En LN+, el periodista repasó la trayectoria del juez Marcelo Martínez de Giorgi
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El diario LA NACION, en su editorial, asegura que el juez Marcelo Martínez de Giorgi es el “Nuevo Oyarbide” que protege a Cristina y otros corruptos en la causa de los cuadernos de las coimas K. Estamos hablando de la mayor corrupción de la historia argentina liderada primero por Néstor y después por Cristina.
No hay antecedentes de una asociación ilícita liderada por el matrimonio Kirchner que haya saqueado al estado con tanta impunidad para enriquecerse en forma ilegal y colosal.
Hace cinco años que la investigación rigurosa de ese colega de lujo llamado Diego Cabot nos reveló a todos los argentinos la dimensión de la cleptocracia del Cártel de los Pingüinos Millonarios y Enriquecidos Ilegalmente.
Sin embargo el juez Martínez de Giorgi dedica su tiempo a frenar la causa y a cometer algunas salvajadas legales como tomar medidas contra las personas honradas que denunciaron a los corruptos y blindar a los ladrones que cometieron esos delitos de estado.
Norberto Oyarbide fue un siniestro personaje que siempre estuvo al servicio de los poderosos kirchneristas y que alguna vez lloró frente a las cámaras y dijo que actuó de esa manera porque lo habían agarrado del cogote.
Su apellido quedó instalado en la memoria colectiva como un magistrado delincuente y excéntrico que deshonró su actividad y avergonzó a la justicia.
LA NACION reprocha varias medidas de Martínez de Giorgi porque “sobrepasó todos los límites, algo que ni Oyarbide se atrevió”. Plantea que son recursos “utilizados por los sectores más abyectos de la política y del hampa”.
Martínez de Giorgi intenta deslegitimar el trabajo impecable de Cabot y en ese camino ataca las bases mismas de la libertad de prensa y el “sagrado derecho a mantener en reserva la fuente periodística que está protegida por la Constitución Nacional”.
A este juez que pretende recibir como premio su designación en la Cámara Federal Porteña y que llegó de la mano de las cloacas de los servicios de inteligencia, no se le cayó la cara de vergüenza al arremeter contra el diario, el periodista y algún testigo cuyo testimonio fue clave.
Insólitamente reclamó los registros de las cámaras de video que rodean al edificio del diario. Menos mal que la Cámara de Apelaciones le puso un freno. Abrió una causa paralela, en un claro abuso de autoridad, intentó producir pruebas de manera ilegítima para ayudar a uno de los empresarios involucrados y hasta allanaron el domicilio de un testigo clave. Y como si esto fuera poco, este allanamiento fue ejecutado por “la hoy tenebrosa Policía de Seguridad Aeroportuaria, brazo armado de la mazorca kirchnerista”.
La Mazorca fue una brutal organización parapolicial al servicio de Juan Manuel de Rosas.
El 23 de setiembre del 2019, el candidato de entonces, Alberto Fernández dijo textualmente: “Nunca se encontraron los cuadernos. Solo contamos con fotocopias que, en el mejor de los casos, valen como meros indicios”.
Pero un día aparecieron los cuadernos de la corrupción de Cristina. Lo único que cambió es que ya no le pueden llamar peyorativamente la “causa de las fotocopias”. “Fotocopias las pe…lucas” diría el gran Tato Bores. Están los cuadernos. Las pruebas físicas de papel y de cartón. La letra peritada del chofer Oscar Centeno que escribió prolijamente y minuto a minuto, la crónica del robo del siglo en la Argentina. Son cuadernos sin Gloria. Son los cuadernos que deberían hacerles confesar y pedir perdón a los kirchneristas que pagaron y cobraron coimas monumentales con dinero que le robaron al pueblo pobre de la patria.
Jorge Fernández Díaz lo llama “El Watergate impune”. En cualquier país democrático del mundo, estarían presos los principales responsables, es decir, los jefes políticos y los empresarios cómplices.
El latrocinio está absolutamente probado por las confesiones ante los expedientes de 31 imputados colaboradores con testimonios y pruebas documentales que fueron ratificados por la Cámara Federal que confirmó su validez jurídica.
Gente de la máxima confianza y cercanía de Cristina, Néstor y Máximo, como su contador Víctor Manzanares y 30 arrepentidos más dieron testimonios de todos los mecanismos del robo y de las coimas y del gigantesco enriquecimiento ilícito.
Todas estas denuncias fundamentadas fueron certificadas por la prueba recolectada. Cada palabra de esos cuadernos que hoy están en manos de la justicia fue corroborada por la realidad. No hubo inventos ni fantasías. Todas son dolorosas verdades.
¿Qué más hace falta para que nadie dude de que Cristina no es inocente ni decente?
A las órdenes de Cristina, el cártel fue liderado por tres organizadores: Julio de Vido, el gerente general, Roberto Baratta y Josesito López. Le recuerdo que muchos empresarios que participaron de la estafa, dicen que fueron obligados, extorsionados pero en muchos casos, ellos estaban felices en esa cartelización nefasta. ¿Sabe por qué? Porque no tenían que competir, ponían el precio que más le gustaba y le cargaban sobreprecios de hasta el 50% o más en algunos casos y de allí, salían las coimas, el retorno, o como usted las quiera llamar. ¿Se entiende? Los empresarios no pagaban las coimas de sus ganancias. De ninguna manera. La sacaban de los sobreprecios. Por lo tanto todos los argentinos pagamos esos malditas retornos.
La estafa de los pingüinos buitres tiene dimensiones monumentales. Y en muchos casos, está probado que ese dinero sucio e ilegal iba a tres lugares básicamente: a la quinta de Olivos, al departamento de Juncal y Uruguay y a la casa de María Ostoic, la madre de Néstor. Se sintieron tan impunes que dejaron los dedos pegados por todos lados.
Está claro que cuando Néstor se murió, Cristina, asumió la conducción política de su espacio pero también la gerencia administrativa de coimas, lavado y mega corrupción de estado.
Todos los caminos de la corrupción conducen a los cuadernos de Cristina. Está escrito. Tenemos que decirle “Nunca más” a esos crímenes de lesa impunidad.