Quiso estudiar arqueología en Grecia, una tierra que la transformó para siempre...
- 10 minutos de lectura'
María Eugenia Francisco tenía 23 cuando llegó a Grecia por primera vez. Durante dos años había ahorrado para alcanzar el tan anhelado sueño de conocer aquel suelo enigmático y caminar rodeada de más de tres milenios de historia. Para muchos, la travesía era una locura: había decidido viajar sola por un mes, un acto valiente y que, sin saberlo, le cambiaría la vida.
La joven siempre había querido estudiar arqueología del Mediterráneo. Fascinada con Egipto y Roma desde su infancia, en aquellas vacaciones del 2008 el país situado en el sur de la península balcánica hizo su entrada triunfal para enamorarla y acercarle una revelación: quería vivir en Grecia.
A su querida Buenos Aires regresó transformada. Las cuatro semanas griegas habían traído consigo una intensidad jamás vivida y despertado en ella emociones que ni sabía que poseía. Convencida de su nuevo propósito, Eugenia exploró sus posibilidades y descubrió que podía postularse para una beca, aunque no se ilusionó.
Un mes más tarde llegó el llamado de la embajada de Grecia en Argentina que dejó a todos, incluida a Eugenia, desconcertados. Había ganado: "Tuve diez días para hacer las valijas. ¡Imagínense el shock para mis padres y hermanos! Algunos no estuvieron muy de acuerdo con mi decisión, pero me acompañaron en mi sueño".
El Ministerio de Relaciones Exteriores le había otorgado una beca completa a fin de aprender griego por un año, para luego continuar en la Universidad Aristóteles de Tesalónica para estudiar Arqueología e Historia del Arte. Eugenia llegó como la única argentina ganadora de la beca y, con el correr de los años, se transformó en la única arqueóloga argentina graduada en Grecia: "Mi familia estaba orgullosa. Les fue muy difícil aceptar que me fuera tan de golpe, pero mi felicidad era la suya. Mis amigos me apoyaron siempre".
Eugenia irradiaba alegría, sabía que estaba tomando la mejor decisión de su vida. Sin embargo, el miedo y la tristeza arribaron inevitables. Jamás olvidará el llanto compartido en Ezeiza y los interrogantes que la asaltaron al momento de abordar: ¿Y si fracasaba? ¿Y si se sentía demasiado sola? ¿Y si algo sucedía y no podía manejar la adversidad? ¿Sería capaz de enfrentar el desafío? Grecia la aguardaba para probar su espíritu y afianzar su personalidad.
El mismo café por tres horas y otros primeros impactos
En un comienzo todo se sintió extraño. La gente parecía rara y ella se encontró desencajada, aprendiendo intensivamente el idioma y comparando todo lo que no le agradaba de su nuevo hogar con lo mejor de la Argentina:"Pero es normal, es la nostalgia. Y cuando los primeros problemas surgen se te viene a la mente lo fáciles que son a veces las cosas en Buenos Aires, hasta que te das cuenta de que empezaste a idealizar".
Pero con el transcurso de las semanas otra Tesalónica emergió ante una joven ávida por explorar. Pronto descubrió en ella a una ciudad con mucha juventud, dinámica, bohemia, impregnada de cultura e historia. Rodeada de parques y bosques, Eugenia comenzó a disfrutar de su aire de mar en el golfo Termaico, y, como futura estudiante de arqueología, sintió el impacto fascinante de poder vivir y caminar entre los monumentos y las ruinas que formaban parte de su carrera.
"La universidad más grande de Grecia está en esta ciudad, que es la segunda en importancia después de Atenas", observa la argentina, quien llegó en octubre del 2009. "Y desde la costanera, en un día claro, se puede divisar la silueta y hasta los picos nevados del Monte Olimpo. Es segura, tranquila y, a la vez, caótica, desordenada y no muy limpia, pero la vida en Tesalónica es maravillosa", continúa sonriente.
"Podés encontrar arquitectura moderna, de la pre y post guerra, y bajo tierra, las ruinas de la Tesalónica bizantina del siglo IV d.C. También iglesias bizantinas que son un Patrimonio Cultural de la Humanidad declarado por la Unesco; una acrópolis y murallas que fueron intervenidas en distintas épocas desde la dominación romana a la otomana en el siglo XV, cuando los griegos sucumbieron ante los turcos otomanos tras la caída de Constantinopla".
Con el año de griego transcurrido y el comienzo de la carrera, ya nada se sintió extraño. Entre amigos y dedicación a su estudio, Eugenia se halló disfrutando de aquellas actividades que en un comienzo le resultaron encantadoras, pero a las que no estaba acostumbrada.
"Los griegos, por ejemplo, aman el café y se pueden sentar tres horas con la misma taza, aunque ya esté frío, o derretido (porque el preferido sin dudas es el frappé: café, hielo y un poco de leche). Es una de sus actividades favoritas y la suelen hacer todos los días. Depende de a qué cafetería vayas, vas a ver a la gente súper producida a las cuatro de la tarde. No son como en Buenos Aires, en Grecia las hay de todos los gustos y tipos, y es común que sean lugares muy cool, con música de moda a todo volumen. Las charlas interminables alrededor de un café es una de las costumbres más lindas que tienen los griegos, es parte de su filosofía. Viven con intensidad cada momento, lo disfrutan, lo saborean, no se apuran, viven el aquí y ahora".
"Lo negativo es la burocracia. En los últimos años comenzó a cambiar lentamente, pero aventurarse a una oficina pública griega es un desafío. Son ineficientes, te suelen dar información distinta cada día, los horarios son cortos y el trato es malo", asegura. "Y a algunos griegos no les gusta apegarse mucho a las reglas, lo que puede volver todo un poco caótico, en especial en relación al tránsito. También me acuerdo cuando establecieron la prohibición de fumar en espacios cerrados y poca gente la respetaba, a pesar de las multas. Los bares seguían dejando los ceniceros en las mesas para atraer a los clientes".
Calidad de vida en un lugar del mundo para ser feliz
Allí, en una ciudad cuya rareza se había desvanecido, Eugenia se descubrió feliz. Jamás había experimentado sabores tan deliciosos, ni conocido personas más cálidas, amables, gentiles y divertidas. Podía percibir el privilegio de vivir parte de su juventud en uno de los lugares más atractivos para quien busca momentos compartidos y una vida social increíble. Aun así, promediando su carrera, la joven comenzó a experimentar dificultades económicas en extremo complejas.
"En Grecia no hay muchas oportunidades, ni siquiera para gente que estudió en el país y habla el idioma", confiesa. "Todavía se está recuperando de la terrible crisis que vivió en la última década. Lo que sí es cierto es que, si estás solo o en pareja, y tenés un ingreso digno, podés vivir bien. Alquilar es barato, al igual que la comida y la ropa. Asimismo, hay entretenimiento gratis o a muy bajo costo. Lo más caro es la nafta y los peajes".
"Sin embargo, considero que hablar de calidad de vida es relativo a lo que buscamos. Personalmente, considero que en Tesalónica es muy buena: hay aire puro, comida saludable, vida tranquila, tiempo para el esparcimiento, paisajes hermosos, un índice de delincuencia bajísimo, y gente increíble y solidaria. Voy a seguir insistiendo siempre que Grecia, a pesar de todo, es uno de los mejores lugares del mundo para vivir y ser feliz".
Partidas, regresos, y Londres con una calidad de vida en duda
Tras seis años, Eugenia le dijo hasta pronto a Grecia. Allí, en la tierra que hoy añora cada día, la situación laboral y económica resultó ser un desafío por demás complejo, y buscó nuevos rumbos y oportunidades en Londres, una ciudad que admira en varios aspectos y que le brindó un buen trabajo que supo conquistar luego de un gran esfuerzo.
Sin embargo, la mujer argentina extraña la tierra meridional fascinante y se descubre demorando con cada café, ante la mirada acelerada de los londinenses, que no parecen comprender su anhelo de charlas interminables:
"Yo encajo en los países mediterráneos, pero lo cierto es que, pasada una edad, hay otros factores que entran en juego y uno tiene que ser un poco más realista. Aun así, no siento que la calidad de vida sea buena en Londres, más allá de que con los años uno pueda comprarse la casa y el auto, y prever el futuro. La visión sobre un destino se ve afectada por la experiencia personal y el carácter. A mí Londres me genera estrés, siento que vivo para trabajar. La comida es muy mala (procesada y congelada), y el clima adverso hace que el estado de ánimo sea a veces un poco oscuro. Igualmente, lo que ayuda mucho es que todo funcione para que sea más fácil lograr un objetivo, a diferencia de países como Argentina o Grecia".
"Con Argentina, en cambio, entablé una nueva relación que incluye regresos donde todo es pura ansiedad, nostalgia y felicidad. El día anterior al viaje no puedo dormir, así que a mi llegada duermo doce horas de un saque. Es muy fuerte el impacto emocional, aunque predomina la felicidad".
"Pero descubrí que, a veces, uno cree que tu familia y tus amigos te cuentan todo, pero lo cierto es que, por alguna razón, siempre omiten información. A veces son tonterías, pero otras veces son cosas que para uno son importantes y le hubiese gustado saberlas antes. Con el embarazo de mi mejor amiga, por ejemplo, comprendí hasta qué punto iba a perderme de los momentos más importantes de la vida de mis amigos o mi familia, pero son elecciones que uno hace. Fue muy complicado asumir esto: si uno lo eligió, hay que bancar la decisión".
Ser parte de un todo y otros aprendizajes de una tierra mítica
Allá, en unas vacaciones griegas del 2008, los sueños de María Eugenia cobraron vida. En el camino hacia su existencia transformada se reveló llena de coraje, capaz de enfrentar la soledad, los duros contratiempos, y lo suficientemente tenaz para convertirse en una arqueóloga afortunada al poder sentir el suelo que estudiaba bajo sus pies.
"Vivir en el exterior, sea el país que sea, te cambia para siempre. Primero porque es un desafío salir de tu universo conocido, en mi caso aprender un nuevo idioma para estudiar e insertarse en una sociedad distinta a la que te criaste. Aprendés a aceptar que las diferencias están bien; incorporás nuevos hábitos y dejás manías y costumbres que no te pertenecen en tu esencia, que venís arrastrando de tu país".
“Vivir en Grecia me obsequió la oportunidad de intimar con personas que en mi vida hubiera imaginado conocer, algunas con historias de vida terribles, como mis amigos de Irak o Afganistán, que me hicieron ver las cosas de otra manera. Te abrís a un mundo distinto, rico, vasto, lleno de tantos matices. Te sentís parte de un todo, más grande que la nacionalidad con la que naciste o te criaste, sin renegar de ella, claro. Te hacés más valiente, más resiliente. Valorás incluso algunas cosas de tu país que antes no veías. Te encontrás con partes de tu personalidad que no sabías que tenías. Sobre todo, aprendés a valerte por vos mismo, y que es posible encontrar las respuestas y las soluciones dentro tuyo. Nunca dejás de aprender”, concluye la argentina de 38 años, que imagina que tal vez pueda en un futuro cercano volver a vivir en Grecia, la tierra que la enamoró para siempre con su clima, su vida cotidiana, su gente inmensamente amigable, y que le permite caminar sobre más de tres mil años de historia.
*
Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
Más notas de Destinos inesperados
Más leídas de Lifestyle
Secreto de jardín. El fertilizante ideal para hacer crecer las plantas en tiempo récord: se prepara en casa y es barato
Para considerar. El alimento que un cardiólogo recomendó no incluir jamás en el desayuno
Superalimento. La semilla que regula el azúcar en sangre, reduce el estrés y ayuda a dormir mejor
“Nunca dejó de ser un nazi”. La historia desconocida detrás de la detención de Erich Priebke: un pintor belga y una confesión inesperada