En LN+, el periodista analizó la llegada del exintendente de Tigre a un puesto clave del Gobierno de Alberto Fernández y la reacción -o no- de la vice
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Cristina comprendió que está atrapada y sin salida. Va derechito a una condena de prisión por ser la jefa de una asociación ilícita que se dedicó a saquear al estado. No tuvo éxito en lograr la impunidad, pese a todas las maniobras que hizo. El alegato de los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola es riguroso y contundente. Y eso que recién empieza. Van a aportar más pruebas, testimonios, certezas, grabaciones y chat telefónicos que confirman los delitos graves que cometió la organización criminal que primero lideró Néstor, y luego Cristina.
Por eso descalificó a los hombres de la justicia al decir que la sentencia ya está “redactada y firmada”. Sabe que no tiene forma de escapar. Y por eso dio la orden a su tropa de talibanes que salieran a patear el tablero. A amenazar a una parte de la sociedad, a los medios y, por supuesto, a jueces y fiscales. Su hijo Máximo, el príncipe heredero, el comandante de La Cámpora, que es su guardia de hierro, lanzó un video intimidatorio que es casi una incitación a la violencia colectiva.
Es una movilización multitudinaria a los tribunales de Comodoro Py para apretar a la justicia. Cristina dice a los gritos eso de que a ella la absolvió la historia y al final, los soldados cantan: “Che gorila no te lo decimos mas/ si la tocan a Cristina que kilombo se va armar”.
En su delirio, Cristina sueña con un 17 de octubre heroico que la arranque del banquillo de los acusados o de la cárcel. Para el kirchnerismo la división de poderes nunca existió. Por eso prometen un kilombo si la tocan, es decir si la condenan como realmente la van a condenar. Pregunta: ¿Qué tipo de vandalismo van a fogonear?
¿Van a tomar por los tribunales como alguna vez exigió Hebe de Bonafini? ¿Van a ir a la casa o al trabajo de los magistrados que la condenen? ¿Hasta dónde llega su promesa de generar desmanes? ¿Serán capaces de enfrentar a la policía con toneladas de piedras o de agredir físicamente a los que consideran sus enemigos?
Alberto Sileoni, ministro de Educación bonaerense, nada menos, vomitó un tuit que dice: “Macri impune, Cristina Kirchner perseguida. Cuidado. Hay límites. Hará millones en la calle”.
De terror. Claro que hay límites, pero los pone la justicia. Otra vez la amenaza. Dijo Alejandro Finocchiaro, el diputado y ex ministro de Educación de Macri, que “no puede incitar a la violencia, no puede amenazar, no puede desconocer los poderes de la República y demuestra que no está en condiciones de educar”.
Después definió su tuit como una apología de la barbarie, la violencia y la sinrazón.”
José Luis Gioja apeló a una frase de Perón, el mismo que dijo “a los enemigos, ni justicia”. Recordó que “cuando los pueblos agotan su paciencia, suelen hacer tronar el escarmiento. Y eso va a pasar en la Argentina.” Fanático y despreciado hasta la propia Cristina que lo mandó a que se suture el orto, Gioja dice que a su jefa espiritual “la persiguen porque puso los ovarios para defender al pueblo”.
El mayordomo de Cristina, al que ella llama Parrilitudo llegó a decir con la cara de piedra que el fiscal Luciani sigue órdenes de Macri. Ya le contamos que fue designado con la firma de Cristina y trasladado por orden de Alejandra Gils Carbó.
El jerarca sindical, Hugo Yasky también se sumó a la campaña para infundir temor: “Vamos a defender a Cristina en la calle o donde sea. No pasarán.” Otra vez la misma pregunta. ¿Quiénes no pasarán? ¿Los jueces? ¿La Constitución Nacional? ¿La ley?
Un operador oficialista como Pablo Duggan llegó a la inhumana comparación del fiscal Luciani con el asesinado Alberto Nisman, “los dos hicieron una denuncia falsa contra Cristina”. Pocos descendieron a semejante infierno.
Son distintos recursos para lograr el mismo objetivo: asustar, apretar a los magistrados.
Soledad Carrizo, la diputada radical de Córdoba, junto a varios de sus pares, presentó un pedido de juicio político contra el ministro de Justicia, Martin Soria. Es que dijo e hizo barbaridades.
Lo más grave de su ataque al fiscal Sergio Mola, además de sus descalificaciones, fue el montaje que hizo de una fotografía para que aparecieran junto a Mola y el procurador Eduardo Casal, tanto Patricia Bullrich como Cristian Ritondo. ¿Se da cuenta? Alteró un documento. Produjo una fake news. En cualquier diario independiente lo hubiera echado. Lo denunció en una nota rigurosa el colega Héctor Gambini.
Y además, Gambini, puso en contexto toda la operación desarrollada por el ex jefe de contrainteligencia, Rodolfo Tailhade para utilizar las declaraciones juradas de los jueces de la causa vialidad y la rapidez con la que mandó a un empleado a buscar esos documentos de los dos fiscales. Se vienen carpetazos, dice Gambini. Y tiene razón. Todo el tiempo tratan de descalificar a los denunciantes o a los jueces en lugar de intentar probar la inocencia de Cristina. ¿Sabe porque no lo hacen? Porque Cristina no es inocente. Es culpable en esta causa y en otra más grave todavía como los cuadernos de las coimas K. No hay forma de que Cristina zafe sin patotear o atentar contra el sistema democrático y la independencia de los poderes.
La Asociación de Magistrados y Funcionarios de la Justicia Nacional, con la firma de su titular Marcelo Gallo Tagle, calificó esa intromisión como “impropia e inadmisible” y también involucró en su repudio a las declaraciones del vice ministro, Juan Martín Mena.
Soria, en el colmo de su falangismo chavista, expresó su deseo: “Que lindo sería tener mayoría en el Congreso para echar a todos los jueces de la Corte Suprema”.
El diputado Ricardo López Murphy le contestó: “Lo que sería lindo es que nunca más gobierne una asociación ilícita”.
Cristina no tiene margen para zafar de la condena. Ella comprendió que está atrapada y sin salida. Por eso ordenó a su tropa que amenacen y que arrojen nafta al fuego del incendio social. Más peligroso, imposible.