“Yo no me enojo nunca”: qué hay detrás de aquellas personas que parecen no reaccionar mal a nada
Hay quienes reprimen sus emociones negativas, pero, en realidad, se ofenden con muchísima frecuencia, aunque sin ser conscientes de ello
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Hoy quiero compartirte dos anécdotas para que reflexionemos juntos:
La primera cuenta que dos amigos fueron a jugar al golf. El primero le pegó a la pelotita bastante mal y comenzó a gritar y a insultar. El segundo le pegó a la pelotita aún peor que el otro y esta acabó en un árbol; pero no dijo absolutamente nada, solo se limitó a sonreír. El primero le volvió a pegar mal a la pelotita y reaccionó exactamente de la misma manera. Cuando llegó el turno del segundo, le pegó nuevamente peor que su amigo, pero sonrió y tampoco dijo nada esta vez.
Entonces el primero, intrigado, le comentó a su amigo: “La verdad es que te admiro, porque yo le pego mal a la pelotita y estallo, pero vos, que juegas peor que yo, siempre estás sonriendo”. A lo que el último respondió: “No te engañes, amigo, porque donde expectoro, se muere el pasto”.
Las personas pasivo-agresivas reprimen sus emociones negativas. Ellas suelen decir: “Yo no me enojo nunca”; pero, en realidad, se enojan con muchísima frecuencia, solo que no son conscientes de ello. Guardan y guardan sus malestares a diario y, sutilmente, van expresando la agresión hacia todo lo que las rodea.
La segunda anécdota cuenta que un joven no tenía trabajo y un amigo, que estaba teniendo mucho éxito en el área laboral, le comentó: “Quiero darte trabajo porque sos mi amigo, te quiero y a mí me está yendo muy bien en mi negocio. Voy a pagarte x dinero y te pido que me construyas una casa. Pero, por favor, usá los mejores materiales”. De modo que el joven fue a comprar los materiales y preguntó:
—¿Cuánto cuesta esta puerta?
—Doscientos dólares.
—¡Qué cara! ¿Y la más barata cuánto cuesta?
—Cincuenta dólares.
—Ok, deme la más barata, pero factúreme la más cara.
Lo mismo hizo con todos los materiales para la casa y así la construyó. Cuando finalmente concluyó el trabajo, vino el amigo y tuvieron el siguiente diálogo:
—¿Terminaste la casa?
—¡Sí, no te imaginás la casa que te construí!
—¿Usaste los mejores materiales como te indiqué?
—Obviamente, tal como me pediste, compré lo mejor de lo mejor.
—Muy bien, acá tenés la llave de la casa, es un regalo que te quiero hacer a vos…
La honestidad y la transparencia son valores que hacen que “nuestra casa” (la vida, la familia, la pareja, las amistades, el trabajo) se construya con solidez. En cambio, la mentira rompe la confianza, la cual es el pegamento afectivo de cualquier vínculo.
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