El plan era ir un mes a España, pero una propuesta cambió su destino; en el camino conocieron el mundo y descubrieron qué significaba para ellos “calidad de vida”.
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En el cielo de abril algunas nubes acompañan las lomas, cerros y a la Sierra Blanca de Marbella, generando un juego de luces y sombras encantador. Silvia y Daniel Pointner respiran hondo, agradecidos, plenos, en paz. Sin dudas, es un día perfecto para pasear por la rambla y dejarse envolver por el perfume del Mediterráneo.
Tal vez, más tarde se reúnan con amigos, o simplemente permanezcan en la tranquilidad de su hogar, ubicado a dos cuadras del mar. El día continuará dictando su curso de manera autónoma, sin rutinas ni pensamientos apremiantes cargados de responsabilidades, tan típicos del pasado.
Claro, no siempre había sido así. Daniel, de 59, y Silvia, de 57, vivieron más de tres décadas de trabajo duro y desafíos empinados, hasta llegar a su presente. Tres décadas en las cuales vivieron en naciones muy diversas, lo que implicó choques culturales impactantes.
Pero hoy se hallan en el mismo rincón del mundo que avistaron cuando dejaron su hogar en Buenos Aires, hace tanto tiempo atrás, para darle inicio a su gran aventura. Sin embargo, ya no son los mismos, están transformados.
Es domingo de Pascua de 2021 y el matrimonio siente que, en esta etapa de su vida, ha renacido. Aunque el origen, las raíces, siempre permanecerán argentinas.
Marbella, una recepción impactante y melancolía: ¿Nadie es profeta en su tierra?
Marbella, Pascua de 1988. En el rostro de Silvia las lágrimas comenzaron a fluir, irrefrenables. ¡Jamás había presenciado algo semejante en su vida! Las magníficas procesiones adoradoras de la Virgen y Jesús, y la amalgama de colores, alegrías y emociones eran simplemente imponentes.
Hacía apenas unas horas había dejado suelo argentino para adentrarse, junto a su novio, a una vida colmada de incertidumbre en Marbella, y aquella recepción fue absolutamente inesperada: “La celebración de Pascua es fascinante, me emociona cada vez. Fue mi primer impacto positivo en Marbella”, cuenta Silvia, visiblemente conmovida. “Y con el pasar del tiempo descubrimos que Navidad y Año Nuevo tienen menor importancia acá, lo que sobresale y moviliza es Pascua y Reyes”.
A pesar de que aquella primera impresión había sido hermosa para el espíritu y los sentidos, las semanas venideras fueron complejas. Marbella les había abierto los brazos en otoño, con días tristes, en donde el pueblo era incapaz de lucir sus mejores trajes. La melancolía se apoderó de la pareja, que cuestionaba si había tomado la decisión correcta.
“Yo había llegado con una oferta laboral, pero entendimos que nadie nos estaba esperando, estábamos solos”, explica Daniel. “En mi caso había arribado en febrero y Silvia llegó dos meses después. En los primeros tiempos vivimos en una pensión, donde compartíamos habitación y nos sentíamos perdidos. Era temporada baja, había poco movimiento y la Costa del Sol por aquella época no estaba tan poblada. Nada resultó como lo había soñado. `Nadie es profeta en su tierra´, dicen, puede ser, pero para nosotros, al comienzo, en el extranjero, se nos hizo cuesta arriba”.
La pareja decidió no dejarse vencer, hacer lo mejor de cada circunstancia, y construir el camino a fuerza de voluntad.
Buenos Aires, una oferta inesperada y las historias que se repiten: “Mi padre ya sabía”
En Buenos Aires, en tiempos en donde Marbella no estaba en sus planes, Silvia trabajaba en un banco y de noche en una tesorería de un colegio, “para ganar un poco más”. Cuando se conocieron, Daniel, hijo de austríacos, promediaba su carrera de administración de empresas, lo que lo introdujo a su primer empleo en Mercedes Benz Argentina.
Sin embargo, él también quería reforzar sus ingresos y, priorizando la diversión, comenzó a impartir clases de tenis, una pasión que lo llevó a renunciar a sus días de traje y corbata: “Empecé a dar clases y entrenar equipos competitivos. De pronto, ambos teníamos mucho trabajo y estábamos muy bien”.
Fue por aquella época que a Daniel le llegó una recomendación: en Marbella parecía haber buenas oportunidades para el tenis. ¿Por qué no salir a ver qué había más allá? Compró un pasaje ida y vuelta para irse un mes, se despidió de Silvia y sus amigos con un “hasta pronto” y salió a la aventura.
“Mi padre, que estaba de vacaciones en la costa, viajó los 400 km para despedirse de mí en Ezeiza. Hoy, cuando recuerdo su esfuerzo por llegar a darme un abrazo, comprendo que él, como inmigrante, ya sabía lo que sucedería, aunque no dijo nada. Las historias se repiten”.
A los quince días de su llegada a Marbella, a Daniel le ofrecieron un trabajo. Había llegado con un bolso y dos raquetas y jamás regresó a vivir a la Argentina.
Del triste otoño a la alegría de Marbella: un ascenso a base de esfuerzo
“¿Te vas a vivir a Marbella con tu novio, sin estar casados?” “¿Qué va a pensar la gente, nuestros vecinos?” Ante el anuncio de su partida, la familia de Silvia quedó consternada: “Fue complicado, no hubo alegría, pero cuando la decisión está tomada, no hay vuelta atrás”, revela ella. “Para mí también fue un shock, nadie ni Daniel, pensó que se quedaría. La idea era casarnos en Argentina, seguir la vida en nuestro país y conocer el mundo en viajes ocasionales. Dejé nuestro suelo con sentimientos muy encontrados, pero cuando volví de visita al año y medio, supe que había tomado la decisión correcta”.
En aquel año y medio, el ahora matrimonio transformó su vida por primera vez. Con el paso del tiempo, muy de a poco, Daniel afianzó su trabajo en “El madroñal”, que lo había contratado. Un club de campo, de la nobleza, donde los turistas ingleses solían ir a jugar al tenis.
“Empecé como profesor y terminé haciéndome cargo de todo el lugar. Silvia entró en el estudio contable contratado por el club, hasta que le dieron la posibilidad de hacerse cargo de la administración del establecimiento. Entre los dos, llevamos adelante todo. Con mucho trabajo, logramos construir un espacio que atraía al turismo, pero también hacía sentir al español en casa”.
El viento había comenzado a soplar a favor, y de aquella pensión pasaron a vivir en un hogar acogedor. Marbella había quedado lejos de ser aquel lugar foráneo del otoño del 88.
“Este es un pueblo muy alegre, que vive la calle”, describe Silvia. “La gente no desayuna en su casa, sino que lo hace en los bares para hacer sociales. El andaluz busca la conversación y habla en un alto volumen, es parte de su idiosincrasia. Antes del mediodía, puede verse a la comunidad degustando una caña con sus tapas, siempre sonrientes”.
“Algo llamativo es que son muy consumidores, no solo de ropa y zapatos. Hasta hace poco se solían dar muchos créditos para la compra de viviendas, artículos del hogar, coches, todo acá es muy activo en ese sentido”, continúa. “¡Pero, ante todo, en Marbella son tan gozosos de la vida! Es muy común que varias familias se junten en la playa, lleven comida, canten y charlen por horas. Realmente es muy alegre la vida acá”.
Dejar Marbella para vivir en China, Austria y dieciocho años en Alemania
El esfuerzo había rendido sus frutos y nuevas puertas comenzaron a abrirse. Un socio del club introdujo a Daniel a una empresa estadounidense que administraba centros deportivos, con especialidad en tenis. Luego de un filtro de selección, el argentino realizó una capacitación en Estados Unidos y un master en administración de centros deportivos.
De la mano de aquella maestría, sin saberlo, los argentinos habían transformado, una vez más, el destino de su vida. El club de Marbella encontró nuevos encargados y la empresa estadounidense trasladó a Daniel a Macau, a 60 km al sudeste de Hong Kong, Silvia voló a China y ambos comenzaron a trabajar en un hotel 5 estrellas en sus especialidades: “Fue un shock cultural enorme, pero una gran oportunidad”, asegura Daniel. “En China, paralelo a mi trabajo, me propuse fomentar el deporte en personas con discapacidad. Fue de lo más bonito que me tocó vivir en aquella época”.
Luego de aquel período, Daniel fue reasignado a Austria, el país de sus padres, a un centro deportivo importante. En aquel tiempo se independizó y el matrimonio le dio la bienvenida a sus hijas, Carolina y Melanie: “Allí sentimos que debíamos tomar una decisión. Vivíamos en pequeño pueblo y queríamos que crezcan en una ciudad, con más oportunidades de desarrollo social y cultural”.
Un amigo de la universidad en Argentina le ofreció a Daniel unirse a su empresa en Múnich, Alemania. Eso significaba dejar su pasión, colgar las zapatillas, para volver al punto de partida, de traje y corbata: “Decidimos tomar el desafío, ante todo por nuestras hijas. Fue volver a empezar y adaptarse una vez más a una sociedad desconocida para nosotros”.
Dieciocho años vivieron en Múnich, hasta que sus hijas, hoy de 28 y 23 años, desplegaron sus alas. Fue entonces que Silvia y Daniel decidieron cerrar el círculo de su periplo y retornar a su primer destino: Marbella.
El regreso a la Marbella sonriente y soleada: “Para nosotros esto es calidad de vida”
En noviembre de 2016, Marbella los recibió con una enorme sonrisa. Daniel y Silvia sabían a dónde regresaban: era como volver al hogar. Luego de dieciocho años en Alemania, un país que quieren, aunque por momentos se sintiera demasiado organizado y estructurado, regresaron a la alegría de Andalucía, a sus amigos que los aguardaban, y a la calidez de su gente relajada.
“Aunque admitimos que, después de vivir en Alemania, a veces acá todo es demasiado lento y burocrático, ¡Un poco de la estructura alemana no vendría nada mal!”, ríe Daniel. “”No es mejor o peor que Múnich, no se puede comparar. Simplemente acá está el sol, el mar, el clima espectacular, y es lo que realmente nos gusta, queríamos salir de las rutinas y cambiar la alta prioridad económica, por calidad de vida. Porque, para nosotros, esto es calidad de vida”.
“Hoy los días no tienen rutina. Hacemos muchos deportes y paseos”, continúa el argentino. “Yo ahora trabajo como consultor, pero sin esquemas fijos, vivimos a 200 metros de la playa y tenemos un transcurrir sin sobresaltos en un clima agradable y rodeados de afectos. Por supuesto, tenemos ciertas obligaciones, pero podemos disfrutar mucho de cada día”.
Volver: “Me entristece ver a una Argentina infinita en extensión y posibilidades, y que no se sepa aprovechar”
Para Silvia, los regresos a la Argentina son complicados. Dejó el país con una imagen acompañada por una fuerte idealización y, al volver, una cierta desilusión emerge, inevitable.
“Para vos está la mejor gente, la mejor pizza, el país más lindo del mundo, y en muchos sentidos se acerca a la verdad, pero uno va armándose de una ilusión, algo que creo que les pasa a todos los que dejan nuestra tierra. Entonces, al volver, me amargo un poco, me impacta lo que veo”, continúa pensativa.
“Por supuesto, los reencuentros son hermosos, pero no todo es color de rosas. Después de vivir otras culturas, todas tan diferentes, de ver el mundo, la perspectiva cambia y deviene cierta desilusión. Ya me queda poca familia y escasos amigos, pero lo que sí sigue intacto es la espontaneidad, el mate improvisado y mucha sobremesa. Eso no se ve en otros lados”.
Daniel, en cambio, regresó ante todo por trabajo y tuvo la oportunidad de recorrer el país en toda su extensión: “Al conocer otras naciones y ver todo lo que logran hacer teniendo tantas limitaciones, me entristece ver a una Argentina infinita en extensión y posibilidades, y que no se sepa aprovechar”.
“La picardía porteña no sirve en ningún lugar del mundo” y el orgullo de ser argentinos
Hace 33 años, Daniel Pointner dejó la Argentina por un mes sin imaginar que su vida y la de Silvia cambiarían para siempre. Marbella los recibió en la juventud de su vida, y tras vivir una intensa aventura multicultural, hoy los vuelve a acoger en años donde buscan serenidad. En la circularidad de su aventura, para Silvia predomina una palabra: evolución.
“Vivimos intensamente cinco países (Argentina, España, China, Austria y Alemania). Climas diferentes, culturas diferentes, lenguas diferentes. De todo sacás algo positivo y negativo, de todo aprendés, como el hecho de que la comunicación es muy importante. ¡Yo aprendí alemán a los 30 años!”
“Esta experiencia me hizo más fuerte, nos enseñó a criar a nuestros hijos casi solos, sin familia. Y, como extranjera, entendí que es muy importante ser humilde: con humildad encontrás trabajo y tu lugar en la sociedad; la picardía porteña no sirve en ningún lugar del mundo. Es algo que nunca usé, sería una falta de respecto al país que te recibe. Aprendés lo que es ser educado, no ser agrandado. Muchas cosas que llevamos en el ADN argentino las sacamos de encima porque no suman. Otras sí: ser amiguero, ser cariñoso. Eso, en definitiva, es evolucionar”, reflexiona Silvia.
“Siempre hay que respetar la cultura del lugar. Uno simplemente acerca la propia y su forma de ser, sin imponer”, agrega Daniel. “Ser argentino nos abrió muchas puertas y transmitimos a nuestras hijas nuestras costumbres. Ellas nacieron en Austria y se criaron en Alemania, pero dicen que son argentinas: hablan perfecto el castellano, sin acento. En cada mundial, por supuesto, visten nuestros colores. Nos llena de orgullo que hayan adoptado nuestras raíces”.
“Uno no se olvida de dónde viene. Nosotros sabemos que somos de allá, a pesar de algunas desilusiones. Estamos orgullosos de ser argentinos”, concluye Silvia, emocionada.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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