En LN+, el periodista analizó la decisión de la Corte Suprema de Justicia de dejar firme la condena para el exfuncionario
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Por unanimidad, con sus cuatro votos, la Corte Suprema de Justicia dejó firme la condena a 7 años y medio de cárcel para José López, uno y solo uno de los valijeros de la corrupción kirchnerista. Este delincuente, además fue castigado con una multa por el 60% de su enriquecimiento ilícito y con inhabilitación perpetua y absoluta. López, un oscuro ladrón al servicio de Néstor y Cristina, se hizo famoso con un video que parecía una película policial clase B. Una berretada de un malandra que no supo hacer bien ni el mal.
Allí se lo vio tratando de esconder los bolsos cargados de casi 9 millones de dólares sucios y un arma larga. Para mayor repugnancia, todo ocurrió de madrugada en un falso monasterio
donde vivían una falsas monjas que recibían a los abrazos a Julio de Vido, el gerente general de coimas y retornos del Cártel de los Pingüinos Millonarios.
El 16 de setiembre del 2018, José López, confesó que en junio del 2016, lo llamó Fabián Gutiérrez, el secretario personal de Cristina y le pidió que “cambiara de lugar el dinero”. Y completó: “sin ninguna duda, la orden venía de Cristina”. Aclaración: Fabián Gutiérrez, se hizo misteriosamente millonario y fue asesinado.
Tal vez por eso, Cristina protagonizó otra actuación histórica en una entrevista, reconociendo que a José López lo odió, como pocas cosas odió en mi vida”.
Se alteró tanto o fingió alterarse tanto, que tuvo que recurrir a un vasito de agua para calmar tanto fuego. A Lopecito, como lo decían, la justicia le decomisó 8.9 millones de dólares, 153.610 euros, algunos yuanes y dinero de Qatar, un visionario el hombre y relojes de oro de alta gama de la marca que Cristina ostenta en su muñeca y una mansión en el Tigre.
La buena noticia es que esa montaña de dinero sucio se transformó en algo digno porque fue donada a los hospitales de niños Ricardo Gutiérrez y Garrahan. El dinero de la corrupción que le robaron al pueblo, volvió al pueblo.
Lo cierto es que José López pertenece a la lista de los condenados que encabeza Cristina Kirchner, la jefa de la banda. Sus integrantes más notorios son: Amado Boudou, Julio de Vido, Lázaro Báez, Ricardo Jaime, Milagro Sala y Sergio Urribarri, entre otros kirchneristas de pura cepa.
No hay que olvidar que según nuestra maltratada Constitución Nacional, los delitos graves de corrupción atentan contra la democracia y por lo tanto son imprescriptibles.
Aquellas imágenes de López desesperado en la puerta del presunto convento de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, son un emblema de lo que fue el robo del siglo. Solo compiten con el hijo de Lázaro contando fortunas colosales en La Rosadita, fumando habanos y tomando whisky con otros cómplices de la cleptocracia más grave de la historia democrática.
López, en la causa de los cuadernos de las coimas K, como arrepentido también confirmó las coimas y que todo se hacía con las órdenes de Cristina y Julio De Vido. Fue tragicómica la participación de ambos en aquel programa para estatal de 6,7 Chorro como le dice Lanata. Se reían todos y aplaudían porque el ministro decía que no entendía lo que era la caja.
La realidad y la justicia, probaron que eran dueños de la caja. Ambos fueron condenados por eso y ya no se ríen más.
José López estuvo preso durante 5 años y medio y como cumplió los dos tercios de la pena ahora está en libertad condicional. Lo han visto por Rio Gallegos haciendo caminatas y dicen que reza todos los días para que no avancen las otras causas que lo podrían hacer volver a la cárcel.
José López no fue el más corrupto de todos. Sus jefes fueron mucho más corruptos que él. Tanto Julio de Vido como Cristina y Néstor robaron fortunas incalculables que convierten a los 9 millones de dólares en un vuelto. Pero a José López lo agarraron con las manos en la lata. In franganti.
Las imágenes de aquella madrugada ya entraron en la antología de los delitos más bizarros y tragicómicos. López que llega con su camioneta Mariva. Toca el timbre del Monasterio de General Rodríguez varias veces y como nadie lo atiende tira un par de bolsos por encima del muro. Pero enseguida aparece un personaje inolvidable: la presunta monja Celia Inés Aparicio. En ese momento tenía 78 años. Le abre la puerta y ayuda a López a entrar los bolsos negros deportivos.
Ella después dijo que creía que eran donaciones de alimentos. Pero eran las 3 y 53 minutos de la mañana y la religiosa trucha ni se inmutó ante la carabina automática Sig Sauer con cargador de 22 proyectiles y con el permiso de portación vencido. Salvo que en su fe inconmensurable, la cuasi monja haya creído que el arma también era una donación para sortearla en alguna feria de platos y recaudar fondos. Ese convento guarda muchos más secretos y conspiraciones. El rol de Julio de Vido y el intento de derrocar a Jorge Bergoglio desde ahí, comprando curas y congregaciones. Pero ese es otro capítulo de esta novela negra y de cuando Bergoglio no era el socio de ahora y era el enemigo íntimo de Néstor.
En el lugar había una bóveda o un sótano excelente para ocultar fortunas que no llovieron del cielo precisamente.
Fue tan celestial todo que dos vecinos llamados casualmente Jesús y María llamaron a la policía. Y el milagro se hizo: en 7 minutos llegó el patrullero que desbarató toda la operación. Un personaje de Tinelli que imitaba a José López lo decía con humor negro: “Justo a mí me tocaron los pocos policías bonaerenses honestos”.
Al parecer López los quiso coimear y fracasó también en eso. José fue el cajero del cajero. El lugarteniente de Julio de Vido, el que llevaba las valijas repletas de dinero sucio de acá para allá.
Hasta Pablo Echarri expresó su bronca en aquel momento. Lopecito robó para la corona de la dinastía Kirchner. Quedará en la memoria colectiva de los argentinos como un repugnante ladrón de ladrones. Da vergüenza ajena lo que hizo y lo que hizo su espacio político. Son el ícono de la corrupción. La máxima expresión de la vergüenza nacional. Se llenaron la boca hablando de los pobres y se llenaron los bolsillos con el dinero de los pobres. Vinieron a redestribuir la riqueza y la distribuyeron entre ellos. Eso los pinta de cuerpo entero.