El Covid-19 lo dejó en Tailandia; en un hotel conoció a una persona especial, cuyo pedido le cambió la vida.
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Gastón Flageat, un ingeniero industrial argentino de 33 años y muy abocado a su agencia de fidelización de clientes, estaba varado. La situación inesperada no lo angustió, había salido de viaje con la idea de recorrer el sudeste asiático y vivir en el exterior por un período relativamente extenso, “por otro lado, la pandemia pasará pronto y podré volver a casa”, se dijo, sin imaginar el futuro del mundo y el giro drástico que estaría por dar su propia vida. Por fortuna, Tailandia lo había sorprendido con una excelente conexión para trabajar remoto, una organización llamativa en relación al turismo y buenos servicios.
Antes de que el mundo se paralizara, el joven había visitado la ciudad de Krabi, para luego viajar hacia las islas Koh Phi Phi y Phuket, por lo que su primera impresión de aquella nación había sido increíble: buceó en aguas de una belleza singular, y quedó fascinado por la peculiar estética del transporte marino y los sabores deliciosos en las comidas.
Un tiempo mágico transcurrió hasta que las noticias preocupantes alertaron al planeta: “Decidí quedarme en Phuket hasta que todo se normalizara. Mi plan inmediato era tratar de regresar a Kuala Lumpur, donde había dejado mi valija”.
Tailandia y una mujer especial en “el país de las sonrisas”
Durante su travesía por los diversos paisajes asiáticos, Gastón no había dejado de trabajar, al igual que en los días tailandeses. Atento a los acontecimientos en el mundo, seguía en contacto diario con sus clientes, a quienes les daba soporte para procesar descuentos, programas de puntos y clubes de beneficios.
Pero fue al cabo de tres semanas y en medio de un escenario mundial ennegrecido, que el argentino decidió dejar Phuket para viajar hacia Chiang Mai, la ciudad que transformaría su destino.
Se hospedó en un hotel agradable y fue allí que la vio: una mujer que irradiaba paz y belleza íntegras. Ella simplemente le sonrió, tal como hacían todos en el “país de las sonrisas”. Al cabo de unos pocos días se enamoraron y, de pronto, Gastón perdió cualquier interés por irse.
De visitante a local, la religión en Tailandia y la “casa de los espíritus”
En Chiang Mai, una ciudad atractiva para el turismo, su ahora novia tailandesa había concluido su carrera universitaria. Junto a ella, Gastón inició una nueva vida, que lo alejó del modo “visitante” para acercarlo a las costumbres locales.
En un día típico, comenzó a amanecer como todos, a más tardar a las siete de la mañana. Se encontró a veces meditando, y otras, haciendo yoga para luego desayunar fuerte en casa, o de camino a sus actividades diarias: “fideos o comidas tradicionales en algún puesto callejero”.
Para el mediodía, descubrió que era necesario huir del sol y del calor agobiante y, de paso, comer algo no más allá de las 12, para luego continuar hasta volver a casa y cenar a las 18: “En esta ciudad y otras tailandesas hay muchas actividades al aire libre, más que nada relacionadas al comercio; en las calles hay numerosas motos con sidecar, que llevan su propio negocio ambulante”, agrega. “A los lugareños les gusta ir a visitar restaurantes, cafeterías y centros comerciales, y sacarse muchas fotos”, sonríe.
“Lo más asombroso es la relación de la gente con la religión. En Tailandia aproximadamente el 95% son budistas y la mayoría son practicantes. Es decir que van a los templos con frecuencia, donde se hacen muchas ceremonias y ofrendas”, continúa Gastón. “Es muy común también ver monjes budistas caminando por las calles descalzos. La gente les hace una donación, que, en general, es comida”.
“A su vez, los tailandeses veneran a sus antepasados y a los `ángeles´ o `espíritus´. Se cree que están cuidando cada casa o lugar y se los debe respetar y pedir permiso para estar. Por eso es que se ven pequeñas viviendas de madera - junto a las principales - que suelen ser las `casas de los espíritus´. Allí las personas acercan agua, algo de comida, flores, inciensos y se reza para agradecer y hacer el culto”.
Otro giro inesperado: las berenjenas al escabeche y un emprendimiento exitoso
Pero, para Gastón, no todo estaría destinado a asentarse en su trabajo remoto, aprender un nuevo idioma, efectuar agradables paseos tailandeses y vivir un amor que crecía. Al parecer, lo inesperado formaba parte de su vida.
Todo sucedió cuando su novia manifestó su interés en incorporar más verduras a su dieta. Fue entonces que el argentino quiso hacer gala de sus dotes culinarios y preparó la receta de berenjenas en escabeche de la familia, para ella y sus amigos: “¡Resulta que les encantó!”
“Debemos llevarla al nuevo mercado del barrio”, sugirió ella y así, sin más, Gastón preparó una cantidad de frascos, un pequeño lote que vendió por completo junto a su pareja, y le dio comienzo a un nuevo camino en su renovada vida.
“Ahora ampliamos la línea de productos, tenemos un local en uno de los shoppings de Chiang Mai y llevamos más de 5 mil jarros vendidos. Esto me afianzó la decisión de quedarme a vivir acá y hacer crecer el nuevo emprendimiento. Este mes nos aprobaron el FDA para poder vender en supermercados”, revela con orgullo.
“En Tailandia hay muchas oportunidades, es un país en crecimiento, muy conectado con China y con muchas otras naciones, ya que son exportadores de materia prima, comida y también de tecnología. Es una tierra donde hay empleo, la gente siempre está haciendo algo y tener trabajo es una cuestión de honor, por ello lo valoran y cuidan”.
“La calidad de vida depende, por supuesto, del punto de vista de cada uno y de la zona. Hay una vasta región rural, y Tailandia tiene 75 provincias, por lo cual hay muchas realidades distintas”, reflexiona. “Por otro lado, ir al médico es costoso, al igual que estudiar, pero la comida es barata y las viviendas también”.
Tailandia: un país respetuoso y conversador
De la mano de su novia, nuevos amigos tailandeses, su trabajo de años y el prometedor emprendimiento, Gastón tuvo la oportunidad de adentrarse en la calidad humana de su nueva ciudad adoptiva, en varias de sus facetas y casi desde el comienzo.
En aquella nación reveló la gran sonrisa y el saludo inevitable derivado de cada contacto visual, sea por parte de conocidos o extraños. Y, tal vez, el respeto extremo fue una de las cualidades que más le llamó la atención: “A los locales les encanta hablar con los extranjeros, aunque siempre con mucho respeto. Esta costumbre de ser tan conversadores brinda oportunidades para quien maneja bien el inglés. Y, por supuesto, que mi novia conozca tan a fondo a la comunidad tuvo un impacto positivo en nuestra marca, Kin Kon Gourmet”.
“Las personas son muy amables, pero, a su vez, hay gente muy culta, que ha viajado mucho”, observa. “De todas formas, aquellos que no hablan inglés y que no tienen un alto nivel socioeconómico, son igual de respetuosos y siempre me han tratado bien”.
Tailandia: Un país donde una “avivada” te puede hacer sentir vergüenza
Gastón dejó la Argentina para emprender un largo viaje. Quería conocer otros aromas, personas, melodías y sabores y, si bien contemplaba la posibilidad de quedarse por un tiempo en algún lado, creyó que iba a volver.
Un acontecimiento de escala mundial llamado Covid-19, un amor inesperado y una receta argentina, cambiaron su destino. Hoy, el argentino apenas puede creer la intensidad vivida en el tiempo transcurrido y el rumbo enriquecedor que cobró su nuevo camino.
“Es la primera vez que vivo tanto tiempo fuera de Argentina, inserto en otra cultura. Gracias a ello comprendí que se puede vivir de otra forma, caracterizada por el respeto de unos a otros, sin excepción; donde no es necesario correr tanto, o sentir inseguridad. Donde cometer una `avivada´ te puede hacer sentir mal y hasta vergüenza”.
“Pero esta experiencia también me está enseñando sobre las costumbres y la forma de ser que llevamos como argentinos. Esa manera tan linda en donde nos acercamos más al otro, aunque sea físicamente, y que suele generar en muchos casos relaciones más íntimas, algo que se vive diferente en Tailandia. Acá el vínculo se construye de otro modo y agradezco a mi novia por poder vivirlo de cerca. Toco el tambor djembe yen y cuando voy a los mercados suelo sumarme y hacer improvisación con otros músicos, algo que me abrió a la amistad. Tal vez la cultura y la lengua sean otras, pero el idioma de la música es universal”.
“Lo más importante, sin embargo, es que en Tailandia estoy aprendiendo mucho acerca del dar. La sociedad motiva mucho a la donación, la ofrenda, y a dar no solo cosas materiales, sino brindar tu tiempo para los demás. Y, en el camino, aprendo a ser más paciente”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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