Con una nómina que incluye desde el inventor de la Barbie hasta un príncipe, la actriz ostenta un récord que ni Elizabeth Taylor pudo superar.
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Vivió casi cien años. Y aunque participó en más de veinte películas, se convirtió en leyenda de Hollywood por sus nueve matrimonios y su estilo de vida. Es que Zsa Zsa Gabor fue la primera celebridad: mucho antes de que las Kardashian se hicieran “famosas por ser famosas” (concepto acuñado por el historiador Daniel Boorstin en 1961 para distinguir a las celebridades de los artistas), ella ya era conocida como una suerte de “comehombres” que se abría camino gracias a sus múltiples romances. Desprejuiciada, capaz de reírse de sí misma y con un ingenio efervescente para las frases polémicas, Zsa Zsa Gabor fue pionera en hacer de su intimidad un show y su talento para vivir siempre fue superior a su genio como intérprete: en 1958, los Golden Globes crearon la categoría Actriz Más Glamorosa, le dieron el premio a ella y, desde entonces, el galardón nunca volvió a entregarse.
INVENTARSE A SÍ MISMA
La principal creación de Zsa Zsa fue ella misma. Primero se reinventó y después se interpretó durante setenta años. Segunda hija de un soldado y heredera de una joyería, Sari Gabor (su familia la apodó Zsa Zsa desde muy chiquita) nació en Hungría el 6 de febrero de 1917, y de joven quería ser veterinaria. Hasta que la obstinación de su madre y su propia belleza la convencieron de ir por otro camino. Aunque la madre era judía, las tres hijas –Sari, Eva y Magda– se hicieron católicas practicantes, una decisión inteligente en un país aliado con la Alemania de Hitler. En 1934, durante un viaje a Viena, el cantante austríaco Richard Tauber se fijó en ella y le dio un papel en una opereta que marcaría su debut sobre el escenario. Dos años después fue coronada Miss Hungría, aunque posteriormente resultó descalificada por haber mentido su edad al anotarse en el concurso. Y en 1937 se casó con el intelectual turco Burhan Asaf Belge y el matriomonio, el primero de nueve, duró hasta 1941.
Ya divorciada y ante la amenaza de la invasión nazi, Zsa Zsa abandonó el país rumbo a Estados Unidos, donde se encontraría con sus hermanas, que habían emigrado poco antes. Su madre les dio el mismo consejo a las tres. “Sean independientes y aprendan a valerse por ustedes mismas. Sólo así no tendrán que casarse con un hombre rico y podrán casarse con un pobre y, en caso de que salga mal, podrán abandonarlo”. En Estados Unidos, la recién llegada se casó por segunda vez, y el elegido fue nada menos que el empresario Conrad Hilton (fundador de la cadena hotelera), que americanizó su nombre –“Georgia”– y convirtió esos años en un infierno. “El cambio de nombre simbolizó todo lo que fue mi matrimonio con Conrad: el fin de mi libertad. Mis necesidades eran ignoradas porque yo era de su propiedad”, recordaría Gabor mucho después. De esta unión nació su única hija, Francesca Hilton (1947), quien murió el 5 de enero de 2015, en Los Ángeles. Según consignó la propia Zsa Zsa en su autobiografía One Lifetime Is Not Enough, su embarazo fue el resultado de una violación por parte de Hilton.
"He aprendido que los mejores amigos de una mujer no son los diamantes, sino los abogados matrimoniales"
Tras divorciarse del magnate, Zsa Zsa conoció a George Sanders, quien sería su tercer marido: dieron el sí el 2 de abril de 1949. Sanders no sólo le devolvió su nombre y lo transformó en nombre artístico, sino que la presentó en Hollywood y la ayudó a conseguir su primer papel en cine en el musical Lovely To Look At, en 1952 (era un rol secundario y no tenía que decir ninguna frase en inglés). Después vinieron películas más relevantes como Moulin Rouge, Sed de mal o La reina del espacio exterior, pero donde Zsa Zsa Gabor causó sensación no fue en el cine, sino en las páginas sociales. “Tantos años después resulta complicado describir el fenómeno de las tres glamorosas hermanas Gabor y su omnipresente madre –escribió su amigo, el presentador Mery Griffin–. Explotaron en las páginas de sociedad y en las columnas de cotilleo tan de repente y con semejante fuerza que parecía que habían caído del cielo”.
Las Gabor no tenían el aspecto de cuatro refugiadas, pero sí su instinto de supervivencia. Sobre todo Zsa Zsa, que apenas despuntaban los 60 detectó que el público adoraba los programas de variedades, las entrevistas cómicas y los concursos con famosos, y supo ocupar ese espacio con desenfado y espontaneidad. Es que entendió antes que ninguna otra estrella del firmamento Hollywood que las películas van y vienen, el interés de la gente también, pero que una personalidad arrolladora es para siempre.
SUMANDO MARIDOS
Su unión con el ganador del Oscar George Sanders terminó en 1954. Pero Zsa Zsa no volvió a casarse hasta 1962, cuando se convirtió en la señora de Herbert Hutner, un inversor financiero nueve años mayor. El amor se agotó en cuatro años. En 1966 formalizó con su quinto marido, Joshua S. Cosden Jr. –el más corto de todos sus matrimonios–, pero volvió a divorciarse apenas siete meses después. Pasaron ocho años antes de que apareciera en escena su sexto marido: se trataba de Jack Ryan, el creador de la muñeca Barbie. Otro matrimonio breve –la relación se vino abajo en un año y medio–, seguido inmediatamente de una nueva boda. Su séptimo esposo fue Michael O’Hara, con quien estuvo casada siete años.
También –según parece– hubo romances que no terminaron en boda. Se la relacionó con Sean Connery, Frank Sinatra y Richard Burton, entre otras megaestrellas, pero los protagonistas jamás confirmaron las versiones. Su octavo matrimonio, con el abogado mexicano Felipe de Alba, se celebró en el mar y resultó anulado porque ella afirmó que el barco no estaba lo suficientemente lejos de la costa para que fuera legal. Una suerte para Zsa Zsa, que en ese momento técnicamente seguía casada con su séptimo esposo.
"Una chica tiene que casarse por amor y después seguir casándose hasta que lo encuentra"
En 1986 se casó con su noveno y último marido, el príncipe estadounidense de origen alemán Frédéric von Anhalt, con quien vivió treinta años, hasta la muerte de la actriz, en 2016. Lo cierto es que a Zsa Zsa le gustaba mucho más estar casada que estar enamorada, dos estados que ella no consideraba necesariamente incluyentes. “Me encanta estar enamorada, claro –aseguraba– pero lo que de verdad me satisface es estar casada”, era una de sus frases más célebres. O “divorciarse sólo porque no quieres a tu marido es casi tan estúpido como casarse sólo porque lo quieres”. Ella anhelaba sentirse acompañada y amada, cocinar para un hombre, pasar con él el tiempo libre y hacer planes de a dos. Zsa Zsa aseguraba que “una chica tiene que casarse por amor y después seguir casándose hasta que lo encuentra”. Y en esa frase quizás esté la explicación de por qué lo intentó nueve veces.
SELF MADE WOMAN
Zsa Zsa era un producto inventado por ella, del que además fue guionista, productora y relaciones públicas. Siempre tenía en la punta de la lengua una frase sobre sus múltiples matrimonios y divorcios (“soy una gran ama de casa, cada vez que abandono a un hombre me quedo con la suya”), sobre el dinero (”he aprendido que los mejores amigos de una mujer no son los diamantes, sino los abogados matrimoniales”), o sobre sexo (“no sé nada sobre sexo, porque siempre he estado casada”), y como no se privaba de contar su intimidad en televisión o en las revistas –como su affaire con Nicky Hilton, el hijo de su ex Conrad, o el romance con el hijo del dictador dominicano Rafael Trujillo–, el escándalo jamás la rozó. Hasta le confesó a David Letterman su cita con Henry Kissinger en la Casa Blanca, en la que el celestino fue el mismísimo Richard Nixon. Como tampoco la alcanzó la polémica cuando uno de sus ex, George Sanders (el número tres), se casó con su hermana, Magda Gabor.
"Me encanta estar enamorada, claro, pero lo que de verdad me llena de satisfacción es estar casada"
Hay una anécdota que la pinta de cuerpo entero. En 1989, Zsa Zsa fue arrestada por un agente de policía (la actriz después lo describiría como un “adonis”) y mientras discutían, ella le dio un cachetazo. Terminó juzgada por agresión, por tener vencido el carnet de conducir y por llevar una petaca llena de Jack Daniels en su Rolls-Royce. Llegó el día del juicio, y Zsa Zsa apareció con un vestido ajustado negro y naranja, flirteó con el juez, los abogados y el jurado, pero aun así resultó condenada a tres días de cárcel. Al salir de la comisaría contó que la habían tratado muy bien, pero que quedó “petrificada” cuando la obligaron a desmaquillarse.
Cuando murió, el 18 de diciembre de 2016 –tras cinco años sin ver, hablar, ni saber quién era–, los obituarios la recordaron como “una presencia profesional, una performance entusiasta de sí misma”, “a la vez personificación e hilarante parodia de la celebridad americana” y “la primera famosa en esta sala de espejos, que pasó de reina de la belleza a esposa de millonario, de personaje público a sinónimo de frivolidad”. Y todos coincidieron en algo: la vida de Zsa Zsa Gabor resultó fundacional para el moderno concepto de “celebridad”. El historiador Neal Gabler fue un poco más allá en su ensayo Hacia una nueva definición de celebridad, y precisó la fama como “un entretenimiento humano según el cual las celebridades producen contenido simplemente viviendo su vida”. Y bautizó a este fenómeno como “El factor Zsa Zsa”.
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