El periodista analizó, en LN+, el último informe que indica que solo 16 de cada 100 alumnos terminan la secundaria en tiempo y forma
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Solo 16 de cada 100 alumnos termina la secundaria a tiempo y con un nivel aceptable. El título de la información fue como un cachetazo en nuestra conciencia. No sorprende porque sabemos de la crisis casi terminal de nuestro sistema de aprendizaje. Pero cuando estudios serios confirman los datos, nos corre un frío por la espalda imaginando el futuro nefasto que les espera a nuestros hijos y a todos los hijos de esta bendita Argentina.
El riguroso informe del Observatorio Argentino por la Educación confirmó que el abandono, la repitencia y la mala calidad de los contenidos, son un Triángulo de las Bermudas, para los chicos.
Hay inequidad y desigualdades brutales. La mejor situación la tienen la Ciudad de Buenos Aires y Córdoba y las peores son Formosa y Chaco. Pero el promedio es atroz. Sobre todo en matemáticas y lengua, es decir los números y las palabras necesarias para la vida real. Hay pibes que hacen 6 ó 7 años de colegio primario y salen sin saber leer ni interpretar textos. Sin dudas, el agujero negro educativo nos dinamita el horizonte. Es el peor de los virus, la pandemia social más criminal.
El boletín de calificaciones de este gobierno en particular y del kirchnerismo en general, es de terror. Tienen cero en educación y diez en adoctrinamiento. No es casual que en su momento, los datos de la Unesco hayan arrojado el peor resultado de la historia educativa. El momento más decadente en el tema más importante.
El kirchnerismo gobernó en 14 de los últimos 18 años. Y produjo un daño que parece irreparable o que nos va a costar años superar. Porque lograron instalar entre un sector de los docentes conceptos ideológicos jurásicos. Se llenaron la boca defendiendo la escuela pública y la destruyeron. Obligaron a los sectores más humildes a llevar a sus hijos a escuela parroquiales donde se paga una cuota moderada para que no perdieran tantos días de clase. Los Hugo Yasky, Roberto Baradel y compañía, defendieron tanto sus privilegios gremiales que lideraron fábricas de chicos sin los saberes necesarios para enfrenta la vida con esperanzas de éxito. Hoy mismo Baradel se opuso a la decisión de su gobierno de sumar una hora más de clase por día para recuperar lo perdido. La excusa fue insólita: “es una sobre carga de trabajo para los docentes”.
En lugar de mirar los mejores modelos como el de Finlandia, utilizaron el espejo del atraso y el falso progresismo, en realidad del regresismo de los tiranos que gobiernan Cuba y Venezuela. Con el fracasado verso estalinista de que el único crecimiento que vale es el crecimiento colectivo, pulverizaron el principal valor que hizo grande a este país de la mano de nuestros padres y abuelos inmigrantes. Hablo de la apuesta al mérito, al esfuerzo que busca la excelencia y a que nada es fácil en la vida y que por eso debemos sacrificarnos. Deberían sonar todas las alarmas.
Estos culpables de la caída a pique de la escuela pública que fue orgullo nacional, apostaron a convencer a los alumnos que todo viene de arriba, que el estado te da todo lo que vos necesitas. Que de nada vale tu iniciativa, tu voluntad, tus horas de sentarte a estudiar y a pelarte las pestañas. No hay que estigmatizar a los chicos con aplazos. En eso creen. Si no hay castigos, no hay premios. La educación debe ser igualitaria. Pero debe igualar hacia arriba y no hacia abajo. Lo mismo un burro que un gran profesor. Cambalache con K.
Transformaron a las escuelas y en muchos casos a las universidades en unidades básicas al servicio de su proyecto autocrático y nacional populista.
Tuvimos una educación pública que fue un ejemplo para el mundo. Fue el principal motor de la movilidad social ascendente. Esa idea progresista de verdad que dice que debemos fomentar que nuestros hijos sean mejores que nosotros y que nuestros padres.
La inmensa mayoría de los maestros y profesores siguen firmes en su heroica tarea al servicio de la educación. Pero los docentes al servicio de Cristina se convirtieron en agitadores de huelgas permanentes y en capangas de movilizaciones de bombos y consignas.
Eso era y es Laura Radetich. ¿Se acuerda de esta militante desaforada que frente al aula del colegio de La Matanza, bajaba línea cristinista en forma grosera y mentirosa.
La escena transcurre en un aula antigua
pero digna, de un colegio secundario del estado ubicado en pleno Conurbano. Uno de los alumnos de ese segundo año hace una pregunta en medio de la clase sobre los procesos migratorios.
- Profesora, tengo muy claro que los italianos y españoles que vinieron a la Argentina, en general, lo hicieron huyendo de la guerra y el hambre. Pero, ¿Cómo debemos interpretar la migración de más de 5 millones de venezolanos?
La docente estruja una tiza en su mano, se muestra desencajada y dice:
- Esos son inventos de los medios hegemónicos.
El silencio que se hace en clase cierra todo el debate y hace más evidente la calco de Néstor y Cristina que la profesora tiene pegada en su carpeta.
Estas aberraciones fanáticas se repiten todos los días en muchísimas escuelas primarias y secundarias. Y ni que hablar de las universidades. Es una batalla cultural que el cristinismo tiene casi ganada.
Todo el tiempo pretenden borrar a Sarmiento de la historia. Dicen que es derecha los muy ignorantes.
Adoctrinar es someter a los alumnos. Es abusar del poder que tiene un docente que puede aplazar al chico. Adoctrinar es decirle a un joven que es lo que tiene que pensar y no enseñarle a pensar con autonomía. Adoctrinar es ponerle uniforme negro y musoliniano a la libertad y a la enseñanza pública. Tienen un cepo setentista y reaccionario en sus neuronas. La educación debe igualar oportunidades y fomentar la reflexión crítica. Igualar el pensamiento, uniformar las miradas es fascismo educativo.
San Martín dijo que el mejor ejército para defender nuestra soberanía es la educación. En eso creo. Y eso defiendo.