Ante ella, la capital italiana emergió magnífica. En cada rincón, Romina Lazzaro podía percibir la atmósfera de una urbe impregnada de una innegable energía exhalada por los pintorescos callejones, los barrios típicos, las antiquísimas plazas engalanadas por exquisitas fuentes y monumentos, y las impresionantes ruinas justo allí, en el centro de la ciudad. Caminar por Roma era como explorar un museo a cielo abierto, un verdadero privilegio.
Aquella vez, en el año 2012, había sido su primera vez. La conquistó en un viaje de amigos por Europa y el impacto fue lo suficientemente significativo como para grabar en ella una emoción inigualable. Se había maravillado con otros paisajes, sí, pero en ningún lugar había sentido lo que sintió por Roma.
Regresó a Buenos Aires pensativa, movilizada, algo en su interior había cambiado. De pronto, en ella surgió un deseo irrefrenable por saber cómo sería vivir en otro lugar del mundo, conocer otra cultura en profundidad y desenvolverse en un nuevo idioma. En un comienzo, sin embargo, tuvo sus vacilaciones y permitió que su anhelo ingresara en forma sutil, aun así, este creció incansable hasta transformarse en una certeza inamovible. "Y el destino era Roma, sin dudas: por mis raíces y por lo que provocó en mi corazón. Por otro lado, mientras estudiaba pasaba mis horas soñando con ser guía de turismo de algún sitio signado por la historia", cuenta la joven, que por entonces se encontraba promediando la carrera de Derecho.
Tomar la determinación no resultó sencillo. Y cuando lo logró, a sus amigos y familiares les dijo que iría a probar suerte; que, al fin y al cabo, cuando alguien se va jamás sabe si lo hará por un mes, dos años o para siempre. A pesar de ello, estimó que serían tres meses, aunque su entorno más íntimo no le creyó del todo, sus amigos conocían su espíritu libre y sospechaban que por otras tierras Romina podría desplegarlo mejor.
"Creo que se necesita mucho coraje para desarraigarse", reflexiona hoy, luego de tantos años lejos, "Siento que es necesario hacerse de armas, las que sean, como para que esas emociones tan intensas que te invaden al dejar tu tierra te permitan despegar y sentir algo de seguridad al llegar a tu destino, donde hay que empezar de cero. Recuerdo que sentí nervios, alegría, como si me fuera tirar de un trampolín altísimo a nadar por el océano hasta llegar al viejo continente".
Parte de las armas de Romina eran su familia y su pasaporte italiano, heredado del padre. Tenía parientes en un pueblito en la región de Abruzzo, un pequeño rincón a 160 kilómetros de su meta, allí arribó esperanzada y permaneció por un período de cinco meses que le permitió calmar sus emociones aceleradas, comenzar a intimar con el aire italiano y vivir una transición amigable hacia su nuevo hogar.
A Roma llegó en octubre del 2014, en un día inolvidable que marcaría el inicio de un nuevo camino hacia su tan ansiado sueño.
Nuevo hogar, nuevos hábitos
Al pisar Roma aquel privilegio que había sentido en el año 2012 regresó potente. Amante de la historia, Romina ahora tendría el honor de poder verla y sentirla en primera persona cada día, indefinidamente. En los inicios se instaló en un hostel y emprendió una búsqueda laboral incansable; al poco tiempo consiguió trabajo como promotora de tours, lo que le permitió trasladarse a un piso compartido.
Las semanas fluyeron con rapidez y Romina continuaba sumida en un estado de puro asombro. En su nuevo hogar todo la fascinaba, desde las construcciones antiguas que nunca parecían dejar de surgir, hasta el ritmo cotidiano de los habitantes romanos, tan acelerado y caótico. "El desayuno en las calles es muy llamativo, es el momento en donde se inicia la jornada y puede observarse a una enorme cantidad de personas paradas en los bares tomando un café y comiendo una factura parados, a gran velocidad. ¡Todo es tan rápido que te revolean el café y el vuelto! Puede sonar a mala educación, hasta que te habituás a verlo día a día y se torna natural. Ahora cuando visito otros lugares los tiempos normales me parecen hasta lentos", admite entre risas.
Romina no solo había elegido Roma por la sensación que le provocaba en su alma, sino también por ser amplia, lo suficientemente grande como para no extrañar ni un poco el pulso de su ciudad natal. En aquella antigua metrópoli no tardó en descubrir un sinfín de actividades culturales, de restaurantes, propuestas nocturnas variadas – aunque en horarios muy diferentes a los de Buenos Aires, ya que todo comienza después del trabajo y termina a más tardar a las dos de la mañana - y muy poca tranquilidad. "Si uno busca calma este no será precisamente el lugar indicado", señala.
Asimismo, en la gran Roma halló a una comunidad muy orgullosa de sus tradiciones y costumbres, en donde sin cuestionamientos la gastronomía se llevaba el podio. Le impactó que la podía oler, escuchar, degustar y mirar en cada barrio, en cada conversación y en tantos canales del zapping televisivo; de pronto comenzó a sentir que todo era comida, comida y más comida.
"Acá hay excelentes opciones gastronómicas de todas las regiones italianas e incluso del mundo y, sin embargo, la romana es extensísima. Cada zona italiana cree tener `lo mejor del mundo´ en su especialidad. Por ejemplo, en Roma, la pasta a la carbonara. Y cuando planifican sus vacaciones eligen vuelo, hotel y lo tercero fundamental es el restaurante. A mí me da risa que ni hayan llegado y lo que más les importe sea eso. Son de paladar muy exigente por lo que hacen toda una investigación y el sitio mejor puntuado será el elegido. ¡Sucede que desean saber cómo será el lugar donde van a alimentarse! Están acostumbrados a comer tan bien, que en otro destino puede ser un sufrimiento si no resulta bueno. Ahora, luego de años viviendo acá, lo comprendo y me sucede igual. En cualquier rincón, el que sea, son expertos del arte culinario. Ojo, acá se come bien con poco porque lo que hay es calidad en materia prima".
Calidad de vida, calidad humana
Luego de algunos años de vender tours, Romina logró incorporarse con éxito en el ámbito del turismo capitalino. Afianzada en su nueva tierra decidió dar un paso más y estudiar para guía, a fin de obtener un título que la habilitara a emplearse en el área sin trabas. Fue así que un buen día, colmada de orgullo, logró cumplir el gran sueño con el que fantaseaba en Buenos Aires: hoy se desempeña como guía de turismo en el Coliseo y el Vaticano, lugares en donde entremezcla su amor por la historia y por la capital italiana, con su apertura latina e interés por estar en contacto con otras personas de habla hispana.
"La calidad de vida en Roma es buena siempre y cuando uno amplíe sus horizontes y elija permanecer en modo espectador durante los primeros tiempos. Es decir, en actitud de observar al nuevo entorno sin comparar, para aprender de él y comprenderlo como algo diferente, no mejor o peor; es ahí cuando uno empieza, de a poco, a sentirse como en casa. Solo sucede cuando uno se abre y acepta a la nueva cultura con ganas de sentirla como propia, considero que es la única manera de encajar", opina sonriente.
"Y a nivel amistad los romanos suelen estar entre ellos; preservan los grupos de amigos de toda la vida, aquellos que tal vez perduran desde la secundaria", continúa "No son cerrados con mala intención y están dispuestos a incorporar nuevas amistades, pero cuesta y depende mucho de la propia actitud y ganas de integrarse.Por otro lado, suelen querer tener la razón como sea, ¡en especial en lo culinario! Muchos de mis amigos vienen del sur de Italia, donde son más dados".
Regresos y aprendizajes
En cada vuelta a la Argentina, Romina pone a prueba emociones que tantas veces simulan estar adormecidas. Al tocar suelo porteño comprende que hay vínculos en la vida que en algún momento fueron importantes, pero que resultaron ser pasajeros, y otros destinados a permanecer. "Es muy normal regresar al país natal y preguntarse: ¿de dónde soy?, sin muchas respuestas. Entonces queda entregarse al presente y disfrutar de los afectos que siempre están, que te quieren de verdad", dice conmovida.
Casi seis años han pasado desde su partida y hoy, a sus 38, Romina Lazzaro siente que su historia es la historia de un alma libre, que lejos de conformarse con proseguir una línea de vida predecible, decidió atender aquel llamado que emergía, una y otra vez, por aquellos tiempos en los que su mente vagaba en las aulas de abogacía.
Ella tenía un sueño que contemplaba lejano: podía visualizarse allí, en la impresionante Roma, narrando su historia a otros adultos deseosos por conocer un poco más de la deslumbrante ciudad. Por un largo período creyó que se trataba de una fantasía difícil de concretar. Pero, ¿por qué no animarse?, se preguntó un día. Y con aquel interrogante llegó la gran enseñanza: sin importar cuán lejos estemos de él, para cumplir un sueño hay que tomar coraje y dar un primer paso que nos acerque; los que sigan serán más sencillos de efectuar.
"Para mí, Roma significa un aprendizaje constante. Considero que el hecho de haber sido una atenta espectadora fue esencial, es una actitud que te permite escuchar y observar mejor todo el escenario para estudiar y comprender ciertos aspectos sociales en los que diferimos. De esta manera logré amar a esta maravillosa ciudad y sentirme parte. Pero como sucede en todas las historias, siempre depende de quién te lo relate. Cuando llega alguien que es muy arraigado, con un carácter muy rígido y apegado a su origen, cuesta adaptarse. Cuesta porque este país ya tiene su carácter. Al no querer imponer mis hábitos y costumbres, siento que aprendí a asimilar y aceptar a esta cultura como parte de otro capítulo dentro de mi vida; pude transformarlo en una nueva vida", concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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