Para el Presidente y Martín Guzmán es más fácil acordar con el FMI que con la vicepresidenta; más misterio sobre Sigman/AstraZeneca; temor electoral en ambas orillas; tenso diálogo entre Macri y Vidal; ¿Máximo Kirchner posterga la asunción en el PJ?
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I. El viaje de Alberto Fernández y Martín Guzmán
Uno de los temas que va a llamar la atención durante toda la semana es el viaje que el Presidente y algunos de sus colaboradores, principalmente el ministro Martín Guzmán, están realizando por algunos países de Europa, de manera muy acelerada, con pocas reuniones en cada país, con la intención de conseguir apoyo político. No tanto para un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) sino para poder prescindir de un acuerdo hasta después de las elecciones y, de alguna manera, enmascarar lo que sería una cesación de pagos, un default con el Club de París durante este mes de mayo. Hay un vencimiento importante en la última semana de mayo que compromete una deuda de la Argentina con este club, del que participan los principales estados del G7, que son los que verdaderamente dominan al FMI.
El acuerdo para poder desistir de este pago en mayo y de otro pago en septiembre al Fondo podría pasar porque la Argentina utilice, y esta es la idea originaria que está en la cabeza de Martín Guzmán, Derechos Especiales de Giro, como moneda para esos desembolsos con los organismos internacionales. Los Derechos Especiales de Giro son el nombre que tiene la moneda del Fondo Monetario, que puede integrar parte de las reservas del Banco Central y que el propio Fondo y el Club de París podrían admitir como una válida para el pago.
Por la crisis social y económica que se ha difundido por la pandemia, va a haber una ampliación del capital que tiene cada país en el Fondo y eso supone contar con más Derechos Especiales de Giro que le servirían a la Argentina para pagarle a los organismos sin usar las reservas en dólares que tiene el Banco Central. Esta es la intención del Ministerio de Economía.
Pero lo más importante que pasó hasta ahora en este viaje de Alberto Fernández a Europa sucedió la noche en la que el Presidente partió rumbo al viejo continente. No es una noticia que haya protagonizado Alberto Fernández ni el ministro Guzmán, sino que se trata de una nota, una especie de larga reflexión, de Leopoldo Moreau, en su cuenta de Facebook. ¿Por qué es importante leer esa página? Porque Moreau es de las personas más cercanas y de las que con mayor claridad expresa, y sobre todo anticipa, lo que está pensando la vicepresidenta Cristina Kirchner en muchos temas centrales de la vida pública.
El texto de Moreau comienza aclarando que con él busca enmarcar el viaje de Alberto Fernández durante su gira por Europa. Moreau dice que la Reserva Federal de Estados Unidos, el Banco de Inglaterra, el Banco de Canadá y el Banco Central Europeo repartieron por motivo de la pandemia 6 billones de dólares entre 25 estados. El FMI solo se está disponiendo a repartir como Derechos Especiales de Giro 150 mil millones de dólares entre 163 países. El reparto es de un menor monto entre más estados. Por lo tanto, opina Moreau, lo que habría que pedir es que los países que recibieron la ayuda de los bancos centrales no participen del reparto que realiza el Fondo. A su vez, en el caso de países deudores, y en particular de la Argentina, donde según la versión kirchnerista el Fondo le prestó a Mauricio Macri para favorecer el triunfo de Juntos por el Cambio, el Fondo debería compensar ese favoritismo con una disminución de la tasa y además con un plazo para restructurar la deuda de por lo menos veinte años. Hay que saber que en los estatutos del Fondo no está previsto que haya una reestructuración de deuda superior a los 10 años.
Moreau agrega, por si Fernández no había leído lo que había propuesto Oscar Parrilli, otra voz importante del entorno de Cristina Kirchner: los Derechos Especiales de Giro que se le asignan a la Argentina en este reparto con motivo de la pandemia no deben ser destinados a pagarle al Fondo o al Club de París, como quiere Guzmán. Deben servir para fortalecer las reservas y permitirle al Gobierno argentino reimpulsar la economía doméstica.
Según sostiene el diputado Moreau, la Argentina tuvo dos pandemias, no una: la del coronavirus y la de Macri. Es curiosa esta expresión, porque una de las condiciones que pone el Fondo para acordar con la Argentina es que haya un acuerdo suscrito por la oposición también. Es muy difícil que la oposición de Juntos por el Cambio quiera suscribir un acuerdo que diga que el gobierno anterior se trató de una pandemia.
Estas críticas al acuerdo de Macri deben ser leídas a la luz de un detalle, que no siempre se tiene en cuenta en el oficialismo: el acuerdo fue conducido y elaborado desde el Fondo por un señor que se llama David Lipton, que era el representante de Estados Unidos, un demócrata que como tal ahora forma parte de la administración Biden, nada menos que como el jefe de asesores de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro. Es decir, la figura más poderosa en las decisiones que toma el Fondo Monetario Internacional.
Es muy difícil que Yellen se guíe respecto de la Argentina por un criterio que sea distinto del de Lipton, que debe estar bastante enojado porque prácticamente lo están querellando penalmente por el tipo de acuerdo que hizo y, además, se le está imputando una manipulación del dinero del Fondo en beneficio de un candidato en la política doméstica de la Argentina.
Todo esto puede ser absolutamente intrascendente para la visión de Cristina Kirchner, de colaboradores o seguidores de la vicepresidenta. Lo que está levantando Moreau es una bandera política del kirchnerismo para la elección -posiblemente para después de la elección- que es un conflicto con el FMI, como en el 2015 la bandera política y electoral del gobierno de la señora de Kirchner era el conflicto con los holdouts, los fondos buitre.
Este lineamiento no tiene nada que ver con la política de Guzmán. Suponemos -ya no sabemos- que tiene que ver con la política de Alberto Fernández, porque cabe dudar de la armonía entre el Presidente y su ministro de Economía. Y es una especie de límite o boicot a lo que está diciendo ahora Fernández, ya no Guzmán, en su gira por Europa: “Ayúdennos a acordar con el Fondo”. Los interlocutores de Fernández tienen derecho a decirle: “En realidad si uno mira lo que dice Cristina, o el entorno de Cristina, ustedes no quieren acordar con el FMI”. Las condiciones que enumera Moreau para un acuerdo son de cumplimiento tan inalcanzable que da la impresión de que el programa ya es romper con el Fondo Monetario Internacional antes y, muy probablemente, después de las elecciones.
Esto nos obliga a releer el viaje porque se podría imaginar que Fernández y Guzmán no viajan para buscar apoyo de líderes europeos en un acuerdo con el Fondo, sino que viajan para buscar apoyo en un conflicto con Cristina. Es muy probable que hoy sea mucho más difícil para los dos acordar la política económica con la vicepresidenta, que acordar un plan con el FMI. Guzmán, por otra parte, prácticamente lo tiene acordado en el diseño, cada vez más utópico, teórico e incumplible, del presupuesto nacional.
Frente a esta gran bandera enarbolada por Moreau -seguramente en nombre de Cristina- el Gobierno para no exponer del todo esta fisura interna, muy ayudado Guzmán por su hombre en el FMI, Sergio Chodos, busca banderines. Por ejemplo, decir: “Bueno, no va a haber una negociación por 20 años porque eso no lo permite el estatuto del Fondo, es un disparate pedirlo. Pero a lo mejor podemos hacer un acuerdo de 10 años y en el noveno renegociar otros diez y serían 20 años como quiere Cristina”. Para verlo, claro, la vicepresidenta debería esperar nueve años. Otro banderín, que admitió el presidente de Portugal y su primer ministro: no pagarle al Fondo la sobretasa que deben pagar los países que pidieron crédito por más de lo que le corresponde en su cuota parte dentro del organismo. Pequeñas conquistas que muestran que también Fernández y Guzmán alguna tensión tienen con el Fondo. Muy distinto de la ruptura que está escrita, hasta ahora en letras de agua, en el texto de Moreau y en las posiciones de los senadores comandados por Cristina.
Más allá de esto, que no es el conflicto con el Fondo, sino el conflicto interno del Gobierno respecto de cuál va a ser la estrategia oficial para la economía argentina en un momento muy angustiante e inquietante, el viaje tiene dos escalas clave que no son ni Portugal ni España.
Hoy el Gobierno levanta el éxito de lo que fue la entrevista con los portugueses, mañana nos vamos a enterar del éxito que fue la entrevista con los españoles. Una abogada me decía: “Todo eso sería importante si estuviéramos en la época del Tratado de Tordesillas donde España y Portugal se dividían el planeta”. Pero hoy los que mandan son otros, por eso hay que mirar qué pasa en Francia y en Italia. ¿Por qué Francia? Porque el problema más inmediato que tienen hoy Fernández y Guzmán es el Club de París. Es un club, es decir, un agregado de amigos. No tiene la institucionalidad, la densidad que tiene el Fondo. Y ese Club de París, como su nombre lo indica, está dirigido por distintos niveles según cuál sea el tema de la Tesorería de Francia.
Guzmán ya estuvo en París hablando con Bruno Le Maire, que es el ministro de Finanzas de Emmanuel Macron. Si uno mira las declaraciones de Guzmán y la parquedad de Le Maire tiende a pensar que no fue buena la entrevista y que las exigencias que le pusieron al ministro de Economía para acordar un no pago al Club de París -que sea acordado y no abiertamente un default- son de cumplimiento imposible para el gobierno argentino, sobre todo porque no las admitiría Cristina Kirchner.
En realidad, lo que le están pidiendo al Gobierno para ese visto bueno de pasar de largo con el Club de París y en todo caso pagar con Derechos Especiales de Giro, etc., es que haya una especie de pre-acuerdo o que se apruebe un examen con el FMI, que es el auditor que toma en cuenta el Club de París para saber si la Argentina está en condiciones de sellar algún tipo de arreglo. En este contexto es que la negativa del kirchnerismo a que haya un aumento de tarifas o una quita de subsidios, es decir, un arreglo de las cuentas fiscales como el que quería Guzmán, es muy importante. Era algo que había que mostrar en este viaje.
La segunda escala importante es el Vaticano. Siempre es muy difícil descifrar a un Papa y es todavía más difícil descifrar al papa Francisco. Quienes lo conocen mucho dicen que recibe a Fernández de mala gana, que le hubiera gustado que no vaya. Está también aquella regla, que se cumple de vez en cuando, de que el Papa no recibe líderes políticos que están en campaña electoral. Bueno, lo recibirá a Fernández. Puede ser que haya alguna incomodidad por parte de Bergoglio por una imagen que hay del episcopado argentino que genera enfrentamientos o tensiones entre los obispos, por lo que parece una adhesión demasiado fuerte de la Iglesia al Gobierno. Lo cierto es que para el Papa la reunión con Alberto Fernández tal vez tenga un solo objetivo y es respaldarlo a Guzmán.
¿Cuál es la posición de Bergoglio, del Vaticano respecto de la política argentina?:
1) Cero relación con Cristina Kirchner. Desde que postuló como gobernador de la provincia de Buenos Aires a Aníbal Fernández, la relación entre la vicepresidenta y Bergoglio se cortó.
2) Ayuda a Alberto Fernández para que termine su mandato. Es decir, para que se cumpla lo que dice la ley.
3) Enfático respaldo a dos personas: Gustavo Beliz, que ha sido reconocido con un lugar en la Academia de Ciencias de la Santa Sede que preside un argentino, el obispo Marcelo Sánchez Sorondo; y a Martín Guzmán.
Este respaldo se manifiesta en que Guzmán va a participar de una reunión del Vaticano, específicamente de la Academia de Ciencias Pontificias, organizada por Sánchez Sorondo, donde va a estar Kristalina Georgieva, la directora gerenta del Fondo Monetario Internacional, que se encontró varias veces con Guzmán en el marco que ofrece esta academia; y probablemente con John Kerry, de forma presencial o virtual; como la reunión versa sobre medio ambiente, Kerry -encargado de la política ambiental de Joe Biden- va a participar. Hay que recordar que Kerry es un descendiente de irlandeses, fervientemente católico como Biden, y que en esa perspectiva tiene desde que era secretario de Estado de Obama un vínculo muy especial con el Vaticano que quedó de manifiesto cuando se llevó a cabo la reconciliación de Estados Unidos con Cuba.
II. El temor por la economía
Hoy, en una entrevista que publicó LA NACION de la que participó Santiago Dapelo, el enviado especial que está acompañando el viaje, Felipe Solá dice que de esta reunión podría participar Yanet Yellen, la secretaria del Tesoro. Guzmán pensaba verla, y no lo logró, en su último viaje a los Estados Unidos. ¿Qué queda de manifiesto en el viaje, a través de esa contundente declaración de Moreau en su cuenta de Facebook? Que el conflicto interno en el Gobierno respecto de la política económica sigue abierto, como quedó claro en la discusión alrededor de las tarifas. Discusión que si hubiera que abrirla hoy sería probablemente más ácida, por Colombia. En los últimos 13 días, Colombia es un país caótico; no solamente las calles están tomadas sino que los accesos a las principales ciudades están bloqueados. Y también hay violencia. ¿Por qué? Por una reforma tributaria que propuso con bastante poco tacto político el presidente Iván Duque, para equilibrar las cuentas y poder gastar más en política social en medio de la pandemia, sin emitir moneda. ¿Qué incluía? Es una especie de espejo: un impuesto a los servicios públicos, a la luz y al gas. Segmentado. Lo iban a pagar solamente los sectores de clase media y alta. Quedaban excluidos los más vulnerables. Aún así, se levantó Colombia contra esa medida, que el presidente Duque tuvo que retirar además de hacer renunciar a su ministro de Economía.
Por qué subrayo lo de segmentado. Porque el gran reproche con el que se queda Guzmán en su polémica con Cristina Kirchner, y con los funcionarios de Cristina en su propio equipo económico -centralmente Basualdo y también Federico Bernal, titular del Enargas- es, y lo está diciendo Guzmán, que no hay política más retrógrada, conservadora, reaccionaria, que subsidiar a los ricos. En la Argentina es verdad. Se les subsidia la energía a muchos de los que pagaron el impuesto a la riqueza. Esa plata podría ir a fortalecer los programas sociales, la tarjeta alimentaria; tal vez no alcance como para reponer el IFE. Es interesante. Guzmán levanta la bandera del progresismo frente al populismo de Cristina. Pero Cristina tiene derecho a contestarle que lea los diarios de Colombia, porque ahí segmentaron e igual estalló todo. Esos aumentos llegan también a sectores dañados, la clase media y la clase media-baja. Quiere decir que va a seguir la política de subsidios. Tendrán que aceptar eso las empresas. Y acá una nota al pie de página: hablando de empresas, las dos empresas que verdaderamente están afectadas por esta política tarifaria son Edenor y Edesur.
Edenor fue transferida de Mindlin a Vila-Manzano-Filiberti, los amigos de Sergio Massa. ¿Esa transferencia va a ser aprobada por el órgano contralor del servicio de distribución eléctrica? Todavía no se sabe. Porque Cristina tiene dudas sobre si los amigos de Massa son idóneos para estar al frente de la distribución eléctrica. Estamos hablando de la distribución eléctrica del área donde ella tiene los votos. Puede haber cualquier cosa ahí, menos apagones.
No es la única manifestación de preocupación política ligada a la economía esta insistencia en el congelamiento tarifario, que sólo se va a descongelar un poquito con un 9% de aumento una sola vez este año para la energía eléctrica, y con un 7% de aumento para domiciliarios y 4% para PYME en el caso del gas. Hoy sabemos que se aumentó el monto de la tarjeta alimentaria con la que adquieren alimentos los sectores más vulnerables de la sociedad. Esto lo hizo el ministro Daniel Arroyo para desencanto de Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, y Juan Grabois, de la CTEP. Ellos dicen que no se trata de repartir comida sino de dar trabajo. Un discurso casi -si se lo mira desde el punto de vista de la izquierda- de la pequeña burguesía bienpensante republicana que les reprocha a los gobiernos populistas el clientelismo de repartir favores por votos. Esta bandera, burguesa, de derecha, la levantan Pérsico y Grabois. Tal vez molestos porque ese reparto de comida se hace a través de una tarjeta sin intermediación de las organizaciones a las que pertenecen ellos, en las que militan. Desde la izquierda reprochan también que en la tarjeta alimentaria hay un negocio financiero. Habrá que investigar. Lo cierto es que aparece en la política de asistencia social otra fisura dentro del oficialismo. Esa fisura la expone nada menos que Juan Grabois que es alguien muchísimo más cercano al Papa que los “monaguillos” Beliz y Guzmán.
Si uno quiere ver el nivel de preocupación del Gobierno por el impacto económico en la elección hay que mirar la conducta de los gremios. Con esta inflación, los gremios están aletargados. Firman convenios con cláusulas gatillo por debajo de la inflación; hay un recorte del salario real, lo dijimos el lunes pasado por un estudio de Proficio. En un período de doce meses el aumento de salarios nominal ha sido del 29% y el aumento de la inflación de 43%. Ese es el recorte, la caída del salario real. El comportamiento del salario real probablemente sea uno de los predictores más seguros para saber qué puede pasar en un proceso electoral. Enorme incógnita de esta mansedumbre sindical, a cambio de la cual los sindicalistas no consiguieron poner al superintendente de Salud después del fallecimiento de Eugenio Zanarini. El único que negocia fuerte con el Gobierno e impone sus condiciones es Hugo Moyano, como sucede habitualmente. Todo el mundo está mirando la paritaria de Camioneros en el mes de junio. ¿Cuánto va a pedir Moyano a las empresas? ¿30%?¿50%? Hay empresarios que lo conocen como nadie, y dicen que si pide 30% es una señal de que el oficialismo, al que en definitiva pertenece Moyano, está muy preocupado por la elección. Moyano no cobra en salarios para su base, sino que cobra en otro tipo de especie. Por un lado, con vacunas para los camioneros, que no se les dan a otros sindicatos con trabajadores más expuestos al Covid. Y por el otro, con acuerdos empresariales aberrantes. Acá hay que poner atención a lo que ocurrió con Walmart porque es un antecedente realmente delirante lo que consiguió Moyano presionando sobre esta empresa, que fue vendida por sus accionistas americanos y comprada por Francisco de Narváez.
Moyano tiene una costumbre que la adquirió en la Capital Federal: si una empresa presta un servicio de recolección de residuos y pierde una licitación, deja el contrato y sus empleados pasan a integrar la empresa que haya ganado. El sindicalista consiguió que, ante este escenario, se deba indemnizar a los trabajadores que dejan una compañía para sumarse a la firma que se hará cargo del servicio y que, además, se les mantenga la antigüedad. Es decir, que la indemnización no les borre la antigüedad acumulada. Esto –que generaba ruido en el sector empresario- fue convalidado por Mauricio Macri como jefe de gobierno de la Ciudad. Así, quien gana la licitación debe asumir el “costo Moyano” de tener que pagar la indemnización de los empleados que toma y que ya venían trabajando en el mismo sector.
En línea con esto, ahora Moyano imaginó algo todavía más abusivo: en Walmart no hubo un cambio de empresa, sino que se trata de la misma compañía que cambió de dueño. El líder del sindicato de Camioneros le exigió a Francisco De Narváez (y lo consiguió), que pague indemnización a los trabajadores de la firma que compró y que, además, les reconozca la antigüedad. Esto implicó que De Narváez ponga 2 millones de dólares más a lo que ya le había costado la empresa para tener tranquilo a Moyano e indemnizar empleados que nunca perdieron el trabajo. Es realmente vergonzoso. Si esto se aplicara en cada empresa que se compra en la Argentina estaríamos ante un delirio. Y este es el delirio que inaugura Moyano, con llamativa desaprensión de las autoridades, como supo decir un viejo gobernador peronista de la provincia de Buenos Aires.
III. La única política social y electoral es la vacuna
Todo esto se recorta sobre el verdadero panorama inquietante para el Gobierno y la única política social y electoral en la que están pensando hoy Alberto Fernández y Cristina Kirchner: la vacunación. Las dosis faltan, llegan en cuentagotas y sigue habiendo información muy oscura y opaca respecto a ciertos compromisos que asumió el Gobierno, y a otros que asumieron empresarios con el Estado. En el centro de este problema siguen estando AstraZeneca y Hugo Sigman. ¿Por qué? Porque este lunes, el canciller de México, Marcelo Ebrard, comunicó –eufórico- que llegaron a su país vacunas a granel para que allí el laboratorio Liomont pueda envasar 5.700.000 dosis de AstraZeneca. ¿No era que esas vacunas a granel habían sido llevadas desde Buenos Aires a Estados Unidos por Sigman para envasarlas allá? ¿Estaban acá? ¿Cuál fue el problema entonces? Ebrard no dice que el problema lo tenía la envasadora. Entonces ¿se demoró Sigman? ¿Alguien va a explicar algo? ¿O es que eligieron una envasadora que ni siquiera tenía la autorización del órgano de control mexicano como pareciera sugerir Ebrard cuando dice que por fin se pudieron encontrar los estándares de calidad que requiere el órgano de control? ¿No estaban? ¿Fueron a una envasadora a ciegas? Estamos en mayo y todavía no llegaron las vacunas que deberían haber estado en diciembre. Sigue siendo un escándalo y el Gobierno no sabe/no contesta. Los funcionarios de este tema no hablan. Se enojan con los presidentes de AstraZeneca, pero no con los amigos empresarios que los metieron en ese baile.
Se pueden seguir haciendo preguntas respecto de todo tipo de escándalo alrededor de las vacunas y del tratamiento sanitario del Covid. Por esto, también fue muy llamativa la investigación que hizo Diego Cabot en LA NACION respecto del servicio de hisopados de Ezeiza. Es un escándalo que Aeropuertos Argentina 2000 le haya entregado esa tarea a un laboratorio cuya existencia pareciera la de un fantasma, con certificados firmados por un bioquímico que ya no estaba como empleado del laboratorio. Sin embargo, lo más importante de todo no es ese negociado, donde inclusive se comenta que puede haber intereses de un antiguo juez federal que dejó el cargo el año pasado. Lo curioso es que el Estado, el Ministerio de Salud, que quedó a merced de esa contratación, no estuvo controlando con qué tipo de carga viral podían estar entrando los pasajeros por Ezeiza. Realmente el control era apócrifo. Entonces, mientras Alberto Fernández no deja ir a los chicos a clase porque los está cuidando, tiene un colador en Ezeiza. Y un colador que deriva de un negociado. A esto se le suma el vacunatorio vip y la falta de vacunas, por lo que todo el paisaje es muy deprimente. Tienen razón en estar preocupados por la vacunación y por su efecto electoral.
Acaba de entrar al Senado el proyecto de ley que regula –justamente- la política sanitaria. Y hay abogados que ya dicen que tiene un error porque, cuando establece el término de la delegación de facultades en el Poder Ejecutivo, remite a un decreto cuyo término puede ser modificado por el mismo Poder Ejecutivo, con lo cual ese artículo de la ley (el art. 33) sería inconstitucional. Obviamente, ese proyecto de ley insiste en que la educación no debe ser presencial y en que, más allá de lo que diga la Corte, es atribución del Poder Ejecutivo Nacional llevar adelante el control de la política educativa y sanitaria.
Y lo hace con independencia de los datos porque, si uno compara los casos de coronavirus y –a partir de eso- contrasta la política de Axel Kicillof con la de Horacio Rodríguez Larreta (aulas cerradas vs. aulas abiertas), vería que el resultado es el mismo. Entonces, pareciera que se están burlando de nosotros. No hay ninguna diferenciación entre las dos políticas respecto de los resultados proporcionales en cada distrito, por lo cual da la impresión de que la politización llega a un extremo, como se vio desde el primer día cuando el PJ (sobre todo La Cámpora) y Massa con su gente privatizaron la aplicación de las vacunas. Las aplican en lugares que ni siquiera son centros de salud y dejan a los centros de salud vacíos en aquellos lugares donde gobierna la oposición.
IV. Postergación de las elecciones
Esto confluye en la gran deformación del tema vacunatorio, que inquieta –obviamente- al Gobierno, e impulsa la postergación de las elecciones. La oposición pactó con el oficialismo postergar por un mes las primarias y las generales, tras una negociación muy intensa. En esto intervino incluso Elisa Carrió, que fue clave porque es la que logró incorporar un artículo, que muchos dicen que técnicamente es inviable o que es absolutamente inocuo, pero políticamente es importante. Es como decir “esta postergación y todas las alteraciones que estamos haciendo sobre el régimen electoral son solo por este año y en virtud de la pandemia”. Dicen que hasta hubo alguna comunicación entre Carrió, su entorno más inmediato, con “Wado” De Pedro, quien hablaba con Cristina del otro lado de la línea.
Y esto coincide con algo que ya señalamos que es una estrategia de Carrió consistente con esta postergación. Ella cree que si hay más vacunación se beneficia la oposición por razones de rango etario. Es más gente de Juntos por el Cambio la que se inhibiría de ir a votar sin vacuna, que la del Frente de Todos. O sea, estarían vacunando votantes de la oposición. En segundo lugar, Carrió no cree -y su voz es poderosa dentro de Juntos por el Cambio- que el paso del tiempo necesariamente mejore la economía. Y lo más importante de todo, el tiempo le da lugar a Juntos por el Cambio para resolver su problema interno.
Ese problema tiene dos nombres y apellidos: Mauricio Macri vs. Horacio Rodríguez Larreta - Horacio Rodríguez Larreta vs. Mauricio Macri. Una de las instancias de ese conflicto que ambos llevan de manera muy elegante ocurrió este sábado en la quinta Los Abrojos del expresidente donde fueron invitados a almorzar María Eugenia Vidal y su pareja Quique Sacco.
Se habló poco de política, porque ese almuerzo estaba destinado a subsanar una conversación bastante tensa que habían tenido días atrás Macri y Vidal. Macri dijo aparentemente: “Si vos sos candidata en la Ciudad de Buenos Aires, vas a tener que enfrentarme a mi o a Patricia Bullrich”. Hay que recordar que Jorge Macri postuló a Patricia Bullrich como candidata a diputada por la Capital. Cuando Vidal escuchó, habría contestado: “Tantas más razones entonces; mucho más me convences de que debo postularme”. Esto es la consecuencia de una charla entre Macri y Horacio Rodríguez Larreta, de dos semanas atrás, donde ambos hablaron de las candidaturas. Hubo en esa conversación una expresión que se le atribuye a Macri, que me niego a creer, en la que supuestamente le dijo a Larreta: “Estás en un problema porque yo a Patricia la manejo, pero vos a Vidal no”. La información viene de fuentes muy fidedignas, pero cuesta imaginar que haya salido de la boca del expresidente.
Esto es lo que sucede en el campo opositor, donde hay un problema adicional: ¿Quién ordena la provincia de Buenos Aires? Si no está Vidal como candidata se desata una guerra por la gobernación en 2023, con dos protagonistas principales: Jorge Macri y Diego Santilli. El actual vicejefe de gobierno porteño cruzaría el Riachuelo del mismo modo que lo hace Vidal, pero en sentido contrario. Ojo con este dato: si no está la exgobernadora de la provincia, posiblemente haya una sola persona capaz de ordenar la oferta bonaerense de Juntos por Cambio: Elisa Carrió. Esto sucede en la oposición.
En el oficialismo, hay angustias similares que dan lugar a una versión: Máximo Kirchner, que hizo tanto por ponerse al frente del Partido Justicialista bonaerense en estos meses, habría empezado a analizar la posibilidad de demorar su asunción para después de las elecciones, tal vez en diciembre. Entonces, se cumplirían los mandatos de las actuales autoridades: Gustavo Menéndez y Fernando Gray, presidente y vicepresidente del PJ en la provincia. De esta manera, el diputado Kirchner asumiría al frente del PJ después del desafío electoral. Antes, nadie quiere (ni siquiera Máximo Kirchner, o sobre todo Máximo Kirchner), frente a la marcha del gobierno de Alberto Fernández, tomar riesgos. Mientras tanto, con Cristina Kirchner en el centro del sistema solar, siguen orbitando dos satélites por Europa: el Presidente y el ministro de Economía, con un discurso que Moreau -desde Buenos Aires- les desmiente.