Quién es Esteban Wolf, que durante el acto del Día Internacional de las Pymes habló de la situación del sector, recordó a sus abuelos inmigrantes e instó a permanecer en el país
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La “fama” lo tomó desprevenido. Le cuesta responder los insistentes llamados de productores y periodistas que se mezclan con los de sus clientes. “Quiero hacer lo posible para que el mensaje que tengo para dar llegue a todos”, dice Esteban Wolf (49) a modo de disculpas. Y lo está logrando: en menos de una semana, su “mensaje” captó la atención de miles de personas que se sintieron identificadas con sus palabras.
Recibe a La Nación en su empresa, una fábrica de helados, Chocorisimo, que está en Garín, provincia de Buenos Aires. Actualmente cuenta con 30 empleados y varios locales en el país. Está entusiasmado con la idea de que sus productos, que ya se exportan a Chile y Uruguay, lleguen este año a Perú, Brasil y Paraguay, y proyecta para el año próximo desembarcar en Colombia y México.
El lunes 27 junio, en una jornada organizada en el Senado de la Nación por el Día Internacional de las Pymes, de la que participaron más de 150 empresarios, Esteban estremeció a los presentes con su discurso en el que describió la realidad que vive el sector, el recuerdo de sus abuelos inmigrantes y la necesidad de apostar al país para mantener a toda su familia junta.
-Tu discurso en el Senado logró gran repercusión, tuvo eco en diarios y noticieros. ¿Te sorprendió?
-Muchísimo, lo que menos me esperaba era ser noticia. Me invitó una senadora del partido kirchnerista a participar y yo acepté con condición de que pudiera hablar libremente, porque me parecía un acto político. Ella accedió y fui. Preparé el discurso el fin de semana, porque estoy acostumbrado a dar charlas motivacionales para emprendedores en Endeavor y Asociación de Emprendedores de Argentina (Asea).
-¿Por qué pensás que tuvo un impacto tan grande?
-Porque hablé con el corazón, es lo que siento. Hice, ni más ni menos, que un racconto de mi vida que es la misma de muchos argentinos.
“Quiero ser la antítesis de mi padre”
“Mis abuelos trabajaron toda su vida y me dejaron ese legado: la demostración del trabajo, del esfuerzo de levantarme todos los días, de salir a laburar, de ganarme el mundo para mí para mis hijos y soñar con mis nietos. Me enseñaron la cultura del trabajo”, aclaró Esteban en el principio de su discurso.
-Además del trabajo diario del emprendedor, el discurso enaltece la figura de tu abuelo. ¿Qué sucedió con tus padres?
-Cuando yo tenía un año y medio, mi mamá biológica nos abandonó a mí y a mi hermano más grande. Mi papá se volvió a casar con Judith, que es para mí, mi mamá. Los hermanos de ella son mis tíos, los que yo siempre cuento que se fueron del país. Y mi papá estuvo preso, por eso yo tuve que empezar a trabajar a los 15 para mantener a mi familia.
-¿Por qué estuvo preso?
-De grande, cuando yo tenía 12, él cayó preso por primera vez por estafas. A los 15 fue preso por segunda vez... Ahí fue cuando empecé a trabajar. Cuando yo cumplí 18 cayó por tercera vez, ahí lo guardaron para siempre. Cuando salió de la cárcel lo ayudamos un poco, pero después no tuvimos más contacto. Él falleció hace muchos años, no tuve relación con él.
-¿Encontraste alguna explicación a su conducta?
-El ladrón es un persona enferma, cree que robando está bien y tiene su justificativo. Piensa que nunca le va a pasar nada, que va a zafar. Se crea una historia que justifica lo que está haciendo y culpa a la sociedad. Pero a mí me gustó hacer todo a la inversa. Uno de mis primos siempre me dice que no entiende cómo mi hermano y yo no salimos drogadictos o borrachos. Y lo tragicómico es que soy abstemio y jamás me drogué, ni siquiera fumo.
-¿Qué sentido tiene exponer algo tan íntimo?
-Lo empecé a contar en público porque me cansa escuchar que hay chicos de 19 a 24 años que no encuentran su camino o que no saben qué hacer, que abandonan el secundario o entran en las drogas porque sus padres los abandonaron o les pegaron... lo cuentan como algo super trágico y pienso que yo viví todo eso mismo... ¡y acá estoy!
-De todas formas, sigue pareciendo algo trágico.
-Yo me enteré de chico, a los seis años, que mi mamá me abandonó. No es que me enteré de grande y me agarró un shock emocional y tuve que ir al psicólogo. Este quilombo lo tuve desde la infancia, crecí con eso, pero creo que con trabajo se sale adelante. No dependés de nadie para ser exitoso... al contrario, creo que todo depende de uno seriamente. Por eso, a mí no me gusta cuando dicen: “Como mi papá me abandonó, entonces me drogo” o “Como mi mamá me golpeaba voy y robo”. Pienso que debería ser todo lo contrario.
-Se suele decir que la manzana no cae lejos del árbol.
-Una vez, con un coach psicólogo, hablamos de esto. De que yo, por mi historia, siempre trabajaba a la inversa. No podía deber plata, no podía mentirle a nadie, defendía el valor de la palabra... completamente el otro extremo. Y él me decía que había mucha gente que no era buena, que era hija de puta y yo por no quedar mal o por cumplir con mi palabra, muchas veces perdía plata. Pero yo le explicaba que prefería perder dinero con tal de no parecerme...
De aquellos años, Esteban tiene varios recuerdos, pero hay uno que lo emociona especialmente porque lo ayudó a forjar su espíritu emprendedor. “A los 18 no podía pagar las expensas de mi casa ni la obra social. Me acuerdo que tenía un horno eléctrico. Yo estaba tan estresado por todo lo que me pasaba de no llegar a fin de mes que sin darme cuenta apoyé la mano en el grill del horno. No me di cuenta. Lo hice sin pensar. Tuve que despegar la mano, la piel, literal. Intenté que me atendieran en la clínica, pero me dijeron que no podían. Entonces fui a ver a un farmacéutico amigo y le pedí que me diera algo para la mano ‘porque había una fila larga en la clínica’ y quería irme a mi casa. Él no quería, decía que tenia que verme un profesional, pero le insistí tanto que me dio algo. Me puse yo solo la venda y me curé. Ahora que lo pienso, tendría que haber ido al Hospital del Quemado pero no se me ocurrió... Me quedó una cicatriz durante muchos años y cada vez que la veía era para mí como una marca de guerra, porque fue un momento donde no podía pagar nada, pero esa es la vida del verdadero emprendedor”.
-¿Cuál fue tu primer trabajo?
-Mi primer trabajo fue de cadete, después vendí unas cajitas porta-disquete, con eso me fue re bien. Luego, estuve en una empresa de servicios de computación. Terminé el secundario e intenté con la facultad, pero no pude terminar.
-¿Qué te hubiese gustado estudiar?
-Creo que hubiese sido un buen médico de emergencias. Me hubiese fascinado ser eso, de hecho pienso que soy bueno en resolver los problemas rápido cuando hay crisis.
“Cuando uno se rompe el lomo laburando tiene mérito que te vaya bien”
-Cuando decís que “todo depende de uno” para salir adelante, pienso en “meritocracia”, un término tan cuestionado en estos tiempos.
-Estoy a favor de la meritocracia, independientemente del gobierno de turno. Pareciera que se la adjudican a un gobierno y es algo distinto. Yo invertí todo acá. Invertí mi dinero, mi tiempo y el de mi familia. Y lo sufro. Y es sacrificado. Y cuando uno se rompe el lomo laburando... tiene mérito que te vaya bien si haces bien las cosas y no está mal decirlo. No está mal que si alguien trabaja 14 horas por día gane por eso y si alguien no lo hace, no lo gane. No hay nada extraño.
-Pero algo que parece evidente, hoy se pone en tela de juicio. ¿Qué es lo que estamos discutiendo?
-Hace poco, alguien me dijo que cuando hablamos de emprendedores muchos piensan que hablamos de personas que nacieron en cuna de oro. Tal vez esa confusión existe porque se hicieron muy famosos unos pocos, los que salieron al exterior o los que hicieron un IPO (por sus siglas en inglés: Oferta Pública Inicial) o los que crearon unicornios. Pero también somos muchos los que, como yo, antes no teníamos un mango ni para comer.
Ser empresario en la Argentina
“Las pymes abrimos las persianas todos los días apostando por el país. Para crear y seguir creciendo. Somos el 95 por ciento de la economía de argentina. Generamos más del 65 por ciento de los puestos de trabajo, pero lamentablemente sufrimos a la Argentina todos los días”, dijo Esteban en otro momento de su discurso.
-¿Qué es lo más difícil de ser un empresario argentino?
-Es difícil de responder, porque son varias cosas, pero creo que el hecho de que no haya una política a largo plazo, una planificación, es lo más complicado. Cuando nosotros en la empresa armamos un plan de negocios, lo proyectamos hasta 2029. Pensamos a largo plazo. En el trayecto podés ir un poco más a la izquierda o a la derecha, pero seguís el plan a rajatabla, no te corrés. Eso te hace exitoso. En el 2019 nosotros decidimos que íbamos a exportar, aunque no sabíamos cómo hacerlo, pero en el 2021 ya lo estábamos haciendo a dos países. Creo que eso es lo que hace la diferencia.
-Planteás un proyecto de país a largo plazo, con un programa que se respete independientemente quién ocupe el poder.
-Sí, un país donde todos se junten: los políticos del oficialismo y la oposición, sindicatos y empresarios y hagan un plan de negocios para el país. No es un tema de dinero, sino de crear a largo plazo, 20 años, con un contexto favorable para crear trabajo y para exportar, que te ayuda a tener una balanza comercial positiva. Porque hoy el problema no es quién gane las próximas elecciones, porque el que lo haga va a tener un conflicto terrible, sino que acá tienen que juntarse todos y llegar a un acuerdo que todos tienen que respetar por un tiempo y durante ese tiempo, gobierne quien gobierne, no se sacan los caramelos del plato.
No hay nada más lindo que “la familia unita”
Esteban nació en el barrio de Mataderos, luego vivió en Floresta y actualmente tiene su hogar en Escobar, junto a su mujer, Marisa, y sus hijos Mateo, Abril, Violeta, Benjamín y Renata, cuyas edades oscilan entre los 17 y 11 años. “Una pyme”, dice con una sonrisa.
-¿Qué opina tu mujer, Marisa, de lo que sucedió a partir de tu exposición en el Senado?
-Está orgullosa de lo que pasó. En el viaje le había leído lo que había escrito y le pregunté qué opinaba y me respondió que si era lo que sentía tenía que decirlo, porque nuestro sueño es vivir en la Argentina.
-Cada vez son más los jóvenes que creen que hay más posibilidades en el exterior, fuera del país. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
-Con mi hijo mayor tuve una discusión sobre este tema. El año pasado, él se quería ir a vivir afuera, a Australia o los Estados Unidos. Cuando me lo planteó le dije que me de la oportunidad, le pedí que se quede, que estudie acá los próximos seis años e intentemos juntos que el país cambie. Si dentro de seis años, cuando se él reciba, todo sigue igual, está bien que se vaya. Pero no quiero que lo haga sin dar esa oportunidad. Él quiere estudiar ingeniería, es fanático de los autos. Es un emprendedor nato.
-A diferencia de otros argentinos adultos que repiten que “esto ya lo vivieron” y que “no vale la pena quedarse”, vos insistís con la idea de permanecer en el país y pelearla.
-Es que yo sueño con la mesa enorme. Con mi señora imaginamos a nuestros hijos sentados en nuestra mesa, cada uno con su familia. También quiero honrar a mis abuelos que vinieron de distintas partes de Europa a hacerse la América a uno de los países más ricos del mundo, a “el granero del mundo”... un país lleno de trigo, maíz, soja... y ahora también gas y litio... porque no es que ahora “se vació el granero”, sino que no supieron gestionarlo. Mi abuelo era un emprendedor pyme que tuvo una fábrica de carpetas, las negras de cartón, las que usábamos todos en el colegio. Él se moría de hambre en Europa y vino acá y puso esa fábrica. Nunca fue rico, ni siquiera clase media alta. Él iba a la fábrica en colectivo y tenía el orgullo de que con su fábrica daba trabajo a diez personas.
-¿Qué paso en el medio? Entre tu abuelo, que tenía el orgullo de dar trabajo, y lo que muchos empresarios describen hoy: dicen que a pesar de que tenemos uno de los índices de pobreza más altos de la región, tienen dificultad para encontrar mano de obra.
-Es la falta de planificación. Es el pensar que el quilombo se lo tiramos al gobierno que viene y no proyectar. Insisto, todos debemos comprometernos a sobrellevar 20 años de transición porque cuando eso pase, ya no va a importar quién gane las elecciones y vamos a salir adelante. Los países con menor tasa de desocupación del mundo son aquellos que planifican. Hay que ayudar al emprendedor a construir la empresa y a dar trabajo.
Hay que salir a la cancha
-Das charlas motivacionales para emprendedores. ¿Cuál es tu mensaje?
-Los motivo para que salgan a la cancha, les digo que en Argentina se puede. Hay que creer en el país. Está reflejado en mi historia, yo rompí con la adversidad. Me superé.
-A raíz del discurso que seguro envidiaron muchos políticos ¿Te propusieron participar en política?
-No, te agradezco. A lo único que me quiero dedicar, durante mis próximos seis años, es a exportar mi helado al mundo. Como dicen: “Quiero sacarle lustre al remo”.
-¿Alguna vez dijiste: “Basta, se terminó. Cerremos todo, nos vamos”?
-Nunca. El año pasado tuve una crisis de amistades. Prácticamente la mitad de los amigos con los que compartíamos un grupo de chat decidieron irse a España, Estados Unidos y Uruguay.... fue algo como “el último que apague la luz”. Todos me dijeron que ponga la fábrica en Paraguay o Uruguay y yo les respondí con mi frase de cabecera: ”El 90 por ciento del éxito se basa en insistir. Vamos a insistir y lo vamos a sacar adelante.”
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