En LN+, el periodista analizó los últimos tira y afloje entre el Presidente y la vice; para el periodista, “busca vaciarlo de poder”
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Al golpe palaciego de Cristina le falta el tiro del final. La jefa del jefe del estado ya cumplió todas las etapas del “operativo demolición” de Alberto Fernández. Solo le falta darle un empujón hacia el abismo institucional. Ya utilizó todos los mecanismos a su alcance para erosionar la investidura presidencial y meter a la sociedad argentina en una peligrosa encerrona.
Funcionarios que no funcionan, cartas cargadas de dinamita, Hebe diciendo que Alberto es de derecha, Vallejos que el presidente es un mequetrefe y okupa, el Cuervo asegurando que cinco amigos le escriben el diario de Yrigoyen y Axel amenazando porque “el que no se quiere pelear, debe irse”. Esos fueron solo algunos de los misiles del fuego amigo de Cristina. Ni hablar de la extorsión para expulsarle su gente de confianza del gabinete a Alberto o del atrincheramiento en las cajas millonarias de Pami, Anses, YPF, Aerolíneas, los ministerios del Interior, Cultura y Justicia, los secretarios de energía, entre otras fuentes de financiamiento de la militancia y de enriquecimiento de la dirigencia.
La aceleración de la movida destituyente se produjo desde que Máximo Kirchner renunció como jefe de su bloque y toda su banda resolvió no apoyar el acuerdo con el Fondo.
Pero lo más despreciable, humanamente es que Cristina haya utilizado una fecha sagrada de homenaje a los héroes de Malvinas, para seguir destilando veneno internista. Hizo rancho aparte en el Senado y fue un hecho histórico. En 40 años nunca hubo dos actos oficiales por un tema tan doloroso. Desde el atril, volvió a hacer su stand up de chistes malos y chicanas peores pese a que se trata de un día de pesar, de duelo nacional. Decidió pasar a la ofensiva y encabezar una suerte de gobierno paralelo. Otra actitud que desestabiliza al presidente porque el poder ejecutivo es unipersonal. Desde que ella lo eligió por Twitter se siente su dueña, como se siente propietaria de la Casa Rosada.
Como si esto fuera poco, no frenó ni desmintió a un chupamedias diputado chaqueño que, escudado en su condición de excombatiente, dijo que ella, que Cristina era la Presidenta.
Si esa genuflexión fuera cierta, como Presidenta, Cristina sería la principal culpable de la desocupación, inflación, indigencia, inseguridad y narcotráfico que tanto nos castigan todos los días. Y ni hablar de los más de 128 mil muertos por la pandemia.
Mientras eso ocurría, un baboso Sergio Massa, sonreía complacido por esas palabras antidemocráticas.
Hay que decir que el diputado provocador y el Presidente de la Cámara de diputados, no comen vidrio y ambos también estuvieron en el acto de Alberto donde en otra muestra de su niebla cerebral, cometió otro furcio brutal. Confundió capitalismo con colonialismo y, fue peor cuando lo quiso arreglar porque dijo que “ambas cosas son parecidas”.
Con un oportunismo enfermizo, Cristina malversó todo el acto por Malvinas. para chicanear a Gabriela Cerruti y al propio presidente. Dijo que le había hecho un regalo para el cumpleaños a Alberto para que la vocera no dijera que ella era tan mala. Venganza por la confirmación de que Cristina le clavaba el visto a Alberto y no le contestaba los llamados. Pero eso no fue todo. El presente griego que Cristina le mandó es claramente, un regalo envenenado. Porque el libro cuenta como la hiper inflación aceleró la salida del poder de Raúl Alfonsín. Y como si no estuviera claro el mensaje, aclaró como una puñalada por la espalda: “Y tiene una extraordinaria actualidad”.
A esta altura creo que Cristina odia a Alberto tanto o más que a Macri. Es una especialidad de la familia Kirchner. Tal vez porque a Alberto lo parió ella como presidente. Y a Macri, el voto popular. “Actualidad extraordinaria”, calificó a un libro sobre hiperinflación y abandono anticipado del gobierno de un presidente democrático. Más resentimiento y mala onda no se consigue.
Cerruti quiso congraciarse con Cristina y La Cámpora y fue a saludar a Máximo a la marcha que hicieron el 24 de marzo.
Pero Cristina tiene un lema implacable: Ni olvido, ni perdón. Cerruti ya debería conocer el rencor eterno de quien alguna vez endiosó.
El regalo de Cristina es el símbolo de la última etapa demoledora antes del empujón golpista. Es el momento de la ridiculización, de la humillación del enemigo. “De todos lados se vuelve, menos del ridículo”, decía Perón. Pero, no hay que dejarse engañar. Las únicas víctimas en todo esto son los argentinos y los principales victimarios son Cristina y Alberto. Un escalón abajo, como coautores de la tragedia, están Sergio Massa y Máximo Kirchner. Ellos son los responsables irresponsables de haber enterrado a la Argentina en un pozo de miseria y descomposición social.
Como una mueca del destino, el acto de Alberto tenía como consigna: “Malvinas nos une”. La realidad demostró que “Ni Malvinas los une”.
La fractura expuesta no tiene vuelta atrás. El peronismo y el kirchnerismo están en su peor gobierno y en su peor momento. No tienen ni siquiera un candidato a presidente competitivo para el 2023.
Como dijo con lucidez, Santiago Kovadloff: “Alberto no es un hombre de palabra, es de palabras”.
Y Cristina es una fabricante de grietas que ahora produjo una en su propio gobierno. Siembra vientos de odio y recoge tempestades. No titubea en vaciar de poder a Alberto. Y generar un vacío de poder en la Argentina. Su golpismo no tiene límites.