El periodista analizó la encrucijada de poder -y discursiva- en la que quedó el oficialismo tras convocar al ministro de Economía como cabeza de fórmula
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Máximo y La Cámpora todavía están tratando de digerir el sapo gigantesco que se tuvieron que tragar. Sergio Massa es un sapo de otro pozo que les produce un rechazo visceral en lo ideológico y en lo personal. Hasta ahora no hubo un solo comunicado celebrando la designación del ministro de Economía como candidato a presidente. Ni un tuit. Nada. Silencio absoluto mientras mastican el batracio. Ya no cantan “Cristina, Cristina, corazón/ acá tenés los pibes para la liberación”. Esa consigna cayó en desuso. Los soldados de Máximo que merodean los 45 años ya no son pibes, con Massa solo pueden esperar la liberación del mercado y a Cristina, la empezaron a mirar con desconfianza. Es que sintieron en carne propia el maltrato, el uso y tiro al que sometió a Wado de Pedro y la confirmación de que es una líder que por defender su impunidad es capaz de tirar a los leones a cualquiera, incluso al hijo de una generación diezmada.
Lo que los camporistas que integran la guardia de hierro de Cristina cantaron sobre Massa fue la calificación de traidor.
“No pasa nada/ No pasa nada/ todos los traidores se van con Massa”. ¿Qué dirán ahora? ¿Todos los traidores vuelven con Massa? La propia Cristina no lo quiso nunca. Ella también tuvo que saborear al anfibio. Se hizo famoso aquel audio donde le ordena a su mayordomo, Oscar Parrillituto que lo “emboque a ese hijo de puta de Massa, que la mandó a decir eso a la mala e hija de puta de Stolbizer”.
Perdón por el lenguaje. No lo digo yo. Palabras de Cristina, le doy mi palabra. Se ve que el odio contra Massa no se le pasó nunca a Cristina. Porque hace unas horas lo llamó “fullero”. Puso de moda ese término lunfardo que todo el mundo buscó en el diccionario y que significa tramposo, estafador y sinvergüenza.
Son muchos los motivos que tienen la reina del Calafate y su príncipe heredero, Máximo, para detestar a Sergio. Luis D’Elia, Alicia Castro, Juan Grabois le han dedicado insultos de todos los colores: “Cagador, sinvergüenza, amigo del imperialismo norteamericano y socio de Macri y del FMI”, fue lo más suave. Es que no olvidan aquellos ya clásicos videos en los que Sergio Massa decía que iba a barrer a los ñoquis y parásitos de La Cámpora y meter presos a los corruptos como Cristina.
Todo esto es un síntoma claro de la caída de la monarquía de los pingüinos patagónicos. El proyecto destruyó al país y ahora no saben para dónde disparar. La pelea es salvaje en el flamante frente “Traición por la Patria” o “Unidos por la Caja”. Se acusan mutuamente de todo. e Agustín Rossi, perdedor serial de elecciones, que reafirmó su fe cristinista al prometer ir a fondo de nuevo con la Ley de Medios, también supo denostar a Sergio. En Twitter aseguró que “Massa y Macri son la peor derecha, aunque quieran parecer otra cosa. Son lobos disfrazados de corderos”.
El cierre de listas tuvo el efecto de una bomba de fragmentación en el oficialismo. Acusan a Sergio Massa de panqueque, pero la voltereta en el aire que pegó Aníbal Fernández es para el Cirque du Soleil. En su momento dijo que Sergio no tenía cultura personal ni política para nada. Y en dos minutos pasó de ser el apoderado de Daniel Scioli a decir que Massa es una topadora que va a gobernar 8 años el país con su impronta carnívora.
Joaquín Morales Solá en su columna aseguró que Massa “es uno de los grandes comerciantes en el mercado político del humo y es solo candidato de su propia audacia y de su monumental ambición”. Pero lo más inquietante es que Joaquín sostiene que Massa “es un animal político dispuesto a decapitar a Cristina apenas acceda al poder”. Y Cristina lo sabe.
No hay demasiados antecedentes en el mundo de que uno de los responsables de un gobierno tan desastroso sea premiado con la candidatura presidencial. La inflación descontrolada es la más alta en tres décadas, las reservas negativas del Banco Central se siguen esfumando, este mes apunta a ser el de mayor fuga en 5 años, las empresas huyen y la pobreza se multiplica.
Hay un meme que circula que es genial. Aparece Massa declarando en campaña: “Mi prioridad como presidente va a ser bajar la inflación del 140% que nos dejó este gobierno”.
Tal vez las palabras de Víctor Humo Inmorales resuman el estado de ánimo de los talibanes del cristinismo. Confiesa su tristeza y decepción porque se va a perder la elección entregando todas las banderas.
os muchachotes de La Cámpora van a tener que reformular otra vieja consigna. Ahora será “Olvido y perdón” para Massa. Aunque voten a Grabois para disfrazar la culpa de sus conciencias.
Más que un massismo oportunista y acomodaticio, estamos ante la presencia de un masoquismo perverso. Masoquismo, según el diccionario de la Real Academia Española, en su segunda acepción es “complacencia en sentirse humillado o maltratado”. La definición describe justo a quienes proponen en nombre del pueblo votar a su verdugo. Los trabajadores están pasando por uno de los peores momentos de su historia. Insisto, votar al verdugo. Masoquismo “injusticialista”.
Hay muchos archivos que Massa no resiste porque fue una perinola que dio vuelta por todos lados. Pero hay una respuesta a Jorge Rial que es demoledora: “Nunca más me voy a juntar con los kirchneristas. Es una etapa superada, terminada. No tengo nada que ver con Moreno, con D’Elía, con La Cámpora. Lo único que hacen es excluir y patotear”.
Por eso Máximo y sus fanáticos no pueden digerir el sapo de Massa. Están entre el massismo y el masoquismo.