En LN+, el periodista analizó cómo se escurrieron los votos del kirchnerismo con el paso de los años
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Faltan 18 días para unas elecciones históricas y por eso estamos más atentos a las informaciones de los candidatos y los escándalos de coyuntura. Pero que el árbol no nos tape el bosque. La novedad más importante es la caída del imperio kirchnerista. O mejor dicho, la caída de la monarquía de la reina Cristina y su príncipe heredero Máximo Primero. La madre y el hijo están en su peor momento político y su espacio, en pleno proceso de disgregación y acelerando su ocaso. Por eso el silencio de Cristina y Máximo es atronador. Mientras observan el derrumbe, se esconden de la opinión pública y apelan a todas las trampas que conocen. Y eso que el justicialismo secuestrado por el kirchnerismo, también está atravesando su peor crisis. Nunca en su historia tuvo un resultado electoral tan pobre.
Nunca sacaron tan pocos votos ni tampoco habían conocido el sabor amargo de llegar en tercer lugar. Cada vez más analistas sostienen que Sergio Massa está al borde de quedar afuera del ballotage como producto de la hecatombe económica que generó con su mala praxis. Es el peor ministro del peor gobierno de la historia democrática. Si eso se confirmara el 22 de octubre, el peronismo saldría muy herido y no le quedaría otro camino que liberarse de Cristina y del Cártel de los Pingüinos Millonarios Enriquecidos Ilícitamente. El estallido del kirchnerismo y su certificado de defunción política, llegará si Axel Kicillof pierde la reelección en la provincia. No hay segunda vuelta y un solo voto de diferencia resuelve esa batalla crucial.
La escandalosa corrupción sistémica que evidenciaron los casos de Chocolate y Martín Insaurralde, impactaron como una bomba de fragmentación sobre todo en el peronismo bonaerense que es el distrito de mayor potencia para Sergio Massa y Axel Kicillof. Por eso hay tanta preocupación. Porque los primeros datos muestran que los candidatos están cayendo en su imagen y en su intención de voto. No podría ser de otra manera al quedar en evidencia una mega corrupción a cielo abierto que produce bronca, indignación y voto castigo.
Cristina está enojadísima y absolutamente borrada. Ordenó que le suelten la mano a Martín Insaurralde y lo bajen de todos sus espacios. Pero este pornográfico y repugnante caso recién está comenzando. Hay más videos y todo parece indicar que hay una guerra de servicios de inteligencia y mafiosos del juego por detrás.
Para los Kirchner la caída en desgracia de Insaurralde es letal. No solamente porque puede ir preso ya que no puede justificar ni un dólar de la vida de jeque árabe que lleva.
También porque políticamente fue el gestor y es la garantía del concubinato entre los muchachos chavistas de La Cámpora y los intendentes derechosos y feudales del peronismo histórico. Por eso Máximo Kirchner presentaba a Insaurralde como su socio. Fue el que lo llevó de la mano a ser el presidente del Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires pese a la bronca disimulada de los jefes territoriales. Desprecian a Máximo porque lo ven como un vago que no tiene raíces ni trayectoria en la provincia y como un oportunista nene de mamá que se cuelga de sus polleras para trepar.
Pero hasta esa situación se resquebrajó. Ya no es la misma. Andrés Larroque (a) “El Cuervo” se fue de La Cámpora y armó rancho aparte. Intendentes ultra cristinistas como Mario Secco también toman distancia. La pelea y los enojos entre Kicillof y Máximo se han multiplicado. Es que el gobernador nunca pudo digerir que Cristina, por pedido de Máximo, le haya intervenido la provincia precisamente con Martin Insaurralde. Lo obligaron a nombrarlo como jefe de gabinete y Kicillof tuvo que armar una estructura paralela para su amigo del alma, Carlos Bianco al que le dio un presupuesto de 1.700 millones. Está todo tan mal en el kirchnerismo bonaerense que muchos intendentes van a volver a repartir sus boletas pero sin los segmentos a gobernador y presidente para que los vecinos elijan la que más le gusten. Se quieren asegurar su elección y se desentienden del resto. Que Dios y Cristina los ayuden. Eso dicen con una mezcla de revancha e ironía.
La rebelión en la granja kirchnerista mas chavista no puede creer que Cristina haya tenido pánico de ser nuevamente candidata. Fingió y trató de instalar que estaba proscripta pero muy poca gente creyó esa mentira. Bajó de un plumazo a Wado de Pedro y lo dejó colgado del pincel. Finalmente resolvió ungir como candidato a Sergio Massa, uno de sus principales enemigos del pasado. “Hay que embocarlo a ese hijo de puta”, decía. ¿Se acuerda?
Massa traicionó todas sus convicciones y se puso en carrera. Hace un tiempo que abandonó la idea de meter preso a los corruptos y barrer a los ñoquis de La Cámpora.
Otra vez la militancia que se auto percibe revolucionaria, tuvo que tragarse un sapo conservador, y amigo de los mercados. Ya había ocurrido con Alberto Fernández y antes con Daniel Scioli. Esta es una muestra de la decadencia del cristinismo que no pudo, no supo o no quiso, parir una renovación de su liderazgo. Cristina no dejó crecer a nadie y tuvo que elegir a candidatos que desprecia con toda fiereza.
Es una forma de medir el tamaño de la caída de Cristina. Ahora tiene que soportar los resultados de su gobierno que, en sociedad con Alberto y Massa llevaron al precipicio a la Argentina. No hay un solo dato de la economía que sea positivo. La inflación está descontrolada al borde de la híper. La pobreza se multiplicó y afecta a 18 millones de personas. La indigencia es demoledora, sobre todo entre los chicos y los más pobres del conurbano. Han expulsado empresas e inversores con su asfixia impositiva y con la extorsión de los gremios y los piqueteros K.
Perdieron hasta la gobernación de Santa Cruz. Era un emblema, la cuna de su proyecto populista y cleptocrático.
El panorama es desolador y por eso Cristina y sus cómplices están al borde de perder la provincia que imaginan como aguantadero y refugio de los delincuentes como Chocolate y Martín Insaurralde. En su desesperación por conseguir la impunidad que cada vez está más lejos, Cristina produce un brutal conflicto de poderes y enfrenta a la Corte Suprema de Justicia. Sus causas avanzan sin prisa pero sin pausa. Y a medida que se achica su poder político se agrandan las posibilidades de terminar en una detención domiciliaria con tobillera electrónica. Ya tiene una condena por corrupción y puede recibir otras. Imperios más grande han caído. Monarquías más poderosas han terminado. Y Cristina lo sabe.