En su habitual columna de LN+, el periodista reflexionó sobre el rol de los gremialistas argentinos
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Se despertó la CGT. Estuvo durmiendo la siesta de la complicidad con este gobierno. Se despertó pero no tanto. Porque el comunicado de la central obrera no habla de lucha ni de medidas de fuerza en la mayor catástrofe económica en muchos años. Entre bomberos no se van a pisar la manguera. Entre compañeros peronistas no se van a pelear. De hecho invitaron a Sergio Massa al acto que van a hacer. Massa es el responsable principal del desastre que están sufriendo los que menos tienen. Los muchachos son tan verticalistas que convocan al verdugo para protestar por el castigo que sufren. Masoquismo peronista.
¿Se imaginan lo que hubieran hecho estos sindicalistas millonarios y en muchos casos mafiosos, con un gobierno no peronista? ¿Que hubieran hecho los Moyano, Los Caballo Suárez, con casi 19 millones de pobres y casi 4 millones de indigentes? ¿Qué movilizaciones hubieran lanzado personajes de la calaña del Pata Medina o Baradel cuando hay más de 5 millones 600 mil trabajadores están en negro y la inflación proyectada supera el 120% y tritura sueldos y haberes jubilatorios y cualquier paritaria?
Estos personajes nefastos hubieran parado el país. Paro nacional y huelga salvaje por tiempo indeterminado. Pero como gobierna el peronismo kirchnerista y chavista, apenas sacan un comunicadito después de 7 meses de silencio absoluto.
La oligarquía sindical es uno de los problemas más graves que deberá afrontar el próximo gobierno. Defienden sus privilegios. Son gremialistas magnates y trabajadores pobres. Son monarcas que están sentados en el trono por años y años. Tienen reelección eterna y ganan elecciones con listas únicas y urnas y padrones amañados.
Fernando Iglesias les clavó a fondo su habitual ironía en Twitter. Dice: “Declararon el estado de alerta y movilización. Paro general y marcha hacia la Plaza de Mayo el 11 de diciembre”.
Causa risa pero dan ganas de llorar. El paro sería para el primer día del gobierno que viene. No tenga dudas que eso va a ser así. Siempre fue así. A los gobiernos peronistas, todo. Y a los gobiernos no peronistas, ni justicia. Ya lo dijo el general.
No se les cae la cara de vergüenza. El dólar vuela, todo se cae a pedazos y los jerarcas y burócratas sindicales miran para otro lado y para disimular sacan un papel pintado con algunos adjetivos un poco más hostiles. Pero un poco, nada más.
No hay que olvidar cuando el capo del clan, Hugo Moyano salió con los tapones de punta a descalificar a Macri al que llamó “descerebrado” que dice “disparates”. Pablo, conocido como “El Salvaje”, había amenazado con desatar una verdadera guerra callejera si “la derecha viene por los derechos de los trabajadores”.
En realidad el objetivo no son los derechos de los trabajadores sino sus privilegios y los curros de una corporación que no rinde cuentas, que no muestra sus declaraciones juradas y que está sentada en forma vitalicia en el sillón de comando de los gremios. Este es uno de los motivos porque muchas empresas no quieren invertir en la Argentina o porque muchas deciden irse a otros países donde hay gremios fuertes pero que no son extorsionadores ni corruptos.
Recuerdo que Jorge Lanata reveló que la familia Moyano fue aceptada en el country “Abril”, uno de los más sofisticados y caros de la Argentina donde habitan importantes empresarios. Las 312 hectáreas, en su momento, pertenecieron a Higinio Pereyra Iraola. El colega Joaquín Morales Solá, en una columna del año pasado, en el diario La Nación, hizo una radiografía impecable: “Los Moyano son un problema aparte del país en el presente y en el futuro. Cultivan métodos violentos y patoteros. Se sienten dueños del conflicto laboral y hacen negocios con las dos manos mientras predican consignas políticas obsoletas. Hablan el idioma de la izquierda, pero no se olvidan de los beneficios del capitalismo propio.”
No quiero generalizar porque el que generaliza discrimina, pero la gran mayoría de los gremialistas argentinos viven como jeques árabes mientras dicen representar a trabajadores que viven en un desierto de inequidades.
Eso no ocurre casi en ningún otro país. En Uruguay o Chile, por ejemplo, los dirigentes sindicales son combativos y clasistas en algunos casos, pero viven como dicen y como la mayoría de sus representados. No andan en autos de alta gama con vidrios polarizados, con guardaespaldas pesados de armas llevar ni con una vida lujosa digna de magnates.
Ni que hablar de los más violentos y cristinistas como Mario Manrique del Smata. Vale la pena repetir la salvajada que dijo llamando a expropiar la soja, prenderle fuego a los empresarios y romperles el orto a los formadores de precio.
Insisto, no digo todos, porque conozco dirigentes honestos que pelean por los derechos laborales, pero una mayoría son explotadores de sus propios gremios. No permiten que haya oposición ni alternativas. Hay casos para el record Guinness, como el de Armando Cavallieri. Tiene 89 años y está en su décimo período. Maneja al gremio de empleados de comercio hace casi 40 años.
Manipulan fortunas de las Obras Sociales. Y no pueden explicar su propia fortuna. Y dinamitan cualquier tipo de progreso y aumento del empleo con sus abusos, bloqueos y tozuda oposición a reformas laborales que permitan incorporar a más trabajadores o blanquear a los más de 5.600.000 laburantes que están en negro. Otro record nefasto. Son trabajadores que no tienen obra social ni ningún beneficio laboral. Pero a la crema de los burócratas y jerarcas sindicales, no les interesa. Están los Baradel que apuestan a trabajar lo menos posible, a llenar de paros el calendario escolar y a perjudicar la educación pública aunque se llenen la boca diciendo lo contrario. Ellos cantan la marchita en todos los actos, levantan sus dedos en “ve”, exigen cajas millonarias y puestos en el estado o en el Congreso. Son voraces cristinistas, no tienen límites. Igual que los Kirchner tienen voracidad por el poder y el dinero.
Hay que respetar y valorar a los dirigentes sindicales honestos que defienden a sus compañeros con ideas modernas y sentido común. Y hay que extirpar a los delincuentes que se aprovechan de los trabajadores para enriquecerse y cometer delitos. Basta de oligarquía sindical. El país lo exige.