Cuando Nicolás Marin (20) bucea en los recuerdos de su infancia, no hay ningún hilo especial que lo una a los océanos. Excepto por su temprana pasión por todo aquello que contemplaba a través de la pantalla del televisor en National Geographic o Animal Planet. Criado en la localidad de San Miguel, en la zona nordeste de la provincia de Buenos Aires, Nicolás siempre fue un chico curioso e inquieto.
"Me quedaba horas mirando esos canales y el sueño de llegar a trabajar en algo relacionado a la naturaleza siempre estuvo en mi cabeza. No sabía bien de qué se trataba ese mundo, creía que era algo a lo que solo determinadas personas podían acceder y que, por arte de magia, tenían, además, la suerte de nadar con tiburones, viajar y estudiar a las especies marinas".
Fue jugador de tenis y tuvo la oportunidad de participar tanto en torneos locales como internacionales. Sin dudas se destacaba en el deporte pero, en su interior, él sentía que su camino estaba, de alguna manera, ligado al mar. Mientras cursaba los últimos años de la escuela secundaria y todos se preguntaban qué sería de su futuro laboral, Nicolás decidió que necesitaba ampliar sus conocimientos y formarse en lo que realmente le interesara. Así se anotó en diferentes cursos que ofrecían las universidades: publicidad, fotografía, arte, marketing, redacción y muchos otros certificados pronto comenzaron a abultar la formación académica del joven.
Cuando finalizó sus estudios secundarios, trabajó en diferentes agencias de publicidad pero no duró mucho. Tenía sed de aventura. "En la escuela donde estudié había una cartelera virtual donde se publicaban oportunidades de trabajo. Un día, después de estar tres meses sin encontrar un trabajo que me hiciera sentir contento, vi un aviso de una ONG estadounidense que buscaba un fotógrafo que, además, pudiera administrar las redes sociales de una organización de buceo y conservación de los mares en la isla Cozumel, en México. ¡Era mi chance! Mandé mi CV y quedé seleccionado. No lo podía creer".
Destino de vida
Pasajes en mano, Nicolás se sumergió en la aventura. Cuando llegó finalmente al lugar, la realidad le hizo comprender que iba a necesitar paciencia para adaptarse a su nueva realidad. "Al principio no entendía nada. Me costaba saber qué era lo que decían, pero con el correr de las semanas me fui adaptando. Había estudiado seis años inglés y en la práctica, no era nada parecido a lo que había aprendido. Es muy distinto hablar que estudiarlo".
La experiencia era enriquecedora de principio a fin. Nicolás trabajaba entre biólogos, científicos y profesores que compartían con él sus conocimientos y amor por el océano. Y así, con humildad, Nicolás empezó a sumergirse en el mundo subacuático, estudiando todos los días, escuchando y aprendiendo. Así logró sus primeras certificaciones de buceo y se fue ganando un lugar en el mundo del océano.
De la mano de la ONG, realizó inmersiones como buzo. Era la primera vez en la vida que lo intentaba. "Cuando respiré la primera vez bajo el agua no lo podía creer, fue una sensación que creo que deberíamos experimentar todos por lo menos una vez en la vida".
Bajo el mar también tuvo oportunidad de vivir el encuentro más impactante que jamás podría haber imaginado. Fue en una expedición para estudiar tiburones ballena. "Estar frente a un tiburón de 12 metros de largo, te hace sentir diminuto. Esa boca, su cola majestuosa. Fue una sensación de adrenalina increíble que no voy a olvidar nunca. También realice buceos nocturnos y pude fotografiar pulpos camuflándose entre los corales. Pero claramente el tiburón ballena marco mi vida, tanto que me lo tatué".
Un trabajo que habla
Con el correr de los meses el trabajo de Nicolás como fotógrafo pronto se hizo conocido. "Gustaban tanto las imágenes que una marca de España vio mi material y se ofreció para ser mi sponsor: ellos me dieron todo el equipo de buceo completo y me apoyaron para que siga promoviendo el cuidado y conservación del océano. El océano es nuestra casa, el %80 del oxígeno que respiramos proviene de ahí, necesitamos cuidarlo. Si se deteriora el océano, también se deterioran nuestras vidas. 9 millones de toneladas de plásticos terminan en el océano año tras año. Y entendí que tenía que tomar acción por que nadie lo iba a hacer por mi".
Así comprendió que debía extender su trabajo más allá de la comunicación en redes sociales y buscar que los otros también se involucraran. Organizó limpiezas de playas y comenzó a idear diferentes proyectos para concientizar sobre la problemática dela basura y los plásticos en los océanos.
Con esa idea en mente, el verano pasado dio forma a un desafío #1BottleCigarette, que tuvo repercusión en todo el mundo. "Este challenge proponía e incentivaba juntar una botella de colillas de cigarrillos por día de playa. Es alarmante: una sola contamina hasta 70 litros de agua, trasladado a escala masiva, es un desastre. Gente de todo el mundo recolectaba su botella llena de colillas y subía sus fotos a las redes. Sigo pensando ideas y proyectos para seguir promoviendo la conciencia y que todos entendamos que la naturaleza tiene la respuesta a todo. Si dañamos nuestros ecosistemas y al planeta, también nos estamos dañando a nosotros mismos como humanos".
Compartí tu experiencia
Si viviste alguna experiencia que mejoró tu bienestar y calidad de vida (puede ser médica, alimenticia, deportiva, un viaje, sentimental, profesional o de otra índole), y querés compartirla en esta columna, escribí a bienestarlanacion@gmail.com
Más notas de Bienestar
Más leídas de Lifestyle
No fallan. Los siete trucos de un neurólogo para fortalecer y cuidar la memoria
Fin del misterio. La ciencia reveló dónde se encuentra el centro del universo
“Era un viejito ciego y sordo”. Recibió un pedido de ayuda para un animal atrapado en una alcantarilla y estaba por darse por vencida hasta que escuchó un ladrido
En fotos. Todos los invitados a la boda de Taina Laurino y Georgie Neuss en la Basílica del Santísimo Sacramento