El conducto de LN+, apuntó contra los líderes del oficialismo y aseguró que están en un mundo de fantasías
- 6 minutos de lectura'
“Alberto, por un lado, y Cristina, por el otro, están desenchufados de la realidad”, comenzó con dureza Luis Majul en su habitual editorial de La Cornisa en LN+. En este sentido, el periodista aseguró que quienes gobiernan a Argentina están a alejados de la cotidianidad del país y, bajo su mandato, “cada día que pasa es peor”.
A continuación, la columna de opinión completa del conductor de LN+:
¿Adónde nos quieren llevar, Alberto y Cristina? Cada día que pasa es peor. Cada hora que transcurre, la desconexión, es más evidente. Viven en Narnia, en Babia, en las nubes de Úbeda o en Disney Wall. (Elegí el reino o el cuentito que más te guste). Porque la desconexión, o el desenchufe, además, es doble.
Por un lado, se verifica entre ellos mismos. Están por cumplir cuatro meses completos sin dirigirse la palabra, con excepción del inolvidable encuentro por los 100 años de YPF. Pero, además, Alberto, por un lado, y Cristina, por el otro, están desenchufados de la realidad.
Como si no quisieran o no pudieran hacerse cargo de sus responsabilidades. De su papel de conductores de un gobierno a la deriva. Alberto, a esta hora, 1 y media de la madrugada, se encuentra en Munich, Alemania. Es decir: a más de 12.500 kilómetros del país que no gobierna.
Debería estar durmiendo en una de las habitaciones del Bayerhischer Hof, un hotel de 600 dólares la noche, como uno de los 6 jefes de Estado invitados a la cumbre de los 7 países más desarrollados del planeta. Lo deberían estar acompañando, entre otros, el canciller Santiago Cafiero, y Sergio Massa.
¿Cómo se verá la Argentina real a 12.500 kilómetros de distancia? Seguro, en el centro de Europa tienen buena conectividad: ¿Les funcionará el Google Maps? ¿Aparecerán en las pantallas de sus celulares los casi 5.700 asentamientos que existen en la Argentina? No son tan difíciles de encontrar.
Con sus calles de tierra y sus baños sin cloacas ni agua potable, ocupan casi 600 kilómetros cuadrados, tres veces la superficie de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ¿Se alcanzarán a ver desde allá las caras de 5 millones 300 mil personas que viven en condiciones precarias? ¿Se divisarán, desde el centro del mundo, los barrios marcados en rojo, por la inseguridad y el avance del narcotráfico?
¿Estarán analizando, quienes acompañan a Alberto, un plan de emergencia para solucionar la falta de gasoil, o seguirán la novela de cómo se echan la culpa el ministro de Transporte y el secretario de Energía? ¿Habrán terminado de programar la segmentación del pago de las boletas de la luz y el gas? ¿Lograrán que un 90 por ciento de los usuarios se anoten y reciban un certificado de pobreza que les evite abonar la tarifa plena?
¿Estarán preparando la fórmula mágica para bajar la inflación del mes de junio, que ya tiene un piso de 5 puntos y se dirige, sin freno, a un 80 por ciento anual?
¿Aprovecharán para intercambiar información con los organismos de inteligencia de los países que participan de la cumbre? ¿Se terminarán de convencer de que Gholamreza Ghasemi no es un homómino de un presunto terrorista ni los tripulantes del avión iraní eran instructores de vuelo, como aventuró nuestro jefe de inteligencia tan militante y tan locuaz?
Mientras tanto, Cristina, no se quedó en Buenos Aires, como indica el protocolo cuando el presidente se va. Se fue a pasar el fin de semana a su lugar en el mundo, la casa El Calafate, a 2.750 kilómetros de la Casa Rosada. Parece que necesitaba descansar, después de haber lanzado otra bomba política contra su propio gobierno.
Encerrada en su planeta de aviones y autos oficiales, choferes, custodios, asesores y asesoras, secretarios y secretarias, ahora Cristina, nos quiere hacer creer una serie de mentiras y falacias, a saber:
- Que ella no es parte del gobierno, cuando sus amigos y los chicos de La Cámpora manejan más del 70 por ciento del presupuesto nacional.
- Que hay que quitarles a sus flamantes enemigos, los gerentes de la pobreza, el manejo de los planes sociales. Y lo dice muy suelta de cuerpo, después de haberlos empoderado, junto al ex presidente Néstor Kirchner, con el objetivo de perjudicar a los intendentes que no lo apoyaron en las legislativas de 2009.
- Sabemos que les apunta a Emilio Pérsico, Fernando Chino Navarro, Daniel Menéndez y Juan Carlos Alderete, entro otros. Pero ¿qué hará con la platita que recibe, por ejemplo, Juan Grabois, el amigo de su hijo Máximo?
¿Se hará la distraída o le cerrará el grifo, después de escucharlo decir: “Cristina a veces habla pavadas”? Nos quiere hacer creer que lo que ella propone ahora es por puro altruismo. No para quedarse con buena parte de la caja de 35 mil millones de dólares al año en gasto social. No para repartírsela entre los intendentes y los gobernadores peronistas, y todos los que estén dispuestos a acompañarla en su nueva aventura como candidata en 2023.
Pero a los títeres de Cristina y los de Alberto también se le notan demasiado los hilos: ¿Más obvios no pueden ser ¿no? Se están peleando por la plata, el control de la calle, y el poder. El mismo poder que ninguno de los dos termina de ejercer. El poder tóxico que quieren acumular y acrecentar, por caminos diferentes, en medio de una interna salvaje, para las elecciones del año que viene.
Pero esta vez, a los dos, juntos o por separado, les puede salir el tiro por la culata. A Cristina, porque los piqueteros de Alberto ya demostraron que a las cajas no la piensan devolver. Y que, si es necesario, no tendrían problemas en recordar que la abogada exitosa es millonaria.
Para tratar de frenarlos, Cristina mandó al perro que más ladra, el comentarista de la inseguridad, Sergio Berni. Pero Alberto, a su vez, lo utilizó a Navarro, quien llamó Berni “guapo de lejos”. ¿En serio después de esta lucha en el barro, Cristina nos quiere hacer creer que está preocupada por el “festival de importaciones” que deberían controlar la AFIP, la Aduana y el Banco Central de su gobierno?
¿Nos creerá tan ingenuos como para suponer que vamos a “comprar” todas las burradas que dice cuando habla de la economía, empezando por las causas de la inflación y la fuga de dólares, con un iPhone 13 Pro en la mano y asesorada por los cráneos del Instituto Patria y Axel Kicillof? ¿O estará confundiendo la bomba de tiempo que dejó su gobierno con la Disneylandia que hace años visitó?