En LN+, el periodista analizó la última aparición pública de la vicepresidenta; “Tiene razón cuando plantea que el gobierno es un desastre y que el Presidente pasó de títere a espantapájaros”, sostuvo
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El viejo truco peronista de ser gobierno y oposición al mismo tiempo, ya no engaña a nadie. Pero la infame costumbre de involucrar a todos los argentinos en sus feroces peleas internas, está acelerando el hartazgo social. Porque el espectáculo que ofrecen estos Pimpinela de la degradación nacional es pornográfico. Y el nivel de desconfianza absoluta que producen en los inversores y emprendedores hace que nos quedemos empantanados en el peor de los mundos. Cristina insiste en su discurso altanero, anticapitalista y negador de la realidad. Reconoce lo que ella llamó “ultra inflación”, pero responsabilizó de esa enfermedad “al endeudamiento criminal de Mauricio Macri”.
Pregunta: ¿Qué diferencia hay entre ultra inflación e híper inflación? Ojo que las palabras pueden ser chispas que desaten el infierno. Lo más grave es que Cristina propuso un remedio que es mucho peor que la enfermedad que padece la economía. Ella exige una menor libertad económica, y controles más policiales, más castigo y represión desde el estado y una peligrosa idea delictiva de violar secretos garantizados por la Constitución Nacional.
El inédito artefacto electoral que inventó Cristina se impuso en las elecciones presidenciales. Engañó a mucha gente. Pero hoy, es un cepo de acero a cualquier solución que pueda aportar el gobierno y eso los hizo perder cuatro millones de votos y las elecciones de medio tiempo. No resolvieron ninguno de los problemas heredados y han generado inconvenientes de una magnitud colosal, además de nuevos impuestos y el mayor endeudamiento del que se tenga memoria.
Pero Cristina niega esa realidad. Mira para otro lado. Y le apunta sus misiles verbales a Martín Guzmán, Miguel Pesce, Claudio Moroni y Mercedes Marcó del Pont. La nada exitosa abogada, parece a un gigantesco dragón que se alimenta con las cabezas de los funcionarios de Alberto. Todavía no terminó de deglutir a Matías Kulfas y ya reclama más de lo mismo. Su apetito es insaciable. ¿Se comerá también a Alberto?
Cristina tiene razón cuando plantea que el gobierno es un desastre y que el Presidente pasó de títere a espantapájaros. Ambos, gobierno y presidente, son los peores de la democracia. Pero ella dice eso para lavarse las manos y evadir su responsabilidad. Todos sabemos que Cristina lo hizo. Ella es la mariscal de esta derrota de gestión que los lleva a una debacle electoral. Tanto Cristina como Alberto son los victimarios de un pueblo que está sufriendo como pocas veces el hambre, la miseria, la exclusión y el salvajismo del delito de la inseguridad criminal que el gobierno no combate.
Los Fernández han demostrado que no pueden manejar cuestiones muy simples y se atreven a pensar en huir hacia el pasado con una empresa estatal de alimentos. El arquero Alberto no ataja una y ya estamos acostumbrados. Pero que por lo menos no meta adentro a las pelotas que vayan afuera. ¿Será mucho pedir para estos gobernantes que no gobiernan?
Así como el Alberto del llano fue uno de los críticos más duros de Cristina (llegó a llamarla psicópata), ahora ella se está vengando y asfixia al presidente hasta el límite del precipicio institucional. Este gobierno esquizofrénico, de disociaciones y alucinaciones frenó todos los engranajes de la gestión.
No hacen bien ni el mal.
No se hacen cargo de haber gobernado 14 de los últimos 18 años y de la actualidad con la inflación más alta en 30 años y un gasto público atómico que llega al 47% del producto bruto.
Caen en situaciones patéticas o tragicómicas. Cristina bailando el himno nacional, por ejemplo.
Repudia el festival de importaciones mientras pelea con su iPhone galáctico.
Estamos naturalizando situaciones totalmente irregulares. El día de la bandera hubo dos actos porque el presidente y la vice no se hablan ni se nombran. En 70 minutos de discurso, la vice ni siquiera pronunció el nombre ni el apellido de Alberto. Y le sacudió infinidad de cachetazos verbales. Y Alberto, en un discurso escolar, tipo Billiken, tuvo estómago para utilizar políticamente a unos alumnitos de guardapolvos que cantaban “Pre-si-den-te”.
Casi como una metáfora de la profunda grieta que divide al gobierno, en el acto de Avellaneda, la consigna que más se cantó fue “Cristina presidenta”. Y la jefa del jefe del estado le ordenó a Jorge Ferraresi que, como ministro de Alberto le explicara lo que hizo como intendente en Avellaneda, para ver si podían hacer algo parecido.
Otra humillación a cielo abierto para Alberto que no sabe cómo cerrar la hemorragia de la pésima imagen de su gobierno. Lo más grave es que Cristina, la principal responsable, exige remedios que son mucho peor que la enfermedad.