En épocas donde Brasil se hallaba lejos de sus pensamientos, Carlos Muiños no se sentía reconocido. Nadie dudaba de que su desempeño fuera sobresaliente, pero, aun así, frenaron su promoción. Le decían que a sus veintidós años pretender tanto era una ilusión. Y, tal vez, estuvieran en lo cierto; quizás debía agachar la cabeza, ser más paciente y dejar pasar un poco más de agua bajo el puente. Sin embargo, una tensión inexplicable comenzó a crecer en su interior dejando entrever un futuro que lo envolvió en una angustia densa.
Dos años pasaron y, entre una democracia esperanzadora, los estudios y nuevos desafíos, el joven fantaseó con un 1984 prometedor. Pero la angustia, impertinente, permanecía estática: "Trabajaba en el Banco Roberts, en Buenos Aires, y no me sentía feliz", recuerda hoy pensativo. "Quería algo que me diera estabilidad económica y, a su vez, ansiaba ser reconocido y crecer".
A una velocidad incontrolable, el deseo de Carlos por expandir su mundo y sus posibilidades evidenció otro interrogante: ¿Y si existían otros caminos para su futuro soñado? Con sus sentidos orientados hacia horizontes alternativos, nuevas puertas comenzaron a dibujarse en su realidad.
Fue a sus veinticuatro años, que el argentino nacido en Avellaneda y criado en Lanús, recibió una oferta para trabajar en San Pablo, Brasil: "Invité a un amigo, Daniel Gracia, para que me acompañe en la aventura, pero no quiso", cuenta sonriente. "Mi familia, por otro lado, no tomó muy en serio la propuesta".
Anhelante de otra vida y absolutamente convencido de que los tiempos venideros debían transformarse en grandes años de crecimiento personal y laboral, Carlos sorprendió a su entorno con una acción definitiva: en febrero de 1984, Buenos Aires lo vio partir y San Pablo le dio la bienvenida.
Los primeros impactos y trabajar en San Pablo, Brasil
Arribó una semana antes del feriado de carnaval. ¡Vaya recibimiento! Carlos apenas podía comunicarse, cuando se encontró festejando en el interior del Estado de San Pablo, encandilado por la celebración, y abrumado por los esfuerzos de la adaptación y del nuevo idioma.
Durante los primeros meses la sensación de ser turista parecía no querer abandonarlo. Al argentino le costaba comprender que había llegado allí para quedarse indefinidamente y pelear a la par de todos para ganarse la vida. "Fui muy bien tratado desde el primer día, con calidez, incluso en mi trabajo, que era temporario. Durante algunos meses fui rotando de empleos y aceptaba lo que fuera mientras tramitaba los papeles. Lo insólito es que en tres meses pasé por cuatro empresas, que siempre mejoraban mi sueldo. Esa experiencia inicial me impactó muchísimo de manera positiva", revela Carlos, quien en un comienzo se desempeñó en el área de procesamiento de datos.
Entre su empleo y la adrenalina de lo nuevo, las semanas transcurrieron aceleradas: la inmensidad, el movimiento y la explosión arquitectónica y poblacional de San Pablo emergieron asombrosos para un joven dispuesto a absorberlo todo: "Ya pasado el primer año, las diferencias culturales con la Argentina me resultaron evidentes. A pesar de encontrarme con una comunidad muy hospitalaria y que recibe con mucho calor al turista, también hallé a una sociedad que tiene poca costumbre familiar: mientras nosotros, los argentinos, nos gustan las reuniones y fiestas familiares, ellos se entusiasman más con los amigos o viajando y, personalmente, me impactó".
"Por otro lado, y como amante de los libros, la historia y la música clásica universal, en Brasil encontré a un país cuya cultura está basada en el carnaval, el deporte, y su música popular (MPB). En este suelo aprendí a apreciar lo literaria que es Buenos Aires y el conocimiento que su población tiene sobre arte. En San Pablo se ve poca lectura, no se acostumbra a hablar de ella y, por fuera de lo más popular, se venera a grandes músicos contemporáneos locales, como Adoniran Barbosa, Ary Barroso, Noel Rosa o Vinicuis de Moraes".
Con sus documentos en regla, Carlos trabajó fuerte por los siguientes cuatro años, tiempos en los cuales ascendió vertiginosamente hasta alcanzar el cargo de gerente comercial en una empresa de ingeniería: "Me descubrí feliz en Brasil, trabajando de lo que me gustaba y, por sobre todo, recibiendo el reconocimiento de lo que consideraba justo".
Antes de cumplir los treinta, y tal como había ambicionado, el argentino creó su propia empresa relacionada a la construcción civil y posteriormente a los servicios, en donde se desarrolló como consultor comercial y de sistemas de gestión de calidad (ISO 9000), y como Auditor Leader, realizando trabajos para diferentes reparticiones públicas, incluyendo a la policía civil del Estado de San Pablo.
Los años laborales fluyeron colmados de esfuerzo hasta el 2017, cuando decidió poner punto final a una etapa tan significativa de su vida y navegar por aguas más calmas.
Calidad de vida, calidad humana en una sociedad fragmentada
A pesar de vivir en un país de contrastes y tan familiarizado con la desigualdad, Carlos guarda palabras maravillosas en relación a la calidad de vida, pero sobre todo humana, que le brindó su experiencia. Sin embargo, lejos está de ver todo color de rosas, aunque reconoce que su país adoptivo fue capaz de mirar más allá de las etiquetas curriculares desde un comienzo, probándole que existen numerosas oportunidades para aquel que busca sus éxitos de forma honesta.
"Pero más allá de lo positivo, las desigualdades no son un tema menor. Estoy casado con una profesora que enseña en la escuela pública y se ven las deficiencias, principalmente de orden estructural y de falta de incentivos para realizar cursos o especializaciones. La seguridad, por otro lado, es una cuestión delicada, aunque considero que en otros países el crecimiento de la delincuencia fue bastante mayor. No existe la falta de empleo, existe un aumento del crimen para atender vicios y una carencia de mano de obra", explica. "En cuanto a la salud, las fallas - como en todas partes del mundo- las padecen los barrios vulnerables. Tengo dos hijos de mi mujer y una nuera que son médicos, y ellos refuerzan y comparten el pensamiento de que el modelo de salud argentino es más eficiente", continúa.
Fue así que, en un marco latinoamericano caracterizado por las sociedades fragmentadas, y atento a otras necesidades del alma, Carlos comenzó a experimentar nuevas emociones y anhelos alejados de su impulso natural juvenil de crecer en lo económico y profesional:
"Esa sensación de deber cumplido en la vida queda inconclusa si no hacemos algo en beneficio de aquellos que se encuentran en una situación vulnerable", reflexiona. "Por ello, le di punto final a mi empresa para trabajar como voluntario junto a mi esposa, que es el motor principal en este trayecto. Mi mujer da clases de apoyo en los barrios de bajos recursos y yo dicto español a niños y adolescentes, así como portugués para extranjeros. Es una labor que llena el alma", continúa el hombre de 60 años, quien en su juventud se recibió de traductor e intérprete, tiene título de profesor, y hoy se encuentra finalizando sus estudios como traductor literario, así como la licenciatura en Letras.
Regresos y aprendizajes
En cada reencuentro con la Argentina, Carlos observa a su país desde una nueva perspectiva. Al conocer sus virtudes y su gente, a veces siente nostalgia de lo que no fue, un dolor provocado por todo aquello que su patria podría haber hecho mejor, y una alegría entremezclada con sabor amargo al reconocer, una y otra vez, ciertas características tan argentinas, y que hace al país único y diferente.
"Tenemos una cultura inmensa, el ciudadano argentino es cálido, es amigo", afirma. "Pero muchas veces llegué y me fui triste. Con la familia y los amigos me sorprendo cada día, creo conocerlos, pero la falta de convivencia nos transforma en extraños conocidos. Nos hablamos en grupos de redes sociales, pero ya no es lo mismo", se conmueve.
Más de treinta y seis años han pasado desde que Carlos dejó Buenos Aires y su querido barrio de Lanús de la infancia. Aún hoy recuerda con orgullo al joven que solía ser, siempre dispuesto a remover cualquier techo impuesto por terceros, y que osara poner algún freno a sus sueños e ilusiones: "A pesar de ser muy joven, no estaba dispuesto a dejar pasar el tiempo ni a sentirme discriminado por la edad. Para mí, el criterio debe estar medido por las cualidades reales, no por las etiquetas".
"Con mi experiencia comprendí que los lugares que dejé atrás ya no son los mismos a los que vuelvo. En el caso de la Argentina, me duele ver la pérdida de tanta cultura y que se hayan desperdiciado generaciones. Me duele darme cuenta cómo la politización saludable se fue desvirtuando y la intolerancia pasó a tener una importancia mayor. Cuando llegué a Brasil solían decirme: `Me gustan los argentinos porque están politizados, porque pelean por sus ideas´. Siempre lo entendí como algo positivo, y a lo largo de los años me valoraron en lo profesional por mi origen y porque somos vistos como personas luchadoras y de trabajo, asociadas a esa influencia europea de sufrimiento que traemos a cuestas. Esta imagen me ayudó en algunos aspectos y me molestó en otros, sin embargo, ahora siento que el país que dejé cambió totalmente de forma y estilo. Y acá, en Brasil, percibo que esa fama del argentino luchador se fue diluyendo con el tiempo".
"Sin dudas, mi experiencia de vida me enseñó hasta qué punto Argentina y Brasil, a pesar de ser países hermanos y cercanos, están alejados en cultura y costumbres, algo que siento que me ha enriquecido de maneras impensadas. Hoy puedo decir que soy argentino de nacimiento y brasilero por adopción. Soy un afortunado, amo a mis dos países con el alma", concluye emocionado.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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