Zoompamentos: el boom infantil de la pandemia
"Fue un rescate de la cuarentena, un bálsamo que nos regaló una tribu de amigos". Cielo Di Falco es la mamá de Tupac, un nene de 8 años que encontró en los campamentos por Zoom una salida creativa al desconcierto inicial que instaló la cuarentena. Tupac ya participó en más de 10 "zoompamentos". Con linterna, disfraces, instrumentos y su muñeco inseparable pasó una noche distinta. En una carpa improvisada en el medio del living o en el propio cuarto de los chicos los zoompamentos surgieron como un punto de fuga del encierro.
El autor de esta idea disruptiva, un boom inesperado que trajo la pandemia, se llama Gabriel Wisznia, más conocido como Gabichu, de la agrupación Laberinto Masticable. Técnico en recreación y líder de la banda de rock infantil Los Raviolis. Él reconfiguró el espacio doméstico, detectó oportunidades y se transformó en el referente del Zoom sub-12. Todo empezó por una abuela que quiso regalar una participación estelar de Laberinto Masticable, expertos en animaciones, en el cumpleaños virtual de su nieta. Desconfiado del formato, Gabichu aceptó solo para "probar la plataforma". Cuando todos cantaron el feliz cumpleaños tuvo la certeza de que estaba ante un hallazgo. Y rápido de reflejos patentó Zoompleaños y Zoompamento en el Registro de la Propiedad Intelectual. De una agenda repleta de eventos cancelados pasó a agotar la capacidad de la sala del webinar. Entre abril y noviembre se metió en la casa de más de 5500 familias, los hizo bailar, jugar a la guerra de almohadas, buscar objetos en la oscuridad, escuchar historias y maquillarse de zombies. Por una noche reconfiguró la monotonía del espacio doméstico.
"Nunca habíamos usado las redes para generar contenidos", confiesa Gabichu, de 44 años, al frente del equipo que integra junto a Gustavo Nilsson y Mauro Vuotto, que se ponen en la piel de distintos personajes: un mago trucho, una maestra anacrónica, un niño preguntón. El humor inteligente, la ironía y los guiños a los adultos son los ingredientes de la fórmula que estalló el fin de semana pasado cuando el Zoompamento se transmitió desde el Museo Sívori, por iniciativa de la Dirección General de Participación Ciudadana y Cercanía, junto con los Museos de Buenos Aires. En menos de 24 horas repartieron 1000 entradas.
La dinámica del evento –repite función el próximo sábado– termina al otro día, cuando los acampantes se vuelven a conectar desde sus guaridas para compartir el desayuno. El instructivo que llega por mail con la compra de la entrada ($400) incluye un tutorial para armar carpas, sugerencias para la decoración y elementos a cargar en la mochila. El fogón infaltable de los campamentos viene con yapa: León Gieco, Los Auténticos Decadentes, Los Tipitos, Los Pericos o Juanchi Baleirón aparecen de sorpresa y cantan "una que sepamos todos".
"Los pibes dejan la carpa armada varios días. Esta suerte de cueva funciona simbólicamente como la acción de irse a otro lado. Muchos se llevan a la bolsa de dormir el objeto de apego o la foto de la mamá o el papá que están en la habitación de al lado", señala Gabichu.
Para Pablo Burgos, psicólogo social y especialista en recreación, el fenómeno virtual funciona como válvula de escape a la normalidad en un contexto donde "todo se resumía a un solo hábitat durante el inicio de la cuarentena estricta". El director de Residencias Cooperativas de Turismo (RCT) y de los espacios recreativos para chicos y adolescentes de Sholem Buenos Aires señala que la herramienta "le permite a les pibes jugar a no estar dentro de la habitación, crear un espacio alejado de la mirada de los padres". Burgos coordinó "campazooms" en grupos de entre 5 y 14 años que funcionan dentro de la institución. "El foco estuvo puesto en consolidar la grupalidad, en descontextualizar y romper con el molde de lo rutinario", explica. En este caso, la interacción grupal se planificó en función de propuestas que votaron los chicos: qué comer o qué cocinar, qué juegos hacer y cómo adaptar los típicos desafíos nocturnos a la virtualidad. El equipo docente le sacó el jugo a la plataforma y organizó en las salas del Zoom el espacio de fogón colectivo.
Fans de la primera hora
Francesca y Pierino "Pipi" Ferrara Lucino tienen 6 y 3 años y difícilmente se olviden de la noche en que lograron disfrazar de momia a Fabrizio, el papá. Fue para el zoompamento temático de Halloween, un evento para el que se prepararon durante varios días. "Fabrizio se aprendió las canciones de Laberinto en la guitarra. Nos hicimos fans. Vemos los vivos de Instagram tres veces por semana (@laberintomasticable)", apunta Yamila Lucino, psicóloga, de 42 años.
El caso de Ambar y Manuel García, de Palermo, fue emblemático. "De pronto nos vimos los 4 en la carpa, muertos de risa y fascinados cuando apareció León Gieco cantando El Fantasma de Canterville. No lo podíamos creer", recuerda Magdalena, la mamá.
Mientras la productora Simple ProArtE ultima los detalles de las próximas fechas en museos porteños y confirma las participaciones de Kevin Johansen y el Mono de Kapanga, Gabichu y compañía aceitan los perfiles de sus personajes. "Me pongo loco cuando a los chicos se les quiere bajar contenido de lo que está bien o mal, cuando los sobreprotegen o les hablan con diminutivos. No hay necesidad de subestimar a los chicos", indica Gabichu, innovador en tiempos inciertos.
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