En LN+, el conductor analizó el rol de la central obrera y cómo se relacionó con el oficialismo a lo largo de los años
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Sergio Massa les pidió a los jerarcas de la CGT que no hicieran un acto en su apoyo. Es que son piantavotos. Por algo los llaman el tren fantasma. Quieren que esa relación carnal por conveniencia sea clandestina. Que no se vea la prostitución. No quieren hacer público que los une la defensa de sus privilegios y no el bienestar de los trabajadores. El documento que le entregaron al ministro y candidato a presidente está lleno de lugares comunes. Quieren “que se respeten los derechos de los trabajadores”. La verdad de la milanesa es que quieren que se mantengan sus prebendas, las que los hicieron poderosos, extorsionadores, patoteros y millonarios. No son derechos y no son para los trabajadores. Son privilegios y son para esa casta sindical eterna que hace años está atornillada a sus sillones.
Por eso defienden con uñas y dientes una legislación antigua de matriz musoliniana, que no permite que se multipliquen las inversiones ni los puestos de trabajo en blanco.
Es tragicómico. En su petitorio exigen que se garantice el modelo de “producción, trabajo y desarrollo”. Parece una broma de mal gusto. Un chiste de humor negro. ¿Se refieren a este modelo que solo ha generado menos producción, menos trabajo y menos desarrollo? No le hicieron un solo paro a Sergio Massa porque es cómplice de su proyecto de atrincherarse en el pasado. Massa es el principal responsable de la hecatombe económica que están sufriendo los trabajadores.
Pero es un compañero peronista. Y por lo tanto hay que ayudarlo a que siga en el poder y pueda concretar el quinto gobierno kirchnerista y el primero de la dinastía matrimonial, Massa-Malena Galmarini.
Es un caso muy raro el de Sergio Massa. Ya se lo dije hace un tiempo y lo repito. Para el justicialismo que tiene pánico al llano y a quedarse sin los curros del poder, Massa es el menos malo. Pero para la sociedad en general, Massa es el peor de todos. El presidente decorativo de la Nación, Alberto Fernández dijo hace unos meses que quiere que “se quede hasta al final, es un engranaje importante y quiero que sea mi sucesor”.
La propia Cristina ahora está escondida, pero en su momento, hizo tres actos con Massa repitiendo el esquema de Massa al gobierno, Cristina al poder. Es el mismo mecanismo de títere que fracasó con Alberto y que produjo un gobierno que rompió todo y se transformó en el peor desde el regreso de la democracia. Es cierto que le dijo “fullero”, pero también que se había hecho cargo de la debacle y que iba para adelante sin reconocer que adelante hay un precipicio donde todos los días se caen los sectores más pobres y medios de la comunidad.
Los apoyos de Alberto y Cristina son mochilas de piedras. Abrazos del oso y la osa. Incluso expresó su apoyo a Massa el delincuente condenado por corrupto de Amado Boudou.
Agustín Rossi, su compañero de fórmula, es alguien que recibe el rechazo serial de sus propios comprovincianos una y otra vez y que en su momento dijo que Massa “y Macri eran lo peor de la derecha”.
Massa multiplicó la inflación y el dólar al infinito. La pobreza y la indigencia son demoledoras. Estamos cuartos entre los peores países del mundo en la inflación de alimentos. Solo nos superan Venezuela, Líbano y Zimbawe. Está todo dicho: nos fuimos al descenso. Y con Massa de director técnico.
La economía está entrando en una estanflación feroz. Hay cepos y tiros en los pies por todos lados. Nada funciona. Los más castigados son los que menos tienen: los desocupados, los trabajadores en negro y los jubilados.
Nadie gastó tanto dinero para tratar de seducir al electorado con niveles de irresponsabilidad nunca vistos. Casi, casi que regaló plata en las esquinas.
Ya son alrededor más de 30 las grandes corporaciones que huyeron de este gobierno que solo sabe asfixiarlos con impuestos y con regulaciones ridículas pese a que son grandes generadoras de fuentes de trabajo.
Los piquetes del ala montonera del gobierno están liquidando el turismo en Jujuy y quebrando a pymes de hoteles y hosterías en la Patagonia.
El apoyo de la CGT es lo más insólito. Eso es votar al verdugo. Héctor Daer es uno de los triunviros que maneja la CGT. Tiene 62 años y hace 30 que conduce el gremio de la sanidad. ¿Escucho? Treinta años!!! .Se pasó la mitad de su vida atornillado a un trono sindical, digno de una monarquía. Igual que casi todos los jerarcas de la central obrera, no presenta públicamente la declaración jurada de su patrimonio pese a que manejan millonarios fondos de las obras sociales.
Héctor Daer fue y es peronista de todos los colores, tal como su ideología lo ordena. Fue menemista, duhaldista, kirchnerista, cristinista, albertista y ahora, massista. Más que un massismo oportunista y acomodaticio, estamos ante la presencia de un masoquismo perverso. Ya se lo dije y se lo repito:
Masoquismo, según el diccionario de la Real Academia Española, en su segunda acepción es “complacencia en sentirse humillado o maltratado”. La definición describe justo a quienes proponen en nombre de los trabajadores votar a su verdugo. Pablo y Hugo Moyano, Baradel, Yasky y siguen las firmas.
Daer no es el único, pero fue la vanguardia a la hora de hacer pública su obsecuencia. Elogió su nivel de representatividad, responsabilidad y compromiso de quien es el culpable, entre otros, de que los trabajadores estén pasando por uno de los peores momentos de su historia. Insisto, votar al verdugo. Masoquismo “injusticialista”.
Hoy sufrimos más de 5 millones 600 mil trabajadores en negro y miles de trabajadores registrados que están por debajo de la línea de pobreza. Esto no pasó nunca. Tocamos fondo. Hasta Cristina lo reconoció.
¿Y qué hace la Confederación General de los Trabajadores frente a semejante drama? Expresan su apoyo a quien más los perjudicó sin que se les caiga la cara de vergüenza. Les pulverizó el salario y le agradecen. Más chupamedias, imposible.
La CGT fue, es y será una corporación más de la gran corporación oligárquica en la que se ha convertido el peronismo secuestrado por el kirchnerismo. Defienden sus negociados, sus inexplicables fortunas y sus privilegios. Ya no defienden a los trabajadores.
Es una completa catástrofe. Y como solución, los muchachos millonarios de la CGT proponen votar al que comanda este barco que se hunde. Le dije, masoquismo al palo. Síndrome de Estocolmo. Votar al verdugo.