Gente viviendo en la calle, vacas sueltas, monos y cuervos revolviendo basura, personas con incontables arrugas en sus rostros y niños pidiendo limosna; ruidos y más ruidos, todo, en una atmósfera impregnada de olores muy fuertes, que llegaron hasta su paladar.
El primer impacto fue intenso, inolvidable. Raúl Pastorini no había llegado a la India en busca de una aventura, un cambio, o una revelación espiritual. Racional y alejado de pensamientos introspectivos, aquellas tierras lo habían recibido por trabajo y, sin embargo, el golpe inicial interpeló sus cinco sentidos en una imagen difícil de olvidar.
Aquella fue la primera de muchas visitas. Poco a poco, la frecuencia de sus viajes acostumbró su mirada hasta que supo encontrar en los peculiares paisajes del país asiático cierta normalidad. Y fue aquella misma regularidad la que trajo consigo una realidad: no podía alejarse tanto de su familia, pero estaba comprometido en el desarrollo de un prominente negocio. Lo mejor sería traer a su mujer y a sus hijos a vivir a la India.
Un viaje junto a su mujer, Justina: ¿Le gustaría la India?
Hacía más de doce años que Raúl viajaba a la India con constancia. Antes de tomar la determinación había recibido varias ofertas para mudarse, que no aceptaba por diversas razones. Su familia y amigos estaban acostumbrados a sus travesías, pero fue un proyecto en particular, y que requería una mayor presencia, el que decretó que era tiempo de asumir la necesidad de un cambio.
"Cuando lo contamos, junto a mi mujer, nadie se sorprendió, aunque sí hubo tristeza. De todos modos, el proyecto por el cual nos mudábamos a la India tenía un tiempo definido de unos cuatro años", asegura Raúl, quien forma parte de una PYME argentina que produce harina de arveja, y arveja texturizada, ambos muy consumidos en la India. "La idea, desde el comienzo, constó en dejar bien asentadas las bases de la empresa y las relaciones con nuestros clientes".
En el pasado, el argentino se había desempeñado tanto en el sector público como privado de la India, por lo que ya estaba muy acostumbrado a la idiosincrasia del país. Su mujer, por otro lado, lo había acompañado en uno de sus viajes cuando aún no tenían hijos. Justina, lejos de la racionalidad de su marido, observó a aquel lejano país con fascinación y halló en su futuro nuevo hogar un destino que les abría la posibilidad de enriquecerse y aprender a vivir de otro modo el día a día.
"Por suerte le gustó, de lo contrario no se hubiera podido concretar el proyecto de abrir la oficina acá", sonríe Raúl.
Comer muchos asados, ver a River y la magia del avión: Una aventura hacia la India
Antes de instalarse junto a Justina y sus dos hijos, que hoy tienen 2 y 4 años, Raúl viajó por dos meses para buscar una oficina, un departamento en donde vivir y jardín de infantes. Luego regresó a la Argentina para emprender juntos la gran odisea.
Los días previos a la despedida final fueron largos y emotivos. Los amigos y la familia estuvieron siempre presentes, y trataron de disfrutar de la mayor cantidad de asados, ir a la cancha a ver a River y realizar actividades que estarían vedadas por los próximos años. "También tuvimos que ocuparnos de vender el auto, alquilar nuestra casa, entre otros trámites", agrega. "Por otro lado, fue duro sacar a nuestro hijo mayor del jardín y separarlo de sus amigos".
Por fortuna, tuvieron un vuelo ameno. Fueron más de 30 horas de viaje, que sus hijos disfrutaron con su alegría infantil, maravillados por la magia del avión. La India los esperaba y estaban listos para la aventura.
Vacas sagradas, Sadhus, numerosos zapatos, una comida extrema y mucha lluvia
Bombay emergió caótica, tal como se solía presentar ante Raúl en sus viajes hacia aquella ciudad altamente poblada en la costa oeste de la India. Aquella urbe de más de 18 millones de habitantes los recibió con su icónica Puerta de la India, construida en 1924, y el sinfín de colores, aromas densos y un impresionante desorden en el tránsito: "Dentro de la ciudad nosotros vivimos en un barrio muy lindo, moderno y limpio para los cánones indios", sonríe el argentino.
Las calles de Bombay, tan extrañas para un nuevo visitante, a él le resultaban familiares. Justina, por otro lado, se dejó envolver una vez más por las rarezas de una tierra exótica para una mirada occidental: vacas sagradas- símbolo de vida y veneradas por su leche – por doquier, puntos rojos en varias frentes porque allí se ubica el sexto chacra (Bindi para las mujeres, Tilaka para los hombres), monjes llamados Sadhus, siempre en movimiento para mantener el cuerpo alerta, que renuncian a todas sus posesiones materiales para hallar "los verdaderos valores de la vida" (la gente y las tiendas les regalan la comida, viajan gratis en los transportes públicos e incluso pueden fumar marihuana), y los incontables pares de zapatos – prohibidos para ingresar a los templos- en una postal increíble, entre otras imágenes singulares. Aunque, tal vez, lo más llamativo y complejo de incorporar haya sido el hecho de que decir que "sí" se transmita con el movimiento de cabeza hacia los costados, que en el occidente significa "no".
"Lo que me sigue costando mucho es la comida, ¡tan picante! No logro asimilarlo. En eso, mi mujer es mucho más tolerante que yo, ¡le encanta!", exclama Raúl. "Otro tema a tener en cuenta es el clima. Acá llueve entre cinco y seis meses al año. Los famosos monzones. En temporada húmeda llueve un promedio de más de 10 a 15 horas diarias, cada día, entre fines de abril y octubre. El tráfico es algo también difícil de sobrellevar. Para hacer tan solo 15 o 20 km se demora más de dos horas en viajar. El mal estado de las rutas y calles, más la cantidad de autos, motos, camiones, animales y rickshaws, hacen que se pierda mucho tiempo".
Las dos indias, la calidad humana y las travesías enriquecedoras
Las semanas transcurrieron intensas para la familia Pastorini, aunque desde el primer día se sintieron muy bien recibidos. Su barrio, exclusivo en relación a lo habitual de aquel país, les proporcionó una buena calidad de vida desde el comienzo.
"En nuestro caso, nuestros hijos van al jardín de infantes de un colegio internacional. Mi oficina está ubicada en un edificio de vanguardia y tenemos shoppings, restaurantes y cines a pocas cuadras de casa. La India también tiene su costado muy moderno".
"En relación a la calidad humana nuestra experiencia es excelente", asegura Raúl. "Acá hay muchos expatriados de diversas nacionalidades. Si bien nos hicimos muchos amigos indios, también los tenemos de Argelia, Bélgica e Inglaterra, entre otros orígenes. Estamos seguros de que vamos a seguir en contacto cuando regresemos a Buenos Aires. Asimismo, conocimos tres matrimonios de Argentina que viven a pocas cuadras de casa. Cada cual trabaja en distintos rubros y logramos un vínculo estrecho de amistad. Es una suerte, porque tanto acá como en Nueva Delhi o cualquier otra ciudad, no hay muchos argentinos radicados".
"Los fines de semana siempre intentamos hacer algo distinto: a veces vamos al club de polo de Mumbai a andar a caballo. Otras, a alguna playa. También vamos a visitar cuevas antiguas y fuertes abandonados, que tienen miles de años de historia", continúa. "En relación a las actividades durante las fiestas, acá la Navidad no se festeja, pero sí el festival de las luces, Diwali, muy atractivo".
Las riquezas de la India: mucho más que meditación y hacer yoga
Un año y casi tres meses han pasado desde que Raúl Pastorini dejó Buenos Aires para vivir en la India junto a su familia. Sin planes de regreso hasta el 2023 o 2024, hoy la tecnología es su mayor aliada para acortar las distancias y aminorar la añoranza en fechas especiales como los cumpleaños. El Covid, por otro lado, mantiene en suspenso la posibilidad de recibir cualquier visita.
Al repasar su estrecho lazo con el vasto país que durante la última década y media se transformó en una tierra cotidiana, Raúl comprende las diferencias que existen entre los seres humanos a la hora de tomar la decisión de emigrar y aventurarse al mundo. A sus 42 años, él se considera un ser racional tras la búsqueda de concretar un objetivo.
"Si hay algo que aprendí es a tener más paciencia. La verdad es que no es fácil hacer negocios con los indios. Y peor aún en un año atípico como este. Haber transitado la pandemia del Covid lejos de nuestra gente y fuera del país fue bastante duro. Por suerte, la gente del Consulado argentino en Mumbai siempre nos contuvo".
"Yo vine a India a concretar un proyecto. No soy una persona muy introspectiva. Esa es una gran diferencia que tengo con mi mujer. Para mí estos años son `de paso´, con lo cual, por ejemplo, no considero a la casa donde vivimos como algo muy personal. Yo vine acá con una meta a cumplir y luego quiero regresar a continuar con mi vida en Argentina".
"Por el contrario, mi esposa Justina quiere vivir el presente, el `aquí y ahora´ de otro modo y la India es un país conocido por invitar a transitar ese camino. Ella sí está más abierta a nuevas experiencias y vivencias. Sin embargo, me gustaría poder transmitir que la India es mucho más que meditar y hacer yoga. Acá se puede tener un estilo de vida muy lindo, muy bueno. India tiene el quinto PBI del mundo, hay riqueza, hay tecnología. Hay mucho más que lo típico por lo cual esta nación es conocida, y brinda espacio a búsquedas como las mías. Los seres humanos somos todos distintos, ahí radica nuestra fortuna. La India les abre la puerta a todos", concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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