El periodista de LN+ reflexionó sobre el sindicalismo argentino; “No hay en ningún país del mundo dirigentes como estos... Son autoritarios, patoteros y viven como reyes”, aseveró
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En el mundo democrático y republicano de la política argentina resultaron de alto impacto las insólitas declaraciones de Javier Milei respecto del sindicalismo argentino. No quiero generalizar porque el que generaliza discrimina y porque conozco gremialistas honestos, pero hay una mayoría de jerarcas que son millonarios y que hace más de 30 años que están atornillados a sus cargos. Sin embargo, Milei, que suele tener el gatillo fácil para la descalificación y el insulto, cuando se le preguntó sobre ese entramado de negociados y extorsiones dijo, casi en voz baja, que es un problema de los sindicatos y que se tienen que arreglar entre ellos.
Fue muy llamativa la tibieza lindante con la complicidad de Milei. “No tengo porque romper una institución”, eso dijo y se escapó por la tangente citando casos de la política como Gildo Insfran y la familia Posse. Esto ocurrió justo después que trascendiera una reunión secreta que tuvo con Gerardo Martínez, otro miembro prominente de la casta o de la dinastía sindical. Y también se sumaron a los análisis los elogios de Luis Barrionuevo que dijo que cada día le gustaba más Milei que, según el histórico dirigente gastronómico, va a ganar en primera vuelta y sin chicote.
Le doy solamente tres datos pero hay decenas de casos. Luis Barrionuevo hace 42 años que maneja el gremio, Gerardo Martínez 31 y Hugo Moyano 34. Se perpetúan. Tienen reelección eterna. Más casta imposible.
Como si esto fuera poco, simultáneamente, Pablo Moyano, tal vez el más violento de los sindicalistas, desafió al futuro presidente (salvo que sea Sergio Massa), con ser el primero en salir a la calle. Hoy los trabajadores en negro son millones. Los trabajadores en blanco, en gran medida, están por debajo de la línea de pobreza, la inflación pulveriza los salarios y el clima anti negocios espanta todo tipo de inversiones. Pocas veces la situación social fue más grave. Sin embargo, Pablo Moyano y sus cómplices de la CGT no hicieron ni una sola medida de fuerza y por el contrario, hacen actos y juntan plata para apoyar al verdugo y principal responsable de esta hecatombe: Sergio Massa. Moyano milita a Massa, reclama que Cristina y Máximo hagan lo mismo pero amenaza con lucha callejera y paros si gana Milei o Patricia Bullrich.
Los Moyano y gran parte de los burócratas que son capangas de los gremios son el ejemplo del peor sindicalismo. Estos muchachos bloquean y hacen quebrar a empresas pequeñas, cortan calles y rutas, intimidan a empresarios y trabajadores y como si esto fuera poco, viven como magnates con fortunas que no pueden explicar. Se resisten a presentar declaraciones juradas pese a que son muy sospechosos los manejos que hacen del dinero de las obras sociales que son fondos públicos.
Es un sindicalismo que funciona como dique de contención del progreso argentino. Los representantes de los trabajadores deben defender los intereses de los empleados. Ese es su rol en la sociedad y en la democracia. Pero estos extorsionadores defienden sus intereses y privilegios personales. No hay en ningún país del mundo dirigentes como estos que se apropian para siempre de los gremios. Son autoritarios, patoteros y viven como reyes. Son altísimo sus niveles de corrupción. Son súper combativos contra los gobiernos no peronistas y mansitos cómplices cuando están en el poder peronistas de todo pelaje, desde el neo liberal Carlos Menem hasta la chavista Cristina Kirchner pasando por el inexistente Alberto Fernández o el vende humo de Sergio Massa.
Tal vez por eso, Alberto Fernández dijo que Hugo Moyano era un ejemplo de dirigente sindical y convocó a sus hijos, Pablo entre ellos, a que siguieran el ejemplo de su padre.
En el caso de los Moyano, hay que decir que destruyeron las finanzas del club Independiente, que tuvieron relaciones carnales con los delincuentes de las barras bravas, que están siendo investigados por las licitaciones del gremio que no existen porque, como dijo Hugo Moyano, siempre eligen a las empresas de su esposa, Liliana Zulet “porque son las más baratas y convenientes”.
Argentina tiene muchos problemas que resolver. Uno de los más importantes es hacer más flexible la contratación de trabajadores y evitar los abusos sindicales y la industria del juicio que producen los Moyano y compañía. Son necesarias nuevas leyes y reformas que nos hagan tener un sistema más parecido al resto del mundo que funciona. Por eso llamó tanto la atención que la motosierra de Milei se transformara tan rápidamente en una lima de uñas de cartón. En su plataforma plantea que van a limitar la duración de los mandatos sindicales para evitar las monarquías hereditarias pero ante la consulta específica dijo: “Que se arreglen entre ellos”.
No hace falta ser un gran analista para imaginar cómo sería una reorganización de los gremios ejecutada por los propios beneficiarios del actual modelo autoritario y retrógrado.
Otra muy distinta fue la respuesta de Patricia Bullrich frente al desafío de Pablo Moyano. Salió al cruce de su provocación y dijo que si corta calles o comete delitos va a ir preso.
Y no es solamente una cuestión de coraje. Es la decisión política y la comprensión de que los Moyano o los Baradel de la vida son parte del problema y no de la solución. Siempre pongo como ejemplo a los gremialistas uruguayos. Son muy duros ideológicamente, en su mayoría son de izquierda clasista. Pelean por lograr mejores sueldos y condiciones laborales de sus representados. Pero dicen lo que piensan y viven como piensan. No son millonarios. Son todo lo contrario de la mayoría de nuestros sindicalistas que viven como magnates, que se mueven en autos de alta gama con vidrios polarizados y guardaespaldas carísimos. No es un tema ideológico. Es un tema ético. Una muy joven Patricia Bullrich se lo dijo en la cara a Hugo Moyano.
Sería muy útil a la hora de votar saber con precisión lo que cada candidato piensa hacer con los monarcas sindicales. Porque no solamente son casta, son la etapa superior y más violenta de la casta: muchos de ellos son mafias que no saben ni quieren vivir en democracia.