En su columna de LN+, el periodista habló sobre la derrota del kirchnerismo en las PASO aunque advirtió de una posible resurrección en octubre
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La realidad de este cuarto gobierno kirchnerista es patética. La imagen de Cristina lo resume a la perfección: sola, aislada, triste, cuesta abajo en su rodada, absolutamente ausente de lo que ocurre en este gobierno mamarracho que fue parido por ella.
La reina se fue al Sur y se lavó las manos. Silencio y lejanía de la implosión de su proyecto que lleva 20 años haciendo daño a la Argentina. Ni siquiera posteó un tuit. No emitió ni un sonido gutural. La vicepresidenta huyó del fuego de la catástrofe electoral. Pero de nada vale que corra, el incendio va con ella. Simultáneamente, el presidente decorativo de la Nación se transformó en el hombre invisible. Alberto Fernández no existe. Desertó y se transformó en un espantapájaros que solo tiene interés en su gira de despedida por el mundo junto a su querida Fabiola que va a costar fortunas que el pueblo no está en condiciones de pagar.
Deberíamos levantar la voz para que Alberto deje de dilapidar el dinero de todos y hacerle un juicio laboral por abandono de tareas. El país, sin Cristina y sin Alberto está en las manos de un audaz e irresponsable como Sergio Massa. Acaba de decir que no va a renunciar, que no va a soltar el timón en la tormenta.
Un amigo, me dijo: si aseguró que no va a renunciar, seguro que más temprano que tarde renuncia. Hace siempre lo contrario de lo que dice. Otro delirio fue cuando dijo que si renunciara le haría mucho daño a la estabilidad económica. Solamente una pregunta: ¿de qué estabilidad habla? Eso no existe.
Massa es tan mentiroso que Macri, quien lo bautizó como “ventajita”, ayer dijo que jamás le compraría un auto usado por eso. Es tan caradura que Massa llegó a decir que se queda para mantener la estabilidad. ¿De qué estabilidad habla? ¿De este descalabro de la inflación, el dólar y la pobreza? Se trata de personaje nefasto que nunca tuvo palabra ni credibilidad, pero ahora, mucho menos después de prometer que no iba a hacer una devaluación y fue lo primero que hizo después de la paliza que recibió en las urnas.
Cristina es la gran mariscal de la derrota porque ella eligió con su dedo a Alberto y ella decidió que Massa fuera su candidato a presidente. Los tres fracasaron en forma estruendosa. Por eso les digo el Triángulo de las Bermudas. Porque en esa geometría oceánica se hundieron los sueños de progreso de los argentinos.
Llevaron a un peronismo sumiso y secuestrado a la peor elección de su historia. Perdieron 5 millones 700 mil votos, salieron terceros por primera vez en una elección nacional y fueron derrotados en muchas provincias, ciudades y pueblos donde manda la pobreza.
Tiene una gran fortaleza simbólica que los tres culpables de la hecatombe del peronismo hayan perdido las elecciones en sus patrias chicas. Cristina perdió por primera vez en Santa Cruz. Alberto, como siempre, en la Ciudad de Buenos Aires y Sergio Massa en Tigre. No los quieren ni en el lugar donde nacieron políticamente. Un papelón histórico del matrimonio que soñaba con igualar a Néstor y Cristina y se quedó sin nafta en la largada.
Sin duda que el cristinismo en general y Sergio Massa en particular fueron los grandes derrotados. Y también Héctor Daer y el resto de la vergonzosa CGT de los negociados y las patotas. Apoyaron a Massa en nombre del pueblo trabajador a cambio de 20 mil millones de pesos para las obras sociales y 8 de cada 10 argentinos no los votaron.
Pregunta chicanera: ¿A quién representan los de la central obrera massista kirchnerista? Son eternos dirigentes millonarios con trabajadores pobres. ¿No debería renunciar el triunvirato que conduce la CGT? Otra de sus mentiras fue decir que no era posible ser ministro y candidato y finalmente fue las dos cosas. Y se hundió en ambas responsabilidades. En ese barco también se ahogaron los gobernadores cobardes y los intendentes chupamedias.
Wado de Pedro, el candidato de la generación diezmada, también perdió en su patria chica de Mercedes como candidato a senador. Más del 70 por ciento de los argentinos, según los comicios, no quiere saber más nada con el Cartel de los Pingüinos Millonarios. Sienten que el cristinismo está podrido y que despide un olor nauseabundo de fin de ciclo.
Pero no es conveniente subestimar al peronismo y su capacidad de resucitar. Sería un grave error de Milei y Patricia Bullrich creer que el justicialismo se rindió y ya está entregado. Ese cierre de ciclo recién podría llegar si Axel Kicillof perdiera la reelección en la provincia de Buenos Aires. El gobernador fue el único que salvó la ropa y se impuso en las urnas. Hay que recordar que ese distrito representa casi el 40 por ciento del padrón y no tiene segunda vuelta.
Por lo tanto se gana con un solo voto de diferencia. Es un desafío gigantesco que tiene la oposición porque un triunfo de Kicillof alambraría la provincia, la convertiría en un aguantadero de la delincuencia kirchnerista y sería un conspirador permanente contra un gobierno nacional no peronista.
Si Kicillof pierde la provincia, sería la caída del telón de esta obra maestra del terror que inventaron Néstor y Cristina. Está en marcha una reformulación de todo el sistema de partidos en la Argentina. El peronismo podría atomizarse para que cada caudillo defienda su quintita. Los gobernadores fueron muy astutos cuando cambiaron la fecha de sus elecciones para no quedar pegado a esta debacle nacional. ¿Qué harán el 22 de octubre? ¿Extirparán a La Cámpora del Partido Justicialista o migrarán hacia nuevas agrupaciones? El gran fracaso del relato chavista de Cristina fue económico, igual que en Venezuela, Cuba o Nicaragua, las tiranías que tanto admiran.
Pero también están perdiendo la batalla cultural porque potenciaron la simpatía hacia los delincuentes y a la vagancia, sin valorar el mérito, la inversión, el respeto por la ley y la honradez. Cristina furiosa, en su momento dijo que la casta no tenía miedo pero ahora salió del escenario y se borró.
La implosión de su relato la encuentra con la guardia baja y casi resignada a los acontecimientos que la atropellan. Cristina observa aterrada el derrumbe del viejo modelo cleptocrático y autoritario. Sobre esas ruinas habrá que construir un país de esperanza, libertad y progreso. El tiempo dirá.