En su habitual columna de LN+, Leuco reflexionó sobre el periodista militante que está prófugo de la justicia en una causa por corrupción de menores
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Ezequiel Guazzora está prófugo de la justicia que lo intentó detener por el abuso sexual de una menor de 15 años. Un grupo de policías lo esperó en el lugar de votación pero, el talibán kirchnerista, no concurrió a las urnas.
Y eso que fue candidato a diputado provincial por las listas de otros dos patoteros justicialistas como Guillermo Moreno y Luis D’Elía.
Guazzora tiene pedido de captura. Tal vez huyó porque esta vez podría ir a la cárcel ya que tiene otra condena en suspenso a tres años por violencia de género en cuatro ocasiones contra su ex pareja, la ex diputada kirchnerista Stella Maris Córdoba.
La información detallada fue aportada por Nahuel Gallota y dice que la víctima denunció en Cámara Gesell que el delito lo cometió Guazzora en su departamento de la calle Neuquen al 1.000 en el barrio de Caballito. La chica estaba internada en una clínica siquiátrica de Lomas de Zamora y por la madre de otra paciente, se pudo hacer la denuncia a través de la Red Alto al Tráfico y la Trata.
Alguno puede pensar que Guazzora es un personaje menor pero tuvo llegada a todas las figuras principales como Cristina, Alberto, Máximo, Axel y Milagro Sala.
Es más, estuvo presente en una reunión importantísima que Alberto Fernández encabezó en la Casa Rosada después de atentado a Cristina. Está sentado con su gorra y campera característica atrás de Mercedes Marcó del Pont, Juan Manzur y Gildo Insfrán y Pablo Moyano.
Guazzora es tan descontrolado y por lo tanto tan peligroso, que hizo editoriales donde insultó duramente al propio Alberto Fernández porque no le contestaba los mensajes o porque no le ponía pauta publicitaria. También le dijo barbaridades escatológicas a Máximo Kirchner una vez que dejaron de tenerlo en cuenta. Pese a todo esto, Guazzora estuvo sentado en la Casa Rosada a dos metros de Alberto y Estela Carlotto. No se sabe si logró infiltrarse en la reunión o fue invitado. Ambas situaciones son graves. O los controles son inexistentes y cualquiera llega al lado del presidente o se trata de un apoyo a esa metodología que Guazzora resumió diciendo: “La sangre, esta vez no va a ser nuestra”. ¿Amenaza, discurso de odio? Ambas cosas.
Casi todos los periodistas independientes, la mayoría de radio Mitre y La Nación +, hemos padecido los escraches agresivos y feroces de este energúmeno. La lista es larga. No quiero hacer nombres porque no tuve tiempo de consultarles a mis colegas si les parecía correcto. Pero yo no tengo problemas en comentar que vino a buscarme a la puerta de la radio un par de veces, con la cámara encendida y que me siguió por ocho cuadras escupiendo acusaciones y agravios sin que yo abriera la boca.
Orgulloso por el apriete, lo publicó en sus redes con el título “Leuco huyó como rata por tirante”. Aclaro que trato de no prenderme jamás a las provocaciones de estos personajes que abundan en el kirchnerismo.
Pero su salvajismo tiene muchas historias de terror, anteriores a la orden de captura del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional 54.
Uno de los mayores escándalos fue cuando atropelló a un policía de la ciudad que intentó hacerle un control de alcohol. Dejó tirado al policía en la calle y huyó aunque después fue detenido pese a que se resistió a la autoridad. Estaba totalmente borracho después de los festejos del día del militante peronista en Plaza de Mayo. Otra vez tuvo que ser reducido por el SAME. Lo fueron a buscar porque en su Instagram escribió un texto que muchos asociaron al anuncio de su inminente suicidio. El eje del texto decía “Irte el mismo día que naciste y a los 40 años es algo que no estaba en los planes. Me di cuenta que es imposible el cambio de sistema”.
Ya sea a través de Radio Rebelde o en sus posteos en las redes, siempre manifestó su amor por los Kirchner hasta que por su comportamiento se transformó en un piantavotos despreciable. Algo parecido pasó con D’Elía, Guillermo Moreno o Lucas Carrasco, un bloguero que también fue condenado a 9 años por abuso sexual agravado con acceso carnal. En su blog se enorgullecía de beber y fumar mucho. Era amigo de Aníbal Fernández y Artemio López y en el 2019 fue encontrado muerto en la puerta de su casa.
Son todos marginales que el kirchnerismo suele usar para meter miedo a sus enemigos y que luego, les suelta la mano y los abandona a su suerte. Con la misma fiereza con la que atacaron a periodistas independientes o dirigentes opositores, se dan vuelta con mucho despecho y pasan a fusilar verbalmente a sus antiguos jefes militantes como Cristina, Alberto y Máximo.
Por supuesto que mientras son kirchneristas reciben los abrazos, el apoyo de todos los dirigentes que se sacan selfies con ellos. Después cierran la boca. No los condenan y miran para otro lado. Lo mismo ocurre con el colectivo feminista copado en su cúpula por el cristinismo. Nada han dicho jamás de delincuentes como Carrasco o Guazzora. Los admiran secretamente. Les dan manija y después si te he visto no me acuerdo.
Guazzora, hasta esta hora está prófugo. Por suerte fue un fracaso electoral. Su partido al que definió como “el único peronista”, sacó el 0,75% de los votos y quedó afuera de todo.
Guazzora agarró a trompadas a un encargado de edificio y amenazó a mucha gente. Sin embargo, estaba libre. Todavía tiene contactos políticos en el gobierno. De hecho, fue contratado como periodista por Gustavo Menéndez, mientras fue intendente de Merlo. Fue noticia cuando llamó a romper silobolsas con una navajita y su odio a los productores agropecuarios lo expresó diciendo que le gustaría pasar con un avión sobre los campos y arrojar una antorcha y después “tirar algo más que por acá no lo puedo decir”.
Ezequiel Guazzora tal vez termine preso. No es seguro. Puede zafar con el zaffaronismo al palo porque es un producto típico del cristinismo marginal.
Un ejemplo de todo lo que le hace mal a la juventud y a la Argentina.