En LN+, el periodista analizó la relación del Presidente con la vice y cómo se arma el tablero político en año electoral
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Cristina quiere dinamitar la democracia. Siente que no tiene otro camino para salvar su pellejo. Su plan golpista aparece entre líneas en todos sus discursos y en las declaraciones de sus talibanes. Es muy probable que fracase en su intento, pero no van a aflojar. Jorge Fernández Díaz, fue muy preciso en La Nación cuando la caracterizó como “autócrata en grado de tentativa”.
“Las cosas se cuentan solas, solo hay que saber mirar”, decían las “Coplas de mi país”.
No hay que ser un gran analista político para sacar conclusiones inquietantes porque Cristina, públicamente, dijo que con el intento de asesinarla “se rompió el pacto democrático”. Ese acuerdo de 1983 establecía que nunca más se iba a utilizar el crimen ni la lucha armada como instrumento político. Hoy no hay ninguna fuerza que públicamente reivindique la violencia como partera de la historia ni que se haya adjudicado el repudiable atentado contra Cristina. Por lo que la justicia estableció hasta ahora, los marginales delirantes que están presos son los culpables de ese ataque contra la vice presidenta. No se trata de un comando como brazo armado de una agrupación política.
Pero Cristina no puede admitir que eso sea todo. Alguien que se auto percibe de una estatura colosal necesita que los que le dispararon en su cabeza pertenezcan como mínimo a la CIA y que hayan ejecutado órdenes de Macri y la mafia mediático judicial. Si esa falacia absoluta que ella piensa fuera cierta, se hubiera roto el pacto democrático de verdad. Pero en este caso se trata de un hecho gravísimo que merece juicio, castigo y condena, pero, insisto, hasta ahora solo fue una situación perpetrada por lunáticos despreciables.
Como esto no alcanza para argumentar que se rompió el pacto democrático, Cristina inventó otra mentira: la proscripción. “La quieren muerta o presa”, llegó a decir Oscar Parrilli que esta mañana superó todos los límites al comparar la agresión a Cristina con el golpe del terrorismo de estado de Videla.
Dijo que creer que el único culpable es Fernando Sabbag Montiel es como decir que el único culpable de los crímenes de lesa humanidad fue Jorge Rafael Videla y que no tuvo la complicidad de empresarios y medios de comunicación.
Está claro que el mayordomo de Cristina no dice ni buen día sin la orden de La reina del Calafate. Todos empiezan a alinearse con un concepto que intenta erosionar y vaciar la democracia hasta quebrarla. Cristina fue clarita cuando dijo que “No estamos frente a un estado democrático constitucional. El sistema no está completo”.
Es su manera de mantener firme el combate contra la Corte Suprema de Justicia. O ante la justicia que en los fundamentos de su condena a 6 años de cárcel por corrupción, aseguró que el Lawfare o la persecución que ella denuncia es apenas “una coartada”.
Parrilli dijo la semana pasada que vivimos “una farsa democrática”. Y que hay que romper esto y la proscripción.
Y acá vienen las preguntas que le hacen correr frío por la espalda a los argentinos.
¿Cómo van a romper la proscripción y la farsa democrática que denuncian pero que solo existe en sus cabezas fanatizadas? ¿Qué están planificando? ¿Van a dinamitar la democracia? ¿Se van a levantar contra las instituciones republicanas? ¿Con que instrumentos? Por ahora solo contestan: Con la movilización popular. ¿Intentarán arrojar a un abismo a la Corte Suprema rodeando los tribunales por tiempo indeterminado?
Ya los fusilaron mediáticamente el día de apertura de sesiones en el Congreso. Nadie atacó tanto a la Corte como Alberto y nadie les hizo 48 primerísimos planos a los jueces como lo ejecutó Tristón Bauer.
Simultáneamente están serruchando el piso de Alberto para generar más y más inestabilidad y vacío de poder. Hacen correr rumores de que mediante una renuncia masiva le van a vaciar de ministros el gabinete. Amagan con romper el Frente de Todos.
El Cuervo Larroque dijo que el año pasado, con la crisis que eyectó a Martín Guzmán, “estuvimos al borde de la Asamblea Legislativa”. En la práctica eso significa que pensaron en la renuncia de Alberto y de Cristina y tirarle el gobierno por la cabeza a la oposición. Gravísimo. Tanto como cuando el príncipe heredero que no trabaja según Aníbal, puso en duda la transparencia de los comicios que vienen. Máximo en su discurso de Avellaneda, vaticinó que “vamos a una elección que tiene un tinte amañado”.
El verbo amañar tiene como sinónimos: manipular, falsificar.
¿Es una suposición, una revelación sin sustento probatorio o una expresión de deseo para abrir el paraguas frente a un resultado catastrófico?
Lo pregunto porque en el informe que Cristina presentó ante las mujeres de la OEA, al final dice que la democracia está en vilo. Es cierto que estamos viviendo turbulencias que generan angustia. Pero la responsable de que la democracia pueda volar por los aires es ella misma. No es víctima, es victimaria. No es la que va a sufrir el estallido de la bomba. Es la que la fabricó. Cristina lo hizo.