree en los procesos serios, de construcción de un estado útil y transparente que castigue a los delincuentes, a los vagos y a los autoritarios.
La improvisación, el voluntarismo y el acierto de algunas consignas marketineras no deberían ser suficientes para quedar al mando del estado en un momento tan grave, social, económica y políticamente. Estamos de acuerdo que el domingo 13, todo cambió en la Argentina y los viejos instrumentos ya no sirven para entender lo que pasa y porque pasa. Pero la secreta esperanza es que ese cambio sea para mejorar sin aventuras cargadas de infantilismo y cierta religiosidad incierta.
No parece demasiado difícil elegir el rumbo correcto. Basta con mirar lo que hicieron los países occidentales más exitosos. Viva la libertad, por supuesto, pero también viva la República y la democracia que es el menos malo de los sistemas conocidos. Con la anarquía y la demagogia ya probamos.