En un atardecer inolvidable, los sabores, aromas, melodías y paisajes soberbios encontraron un camino directo al corazón de Paolo y alteraron sus sentidos de un modo inexplicable para su razón. Portugal lo había enamorado irremediablemente y ya no había vuelta atrás. "Es ahora o nunca", pensó para sus adentros y así, con tan simples palabras, le dio inicio a un viaje diferencial que lo llevaría a un tiempo extraordinario de su vida.
Venía de Ituzaingo, Corrientes, y ya había tenido la fortuna de viajar por decenas de países alrededor del mundo. En ellos, Paolo supo apreciar la belleza de la diversidad y las culturas de un Planeta Tierra siempre sorprendente y, sin embargo, nunca antes había sentido semejante disparo al corazón. En suelo portugués la gran pregunta llegó espontánea: ¿Cómo sería mi vida si viviera aquí? Y, a partir de ese instante, su imaginación solo pudo proyectar. Por entonces, tenía 41 años. Era tiempo de dejar de soñar y actuar.
"Mi abuelo materno era de origen brasilero y me había enseñado portugués desde pequeño", cuenta Paolo,"Nunca lo perdí, y aunque nunca me había `servido´ para nada a nivel laboral, creo que fue eso mismo lo que me permitió sentirme local desde el primer día".
Eufórico. Así vivió cada uno de sus días antes de partir. Pero también hubo algo de miedo, que pudo superar con la ayuda de su madre, quien lo acompañó en cada paso y lo "empujó" cada vez surgía alguna sombra de duda con efecto paralizante.
A Portugal llegó feliz.
El nuevo hogar
Si bien existían un sinfín de rincones que le habían resultado fascinantes, el romance de Paolo era con Algarve, una región al sur conformada por 441.469 habitantes con el centro neurálgico en Faro, su capital. "Es el Caribe de Europa", explica efusivo, "Prácticamente no hay invierno y las playas son espectaculares. Miles de ingleses y franceses vienen a pasar sus vacaciones aquí. Es algo impactante que en temporada alta haya más ingleses que portugueses. Ahora con el brexit no sé qué pasará".
A diferencia de Lisboa, en donde percibió un ritmo de vida un tanto más frenético y caótico, Paolo encontró en Algarve un lugar tranquilo, con un aire calmo de mediterráneo, sin tantas preocupaciones. Una costa de buen paladar, con platos centrados en los pescados (el bacalao a la portuguesa es su especialidad) y en donde en las zonas del interior podía comer como en la Argentina: mucha carne y productos del campo.
De esta forma, y a pesar de las distancias y ciertas diferencias evidentes, Paolo descubrió en Portugal una tierra con tradiciones semejantes a su país natal en numerosos aspectos. "La zona rural del Alentejo es como si estuvieras en Entre Ríos", describe, "El mismo paisaje y tradiciones gauchas. Por otro lado, lo considero un país único como el nuestro. A pesar de ser chico como la provincia de Corrientes, logra reunir todo tipo de paisajes, todos espectaculares y con ciudades bellísimas y antiguas tradiciones centenarias. Los castillos medievales por doquier son una maravilla".
Vínculos, costumbres y calidad de vida
Para Paolo, socializar resultó sencillo por su entusiasmo y el manejo del idioma, aunque describe al portugués como una persona tranquila, donde se refleja cierta timidez, "tal vez debido a 50 años de dictadura que afectó profundamente su carácter", reflexiona con seriedad, "En cambio los jóvenes, gracias al roce con sus pares europeos, son más abiertos, aunque no llegan a serlo tanto como los españoles. Y en cuanto a las discusiones que nos suelen acalorar a los argentinos, en Portugal noté que se habla poco de política y muchísimo de fútbol. Los canales de televisión se la pasan haciendo debates sobre fútbol y la rivalidad Cristiano Ronaldo- Messi", continúa entre risas.
Sin embargo, lo primero que le maravilló a Paolo a su llegada fue el "fado", su música local, declarada patrimonio mundial por la UNESCO. "Refleja el alma del portugués", dice al respecto, "Alma como nuestro tango. Música melancólica y calma. Lo que me lleva a reflexionar que el hombre portugués es bastante frío con sus parejas. No se ven muchos abrazos ni gente besándose. Se avergüenzan un poco de mostrarse efusivos. Y percibo que la mujer de acá desearía recibir mayores demostraciones de afecto. Por eso creo que los que venimos de afuera, y somos menos tímidos, tenemos más facilidades en las conquistas. Ellas notan enseguida la diferencia y les agrada".
Con el transcurso de las estaciones, Paolo pudo observar otros comportamientos llamativos, entre ellos, el hecho de que el portugués fuera generalmente friolento, a pesar del clima cálido. "La verdad es que es gracioso vernos a mí y a los ingleses que viven acá en la playa y los portugueses vestidos como si estuviéramos en el polo sur. Solo en verano llenan las costas y puede observarse a los extranjeros locales ya todos bronceados", se ríe.
En la cotidianidad, Paolo halló en Portugal a un país con una excelente calidad de vida, conformado por una sociedad tolerante, amable, educada, respetuosa y limpia. "Por eso actualmente es uno de los países que está de moda a nivel europeo y mundial. Es uno de los más seguros del mundo, con una delincuencia inexistente y prácticamente no tiene desocupación. En la zona donde vivo falta mano de obra", agrega Paolo, quien trabaja en una empresa de turismo y sueña con traer a muchos argentinos de vacaciones para mostrarles que la península ibérica es hermosa en su totalidad, no solo del lado español.
Regresos y aprendizajes
Paolo vuelve a su tierra natal todos los años. Para él, son momentos intensos y muy emocionales. Cada regreso significa mucho más que el reencuentro con sus costumbres correntinas, asados y charlas interminables con amigos. Allí vive su hija, a quien extraña más que a nadie y siempre anhela con volver a ver. "Vive con su madre y me derrito cuando regreso y puedo estar con ella. Quiero que crezca un poco más para que venga a visitarme seguido", afirma emocionado.
Entre la felicidad y la añoranza, Paolo siente que ha tomado una de las mejores decisiones. Es consciente de que en la existencia de cada uno los caminos se bifurcan y que toda elección trae consigo pérdidas y ganancias, pero que deberíamos siempre tratar de vivir de la manera más plena posible, y transmitir con el ejemplo que en la vida no hay que renunciar a los sueños.
Hoy, en su destino inesperado y rodeado de extranjeros, él aprende día a día un poco más acerca de lo que significa el hecho de que todos seamos habitantes de un mismo mundo, más allá de las fronteras. "Aquí la vida me enseña que podemos ser todos diferentes, pero que si hay espíritu de equipo somos capaces de remar para el mismo lado y con mucha solidaridad, sin egoísmos ni discriminaciones", concluye.
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Destinos inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com .
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