"Ya está, volví a esta casa que me hace tan feliz", se dijo Lucrecia Pedernera Bartolucci cuando aterrizó en el aeropuerto de Florencia, capital de la región de Toscana. Hacía años que soñaba con el tan ansiado reencuentro con un país al que había amado desde su infancia, incluso antes de conocerlo.
El arribo, sin embargo, fue muy diferente a lo que jamás hubiera imaginado: Lucre no había llegado sola; junto a ella caminaba su pareja, Federico, quien llevaba en brazos a León, el hijito en común de poco más de un año. Al observar el cuadro, la joven argentina no pudo más que emocionarse y experimentar una mezcla entre alegría y temor. En definitiva, había sumado a un amor y a un hijo inesperado a su aventura, algo que significaba que los riesgos serían otros: ahora era su familia la que estaba en juego.
"Yo ya sé que encontrar otro lugar querido en el mundo e irse, es vivir una vida `bígama´ para siempre, con dos corazones. Amás a tu patria de nacimiento y amás a tu patria de adopción, si te quedás, extrañás para siempre a tu familia y amigos, si te volvés, extrañás a la familia que te hiciste en la nueva tierra", reflexiona emocionada.
Hacia un destino inesperado: Toscana
Lucrecia nació en Naschel, un pueblo de 4 mil habitantes de San Luis, pero su imaginación solía vagar por los rincones de la bella Italia. Con una familia materna oriunda de aquel país, había crecido con historias relacionadas que alimentaron su curiosidad durante varios años. Cuando en el 2009 su tesis de arquitectura fue seleccionada para participar de un seminario internacional en Roma, sus padres le dieron luz verde para volar hacia el lugar de sus sueños:
"Con la capital italiana fue amor a primera vista, sentí que ya conocía ese lugar de antes. A su vez, visité la casa de mis bisnonos, un impacto fuerte. Todo me hizo clic y en 2010 me postulé a un máster con el objetivo de volverme un tiempo a Italia. Quedé seleccionada y estudié en Roma por casi un año y medio. Fue una de las mejores épocas de mi vida: forjé hermandades que duran hasta hoy, conocí muchísimos lugares del país. Volví a la Argentina con ganas de ver a los míos, pero con el corazón dividido", cuenta Lucrecia, quien posee un magíster en arquitectura bioecológica y tecnologías sustentables para el ambiente.
Entonces llegó el amor, profundo, fuerte, y muy sincero. Cuando en el 2017 conoció a Federico, Lucre de inmediato le confesó que su objetivo era volver a vivir a Italia. Él, que tenía la ciudadanía, le dijo que quizás la acompañaba por un tiempo: "Entonces, de sorpresa, llegó León y atrasó un poco los planes", sonríe.
Su idea era viajar a Roma y quedarse a vivir en la casa de una amiga hasta conseguir trabajo, pero luego de algunos currículums enviados, a Lucrecia le respondieron de un par de estudios y recibió una oferta concreta en la ciudad de Lucca, Toscana."¿Una pequeña ciudad en Toscana?", cuestionó Fede, con miedo a que resulte casi como irse a un pueblo, reduciendo sus oportunidades laborales. Pero las dudas se disiparon al comprender lo afortunados que eran: a Lucca llegarían con casa y uno de los dos trabajos resueltos.
La despedida con la familia fue dura, en especial para los padres de Lucrecia, que habían padecido la distancia en su propia historia familiar, y porque alejaban a León, tan pequeño, de su día a día. Toscana, sin embargo, aguardaba para cumplir el sueño de la joven argentina, feliz de compartirlo con su nueva familia.
Formas de ser de un pueblo amurallado
Poco antes de que el mundo despertara siendo otro, Lucrecia amaneció junto a los suyos por primera vez en Lucca, una pequeña ciudad de 90 mil habitantes, y de arquitectura y atmósfera señorial. La joven comenzó a trabajar a los tres días y León a asistir a un jardín maternal a la semana. Para Federico, el desafío fue mayor: debía aprender un nuevo idioma en un país que no conocía, para luego aventurarse en la odisea de conseguir trabajo de su profesión de periodista.
Con el pasar de las semanas, y siempre atenta a las construcciones, la argentina pronto se interesó por su casco histórico totalmente amurallado, que supo transformarse en un parque público donde los habitantes hacen ejercicio o pasean: "Sobre la muralla renacentista se encuentra el lugar más distendido: el parque. ¡Es increíble y todo un simbolismo!, afirma. "Los lucchesi son personas muy amables, muy correctas, pero algo cerradas. Algunos dicen que el hecho de crecer dentro de una muralla los ha hecho así, tan parcos. Como arquitecta, creo que el urbanismo influye muchísimo en el carácter de las personas. Pero también nos han dicho que una vez que entrás en la sociedad, te ofrecen todo. Lo cierto es que nosotros hemos logrado romper muchas barreras y nos han ayudado muchísimo. Es una comunidad que cree mucho en el valor de la palabra", observa. "Una de las cosas extrañas es que la muralla rodea 4 km de ciudad, pero ellos llaman Lucca sólo al interior de la muralla, si vivís en un barrio por fuera te dicen: hoy voy a ir a la ciudad", ríe.
Cuando las semanas se transformaron en meses, otros hábitos y costumbres captaron la atención de la arquitecta. En el día a día, comprendió que en su nueva comunidad se manejaba un poder adquisitivo en su mayoría medio alto, un factor diferencial y que se alejaba del ambiente que había vivido en Roma: "Sin embargo, hay costumbres que no coinciden con la atmósfera señorial: ¡Manejan tremendo, muy mal! La gente dobla en cualquier dirección, se arman largas filas de autos, pero, eso sí, nadie toca bocina".
"Otro contraste que nos llamó la atención es que la ciudad de Lucca tiene dos eventos internacionales de los que nunca había escuchado hablar: el Lucca Summer Festival, que dura un mes y en el que han participado artistas como Los Rolling Stones o Elton John. Este año iban a participar Paul McCartney y Celine Dion; el otro es el Lucca Comics and Games: se supone que es el segundo evento de comics y cosplay más importante del mundo después de Japón. Se realiza los primeros días de noviembre y suelen llegar hasta 400 mil turistas; creo tal vez son eventos muy grandes para una ciudad tan chica".
La clave para trabajar, hacer amigos y sumar calidad de vida en Toscana
A los seis meses de trabajar jornada completa en el estudio que la había convocado, Lucrecia decidió cambiar a otro que le permitía asistir medio tiempo y desarrollar trabajos independientes para su primer contratante. En su actividad, tuvo que aprender reglamentos constructivos totalmente diferentes, algo que la hizo sentir en desventaja con los locales, aunque sus colegas siempre estuvieron dispuestos a ayudarla. Su pareja, por otro lado, encontró su camino tras mucha dedicación, deseos de adaptación y esfuerzo:
"Oportunidades laborales no nos faltaron. En el caso de Fede, lo primero que hizo fue tomar un curso de italiano y ahora, en contexto de pandemia, trabaja en una empresa de delivery", continúa Lucrecia. "A su vez, se sumó al equipo local de rugby para conocer gente: ¡es uno el que se tiene que abrir al ser nuevo en una pequeña ciudad! En mayo le ofrecieron sumarse como entrenador de dos categorías infantiles y en agosto lo llamaron desde un diario digital local y le ofrecieron sumarse como periodista encargado de la sección de deportes. Somos muy afortunados, pero también nos hemos movido mucho enviando currículums y conociendo gente: es importante la búsqueda permanente y mostrarse dinámico y disponible".
Una de los mejores impactos en relación a la calidad de vida llegó de la mano de la seguridad. De vivir en un paisaje enrejado naturalizado, la pareja pasó a hacerlo en un hogar sin rejas ni alarma, y con puerta de vidrio de ingreso. Todo en un entorno muy limpio y verde atravesado por numerosas ciclovías.
"Pero también es una ciudad costosa en relación a tasas y servicios, el transporte público es caro y no es tan bueno, no llega a todas las zonas con altas frecuencias, así que sin vehículo puede ser complicado moverse", observa Lucrecia. "Hacer amistades, por otro lado, es un poco más complejo que en Argentina. Están a disposición y te escriben para ver cómo estás, pero es difícil que te inviten a tomar algo o juntarse a comer. Aun así, en mi trabajo me sumaron como si me conocieran desde siempre y al segundo día ya me habían dejado una llave en la casilla de correo para que me manejara sola. Acá vive gente que confía en las personas".
"Por otro lado, hallamos un grupo de argentinos en Toscana, donde nos han ayudado muchísimo; encontramos gente viviendo en Lucca que hasta nos buscaron en su auto y nos llevaron a hacer trámites, y con quienes ya nos hemos juntado a comer un par de asados. Los argentinos por el mundo mantienen nuestra esencia solidaria, para nosotros ha sido genial encontrarlos. En definitiva, la calidad humana de esta ciudad es excelente".
Reencuentros anhelados y aprendizajes de la amada Italia
Para Lucrecia, Federico y León, los tan ansiados abrazos del reencuentro quedaron suspendidos hasta un nuevo aviso de un planeta en ebullición. La ilusión se transformó en un golpe duro al extremo; el mundo, que antes parecía abarcable y cercano, de pronto pareció desmembrase, alejarse y crear nuevas distancias antes invisibles.
"Los domingos se siente muchísimo la ausencia de la familia y los amigos, los asados, las mateadas. Sé lo que se experimenta cuando aterrizás en Ezeiza y te sellan el pasaporte de ingreso con un `bienvenida a casa´, como me sucedió anteriormente. Son cosas chicas, pero que impactan un montón cuando estás lejos. Nuestros planes incluían un viaje al año a la Argentina, pero la pandemia está cambiando todo y posiblemente no podamos viajar para Navidad y eso también empieza a pesar".
Hoy, a sus 36 años, Lucrecia se siente orgullosa y agradecida: ella no tiene un solo lugar en el mundo, sino dos. Así lo vivió desde pequeña y así decidió transitar su vida, convencida de que no debemos ahogar los sueños y que, si los grandes amores se unen al camino, no hay que renunciar: se puede andar juntos.
"Y en esta travesía en la incomparable región de Toscana estoy aprendiendo a ganar mi espacio y perder el miedo a ser extranjera. Porque, a veces, siento que no tengo los mismos derechos que alguien que nació acá, pero eso es algo que está en mi cabeza porque jamás me lo hicieron sentir así, por el contrario", asegura. "También estamos aprendiendo a resolver todo solos y con un nene chiquito, que se vuelve más trabajoso, antes contábamos con ayuda de nuestros padres y hermanos, y ahora ya no se puede, por suerte siempre están como apoyo moral al 100%. De a poco, también estoy aprendiendo a conocer el sistema educativo, el sistema económico, las leyes. Cosas que en tu país las aprendes en el día a día, acá tengo que sentarme a analizarlas y leerlas".
"Y tengo que aprender, aún no encuentro cómo, a criar un niño bilingüe, en casa hablamos en español y en la escuela me dicen que esté tranquila, que el idioma local lo va a aprender ahí, con sus compañeros, pero a veces pienso que quizás deberíamos hablar todos el mismo idioma, aunque no quiero que pierda el argentino ni nuestras tradiciones….. ese es un miedo, no poder transmitirle la argentinidad".
"Por último, estoy aprendiendo a vivir con una familia y amigos de manera virtual, con una melancolía permanente, con ganas de poder abrazar y tocar a los tuyos, sabiendo que es una sensación que nos va a acompañar siempre, pero convencida de que tomamos la mejor decisión para los tres, y que hay más ganancia que pérdida en el hecho de tener dos patrias", concluye conmovida.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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