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“¿A qué te dedicás?” “Soy bailarina”. “Ah, mirá, ¿pero de qué trabajás?” Natalia Meiriño había regresado a la Argentina de visita, feliz de reencontrarse con el barrio, la familia y aquellas preciadas horas junto a las amigas de la vida. Una vez más, como en tantas otras oportunidades en el pasado, su profesión en su tierra natal era cuestionada entre líneas por algún curioso, tal como si existieran oficios que no fueran tan reales ni sacrificados como otros.
¿Valía la pena contestar? Ciertas batallas no tienen sentido y ella, solo ella, conocía su entrega, así como todo lo que había estado dispuesta a dejar atrás para perseguir su sueño.
“Irte de tu país es duro, pero creo que una de las cosas que más agradezco y me impactó al llegar a Madrid, es el respeto que tienen por el artista”, reflexiona hoy la mujer oriunda del conurbano bonaerense.
Madrid en el horizonte: irse de Argentina sin sensación de destierro
Amante de la danza, en 1984 Natalia comenzó a desarrollar su pasión en una academia ubicada en Temperley. Aún era muy pequeña, pero ya podía percibir cómo su cuerpo se entregaba a las melodías cautivantes y a un estado de puro presente sensorial y emocional. Pronto, el baile lo abarcó todo y, a través de él, ella sentía que hallaba los caminos hacia su identidad esencial.
Los años trascurrieron dedicados; jornadas extensas en las cuales debía dejar pasar algunos planes típicos de la edad, a veces no sin tristeza. El esfuerzo rindió sus frutos y Natalia se especializó en danza contemporánea, expresión corporal y danza española, una carrera que culminó con éxito. “Fue entonces que me llegó la oportunidad de viajar a España para acudir como oyente al Real Conservatorio de Danza de Madrid”, rememora con una gran sonrisa.
Con aquel nuevo horizonte, otro objetivo emergió claro: Natalia anhelaba alcanzar una excelencia mayor en danza española y, para ello, qué mejor que formarse en su tierra originaria. El escenario parecía prometedor y su partida suponía una razón puntual, por ello, tal vez, no tomó consciencia de que su decisión implicaba mucho más, y que le estaba por dar comienzo a una nueva etapa de su vida.
“Al llegar a España, busqué las formas de permanecer en Madrid. Me había trasladado por un motivo específico y, en ese momento, nunca lo tomé como una mudanza. Pero atrás dejaba a amigas que aún mantengo, posibilidades de bailar en tablaos (escenarios) y teatros, mi trabajo como profesora y a la familia”.
Barrios de Madrid con walkman, almuerzos extensos y españoles “enojados”
Despojada de su pasado reciente, la prioridad de la argentina fue resolver de qué manera iba a sobrevivir mientras se abría camino en el universo de las danzas. Para su sorpresa, le resultó muy sencillo conseguir trabajos rotativos en rubros como RRPP en discotecas, extra en programas de televisión y publicidades e, incluso, como animadora en parques infantiles.
La peseta vivía sus últimos días y las costumbres a su alrededor se presentaron extremadamente relajadas. Con el correr de los días, a Natalia le impresionó descubrir que, aún en una importante ciudad como Madrid, los horarios se cortaban para almorzar tarde y por más de dos horas, a fin de que la gente pudiera comer sin apuros e, incluso, dormir la siesta.
“Me encontré con una ciudad segura, limpia, tranquila, acogedora y relativamente barata”, asegura. “Y por aquellos tiempos, con trabajos no estables, podías pagarte el alquiler de una habitación en un piso. Comer en Madrid, por otro lado, siempre ha sido muy accesible. Eran épocas de pasar por el locutorio a chequear los correos electrónicos casi diariamente y hablar por teléfono una vez por semana. También era la Madrid del comienzo del siglo XXI, donde había gente de todo el mundo buscándose la vida. Por supuesto, una gran cantidad de compatriotas”.
Entre la danza y los empleos temporarios, Natalia se encontró explorando una ciudad de barrios icónicos con nombres peculiares, al menos para un argentino: reveló que algunos, como La Latina, Chueca, Lavapiés, Malasaña o Las Letras, contenían tanta intensidad como sus nombres parecían indicar. En las calles, que aún caminaba con un Walkman con cassette, ante la joven surgió una urbe por momentos extraña, en donde le costaba encontrar cafeterías, la mayoría de los bares eran de tapas, y para almorzar se usaba la barra: a nadie se le ocurría parar a leer un libro y tomar un café: “En un comienzo el español no me parecía muy amable, pero si frontal y honesto. Me llamaba la atención que no utilizaran el término `por favor´ y que todo lo pidieran como enojados: `¡Ponme una caña!´, `¡Cobrarse aquí!´”.
“Más adelante, cuando pude observar las rutinas en profundidad, empecé a notar cómo en Madrid algunos clientes pueden pasar horas en la barra conversando de tanto en tanto con el camarero. Las reuniones con amigos son siempre en el bar, extensas, con vaso en mano”.
“Si es argentina sabe hacer de todo y, si no lo sabe, lo aparenta con mucha dignidad”
Natalia tomó aquel objetivo de perfeccionarse en la danza española con profunda seriedad. Las personas con la que se comunicaba a un nivel más personal eran en su mayoría extranjeros que llegaban a España para estudiar flamenco.
Poco tiempo transcurrió hasta que la consideraron para realizar reemplazos en tablaos y como profesora de danzas. Fue allí, en un círculo más local, que Natalia comenzó a develar otros aspectos de la idiosincrasia española: “Debo decir que siempre se me ha dado un trato súper amable. Al principio, me asombraba que la mayoría de las veces la gente me mencionara que tenía familiares en Argentina, o que recordara tantas anécdotas de giras allí. En general, la opinión sobre el país siempre llegó positiva, acompañada con una frase del tipo `es una nación tan inmensa, con una cultura y vida nocturna únicas´. Por otro lado, al dedicarme a algo tan autóctono, como el flamenco, me impactaba que me dijeran: `Si es argentina sabe hacer de todo y, si no lo sabe, lo aparenta con mucha dignidad´. Este tipo de expresiones las sigo escuchando en ese y otros ámbitos hasta el presente: a los argentinos nos llaman vendedores de humo, pero siempre con humor y respeto”.
“Me gusta el carácter optimista del español, el discurso sencillo, sin dobles interpretaciones, la `conformidad´, la inocencia, la espontaneidad, la ausencia de cuestionamientos o de tanto `enrosque’ y análisis”, continúa.
“Pero, a su vez, en Madrid me resulta muy difícil abordar algún tema más íntimo o profundo, porque las reuniones se suelen dar en los bares y siempre todos están hablando casi a los gritos. Es por eso que, cada vez que tomo un cafecito en Argentina con alguna amiga, se convierte en un encuentro intensivo, casi como si fuera terapia. Luego de tantos años en España, a veces siento que continuó sin conocer del todo a mis amigas madrileñas”.
El tesoro de firmar contratos y una Madrid donde existe el reciclaje, el civismo y el respeto
Los años transcurrieron intensos, voladores y afianzados en su arte. En los primeros tiempos, Natalia no había tenido dificultades para hallar empleos esporádicos y vivir dignamente. Pero ella había llegado por más y, tras años de grandes esfuerzos y dedicación, por fin logró cerrar contratos, no solo para bailar en los escenarios, sino también como profesora: “Es un tesoro”.
Con su carrera florecida, al mundo de la argentina arribaron las inolvidables giras, en donde tuvo la dicha de conocer otros países de Europa, así como Japón, Rusia y diversos puntos de Sudamérica: “De todos los lugares donde me tocó estar rescato lo mismo: se respira la sensación de seguridad, una que, por supuesto, me impresionó en Madrid”, manifiesta. “Poder desplazarme sola en un país tan lejano al propio y no sentir nada de miedo al abrir la puerta de casa es una sensación única y, que, en mi pasado argentino, había sido muy codiciada”.
“Lo mismo me sucede al ver cómo la gente respeta una fila para tomar el bus, cómo el precio es siempre el mismo en los productos exhibidos en las góndolas del supermercado, y cómo se desecha la basura en los sitios destinados a ello: en Madrid, como en otros tantos puntos del planeta, hay reciclaje, civismo y respeto”.
Ese agujerito al que hace referencia Mafalda...
Veinte años pasaron desde que Natalia Meiriño dejó la Argentina. Veinte años que la convirtieron en una emigrante sin buscarlo. Ella, de su tierra querida, no quería huir. A España simplemente llegó para cumplir un sueño, que comenzó a construir a una muy temprana edad. En el camino, descubrió que no es lo mismo irse por un objetivo personal, que abandonar el suelo con sensación de destierro, desilusión y desamor por el país natal .
“Llevo dos décadas lejos de Argentina y hablo día a día con mis amigas de la infancia y juventud. Tengo compañeras de trabajo con las que puedo tener más o menos conexión, pero el concepto de amistad en Madrid siento que no es perenne como allá”, reflexiona. “Cada año, cada mes, ronda por mi cabeza regresar a mi país. No porque no me guste estar en Madrid, sino porque la nostalgia no desaparece. Tuve la inmensa suerte de poder viajar a la Argentina para presentar espectáculos y recorrer varias provincias. El recibimiento es maravilloso, el cariño y el respeto, son enormes”.
“Mis sentimientos están en ese país mío, la Argentina, tan lleno de contradicciones, contrastes, incongruencias, pero tan rico en valores, diversidad cultural, sentido del humor”, continúa pensativa. “Sin embargo, el argentino fuera de España, en general, me ha decepcionado. Pero no vale la pena detenerme en aquellas experiencias. Siento que dentro del país somos muy familieros, de lazos profundos y verdaderos. De compartir mate y asado hasta destapar los sentimientos más íntimos; tenemos capacidad de rebuscarnos, reinventarnos, bucear en el arte y las terapias para trascender la realidad. No importa qué vas a comer, pero sí importa que sea una buena mesa para poder charlar a gusto... Entonces sí, me gusta Madrid y seguramente tengas más bienes asegurados viviendo acá, en el extranjero. Pero ese agujerito al que hace referencia Guille en Mafalda... ese, cada vez que volás como emigrante hacia otras tierras, no te lo llena nada”, concluye conmovida.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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