Zeffirelli, polémico y genial
"Berlusconi es el único político que respeto"; "Soy homosexual, pero me opongo al matrimonio gay"; "La manía de ser modernos está matando la ópera". Charla íntima con un maestro del cine
ROMA.- La casa de Franco Zeffirelli es una elegantísima mansión de la Appia Antica, rodeada de un jardín de pinos añejos y limoneros dispuestos simétricamente alrededor de una pileta de agua límpida, perfecta. Esperamos al maestro en el inmenso living, también impecable, de exquisito gusto. Sobre un piano de cola hay fotos autografiadas de Maria Callas, Richard Burton, Elizabeth Taylor... En otro salón aún más imponente, que ostenta una antigua y espectacular estufa de hierro fundido, fotos junto a Bill Clinton, Ronald Reagan, George Bush, Margaret Thatcher, Helmut Kohl y otros personajes del mundo de la política, la cultura y el espectáculo del último siglo.
De zapatillas, jeans, camisa y cárdigan de cashmere celeste, como el color de su ojos, Zeffirelli llega al encuentro con LN R en silla de ruedas. El ilustre cineasta y escenógrafo, nacido en Florencia, como un artista del Renacimiento, tuvo problemas de salud. La espera, que nos dio tiempo de recorrer el jardín y husmear en sus salones, se debió justamente a que un médico había venido a verlo. "No se espere que hable mucho, porque también tengo una lesión en las cuerdas vocales... Aunque me voy a hacer entender, no podré cantar", dice en un hilo de voz lleno de ironía.
El director de Jesús de Nazaret (1977) y Té con Mussolini (1999), entre otras películas, a los 87 años está más lúcido y activo que nunca. Suyas son las puestas en escena de cinco óperas que este verano tiene programadas la prestigiosa temporada lírica de la Arena de Verona, que comenzó el 18 del mes último con Turandot.
Zeffirelli ya casi no concede entrevistas, pero el origen extranjero del pedido cambió las cosas. De la Argentina, el maestro no olvida a su gente, el calor del público, y el Colón, "un teatro maravilloso, de altísimo nivel". Recuerda muy bien su viaje a Buenos Aires en 1981, justo cuando murió el líder egipcio Anwar el-Sadat, para presentar Amor eterno, la película de amor que tuvo como protagonista a Brooke Shields y que es considerada una de las peores de su filmografía.
En la charla, que se prolongó por más de una hora, Zeffirelli no tuvo ningún problema en hablar, sin pelos en la lengua, de todo. De su vida absolutamente excepcional, digna de una ópera o de un film de Hollywood. Y de lo fundamental que para él siempre ha sido y es el amor. De su condición de homosexual y católico a la vez. De lo mal que se ponen en escena hoy las óperas: su gran pasión. "Lo que sucede me duele profundamente. Los responsables están llevando el teatro al mundo de la farsa. Uno va al teatro a reírse. ¡Es un escándalo! La manía de muchos directores de ser modernos está matando a la ópera", acusa. "Estamos en una situación que, de continuar, llevará inequívocamente a la muerte del teatro lírico. De hecho, el público sólo tiene un arma para defenderse: silbar y gritar su descontento. Pero ni siquiera eso basta, porque muchos críticos desprecian ese comportamiento diciendo que el público es ignorante, que no comprende, que no entiende... Hasta el punto de que, cuanto menos éxito tiene una de estas óperas, más orgullosos están de ella. Yo no estoy en contra del desarrollo y del progreso. Pero lo que digo es que, a falta de una nueva y extraordinaria orientación cultural, es mejor hacer las óperas como fueron concebidas. En eso soy absolutamente estricto y estoy dispuesto a defender con uñas y dientes el derecho de los autores a que sus óperas se interpreten como fueron concebidas", asegura enfático.
Obsesionado por la estética, en diciembre último Zeffirelli causó polémica al vetar en Roma a la soprano Daniela Dessí por sobrepeso. "Esta cantante tendría que haber adelgazado 40 kilos para poder hacer La Traviata y no lo hizo. Maria Callas sí lo había hecho. Era una mujer obesa y, en plena carrera, se empeñó en adelgazar y bajó 32 kilos. Es un acto de suprema ignorancia pretender imponer al público una voz, ya sea mejor o peor, acompañada de un físico inaceptable", afirma.
-Pero Pavarotti era gordo...
-Con Pavarotti he trabajado muchas veces. Era tan bueno que hacía que te olvidaras de su apariencia y oyeras solamente su voz. Pero si tuviera ante mí dos tenores jóvenes para el papel de Alfredo en La Traviata , y uno fuera gordo y el otro flaco, elegiría al flaco y al gordo le diría que vuelva el año próximo después de someterse a una dieta. Los cantantes de ópera deben cuidar su aspecto, como hace por ejemplo Plácido Domingo, un artista excepcional. El tiene sólo una espina clavada: el no haber cantado jamás con la Callas. Alguna vez me ha dicho que daría su mano derecha por haber actuado junto con ella.
-Se le iluminan los ojos cuando habla de Maria Callas.
-Tuve una relación privilegiada con Callas. Eramos muy unidos. Yo he contribuido mucho al fenómeno Callas, empujándola a trabajar con los mejores, y ella me ayudó a lanzarme.
-En sus memorias usted dice que es la única mujer a la que ha amado...
-Eramos demasiado amigos para hacer ciertas cosas, pero estoy seguro de que si hubiéramos tenido una relación habría sido la única para mí y yo el único para ella. No quiero parecer orgulloso o soberbio, pero cuando se alcanzan ciertos niveles de expresión artística se deja de ser un humano. Tampoco quiero compararme con la Callas, pero cuando tienes mucho éxito en tu profesión te conviertas en otra cosa, en un personaje.
-Sin embargo, en muchos casos, concretamente en el de Callas, el éxito pareciera ser un obstáculo para la felicidad.
-La Callas no fue feliz, pero no fue la única. Es difícil ser feliz como ser humano cuando uno se convierte en símbolo de la fantasía popular.
-Pero usted lo ha conseguido, ¿no?
-Es distinto. El hombre nace para mandar. La mujer nace para sentir, para vivir el mundo de los sentimientos, de las ideas... Cuanto más sublime es la mujer, más sensible es. La vida de la Callas se arruinó por culpa de su éxito como artista. Era una mujer muy noble, que se casó con un hombre porque la había ayudado. Había llegado de América en 1947, era gorda, pero muy linda, y este hombre de negocios veronés la lanzó. Y cuando el mundo se puso en contra de ella, cuando las otras cantantes trataron de impedir que cantara, él la impuso. Así fue como la Callas, por gratitud, se casó con quien nunca amó. El corazón y la voz eran órganos para ella tan cercanos que uno no podía vivir sin el otro. Al mismo tiempo, yo admiraba a la mujer y adoraba a la artista. Maria tenía muy pocos amigos, poquísimos. Nuestra relación se nutría de continuas referencias tanto al mundo de la cultura como al de los sentimientos. A mí me encanta hablar de ella porque para mí no está muerta: cada día escucho algo suyo. Por suerte, nos quedan sus discos, y a través de ellos, de su voz, sigue estando con nosotros.
Entre las decenas de fotos que saltan a la vista, hay una en la que está abrazando al premier Silvio Berlusconi. Del Cavaliere, que considera "un amigo extraordinario", Zeffirelli, que se define políticamente de derecha, prefiere no hablar. "Conozco a Berlusconi desde que era joven, y es un tipo formidable. El único político que respeto. Yo mismo he sido senador por su partido, pero considero que la política es enemiga del arte", dice.
Lleno de anécdotas, cuenta además que recibió por la mañana un llamado de Ricky Schroeder, aquel niño protagonista de El campeón , otra de sus películas, que hoy es un hombre de 40 años, casado y con hijos, con quien sigue en contacto. Está convencido de que la amistad, si tiene raíces sanas y profundas, no muere nunca. Aunque lo más importante es el amor: "Es todo para mí. En todo tiene que haber amor, respeto. El amor es el gran motor en todos los niveles. No hay arte si no hay amor. El David de Miguel Angel es fruto del amor. Todo es amor; cualquier cosa que hago es amor. Y cuando no hay nada bueno es porque la persona es incapaz de amar", sentencia, con esa sabiduría que sólo alcanzan quienes han vivido a fondo.
"Creo que el amor es todo -insiste-, también, porque yo nací de un gesto de amor desesperado: mi padre y mi madre tenían una relación secreta, prohibida, en Florencia. Los dos estaban casados con otras personas, pero igual quisieron tener este hijo extramatrimonial para que quedara este momento de su amor." El escándalo, de hecho, rodeó su nacimiento. Su adorada madre, Alaide Garosi, modista, casada con un abogado siempre enfermo y madre de otros tres hijos, había tenido una apasionada historia con Ottorino Corsi, comerciante de géneros y "donjuán", como llama Zeffirelli a su padre. La mujer quedó embarazada de él, pero se negó a abortar. Justo en ese momento, su marido murió, por lo que se vio encabezando el funeral de su esposo llevando en el vientre el hijo de otro. "Fue un escándalo terrible", evoca el cineasta, que, pese a que todo el mundo sabía quiénes eran sus padres, fue registrado como NN. Un NN que pasó a llamarse Zeffirelli gracias a la pasión por Mozart que tenía su madre. De hecho, se inspiró en los zeffiretti gentili, citados en un aria de la ópera Idomeneo, para elegir el nombre de ese hijo bastardo, que llamó Zeffiretti. Luego, el funcionario del registro civil se equivocó al transcribir el apellido y lo transformó en el Zeffirelli con el que se lo conocería mundialmente.
En una pared del salón -por el que se pasean libremente, subiéndose incluso a los elegantes sillones, sus seis perros (confiesa que tuvo, en total, 51 mascotas)-, hay un marco con una bendición apostólica de Benedicto XVI. Católico tradicionalista, el gran régisseur prefiere no hablar del escándalo por pedofilia en el seno del clero que sacude a la Iglesia Católica. "Tengo una gran visión de la Iglesia porque el mensaje cristiano no habría llegado hasta nosotros sin ella. Pero, claro, como todas las grandes instituciones, también se ha manchado con graves errores. No nos toca a nosotros juzgar." Aunque admite, tal como hizo en su última autobiografía, que de niño sufrió abusos de parte de un sacerdote: "Tenía 10 años y es un recuerdo dramático de este joven cura que se había encariñado conmigo y tuvo esta crisis... Estaba por suicidarse. Yo no me daba cuenta. Sólo muchos años después, durante la guerra, lo vi de nuevo. En ese momento había otra ley en la sociedad. Esta persona creía profundamente en su misión, pero llevaba encima 60 kilos de carne", dice.
Abiertamente homosexual, Zeffirelli es un crítico acérrimo del matrimonio gay. "Siempre me opuse porque creo que se trata de un hecho privado. Que lo hagan, que se casen, porque existen medios legales para hacer un pacto de comunidad de todo, un matrimonio. Pero no entiendo por qué tiene que convertirse en una provocación; es estúpido. Detesto toda la oficialidad gay. Soy homosexual, no lo escondo, pero siempre tuve una vida muy feliz porque nunca quise que nadie entrara en mi pequeño jardín. Si uno quiere hacer pasar por su pequeño jardín a una persona que ama, va a lo de su abogado. Pero lo que hacés en la cama, son cosas tuyas", afirma. "Estoy totalmente en contra del exhibicionismo, me parece una cosa horrenda, y las marchas del orgullo gay me entristecen, me duelen", sentencia, consciente de que se hizo muchos enemigos por decir públicamente todo esto.
En su avanzada octava década, Zeffirelli, que adoptó dos hijos y tuvo uno natural sobre el cual nunca supo nada, dice que "hay que ser tolerante y amar al prójimo como a uno mismo. "Jesús es lo máximo del amor. Y el amor es como una energía eléctrica que pasa de un polo a otro, imprescindible para vivir."
Zeffirelli elemental
Franco Zeffirelli nació en Florencia el 12 de febrero de 1923. Dirigió películas representativas del cine italiano de la última mitad del siglo XX, desde Romeo y Julieta (1968), Hermano Sol, hermana Luna (1972) y Jesús de Nazareth (1977) hasta las más recientes Jane Eyre (1996), Té con Mussolini (1999) y Callas Forever (2002). Paralelamente, desarrolló una importante carrera como escenógrafo y régisseur de ópera en las principales salas líricas del mundo. Estuvo nominado dos veces al Oscar y obtuvo más de una veintena de reconocimientos.
La ópera, una gran pasión
Con dos obras de Puccini ( Turandot y Madame Butterfly ) y una nueva puesta de la célebre Aída , de Verdi, transcurrió hasta aquí una nueva edición de la temporada lírica de verano en la Arena de Verona, el teatro abierto más importante del mundo. Con celebrado trabajo de régie de Franco Zeffirelli, serán en total cinco los títulos que hasta el 29 de agosto contarán con puesta y dirección de escena del maestro florentino. Carmen , de Bizet, e Il Trovatore , otro drama de Verdi, completan el ajustado calendario sobre el cual el realizador trabajó arduo, sujeto a la tradición. No obstante, Zeffirelli sorprendió ya desde su primera incursión en este festival con su versión de Turandot : primero dejó al público boquiabierto con una enorme pagoda, enmarcada en dorados y plateados furiosos, en el segundo acto; y finalmente logró aquello que el MET neoyorquino y la Scala de Milán no le habían permitido antes: basándose en escritos del autor antes de morir, eliminó los seis minutos del dueto amoroso entre la princesa y Calaf. Más puro, imposible.