Su único contacto con Colombia había sido a través de la pantalla y Medellín lo intimidaba, hasta el día en que le tendieron una “trampa” que lo llevó a vivir en una ciudad con dos caras: la del progreso y la de la herencia de Escobar.
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“Es necesario hablar de lo bueno que hay en Medellín, de las oportunidades que nos brindan a los argentinos, de que Colombia es mucho más que violencia”, asegura Lucas Ulanovsky, un argentino que, años atrás, jamás hubiera imaginado que un día viviría en un país que tan solo solía asociar con el narcotráfico.
Sin dudas, su historia comenzó con mucho prejuicio. El único contacto que Lucas había tenido con Colombia era a través de las series, películas y noticieros, que reflejaban el costado negativo de un pueblo que parecía estar sometido por el negocio de la droga.
Pero todo cambió en el 2011, cuando los problemas de un sistema educativo colombiano cuestionable, trajeron a una gran masa migratoria de jóvenes a la Argentina. Lucas tenía 18 y en los pasillos de la facultad los observaba extrañado, con cierto miedo, hasta que un día cruzaron las primeras palabras: “Teníamos los mismos sueños y proyectos, realmente me sorprendió la capacidad de adaptación que tenían, cómo en poco tiempo habían construido una nueva vida en otro país, cómo se habían logrado integrar pese a ser de una cultura tan diferente, y obviamente, me despertó muchísima admiración”.
Luego de unos años de escuchar maravillas acerca de Colombia, de su gente, sus paisajes, su cultura, y todo aquello que no había visto en la televisión, Lucas decidió partir hacia aquella nación intrigante de vacaciones, junto a sus amigos colombianos: “Quería ver cuál era la verdadera imagen del país, pero estaba negado a visitar Medellín… ¿Qué iba a hacer allí? Si solo hay narcotráfico y violencia, pensaba”.
Pero, como si fuera un juego, sus amigos terminaron llevándolo sin que lo supiera. Lo subieron a un micro y le hicieron creer que se dirigían a otra ciudad y recién a mitad de viaje le revelaron el destino. Lucas se asustó, no pudo evitar imaginar que llegaría a una ciudad en guerra: “Hasta que el bus estacionó en la terminal y vi unas montañas repletas de luces, música, alegría y diversión”, rememora emocionado.
“En esos cuatro días visitando Medellín no encontré rastros de violencia, más bien descubrí una ciudad maravillosa, con un fuerte crecimiento económico y social en la última década, y con un sistema de transporte fabuloso. También fue mi primer contacto con el gran dilema que busca combatir la ciudad: la nueva cultura de una Medellín que progresa, frente a la herencia del narcotráfico de la época de Escobar”.
Tras cuatro días de recorrido, Lucas quedó tan fascinado con la ciudad, que se prometió regresar, pero para vivir allí definitivamente.
Tres meses de calles, autos y rutas para llegar de Buenos Aires a Medellín
Los años pasaron y muchos creyeron que el plan de Lucas había caducado. Se graduó en publicidad, se especializó en eCommerce y marketing digital, y la vida parecía alejarlo, una y otra vez, de cualquier partida, sin embargo, el joven tenía presente su promesa. Fue en una mañana de 2019, ya con 26 años, que sintió que era su última oportunidad para lograrlo.
“¿Por qué Colombia?”, le preguntaban, pero, aun a pesar del asombro, Lucas contó con el apoyo de la mayoría: “La respuesta era complicada de justificar, era difícil contradecir años de estigmatización a la ciudad, pero la decisión estaba tomada”.
En agosto de 2019, el publicista argentino juntó todos sus ahorros - producto de años de trabajo-, armó un bolso, subió a su auto y viajó durante tres meses por calles, rutas y autopistas desde Buenos Aires hasta Medellín: “Esa experiencia fue maravillosa porque me permitió conocer muchísimos rincones de Argentina, Bolivia, Chile, Perú, Ecuador y, finalmente, Colombia, hasta arribar a mi nuevo hogar. Los primeros meses fueron los más complicados; tocó llegar solo con una valija, sin hogar, sin conocidos, sin trabajo, y, sobre todo, a una cultura muy diferente, en contraste con la argentina”.
Las dos caras de Medellín: el deseo del progreso vs. el estancamiento en actitudes pasadas
Medellín emergió hermosa y cautivadora como la recordaba, no solo por su clima de “eterna primavera”, sino también por el encanto de su gente. Atravesada por una excelente red de subtes y teleféricos, Lucas reconoció una vez más el terreno por cielo y tierra, para reencontrarse con la magia de antaño, sin decepcionarse.
“Se ha invertido mucho en el marketing turístico, posicionándola como una de las urbes más visitadas de Sudamérica en los últimos años. En términos de localización, también se encuentra muy favorecida, ya que se ubica muy cerca de los famosos pueblos paisas que cada día crecen más y son foco del turismo”, cuenta. “Por otra parte, se trabajó mucho en la renovación de las zonas periféricas, como la Comuna 13, un barrio arrasado por la violencia hace años, que hoy en día se reconstruyó, convirtiéndose en una de las zonas más emblemáticas y turísticas. Y como dato no menor, el gobierno de Antioquía viene luchando hace varios años contra los famosos narcotours, que promueven la imagen de Pablo Escobar”.
De este modo, entre entrevistas laborales y días de adaptación, Lucas pudo vislumbrar dos grandes choques culturales que lo impactaron profundamente, compuesto por quienes deseaban una transformación y progreso, y aquellos otros estancados en actitudes pasadas.
“Porque la otra cara de la moneda en Medellín es la herencia de Escobar, que todavía perdura en cierta parte de la cultura paisa. Es cierto que preguntar por Escobar -como si fuera lo primero que uno reconoce de Medellín- es ofensivo y con justa razón; sin embargo, no se puede negar que existen rezagos de esa época nefasta. Todavía se puede encontrar en muchos sectores de la ciudad, de estratos altos y bajos”, observa pensativo.
“La responsabilidad de esto creo que tiene varias aristas: la primera y más importante son las pocas oportunidades para estudiar de los jóvenes. Acceder a la educación universitaria promedio cuesta, al menos, 2500 USD por semestre, sin contar con que rara vez las empresas contratan estudiantes, a menos que hagan las prácticas laborales antes de graduarse, por lo que los ingresos son bajos y -sin un apoyo económico- se torna en una situación muy compleja. Por otra parte, la herencia cultural del dinero fácil que hubo en los años 80′ con el negocio de la droga, el estereotipo instalado de pandillero que muchas veces se vende a través de la música o la televisión, y el consumo elevado de prostitución, especialmente de parte de turistas europeos y estadounidenses, sumado a un débil sistema de salud, crean un coctel explosivo que atenta contra las intenciones de una ciudad que quiere cerrar la etapa más violenta de su historia”.
“La ola de descontento social que se vive hoy en día en Colombia tiene en sus bases los distintos problemas de salud y educación que mencioné anteriormente. Esto me ha hecho reflexionar sobre la situación en Argentina; muchas veces criticamos a nuestro país cuando en realidad tenemos tres cimientos valiosísimos: un excelente sistema de educación, como la UBA o las universidades nacionales, un sistema de salud integral, y un país donde la violencia no es moneda corriente”, agrega el argentino.
“Colombia aprecia a la Argentina más que nosotros mismos”
A pesar de haber arribado a Medellín colmado de incertidumbres, la nueva estabilidad no tardó en llegar a la vida del argentino. En apenas dos meses encontró vivienda, logró sentirse cómodo en su nueva ciudad y conseguir empleo como coordinador de marketing. En su camino de esfuerzos, Lucas no tardó en comprobar que su experiencia laboral, así como su estudio y especialización, le abría muchas puertas en suelo colombiano.
“No puedo más que agradecer infinitamente a la ciudad y a su gente. Al argentino realmente se le aprecia y valora; la imagen de nuestro país en Colombia es muy positiva, incluso más de la que nosotros mismos tenemos sobre Argentina”, asegura el joven.
“Y en otro orden de las cosas, tal vez el aspecto que más me costó fue la gastronomía”, continúa. “En la cocina colombiana podemos encontrar mayor cantidad de legumbres, arroz, y caldos, además de su increíble variedad de frutas y verduras; quizás es más parecida a las comidas centroamericanas. Al comienzo no niego que fue un poco duro adaptarme al cambio, pero rápidamente uno va descubriendo nuevas recetas y termina acostumbrándose a hábitos que incluso pueden ser más saludables”.
“Un migrante argentino no es antipatriota, es un embajador que está obligado a dejar la bandera argentina lo más alto posible”
Dos años atrás, Lucas Ulanovsky dejó la Argentina para cumplir una promesa: vivir en una ciudad que lo cautivó inesperadamente. Hoy, en épocas en donde Colombia se halla convulsionada, sus emociones entremezclan la tristeza por lo que acontece y la responsabilidad por mostrar la cara oculta y luminosa del país.
“El pueblo colombiano ha luchado durante años para romper el estigma de la violencia, que muestra al país como un foco continuo de guerra y desestabilización social. Esto despierta en mí una sensación de obligación, porque Medellín y Colombia toda tiene mucho para ofrecer, quiere progresar y, como extranjero, fui recibido con los brazos abiertos”.
Con la pandemia de por medio, Lucas regresó de visita a la Argentina, un país que le mostró una cara jamás vista, pero que lo recibió con el mismo amor y cariño de siempre: “La pandemia conlleva preocupación y caos, por lo que mis sentimientos al reencontrarme con mi familia y amigos fue de completa felicidad. Encontré a una Argentina golpeada, no solo por el azote del COVID, sino porque considero que no se tuvo un adecuado manejo económico. Muchísimos locales que frecuentaba habían cerrado, noté un descontento bastante grande, pero siempre con la característica de los argentinos de sobrevivir a las crisis y reinventarnos para salir adelante. Regresé a Colombia con la sensación de que en Argentina vivimos otra crisis más, de esas crisis que hemos vivido a lo largo de la historia, y en nuestro ADN está caer y levantarnos”, reflexiona.
“En Argentina muchas veces se critica a quien se va al exterior en busca de nuevas oportunidades por considerarlo como un gesto `antipatriótico´. En mi opinión es todo lo contrario, uno se convierte en un embajador del país. Nuestra generación creció bajo una nueva globalización, con una amplia gama de oportunidades fuera del hogar gracias al avance tecnológico. Al momento de emigrar uno puede desprenderse de miles de cosas, pero jamás de su cultura, jamás dejas de ser `el argentino´, y estando afuera todas las acciones que uno realice, sea en Sudamérica, Europa, Oceanía, o donde fuera, representan un poco la imagen del país. Para mí, un migrante argentino no es antipatriota, es un embajador que está obligado a dejar la bandera argentina lo más alto posible, porque de la cultura y raíces, uno nunca se puede desprender”, concluye emocionado.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, NO LOS PROTAGONISTAS. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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