Volver con el ex: los que apuestan a una segunda vuelta
Todos les dicen que son como Morán y Darín, los protagonistas de la película El amor menos pensado. Aunque no la vieron todavía –prefirieron El Ángel, la historia que narra la vida del asesino Robledo Puch– Andrea Spreyer y Roberto Villarruel saben muy bien de qué se trata: pareja de más de 50, con hijos ya grandes, que entra en crisis y decide separarse tras varios años de matrimonio. Pero (siempre hay un pero) después de un tiempo y algunos sinsabores que experimentan llevando adelante una nueva vida de solteros, deciden volver a intentarlo con el ex.
Sacando algunas diferencias (cada relación y ruptura son un mundo aparte), la de Ana (Morán) y Marcos (Darín) parece el calco de la historia de Andrea y Roberto. En 2014, después de 30 años juntos –contando la etapa de novios– y con hijos de 20 y 22 años, eligieron ponerle punto final a la relación. "Decidimos tomarnos un tiempo para ver qué pasaba, nos queríamos mucho pero no nos estábamos llevando bien, estábamos como desencontrados. Yo me quedé en casa y él se alquiló algo temporario. El primer año de la separación nos veíamos, pero después hubo una ruptura total de la pareja. En el medio yo me fui de viaje y cuando volví él me planteó de volver a ser novios sin convivir. Estamos así desde fines de 2015", cuenta Andrea, que trabaja como prosecretaria administrativa en un juzgado.
Si antes volver con el ex significaba "tropezar otra vez con la misma piedra", hoy asistimos a una especie de reivindicación de aquella persona con la que se decidió transitar una parte importante de la vida. "Las segundas vueltas están a la orden del día y los motivos pueden ser muy diversos y subjetivos –sostiene el psicólogo especialista en pareja Sebastián Girona–. Entre las motivaciones de volver a intentarlo con una expareja pueden estar desde los hijos hasta la valoración, a la distancia, de los aspectos positivos del otro. También puede deberse a un fracaso sentimental en la nueva vida postseparación. Muchas veces, atravesar otras relaciones enriquece la perspectiva con la que una persona mira a su ex. Y, además, es habitual que los fracasos en relaciones nuevas inviten a mirar al pasado con cierta nostalgia".
Andrea cuenta que no hubo de parte de los dos nuevas relaciones. "Ninguno estuvo con nadie y creo que eso ayudó a la vuelta –sostiene–. En nuestro caso nos extrañábamos y nos queríamos mucho. La nuestra fue una separación amorosa, para cuidarnos", asegura.
Para la psicoanalista Silvia Ons, autora del libro Amor, locura y violencia en el siglo XXI (Paidós), la actual es una época donde el amor vive permanentemente amenazado y donde las rupturas son más frecuentes que nunca. Y los arrepentimientos, también. "Hay mucha gente que se arrepiente de haberse separado –plantea–. Pero vivimos en una época donde creemos que lo nuevo es lo mejor y en la que se promueve la búsqueda de aventuras. Cambiamos celulares que funcionan por un modelo nuevo porque creemos que es superior. Con las relaciones pasa lo mismo, pero la diferencia es que son personas, no productos".
Para Ons, muchas de las nuevas relaciones no son garantía de felicidad. "En muchos casos los problemas persisten o se arrastran de la relación anterior y en otros surgen nuevos. El caso típico es el del hombre que busca una pareja más joven que quiere tener hijos y él no porque ya posó por ese proceso. Cuando las nuevas relaciones no funcionan se empieza a añorar al ex. Si se conservan los lazos de cariño, que son los que perduran, entonces se puede dar un escenario propicio para volver. En muchos casos ni siquiera se tiene muy en claro qué fue lo que hizo que la pareja se separe. A veces es solo el tedio de la convivencia".
Eso fue lo que pasó con Andrea y Roberto. "Nuestra separación tuvo más que ver con el hartazgo de la convivencia que con otra cosa. Yo estaba cansada de sostener la organización familiar. Después de 27 años me cansé de los horarios, de pensar qué íbamos a comer. Por eso, cuando cada uno tuvo su espacio, todo se calmó. En la semana cada uno hace su vida y los fines de semana y las vacaciones los pasamos juntos. Mi casa sigue siendo la casa familiar. Pero acá no tiene ni una camisa. Yo ocupé todos los placares y hasta redecoré la habitación."
En el caso de Laura Duberti, de 47, y Diego Hoyos, de 50, hubo dos separaciones y dos reencuentros. La primera vez que se pusieron de novios eran adolescentes, acaso, muy chicos para que la relación prosperara. "Fue mi primer novio, yo tenía 15 y él 18. Salimos un año y 4 meses, una eternidad a esa edad. Nos peleamos porque éramos chicos. A él no le gustaba salir mucho, no iba a bailar y lo único que quería era jugar y mirar fútbol. Y sigue siendo así", relata Laura, que trabaja en el Poder Judicial.
Años después ella conoció al padre de sus hijas y se mudó con él a Estados Unidos. Pero siempre mantuvo el contacto con Diego, que se había hecho muy amigo de sus hermanos. "Al tiempo me separé del papá de mis hijas y volví a Buenos Aires, y con Diego retomamos la relación. Yo siempre me acordé bien de él. Pero duramos un año y nos separamos. Él no había convivido con nadie y yo venía con dos nenas chiquitas que estaban conmigo siempre porque el padre no vivía acá. Nos separó el destiempo de pasar de golpe a una familia; él no estaba acostumbrado a vivir con nadie y yo venía con el paquete completo. Era mucho para los dos y le dije que lo mejor era cortar".
Pero, tal como sucedió la primera vez, el contacto jamás se cortó. "Nos extrañábamos mucho, nos mandábamos mensajes y yo sentía que había tomado una decisión abrupta, que me había apurado –reconoce–. Volvimos a intentarlo pero con otro acuerdo y mayor compromiso: él se mudó conmigo y mis hijas y fue un aprendizaje para todos. Diego tuvo que adaptarse a horarios nuevos: él iba al gimnasio a la noche y para mí la noche era la hora de la cena y quería que estuviera en casa. Fue una negociación de ambos: él se adaptó a mi vida y yo cedí en algunas cosas. Por ejemplo, ya no me quejo que vea fútbol todo el tiempo".
Sin heridos que lamentar
Para hacer posible una segunda vuelta, los especialistas aseguran que lo fundamental es que ninguno de los dos haya salido herido (al menos no de gravedad) de la ruptura. Y evitar, dentro de lo posible, el famoso pase de facturas tan típico de estos regresos. Aunque está claro que es imposible empezar de cero, hay que tener en cuenta que es un nuevo comienzo. No se trata de hacer "borrón y cuenta nueva", sino de analizar lo que se hizo mal para modificarlo y conservar aquello que funcionaba bien y que por lo general es lo que motiva a los ex a volver a intentarlo.
"Una segunda vuelta necesariamente demandará reinventar la relación teniendo en cuenta que la primera versión no terminó de funcionar, pero reconociendo que no todo en esa primera etapa fue malo –plantea Girona, autor del libro ¡No te aguanto más!–. Desde este punto de vista, una segunda vuelta debería ser una versión mejorada de la anterior conservando lo que funcionaba y cambiando lo que le hacía mal al vínculo".
En este sentido, agrega Girona, la pareja necesitará revisar en qué cosas fallaron y poder pensar si las pueden cambiar o si son estructurales de las personalidades de esa pareja. "Hoy se sabe que las parejas tienen problemas que tienen solución y problemas que no se pueden solucionar. Dentro de estos últimos por supuesto hay desde cuestiones superficiales hasta graves".
Ons, por su parte, sostiene que se trata de un recomenzar. "Tiene un poco de las dos cosas: nunca se entra de la misma manera al mismo río. Está lo anterior, pero con la diferencia de haber experimentado nuevas sensaciones, relaciones, experiencias. Las segundas vueltas tienen ese halo de ser un amor más valorado porque han tomado la decisión de volver a elegirse. Y cuando te volvés a elegir, esa relación está fortalecida. Además, ya no está la fantasía de que el otro de afuera es mejor".
Pero las vueltas no solo se dan en parejas que pasan los 40. También son frecuentes entre las más jóvenes, como la de Facundo Ramos Bruschini y Sol Daian, que empezaron a salir a los 15 y ahora, a los veintipico, volvieron a intentarlo esta vez más en serio. "Nos conocimos de chicos, en una matiné y estuvimos más de 2 años juntos. Era una linda relación, y éramos supercompañeros pero muy chicos. En el ultimo año de secundaria, antes de que ella se fuera de viaje de egresados, nos peleamos. Le dije: ‘Doy un paso al costado’ para que no se sintiera atada a mi. No bien lo dije me arrepentí", reconoce Toto, como lo llaman sus amigos.
En los tres años que estuvieron separados, los dos tomaron caminos diferentes. Él se puso de novio y ella no tuvo relaciones serias pero salía y se divertía. "Cuando terminé la relación que tenía, hace 9 meses, la fui a buscar a Sol, completamente decidido –cuenta–.Yo sentí que no quería conocer otra cosa, la extrañaba mucho, tenía muy lindos recuerdos de nuestra relación. Me equivoqué al dejarla porque lo que dejé era algo que estaba buenísimo".
Según Facundo, el tiempo que estuvieron separados les sirvió para crecer y madurar. "Hubo mucha charla en el medio, y también miedo de probar y que otra vez no funcione. Estamos en una edad en la que construís para largo plazo, pero al mismo tiempo mis amigos están solteros y es como que sentís que estás en otra sintonía. Pero yo sabía que si la invitaba a salir de nuevo era para estar de novios, en serio".
Sin dudas, una de las cosas que más cuestan y que generan mayores problemas en la nueva/vieja pareja está relacionada con las historias que hubo entre la ruptura y la reconciliación. Con quiénes salieron ese tiempo. "Hay un montón de roces: qué hiciste esos años, intentar restablecer la confianza... Cuesta un poco pero nosotros elegimos ver la parte positiva, que es ‘te fuiste pero volviste’", destaca Facundo, que agrega que hay cosas que es mejor guardarse para uno.
Aun así, los que deciden volver luchan con las presiones propias y del entorno –sobre todo cuando hay hijos– para que esta vez sí funcione y varios prejuicios, entre ellos, el que manda que las segundas partes nunca son buenas. Algo que Girona desmiente, pero dejando en claro que las segundas oportunidades, cuando se trata de una relación amorosa, suelen ser más trabajosas. "Se puede tener una segunda vuelta exitosa, pero es mucho más difícil que cuando dos personas empiezan por primera vez –advierte–. Además de tener la tarea de reinventar la relación, el vínculo ya no tendrá el enamoramiento como viento de cola y eso puede llegar a demandar mayor esfuerzo a sus integrantes para que la relación esta vez funcione".
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