La reaparición de Caballo Suárez; la impunidad de dirigentes afines al kirchnerismo y el rol de la Justicia; “el kirchnerismo naturalizó que mafiosos y delincuentes caminen por la calle como cualquier persona honrada”
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En 14 años, el kirchnerismo instaló diversas enfermedades sociales. Tal vez la más grave sea la utilización del odio como una herramienta política. Su mayor logro fue la grieta. Pero hay varias degradaciones que consolidaron lo peor de la sociedad. La vagancia y el combate al mérito. La mega corrupción de estado como parte de la militancia. El chavismo autoritario contra la justicia y los medios. Y la simpatía por todo tipo de delincuentes y victimarios con su consecuente búsqueda de impunidad. El caso más flagrante es el de Cristina, la jefa de la cleptocracia. En ese proceso anti democrático y anti republicano, el kirchnerismo naturalizó que mafiosos y delincuentes, incluso los condenados ante la justicia, caminen por la calle como cualquier persona honrada. Amado Boudou y Julio de Vido son los estandartes. Estuvieron un tiempo en la cárcel, y ya está. De nuevo en carrera. Como si esos demonios de la corrupción se hubieran convertido en santos.
Hacen declaraciones por los medios, organizan agrupaciones y actos, levantan el dedito y nos dictan cátedra de cómo vivir. Señores, aquí no ha pasado nada. Pero la verdad es que ha pasado mucho. No hay que permitir que la sociedad olvide a este tipo de inmorales que dinamitan la ética y la transparencia que se les debe exigir siempre a los funcionarios de todos los gobiernos. Esto también pasa con Omar “El caballo” Suárez. Participó de una reunión con otros dirigentes sindicales del transporte en La Fraternidad. Se movía como si fuera un genuino representante de los trabajadores y no tuviera ni una mancha en su legajo.
El sindicalista del SOMU reapareció como si fuera virgen y no se hubiera prostituido en el antro de las coimas y las extorsiones. Está claro que para el kirchnerismo los únicos privilegiados son los delincuentes. En el juicio oral, el fiscal federal Juan García Elorrio solicitó 6 años y 8 meses de prisión para el Caballo Suárez que conduce el gremio hace 27 años. A fin del mes que viene se conocerá la sentencia. Está acusado de ser el jefe de una asociación ilícita que cometió fraudes contra su propio sindicato de empleados marítimos. Ya estuvo tres años en la cárcel y también en detención domiciliaria. Pero ahora está libre y se muestra junto a sus pares del gremialismo.
Máximo Padilla, el valiente empresario naviero que lo denunció, ahora tiene miedo porque este mafioso está en la calle y porque, aunque usted no lo crea, la Prefectura le sacó la custodia que tuvo durante tres años por la cantidad de amenazas que sufrió. Así nomás fue esta otra salvajada. ¿Quién le ordenó a la Prefectura que deje de custodiar el domicilio de Padilla? La anterior foto conocida del Caballo Suárez es patética. Tiene una lámina con una bendición del Papa Francisco en una mano, el libro de Cristina en la otra y una remera celeste y blanca que dice: “Cristina 2019. Libertad a los presos políticos y Macri y Vidal, igual a mentira y pobreza”.
Eso define al Caballo. Y eso marca la nueva etapa que estamos transitando donde la impunidad es una orden. El Caballo ya está disfrutando de una casona lujosa que su hija tampoco puede explicar con qué dinero la adquirió. Hay suficientes pruebas para condenar al Caballo K. Es uno de los dirigentes sindicales más corruptos de la historia argentina. Durante un cuarto de siglo se hizo ultra millonario atornillado al sillón de secretario general del Sindicato Obreros Marítimos Unidos. En el expediente, está contra las cuerdas. La justicia le intervino el gremio, lo procesó por hacer piquetes en las vías navegables para extorsionar a los dueños de los barcos, es decir por cobrarles peaje o directamente una coima.
El ex ministro de transporte, Guillermo Dietrich, en su momento, fue contundente. Dijo que el Caballo extorsionaba a las empresas de navegación con coimas del 600% de promedio y le hizo un daño tremendo al sector. A los barcos que no pagaban, les negaban el servicio obligatorio de remolque y les bloqueaban el acceso a los puertos”. Está sindicado como el comandante de una banda de delincuentes que lograron hacer una especie de grupo de empresas y desviar dinero hacia sus bolsillos en forma descarada. Hay que decir que llegó a su gremio como siempre se manejó en la vida. De prepo, a las trompadas y en un par de meses pasó de ser un guardaespaldas temible y agresivo al mandamás de los obreros del puerto. En poco tiempo se convirtió en el amo y señor del puerto. En una suerte de rey o jefe del cártel de los portuarios. Hay denuncias serias que lo involucran incluso en la exportación de drogas por agua hacia México y España. El Caballo resume mucho de lo peor del sindicalismo argentino. Corrupto, autoritario y oportunista. Un caballo de troya contra la honradez. Un caballito de batalla de los ladrones.
Primero tomó por asalto el sindicato con dos represores de la dictadura de Videla: El Indio Castillo y Paqui Forese. También participaron del ataque simpatizantes del líder carapintada Aldo Rico y luego se hizo fervorosamente menemista, duhaldista, kirchnerista y, como si esto fuera poco, la ex presidenta Cristina Elisabet lo definió como su “gremialista favorito”. Era capaz de lo peor. No tenía problemas en dejar a buques cargados de contenedores o de millones de litros de combustible en el medio del agua. Una irracionalidad que ponía en peligro la seguridad de todos. Por la plata no baila el mono, baila el caballo. Este soldado de Cristina se comportaba como el patrón del mal, como el dueño y señor del puerto. Reapareció lo más campante. Siempre a caballo de la impunidad.