Cuando el placer proviene de historias ajenas, cuando un acto privado alucina todos los sentidos, cuando la excitación se viste de terceros... Voyeurismo, cuando la realidad es sólo fantasía.
Voyeurismo dixit
La búsqueda de la satisfacción sexual a veces recorre sinuosos e inhóspitos caminos. Y para algunos, extrañamente, la simpleza de tener encima un cuerpo desnudo, no alcanza. Es que sólo en la mente humana entran las más excitantes fantasías y los vicios menos imaginables. Un universo sin límites, donde todo es posible y las reglas son impuestas por vaya uno a saber qué fetiche.
El término voyeur –mirón– proviene del idioma francés y hace referencia a la búsqueda de excitación sexual mediante la observación, en general a escondidas, de personas desnudas, en vías de estarlo o que están en pleno acto sexual; haciendo de esta práctica algo imprescindible para el goce. Para ser consideradas como tales, estas pautas voyeuristas tienen que ser frecuentes, preferidas y exclusivas. A su vez, estas ilusiones e impulsos provocan un significativo malestar y deterioro social, que van llevando al practicante a su autoexclusión. Por lo general se dan en los varones.
En esta denominación no entran aquellas personas que gustan de observar cuerpos desnudos, fotos o videos pornográficos, ya que esto puede ser un placentero ingrediente si se lo sabe manejar. Menos entran en este mundo la efervescente testosterona adolescente que lleva a buscar sexo en Internet. Cabe aclarar que hablamos del voyeurismo como una parafilia, más comúnmente llamado "trastorno de la identidad sexual", y no de los que hacen del "pecado de Onas", una rutina diaria.
Catálogo voyeurista
La mayoría de estos voyeurs tienen un objetivo preferente que son las parejas, a las cuales hasta pueden llegar a perseguirlos por la calle, para realizar sus actos masturbatorios al verlos besarse, tocarse o acariciarse. Otros, los más pasivos, lo suelen hacer con sus familiares, quienes mediante el ojo de la cerradura o a través de ventanas, observan los actos sexuales de sus padres, hermanos, tíos, amigos. También está quien paga para poder ver a parejas manteniendo relaciones carnales. Para ello, existen lugares donde a modo de teatro, pueden satisfacer sus necesidades visuales desde la penumbra periférica. Como habrán leído hasta aquí, hay de todo en la vida del Señor.
Mentiras y verdades sobre el buen voyeur
Al revés de lo que se cree, el voyeur está muy lejos de ser una persona peligrosa. Y aunque se crea de él un demonio óptico sediento de placer, estos individuos no son agresivos y prefieren el anonimato. Por lo que jamás abusarían o violarían –aunque vale recordar que a toda regla le sigue su excepción–. Y la remanida imagen cinematográfica de la persona observando detrás de una puerta, para ellos es religión, el sumun del placer; a lo que si le suman el riesgo de ser descubierto, su estimulación se potencia por mil. Tal placer, no significa que a continuación el voyeurista necesite un acto sexual para culminar su rito. Queda ahí.
Es así como el arte también se apropió del voyeurismo para brillar. Especialmente el cine, donde Alfred Hitchcock lo recrea en "La ventana indiscreta" y Pasolini en sus consagradas "El Decamerón" y "Saló o Los 120 días de Sodoma". Como también el gran Fellini en algunos pasajes de sus personajes "La Sarracena" y "La Gradisca". Por su parte, algunos maestros de las acuarelas también pecaron por su inconsciente voyeurista, como Salvador Dalí, quien cristalizó su costado mirón en los cuadros "El gran Masturbador" y "La metamorfosis de Narciso", donde confiesa las grandes orgías que armaba para excitarse. Por su parte, el mismo Picasso, en gran parte de su última obra, regala señoritas mostrando la vulva y los pechos al artista que las contempla desde un costado.
Esta conducta no es una enfermedad, sino sólo una respuesta psíquica a un deseo. Sin embargo para aquellos que lo realizan poniendo en riesgo su vida y la de terceros (como lo hace un exhibicionista o un abusador), existen terapias y medicamentos que ayudan a calmar estos impulsos. Pero son la minoría. Un voyeur de ley, por lo general, se limita a observar encerrado en su raza, en el anonimato, gozando con la fricción lejana y haciendo de su mirada libideinal, un juego de pasiones encontradas. En el campo de su mente, donde entre penumbras, vive el mejor de los sexos.
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