A un año de su muerte, Leuco la recordó en su columna de LN+; “Fue la mejor periodista argentina, la más creíble, la que edificó una trayectoria impecable y es un faro para todos”, aseveró
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Hoy se cumple un año del fallecimiento de Magdalena Ruiz Guiñazú. Todos los periodistas en general, y los de esta querida radio Mitre en particular, la extrañamos y seguimos con una tristeza que nos agobia y con un nudo en la garganta.
Hace un año murió la más grande. La mejor profesional y la compañera más querida. Magdalena Ruiz Guiñazú, te extrañamos tanto. Todos los días te recordamos cuando entramos a este estudio que lleva tu nombre. Todos tenemos muchísimo para agradecerte. Por tu dignidad, tu ética republicana, por tu excelencia en el trabajo y porque abriste caminos.
Todos llevamos en nuestro ADN la luz y el perfume de Magdalena. Recuerdo que hace un par de años recibió la Mención de Honor “Senador Raúl Alfonsín” que otorga la Biblioteca del Congreso de la Nación. Ella merece el título de periodista con mayúsculas y esta distinción como cientos que ha recibido. Este premio es la continuidad del que recibieron, entre otros, Rene Favaloro y María Elena Walsh. Por eso una vez más, no me canso de decir “Magdalena Muchamujer”.
Ella es la flor más bella de nuestro maravilloso oficio. Magdalena es la mujer que más alto llegó y que mejor representa a los periodistas argentinos. Por suerte, estuvo hasta su último suspiro con nosotros. Fue la sacerdotisa de este templo de la noticia llamado Radio Mitre. Magda jugó para nuestro equipo con la camiseta número 10 de esta selección nacional del periodismo. Jugamos con ventaja. Y todos los días se la veía alegre y plena. Radiante. Parece que logró la felicidad de leer los diarios en la cama.
Pero hasta hace muy poco tiempo, ella, tempranísimo, producía el rito sagrado: miles y miles de argentinos encendían la radio para escucharla. Fue un clásico de nuestro país. Durante más de un cuarto de siglo, Magdalena Ruiz Guiñazú se convertía en un parlante de masas que despertaba a los ciudadanos dormidos, en todo el sentido de la palabra. Ella era capaz de navegar en todos los mares de las relaciones humanas. Desde la charla distendida, amable, con intenciones didácticas apostando al rol formador de los medios, hasta la discusión apasionada con un ministro poderoso al que no le permitía que diga mentiras. Yo intentaría resumir su carrera en pocas palabras: Magdalena no se calla. Ante nada y ante nadie. Magdalena no se vende. A esta altura, fue la mejor periodista argentina, la más creíble, la que edificó una trayectoria impecable y es como un faro para todos.
Ocupó con dignidad y capacidad profesional todos los escalones de la profesión. Fue una movilera audaz que muchas veces caminó por la cornisa del peligro con tal de conseguir un testimonio. Cacho Fontana descubrió rápido sus saberes. Hasta ayer, andaba con un grabador en la cartera, siempre atenta, por si alguna noticia o protagonista se le cruzaba en el camino.
Se lucía con su escritura en los diarios y las revistas; en televisión supo poner su impronta de rigurosidad para investigar y de transformar sus preguntas en estiletes al servicio del ciudadano. Escribió libros deliciosos porque decía que la ficción es la que le permite al periodista soportar tanto dolor cotidiano por las cosas que pasan. Y la radio. Era su lugar en el mundo. Ella dijo que la radio es el ring side de la vida. Es la posibilidad de no perderse nada de lo humano. De poner el cuerpo aún en los momentos más difíciles. Cuando pudo denunciar atrocidades en la cara de los dictadores. Cuando se jugó entera a la hora de aceptar la invitación del presidente Raúl Alfonsín para integrar la CONADEP, esa Comisión Nacional para la Desaparición de Personas que realizó el informe más valiente y riguroso sobre el terrorismo de estado. Allí trabajó codo a codo con próceres de los derechos humanos como Ernesto Sábato, Rene Favaloro, Marshall Mayer, Graciela Fernández Meijide o el obispo Jaime de Nevares.
Supo pararle el carro a muchos soberbios y prepotentes que la quisieron llevar por delante. Fue la primera que le dio la posibilidad de expresarse en un micrófono a Hebe Bonafini cuando muchos huían del lado de las Madres de Plaza de Mayo y los Kirchner, en Santa Cruz, se negaban a recibirlas. No era gratis hacer esas cosas. Por eso quedó grabado para siempre el audio donde Hebe agradece y reconoce por ese gesto a Magdalena. Hasta que vinieron los Kirchner, y le pusieron la camiseta partidaria. El odio y el autoritarismo creció tanto que la misma Hebe fue la que impulsó aquel fascista y repugnante juicio popular en la Plaza de Mayo a varios periodistas entre los que estaba Magdalena, aunque no lo puedan creer. Hay pocas cosas tan terribles en la vida como ser desagradecidos.
Otro soldado de ese ejército del insulto y la descalificación como Luis D’Elía también llenó de agravios a Magdalena que nunca lloró como su nombre. Destituyente, oligarca, era lo más suave que le decían a una de las compañeras más generosas y honradas de este maravilloso oficio. Hubo afiches anónimos fogoneados por el gobierno de Cristina, despreciables actos donde se llamó a escupir fotos de periodistas. Ni Mussolini hubiera resucitado mejor los linchamientos a las voces críticas. Fomentar la intolerancia de estado es la peor herencia que nos dejan los amigopolios K. Y Magdalena podrá decir con orgullo que ni eso la hizo retroceder de sus convicciones.
Aquellos escraches que deberían avergonzar a todos los argentinos pero sobre todo a los que militan en los derechos humanos generaron un debate y Cristina Fernández de Kirchner dijo: “algunos periodistas deberían vacunarse contra la rabia”. Increíble respaldo a los victimarios. Una forma de sembrar más vientos.
¿Qué más decir de Magda? Se puede hablar de sus 14 premios Martin Fierro, del Martín Fierro de Oro, de las condecoraciones por su trabajo a favor de los derechos humanos que le dieron desde las Abuelas de Plaza de Mayo hasta los gobiernos de Francia e Italia. De su coquetería y elegancia, que rompía corazones masculinos en el gremio de prensa. De los golpes duros que le dio la vida en lo personal. De la utilización de la ironía como arma de destrucción masiva. Ya en 1983 fue elegida la mujer del año por votación popular. Magdalena es un nombre de origen hebreo que significa: “La magnífica habitante del Torreón”. Hasta eso la marcó en su trabajo. La observación, la curiosidad es el principal motor que tenemos.
Fue pionera y vanguardia en los medios. Estoy convencido de que seguirá viviendo en el aire libre de la radio. Cada vez que un periodista dignifique su trabajo aflorará la luz y el perfume de Magdalena. Magdalena es la reina madre de todos los periodistas. Es nuestra pachamama. Magdalena, flor y mujer. Magdalena coraje, ícono del periodismo que no se calla ni se vende, espejo para los estudiantes, bien vale recurrir al título de Martha Mercader para nombrarla: Magdalena Mucha Mujer y está todo dicho. Magdalena, la flor más bella.