¿Debía quedarse en la Argentina o volar hacia el sueño de un futuro mejor? En la vida, tantas veces compleja y extraña, arriban instancias en donde el camino se bifurca, el cuerpo y la mente se paralizan, y avanzar parece imposible. En ese momento, ante la visualización de los dos senderos, un hecho queda claro: elegir significa perder aquello otro que se deja ir.
Envuelta en sus pensamientos, Karina Rasic sentía que no quería perder. Nadie quiere perder. Sin embargo, ella sí anhelaba vivir una vida que no estuviera detenida, ni alejada de la libertad y sumida en la resignación, entonces, sabía que la pérdida era inevitable. "¿Es el sacrificio algo siempre meritorio? ¿No puede acaso transformarse en un nido de culpas y rencores que se perpetúan de generación en generación? ¿Qué mensaje quiero transmitirles a mis hijos en esta vida?", se preguntaba la mujer argentina. Sin dudas, tomar la decisión de dejar su tierra natal, separarse por un tiempo indefinido de sus hijos e irse a vivir a Francia fue lo más duro que tuvo que enfrentar y, aun así, una voz le clamaba: "Querés hijos que siempre sean capaces de luchar por su felicidad. Las enseñanzas se predican con el ejemplo".
Karina anhelaba con todo su corazón llevarlos con ella, brindarles una mejor calidad de vida, pero las contrapartes no se lo permitieron. Padre, mandatos, la sociedad, y la ley, simplemente no acordaron con su parecer. "Como madre y mujer siempre hay que sacrificarse y resignar. Está muy mal visto no hacerlo, corresponde que te quedes. De lo contrario, sos una madre abandónica", le dijeron.
"Tomé la decisión de irme cuando me enamoré de un francés que vivió muchos años en Argentina. Nos casamos y acordamos vivir en su país. Le dije que sí inmediatamente porque lo sentí en mi corazón. Mi familia y amigos no estaban de acuerdo, aunque conocen mi apuesta al amor, mi espíritu libre y mis decisiones arriesgadas. No hay que tener miedo, aunque cambiar de vida nunca es algo fácil de hacer, y menos si tenés que partir sin tus hijos", revela.
"Mi lema siempre fue `la vida es corta´, así como `todo pasa´. Por eso pude tomar esta determinación fundamental. Cuando subí al avión lo hice convencida de que la vida pone las cosas en su lugar. Lo más duro para mí no fue emigrar, sino luchar contra los prejuicios de mi país, y una justicia arcaica y lenta".
Ante su decisión, Karina experimentó una alegría inmensa provocada por la maravillosa oportunidad que emergía ante ella, pero una profunda angustia porque dejaba a sus hijos, que siempre habían vivido a su lado: "Hoy sufro mucho por el menor, de 6 años, porque mi hija de 16 ya casi termina el secundario y me enorgullece su dedicación a los estudios y su madurez".
"No es común que una mujer argentina decida irse `sola´, menos si tiene hijos. Es simplemente desalentada legalmente y un proceso judicial lleva años. ¿Cuántos años debo esperar para ser feliz, tener calidad de vida, o tener un buen trabajo a mis 50?", manifiesta pensativa Karina, licenciada en Finanzas (NYU). "Siento que si un hombre contara esta historia sería visto como ese ser libre y canchero. Y si perdió contacto con su familia, pero luego quiere recuperar el vínculo, se ve natural. Distinto es cuando una mujer decide irse porque se enamora, o porque le ofrecen un gran puesto. Ante la justicia es vista como una madre abandónica".
Contra todos los prejuicios, Karina voló igual. Nadie le iba a imponer dónde vivir, ni cómo debía vivir y ser feliz, menos en la era de las comunicaciones. Pisó suelo europeo no sin antes prometerse luchar para que un buen día sus dos hijos, en especial el más pequeño, pudieran seguirla. Con aquella convicción llegó a su nuevo hogar en Sanary-sur-Mer, en la Costa Azul de Francia.
Costa Azul: Un pueblo de ensueño, un rincón para sanar heridas, un silencio infinito
La primera vez que Karina conoció Sanury-sur-Mer sintió que había llegado a su lugar en el mundo. La atmósfera armoniosa y el color del Mediterráneo enmarcando por su atractivo puerto, la conquistaron. En el pasado, siempre creyó que viviría frente al mar, el universo parecía haber conspirado y, finalmente, aquel mágico lugar se transformó en su hogar.
"En mi casa, ante las magníficas aguas de la Costa Azul, sano mi pasado, así como el efecto de la vorágine de las ciudades grandes. Allí puedo concentrarme mejor para escribir, cocinar, leer, y disfrutar de la naturaleza. Se trata de un pueblito entre Toulon y Marsella. Es mi paraíso personal, mi templo y el amor".
"Lo que más me impactó cuando conocí Sanary-sur-Mer es el mar azul, sus playas rocosas rodeadas de verdes montañas. La arquitectura es un sueño, tiene una de las mejores ferias de comida de Francia y es muy pintoresco. Lo que más disfruto es ver el atardecer y arreglar el jardín con mi marido", continúa con una gran sonrisa. "Vivir en Europa tiene la ventaja de tener todo cerca y que cada país ofrece paisajes y culturas tan distintas, que es infinita la cantidad de cosas que podés hacer".
Ya instalada en su rincón preferido del planeta, las semanas transcurrieron acompañadas de nuevos descubrimientos cotidianos e impactantes para una mujer citadina. Karina jamás había experimentado tanto silencio. Pronto observó que los autos tenían motores casi mudos, la gente hablaba en voz baja y que tampoco se oían ruidos provenientes desde los hogares.
"Los domingos está prohibido usar máquinas y, en general, se acuestan temprano y se levantan a trabajar temprano. Hay un tremendo respeto por el vecino", sonríe. "Tengo una vecina de más de 70 años que me regala flores y frutas, como hacía mi abuela croata con los suyos. Otra, que me invita a comer todas las semanas. La gente es muy amigable. Pero lo negativo es la gran población de personas mayores que viven todo el año en estas zonas, lo que lo hace un poco aburrido para los jóvenes. Sin embargo, en la pandemia han emigrado muchas familias buscando salir del encierro", asegura.
"Por supuesto, de esta región de Francia, amo la comida y el vino. Es un ritual ir al supermercado y cocinar con mi marido. Y es hermoso buscar el restaurante escondido que hace el plato más rico de la zona".
Las limitaciones y las bondades de un pueblo francés: Antipatía ante el idioma, discreción y alta cultura
En las sublimes escapadas en auto junto a su marido, Karina se adentró en las diversas regiones y pueblos de la zona y quedó embelesada por su hermosura. En cada recorrido, de a poco comenzó a sentirse cada día un poco más francesa, aunque no dejó de hallar dificultades en su propia comunidad y en el camino.
"En Francia limita mucho el idioma. Son muy exigentes con la pronunciación y el armado de las frases. Eso los hace antipáticos. Pero si les hablas mal en francés vas a lograr que te hablen en inglés. Sin embargo, yo les hablo como puedo, y ellos me respetan y se dan cuenta de que hago un gran esfuerzo", afirma. "En el interior de Francia son de una calidad humana altísima y respetan tu historia personal. Tienen una gran cultura y toda reunión es un aprendizaje".
"Si sabés el idioma tenés las mismas oportunidades que en todo Europa. Pero es muy difícil para aquellos que no cuentan con la ciudadanía europea o la residencia. Si sos extranjero, o no trabajás o estudiás, no tenés acceso a una buena cobertura social. Por eso ir a Europa sin un trabajo, un plan de estudios, o un pasaporte europeo, dificulta mucho tu estancia, y en Francia particularmente", continúa Karina, quien tiene una consultora de estrategias de negocios para startups y pymes y en el 2019 fundó Legalify, junto a su socia, la Dra. Silvana Stochetti, una empresa de servicios legales online que cobró vuelo durante la pandemia Covid.
"Lo que me encanta del francés es su discreción. Nunca vas a escuchar críticas de personas ausentes, o de la vestimenta, o del cuerpo de las personas. Son muy burgueses, lo cual los lleva a perseguir objetivos sin fijarse en lo que hacen los demás. Son también muy naturistas, ecológicos y en el interior son muy simples. Pueden estar desnudos en una playa y nadie los mira. Tampoco les importa que los mires. Valoran la cultura y no el cuerpo. Las librerías son inmensas. Claro que los del interior, en París, se ponen una linda cartera, y unos zapatos caros, porque si no, no serían franceses", ríe.
"Argentina es un país para extrañar, no es un país para vivir"
Cuando aterriza el avión en Ezeiza, Karina se siente feliz por volver a ver a sus hijos, su familia y amigos. Aun así, apenas se sienta en el taxi y escucha la radio, vuelve a invadirla la misma sensación de siempre: siente que no pertenece.
"Me cansa la mala onda, los problemas repetitivos, la discusión de la grieta, del pasado. Aunque me siento más argentina que el tango, mis orígenes europeos de primera generación me han provocado siempre muchos interrogantes respecto de si este es el país donde quiero vivir. Cuando uno viaja por trabajo o para ver a la familia que tiene afuera, y accede a una cierta rutina, se puede ver cómo viven en otras culturas. Me aterra la capacidad destructora que tiene nuestro país, algo que viví en carne propia en mi familia con la quiebra de la empresa familiar. Hacía tiempo que Argentina me eyectaba y ese fue el detonante. Tengo 50 años y nunca transcurrí ni un período de estabilidad económica en mi propia patria. Es agotador. Tuve suerte de tener una familia que pudo darme lo mejor, pero evolucionar es muy difícil si querés seguir las reglas. Ves mucho millonario que logró serlo sin pagar impuestos. Eso es inviable en otros países. Y eso es lo que quiero para mis hijos: que sean honestos y paguen sus deudas", expresa la mujer argentina.
"De todas maneras estoy agradecida porque soy lo que soy en definitiva por Argentina, aunque siento que me hubiera ido mucho mejor trabajando afuera. En el pasado, me habían ofrecido grandes oportunidades laborales, pero volví por el mandato familiar. Y eso es justamente lo que no hay que hacer. En definitiva, repito una frase que leí hace poco: Argentina es para extrañar, pero no para vivir", reflexiona. "Sin embargo, vivir afuera es una gran prueba de superación personal. Cualquier inmigrante sufre. No es fácil adaptarse a otra cultura, mezclarse entre la gente como una persona local. Yo tengo la ventaja de que me casé con un francés. Mi abuela, Ora, por ejemplo, emigró en barco a los 45 años desde Croacia con sus tres hijos, mi abuelo se había ido trece años antes y no se vieron más hasta 1957. Por eso pensé, ¿por qué no lo puedo hacer yo a los 50, con toda la tecnología que nos acerca hoy?"
"Leo que muchos se van y dicen que están muy bien, pero no es todo color de rosas. Cuando tengo un problema personal, no tengo a la amiga para ir a tomar un café, ni a mi hermano para visitar. Estoy sola en un país distinto al mío, y muy lejos de mi casa y afectos. El que dice que es fácil, miente. El costo de vida es muy alto, y hay que sostenerlo. Por eso hay que pensar bien y organizarse antes de partir. Hoy las redes sociales te dan la oportunidad de independizarte laboralmente, las comunicaciones te permiten trabajar a distancia. Es recomendable llegar con conocimientos del idioma y los papeles en orden".
La vida es ahora: Despedir mandatos arcaicos, y el deseo de brindar una mejor calidad de vida a los hijos
Hace más de un año que Karina Rasic dejó la Argentina para vivir en su lugar en el mundo, apostar al amor y a transmitir un mensaje: a pesar de todo, nos debemos a la libertad; presos de mandatos, la infelicidad se transmite y la incapacidad de buscar el propio camino se contagia. En su travesía, y contra viento y marea, el coraje fue su arma esencial.
"El mensaje que quiero darles a mis hijos desde que nacieron es que en la vida no hay que dejar que nadie imponga cómo debemos vivir, porque somos libres, y que para todo hay una solución. A mi hija, y a todas las mujeres, les quiero abrir un camino: nosotras también podemos decidir irnos a vivir o trabajar a otro país con nuestros hijos. En caso como los míos, ellos pueden venir a ver a su papá a la Argentina, o que él los visite. Incluso pueden quedarse con su papá e ir de vacaciones con su mamá. No está mal", afirma Karina, quien está a la espera de que el padre de su hijo menor y la justicia, le permita al niño viajar junto a ella.
"Mucha gente te juzga sin saber que quizás en tu país no podías trabajar, no tenías futuro, no estabas conforme con la situación y buscabas algo mejor para vos y tus hijos. Como madre, cuando tenés la oportunidad de partir sin su padre, la sociedad te pone palos en la rueda".
"En Francia si una mujer es contratada para ir a trabajar a otra parte u a otro país, automáticamente la justicia se lo entrega a su madre e impone un régimen de visitas. En Argentina la ley define la vida de un menor por el `eje de vida del niño´, aun si deben estar sin su madre, y aun si esta puede darle mejores oportunidades. Incluso a pesar de que los niños son los que mejor se adaptan a un nuevo idioma, un nuevo grupo de amigos y una nueva cultura, los jueces deciden por ellos. Y está muy mal visto que como mujer le digas a un juez que querés darle algo mejor a tus hijos en otro país. Les cae mal".
"La ley quedó en épocas donde las mujeres no tomaban estas decisiones de vida porque el que lo hacía era su marido y ella se iba detrás de él en un barco que demoraba semanas. No está adaptada al nuevo mundo, a la nueva mujer, donde si te tomás un vuelo llegás en pocas horas a otro país. Y, si encima tenés una expareja que impide que tus hijos salgan del país, tu situación y la de ellos empeora. Los abogados saben que la ley argentina permite que los niños sean tomados de rehenes, y muchos promueven que el otro padre obstaculice la salida y luego el vínculo. Sé que hay muchas mujeres que no van tras sus sueños por miedo a perder a sus hijos. En mi caso y a mi edad, la vida es ahora, y es el legado que quiero dejarles. Mientras tanto, sigo luchando para poder estar con mi hijo menor y recibir a mi hija cada vez que quiera verme, algo que por suerte ella puede hacer. Los seres humanos no somos posesiones, somos libres".
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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