“Vivo postergando todo”: los tres motivos principales que fomentan la procrastinación y cómo evitarla
Existen ciertos patrones comunes que influyen en la tendencia de algunas personas a retrasar ciertas actividades
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“El lunes empiezo la dieta”; “El mes próximo arranco en el gimnasio”; “La semana que viene lo llamo”. ¿Sos de postergar o posponer actividades? Hoy quiero invitarte a reflexionar sobre la procrastinación. ¿Por qué motivos retrasamos muchas de las cosas que sabemos que necesitamos o que deseamos llevar a cabo?
1. Baja de deseo
En primer lugar, por una disminución en el deseo. En el fondo, la persona procrastinadora no tiene un deseo intenso y suficiente como para lograr ese objetivo. Tal vez, por la presión externa o porque ella misma se autoimpone que “debe hacerlo”.
Lo cierto es que, internamente, no tiene deseos de accionar. Aquí, es fundamental revisar lo que en verdad queremos lograr y preguntarnos: “¿Realmente deseo y anhelo esto?”.
2. Falta de orden
El segundo factor que puede conducirnos a procrastinar es la falta de organización. El cerebro humano ama el orden. Cuando este órgano complejo y maravilloso visualiza un plan, un cierto orden, disminuye el nivel de ansiedad. La única tarea del cerebro es buscar la supervivencia y comprobar que no exista ningún peligro. Por esa razón, cuando hay desorden o caos, lo que lee es “¡peligro!”. Como resultado, se activa la ansiedad en nosotros y pasamos a estar en guardia.
Lo ideal es fijar pequeños pasos para lograr algo. Es decir, elaborar un plan detallado. Tener lo que se conoce como “el doble pensar”.
Se descubrió que la gente que visualiza solamente lo que quiere lograr, a menudo termina fracasando. Pero, si frente a una meta, podemos mencionar dos beneficios que obtendremos al alcanzarla y también dos obstáculos que podemos llegar a encontrar en el trayecto, y meditamos cuidadosamente sobre ambos aspectos de la realidad, nos fortaleceremos para su concreción.
3. Miedo al error
Y, por último, procrastinamos por miedo a equivocarnos. Es decir, para evitar poner en juego la propia estima. La persona piensa en su fuero interno: “¿Y si me equivoco? ¿Y si me va mal?”. Es por ello que decide postergar y evitar a toda costa una actividad.
Para dejar de procrastinar y ser gente que logra todo aquello que se propone, necesitamos tomarnos el tiempo para elaborar pequeños pasos a seguir. Es decir, planificar, pero teniendo en cuenta tanto los “pro” (las ventajas a obtener de aquello que anhelamos) como los “contra” (las desventajas o posibles dificultades) de realizar una determinada acción.
¡No nos quedemos a mitad de camino!
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