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Leo Rangel es uno de los seis guardaparques que custodia el Parque Provincial Saltos del Moconá, al este de Misiones, sobre el río Uruguay, frente a Brasil. En su tiempo libre no hace nada muy distinto: es guardaparques de su propio parque que se llama Yasí Yateré. Son 38 hectáreas de mata atlántica o selva paranaense al que este urugayo misionerizado nombra como “espacio agroforestal”.
Jengibre, achiote, carambola, sandía de pulpa amarilla, stevia, fruta del conde (anón), zarzamora, acerola, ají, pepino japonés, kiwano, calabaza serpiente, yabuticaba, pysalys, lemon grass, melón de San Caetano, y pitanga entre más de 200 frutas y aromáticas del trópico que Leo adaptó e integró a la selva misionera.
"Tenemos un microclima, aquí no caen heladas", dijo y abrió un achiote y se llenó los dedos de tintura roja natural. Después señaló un árbol de canela, desenterró un jengibre, partió al medio una raíz de cúrcuma y apretó entre los dedos unas hojas de albahaca-clavo. En la ruta provincial 2, en el tramo de El Soberbio a Moconá, hay una seguidilla de carteles que anuncian Yasí Yateré, pero antes de verlos, uno ya lo sabe porque la gente de la zona recomienda "ir a lo de Leo" y conocer su jardín botánico tropical y también el proyecto de vida ecológico, agrosustentable que lleva adelante con su mujer, Adriana Fiorentini –ella hace dulces y aceites esenciales– y sus hijos, que corren entre bananos de tres metros y conocen el chachi, un helecho arborescente, en peligro de extinción.
En uno de los senderos hay varias especies de helechos, abundantes en los estratos bajos de la selva. Entre las hojas preparadas para recibir la luz tenue que llega hasta ahí abajo se lee en un cartel de madera una cita de J. M. Pelt, estudiosa del universo de los helechos: "Mundo extraño y fascinante el de los helechos. Mundo sin flores, frutos ni semillas. Mundo verde, de inmensas hojas finamente cinceladas en encajes que tamizan la luz del sotobosque".
El chachi bravo es una planta alta y primitiva que recuerda al tiempo de los dinosaurios. Desde 2005 están protegidos por ley, se los considera monumentos naturales de la selva misionera.
Llegamos a Yasí Yateré con ganas de recorrer la finca y conocer plantas exóticas: "Sí, claro –dijo Leo– vamos a caminar, esperen que busco el machete". Siempre lo tiene a mano, puede servir para avanzar si el manto selvático tapó algún sendero y para pelar un ananá en tres cortes certeros: ¿quieren probarlo? La frescura perfecta para aplacar el calor, y eso que no estaba helado. Da la sensación de que en un lugar así uno podría sobrevivir con los frutos de la naturaleza.
En la mitología guaraní, Yasí Yateré es un duendecito que lleva a los niños a la selva para alimentarlos con frutas y miel. Todo su poder, dicen, está en un bastón dorado. También quiere decir trozo de luna. Para Leo, Yasí Yateré es un justiciero. ¿El Superman de las semillas?
Rangel es un apasionado del exceso tropical, de los colores, lo suculento, las rarezas y la generosidad de la selva. Esto es dar. Hace 20 años que cultiva su jardín. Logró que creciera café y se las ingenió para procesarlo y tomarlo. El último año cosechó 1.500 plantas y en Yasí Yateré ya se puede probar ¡café argentino! Lo tuesta en una tostadora que también inventó él mismo y mandó a hacer en un taller. Para manejarla le aplicó un volante de Renault 12. Se enteraron de que en los años 60 hubo una plantación de café en Misiones, cerca de Oberá, y fueron –él y Adriana– a buscar la finca, a ver qué quedaba.
Encontraron algunas plantas, eran de la variedad Arábiga y estaban asilvestradas en el monte. Las rescataron. –¿Hay alguna planta que te falte?
–Sí, quiero tener una chaucha de vainilla. Mientras mostraba el lugar, su tesoro, habló del intercambio de semillas, de los amigos que viajan con semillas bien guardaditas y se las traen desde lugares lejanos, del valor de las semillas originales. "El mejor banco de semillas –afirmó– es el banco viviente".
El paseo por el Jardín Botánico con guía dura unas dos horas y cuesta $350; el circuito Aromas y sabores, 40 minutos y $250. También se venden artesanías de comunidades guaraníes (animales tallados en mora amarilla), dulces (guayaba, naranja, entre otros) y aceites esenciales (citronela y lemon grass) hechos ahí. Se puede tomar un jugo natural ($180, el litro) o un café de la huerta cultivado a la sombra. Todos los días, de 8 a 16.30.
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