En LN+, el periodista hizo un repaso por la política que adoptó en la materia el kirchnerismo desde que llegó al poder
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El último papelón de Cristina es que, después de 20 años en el poder, recién ahora descubrió que la inseguridad es un drama en la Argentina. Recién ahora se enteró que los que más sufren los robos y los asesinatos son los más pobres y los más vulnerables, que son los jubilados. Nunca les importó el tema. Todo lo contrario. Decían que esa era una bandera de la derecha represora y de los ricos. Parece que alguien le mostró encuestas que demuestran que junto con la inflación es el castigo más grave que están padeciendo millones de argentinos que están hartos de un kirchnerismo que siempre estuvo del lado de los delincuentes y jamás se preocupó ni se ocupó de las víctimas. Cristina, con un nivel de desconocimiento feroz sobre el tema, apuntó contra Aníbal Fernández y Sergio Berni, los responsables de combatir la inseguridad a nivel nacional y en la provincia. Con un voluntarismo y un simplismo infantil reclamó que manden más gendarmes y que los saquen de la Patagonia. Se nota que no le interesa darle seguridad a los que viven en el sur y padecen los ataques del terrorismo seudo mapuche apoyado por tres ex jerarcas Montoneros. Pero tampoco registró que la Gendarmería en general, como fuerza, quedó muy resentida con el ataque del kirchnerismo que intentó culparlos de un asesinato y desaparición que nunca existieron. Se probó con 55 peritos que Santiago Maldonado se ahogó en el río que intentó cruzar sin saber nadar.
Hoy las operaciones están a la orden del día. Varios intendentes kirchneristas de la provincia aprovechan la volada para pedir la renuncia de Berni. Sobre todo después que en el programa de Jorge Lanata se denunciara que ocultó bienes en su declaración jurada. Tiene 4 propiedades en Bariloche que no figuran y que solo fueron declaradas el mismo día de la investigación periodística. Una de ellas vale aproximadamente un millón de dólares. Su patrimonio es muy difícil de explicar y su falta de resultados en la gestión lo dejó al borde del despido. Hoy dijo que el día que se tenga que ir se irá y que eso lo decide el gobernador Kicillof. Se acuerdan que Berni había dicho que el que trajo al borracho, que se lo lleve.
De todos modos, Alberto y Aníbal están estudiando la posibilidad de enviar más gendarmes a la provincia. ¿Es parte de un plan integral contra el delito? No, de ninguna manera. Es una forma de evitar que Cristina les vuelva a disparar con munición gruesa. Así planifica el peor gobierno de la historia las soluciones para uno de los más terribles problemas que sufren los argentinos. Espasmos impulsados por los arrebatos de Cristina.
Es más, la vocera Gabriela Cerruti, ha dicho que a los gendarmes los tienen que pedir las provincias.
Son peleas de poder para sacarse la responsabilidad y el costo político de encima. Son puro fulbito para la tribuna. El verdadero problema es que la inseguridad en la Argentina tiene doble apellido: Kirchner y Zaffaroni.
Por inútiles, vagos, cómplices o por simpatías ideológicas con los delincuentes, el estado es culpable de estas atrocidades y es responsable de no combatirlas como corresponde. Cristina, Alberto, Aníbal, Axel, Berni y Máximo Kirchner son dirigentes que todavía creen en ese dogma apolillado de que el delito es producto de la explotación de la sociedad capitalista y que el ladrón o el asesino son víctimas y por eso los protegen y si caen presos, los liberan lo más rápido posible. A eso, estos caraduras le llaman, derechos humanos.
A las víctimas, ni justicia. Ese es el marco cultural y social donde todos estos marcianos se arrodillan ante el altar de Eugenio Zaffaroni que tiñó con sus teorías gran parte del pensamiento de abogados, fiscales y jueces. Así nos va. Nos va a costar años volver a la racionalidad punitiva, a los premios y los castigos.
Ahí están los responsables de resolver el tema. Son los culpables de que este drama cotidiano sea colosal. Aníbal Fernández quedará en la historia por decir una burrada inédita: “la inseguridad es una sensación”.
¿No tiene nada que ver el cristinismo extremo y dogmático en que una parte de la justicia se haya convertido en una liberadora serial y a la velocidad de la luz de todo tipo de delincuentes? Y sumo a los delincuentes y corruptos que están en el gobierno y a los que son cómplices de los que están en el gobierno kirchnerista.
Alberto Fernández justificó plenamente la suelta de casi 5 mil presos al comienzo de la pandemia. ¿Se acuerda?
Fue una locura que no se multiplicó más gracias al freno que le puso la sociedad movilizada y caceroleando.
El kirchnerismo asocia todo el tiempo a la policía o a la gendarmería con la dictadura y la represión en una inflamación ideológica de un simplismo infantil y peligroso. No entienden o no quieren entender que esos uniformados hoy son los encargados de proteger a la sociedad honrada que trabaja, estudia, paga sus impuestos y cumple con la ley. Por lo tanto, a 38 años de finalizada la dictadura, es hora de que las fuerzas de seguridad sean respetadas, capacitadas, pertrechadas y reconocidas económicamente como corresponde. Los policías que comenten delitos, manchan el uniforme y deben ser extirpados de la fuerza, por supuesto. Pero lo que se comportan con profesionalismo y transparencia ética, deben ser cuidados y premiados. Ellos sembraron esa concepción reaccionaria y antipopular de la justicia que encima se auto percibe progresista.
Para “vivir sin miedo y no convivir con el miedo”. El miedo es el peor veneno de una sociedad y de un individuo. Siempre el pánico nos saca lo peor de nosotros.
Hay que ser duro con los delitos duros y duro con las causas que llevaron a esa persona a delinquir? Pero mientras tanto hay que proteger la vida de la gente. Proteger a los decentes y castigar a los delincuentes. Dentro de la ley, todo. Fuera de la ley, nada. ¿Lo entienden los Kirchner?