Silenciosos pero fieles, los seguidores de Hugh Laurie se lamentan: este mes termina la serie que reivindicó el género médico a través de uno de los personajes más cínicos y antipáticos de la televisión. ¿Por qué Dr. House generó adicción?
Hugh Laurie no actúa de Gregory House, es Gregory House. A veces aparece un actor que se prepara toda una vida, sin saberlo, para un papel que lo define frente al mundo y le da una identidad con la cual será reconocido para toda la eternidad. El physique du rôle de Hugh Laurie (actor, comediante, escritor y músico británico) lo es todo en House M.D., una serie que concentra su magnetismo en el carisma incandescente de su protagonista. Un rengo despreciable, maleducado, drogadicto e insoportable que terminó siendo, gracias a estas cualidades venenosas, uno de los personajes más queridos en la historia de la televisión. Sin embargo, vayan despidiéndose del bastón. Luego de ocho exitosas temporadas, Dr. House cuelga los guantes este mes.
Dr. House marcó territorio de entrada despegándose de todos los vicios melodramáticos de las series que retrataban el universo hospitalario ( ER , Grey’s Anatomy , Scrubs ) para llevar el poder de la observación y la lógica detectivesca al terreno médico. Se construyó a partir de la sintaxis heredada del policial tradicional inglés, con C. Auguste Dupin , el detective creado por Edgar Allan Poe, como el primer detective con una inteligencia y sagacidad superiores para resolver enigmas. El Dr. House proviene de esa estirpe: es un sabueso insaciable de certezas médicas y racionales ante las complejas e inexplicables enfermedades que se le presentan. De hecho, el desafío intelectual de entregarse y resolver lo imposible, ya que los casos "vulgares" no le interesan, representa para House una manera de vivir y es su mayor adicción –el Vicodin es una faceta externa de su carácter, al igual que su bastón–. Cuando uno ve los ojos de House al enfrentarse al abismo de no saber qué pasa, cuál es el diagnóstico, la tensión crece y esperamos que el héroe no nos falle, porque la salvación será para el paciente, y para nosotros también. Es imposible no admirar a alguien que le gana a la muerte.
Pero ese no es el único atractivo que tiene este personaje al que siguen millones de personas de 66 países desde hace ocho años.
Desde la primera temporada se lo vio traspasar los límites éticos y legales en los cuales no cree demasiado porque forman parte de los lugares comunes de la sociedad y se interponen en su camino hacia algo superior: la vida de los pacientes. Sin embargo, las instituciones sociales (la policía, la psiquiátrica, los padres) siempre se impusieron para mostrarle que la realidad o, mejor dicho, las estructuras impuestas para cohesionar los modos en que las personas pasan tiempo juntas, llámese sexo, amistad o trabajo, son las más difíciles de sobrellevar. De todas maneras, de la primera a la séptima temporada, Gregory House no aprende de los errores, no se traiciona, incluso podríamos decir que sigue siendo el mismo genio despiadado y sádico de siempre. Entonces, ¿cuál es su arco evolutivo? Ninguno. ¿Eso importa? Para nada. Es una satisfacción descubrir, observar a un rebelde perpetuo saliéndose con la suya una y otra vez, manteniéndose al pie del cañón con la inteligencia y la arrogancia on fire. Pero en la séptima temporada, a House lo traiciona el amor y termina en la cárcel. Y ese es un freno ineludible a cualquier tipo de excentricidad.
El octavo año de House arranca entre rejas y sin la Dra. Lisa Cuddy (Lisa Edelstein, quien no pudo estar por una cuestión de presupuesto: le quisieron bajar el sueldo y ella dijo goodbye). Ocho meses después, el Dr. Eric Foreman ( Omar Epps ) está a cargo del hospital y controla a un House calmado y con un monitor en su tobillo, una vez que lo saca de la cárcel y lo pone a trabajar nuevamente en el hospital. En comparación con su anterior comportamiento desquiciante, está hecho un ser humano bastante civilizado. Se percibe algo de desgaste natural también. ¿El final de House es una elegía a la domesticación? Esperemos que no. Tanto Hugh Laurie como los productores David Shore y Katie Jacobs dicen sentirse muy dolidos por apretar el botón The End y hablan del final de la serie a través de un comunicado que señala: "Los productores siempre nos imaginamos a House como una criatura enigmática; él nunca debería ser el último en abandonar la fiesta. Cuánto mejor es desaparecer antes de que la música se detenga, mientras que aún queda algo de promesa y misterio en el aire".
Afuera del hospital
La indagación de la vida cotidiana y el hábitat de los pacientes es una de las piedras fundamentales de la metodología para diagnosticar los casos. Ahí encuentran los orígenes del mal y hace pensar que la víctima siempre es culpable de su enfermedad. De aquí, la mirada desangelada de House hacia la especie humana. ¿Por qué las personas son tan estúpidas?, parece preguntarse. Este sufrimiento metafísico se convierte en un planteo filosófico de la serie. De aquí que la serie sea objeto de estudio que derivó en una amplia bibliografía: Dr House, guía para la vida, de Toni de la Torre; La filosofía de House, todos mienten, de William Irwin y Henry Jacoby; Guía no oficial de House, persiguiendo cebras, de Barbara Barnett, La filosofía del Dr. House. Ética, lógica y epistemología de un héroe televisivo, escrito por Biltris, un colectivo de ensayistas italianos.
También hay que decir que la serie le dio a Hugh Laurie la posibilidad de grabar un muy buen disco en el que toca el piano con una banda de músicos admirables, por ejemplo, el mítico Dr. John, y que contiene standards de blues y jazz de la cuna negra del buen gusto: Nueva Orleáns. El disco lleva un título simpático: Let Them Talk. Este trabajo, que viene presentando por todo el mundo, lo traerá a nuestro país. El turno con el médico es el 5 de junio en el Luna Park.
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