Una aplicación con la que los habitantes de las villas de la Ciudad de Buenos Aires pueden realizar reclamos y hacer el seguimiento de la urbanización de su barrio, una plataforma digital para conocer los requisitos actualizados para cada tipo de donación de sangre antes de ir al hospital y una base de datos interactiva que permitió desenmascarar una red de corrupción alrededor de las licitaciones del aeropuerto de México: estas son algunas de las ideas que se cocinaron en Wingu, una entidad sin fines de lucro surgida hace ya 10 años.
Nacimos con la idea de dar a conocer las herramientas tecnológicas que pueden ayudar a las organizaciones sociales para mejorar su trabajo en el día a día
En 2008, cuatro integrantes del portalidealistas.org, un emprendimiento que publicaba avisos de trabajo de ONG y organizaciones sociales, se quedaron sin trabajo cuando la página web dejó de recibir apoyo económico. Entonces pensaron en cómo usar todo lo que habían aprendido de tecnología y de organizaciones sociales. Así surgió Wingu. Hoy, ninguno de esos miembros fundadores sigue en la institución, pero el sueño de unir herramientas tecnológicas y organizaciones sociales creció y se transformó en un colectivo de 30 jóvenes, mitad varones, mitad mujeres, esparcidos en tres oficinas ubicadas en Argentina, Colombia y México, y otros 10 freelancers. En la sede central, la de Buenos Aires, trabaja un equipo compuesto por desarrolladores, ingenieros en sistemas, diseñadores, comunicadores, politólogos y antropólogos.
"Al tener oficinas en distintos países, no quedamos atados a la coyuntura nacional. Igualmente, buscamos diversas fuentes de ingreso. Una son los donantes y otra los trabajos con grandes organizaciones, a las que les cobramos el trabajo. Esto es imprescindible porque si dependés solo de un gran donante, cuando dejan de aportar tenés que cerrar. Eso les está pasando a muchas entidades hoy en Argentina", explica Mariano.
Las principales acciones de Wingu se dividen en dos áreas: una es la del asesoramiento a organizaciones sociales y la otra es la de tecnología cívica, es decir, desarrollos tecnológicos, que dan respuesta a una problemática social y en la que interactúa la ciudadanía.
Caminos de la villa es una herramienta digital creada por Wingu que les permitió a los vecinos de las villas de la Ciudad de Buenos Aires hacer llegar sus quejas sobre la situación de las obras públicas. "Llevando servicios públicos a los invisibles barrios marginales", tituló el diario inglés The Guardian un artículo sobre el proyecto hace dos años. "Cuando empezamos, miramos el Google Maps y la zona estaba en gris. Entonces, junto con los vecinos de las villas y con un GPS, mapeamos todos los pasillos", explica Mariano. Luego la herramienta fue mutando. "Esto fue cuando no había una intención del Gobierno de la Ciudad de urbanizar. Ahora que sí la hay, esta aplicación se transformó en una herramienta que permite a los referentes barriales monitorear el proceso de urbanización", agrega Mariano.
En 2018, junto con la Fundación Garrahan, crearon una aplicación que posibilita a los hematólogos dejar en claro cuáles son los últimos criterios para donar sangre. Tatuajes, anemia, resfrío, siempre hay distintos criterios respecto de qué afecta a la donación y qué no. "Ahora, con esto, cada persona se puede fijar antes de ir", explican desde Wingu. Como sucede en varios de los proyectos, se da una fusión entre los conocimientos técnicos provistos por especialistas y las posibilidades que da la tecnología.
Los proyectos y los desafíos de Wingu van surgiendo sobre la base de las problemáticas coyunturales. En Colombia, están trabajando en herramientas relacionadas con el proceso de paz y en Argentina, con temáticas de género. Uno de los próximos pasos en este sentido es desarrollar una especie de calculadora que permita medir el trabajo doméstico no remunerado que hacen las mujeres.
La organización tiene como principal objetivo generar un cambio social a través de la tecnología, aunque el trabajo en el mundo digital no los hace desconocer la realidad. "No somos ilusos, no creemos que la tecnología pueda resolver todo y sabemos que hay otras necesidades fundamentales", concluye Mariano.
Federico Frau Barros
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