Para emigrar de Bs. As. comprendieron la importancia de tener un plan y, aun así, al llegar a Los Ángeles y mirar el mapa quedaron impactados: ¿Cómo encontrar el propio espacio en otro mundo?
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Desde la antropología, la filosofía y otros campos de la ciencia, mucho se ha debatido acerca de los modelos de realidad y la realidad misma. “El mapa no es el territorio”, se ha argumentado. El conocimiento que tenemos acerca del mundo está limitado por nuestro sistema nervioso, nuestra estructura del lenguaje, nuestras costumbres incorporadas desde la primera infancia. Así, la realidad completa es inaccesible, la existencia nos brinda un mapa determinado y tan solo reconocemos y recorremos una porción muy pequeña de él, de la mano de nuestro filtro personal y condicionado.
Y si hablamos de un punto geográfico concreto y conocido, como Buenos Aires, también solemos repetir caminos conocidos difíciles de traspasar. Entonces, por momentos, surge la necesidad de conseguir un nuevo mapa. Así le ocurrió al argentino Daniel Raijman, que al igual que tantos otros seres en este planeta, observaba las tantas puertas y se preguntaba: ¿Qué habrá más allá? ¿Qué quiero hacer de mi vida? ¿Hasta dónde quiero llegar? Tal vez, se decía, mi territorio se puede ampliar...
Los Ángeles en la mira y la importancia de emigrar con un plan concreto
Daniel vivía junto a su mujer, Nathalie, en Buenos Aires, una ciudad que amaban y aún aman con cada fibra de su ser. Ambos tenían buenos empleos, disfrutaban de las calles porteñas, los amigos y la familia. Él, un músico apasionado, tocaba con su banda de jazz cada semana, trabajaba en un estudio de grabación y tenía varios alumnos de guitarra y producción musical; se sentía satisfecho y todo marchaba realmente bien.
Aun así, cada tanto miraba a su mujer a los ojos y le preguntaba: ¿Cómo será tener una experiencia en otro rincón del mundo? Y en ella, la curiosidad también crecía. “Lo charlábamos constantemente”, revela Daniel. “Le decía: o nos asentamos y nos quedamos definitivamente o abrimos un paréntesis y tomamos una ruta alternativa que no sé hacia dónde nos pueda llevar”.
La respuesta se balanceaba entre un sí y un no aturdido: sin las ideas claras, el territorio conocido terminaba siendo el más acogedor, hasta que un buen día las palabras de un talentoso pianista provocaron en Daniel el despertar del verdadero deseo, ese ansiado “clic” que los llevó a la acción.
“Simplemente me contó acerca de un programa para estudiar composición de música para películas en Los Ángeles, una posibilidad que ya conocía”, cuenta el argentino. “Pero lo hizo con tanto entusiasmo que quise saber más. Nos reunimos en un café y hablamos concretamente sobre cómo llevarlo a cabo, dónde vivir, cómo inscribirse y más”.
“¿Y si nos vamos a Los Ángeles?”, le preguntó un par de horas después Daniel a su mujer. Pero ahora la idea de irse a Estados Unidos venía con números, plazos, etapas y objetivos. Ella no dudó un segundo y dijo que sí.
“Hay algo muy fuerte que pasa cuando uno está muy entusiasmado y tiene un plan concreto. Desde ese momento todo fue focalizarse en cada paso que teníamos que tomar: desde los exámenes de inglés, la visa, hasta la inscripción a la universidad y, finalmente, lo más importante: como desarmar y reducir toda tu vida a dos valijas por persona”.
Tan solo un paréntesis de Argentina: “¿Y ahora qué?”
En Ezeiza las emociones se agolparon todas juntas por primera vez desde que habían tomado la decisión. Alienados con la organización, habían reprimido cualquier sentimiento que pudiera provocar debacles o dudas. “No dejamos la Argentina”, le dijo Daniel a su entorno íntimo. “Nos vamos máximo dos años, esto es tan solo un paréntesis de nuestra vida en Buenos Aires”.
Pero la instancia más fuerte llegó en aquel instante en el que el avión posó sus ruedas en Los Ángeles. “¿Y ahora qué?”, se preguntó la pareja, a pesar de contar con un plan. De pronto cayeron en la cuenta de todo lo que habían dejado atrás y que su página estaba en cero: debían reconstruirse.
“Una vez que ya no estás en tu casa, no manejás tu auto, casi no tenés posesiones, te repreguntás todo, pero ya está. Es como esas montañas rusas que van subiendo, y subiendo y subiendo y para cuando llegás a la cima exclamás `¡¿Para qué me metí en esto?!´ Pero ya estás en la bajada vertiginosa que inicia el nuevo recorrido, que, por supuesto asusta, pero también genera mucha expectativa, adrenalina e incertidumbre”.
Los Ángeles, California: ¿Cómo encontrar un lugar en semejante inmensidad?
Los Ángeles amaneció enorme. Ubicada en el Estado de California, Estados Unidos, Daniel pronto supo que había arribado a un punto geográfico considerado una potencia mundial. ¿Cómo descubrir su propio territorio en aquella inmensidad?
“Llegás a un lugar muy amplio. Sabés que es inmenso no solo porque lo ves en el mapa, interminable, sino porque mirás las montañas, el mar, las autopistas con seis carriles de cada lado, y todo es gigante y las distancias son sorprendentes”, describe el músico.
En Buenos Aires, la pareja apenas utilizaba el auto, siempre había sido más práctico recorrer la ciudad a pie y en transporte público. En Los Ángeles, Daniel tuvo que armarse de coraje y sacar la licencia de conducir a una semana de su llegada, sin vehículo no llegarían a ningún lado: “Es la manera de moverse acá. Además, todo es autopista y grandes avenidas, por lo que se maneja rápido”.
Con el correr de los días, hubo otro impacto innegable: el clima. Cada jornada presentaba las mismas condiciones que la anterior y parecía no tener intenciones de sufrir ningún cambio. Daniel comprendió, entonces, que debía hallar otras maneras de romper el hielo para iniciar conversaciones: “Acá no es como en Buenos Aires, no tiene sentido hablar del clima, tan predecible. Con el tiempo, descubrí que la forma de intimar es a través del tránsito: se empiezan charlas conversando acerca de cuánto tiempo te llevó llegar de un lugar a otro”, sonríe.
Así, mareados por el nuevo escenario inabarcable, al principio, Daniel y Nathalie no sabían por dónde empezar en su búsqueda para hallar la sensación de estar en casa. Pero cuando las semanas se transformaron en meses, y los meses traspasaron el año, de a poco, comenzaron a valorar la inmensidad de la ciudad.
“Te das cuenta de que esta misma amplitud te da otra perspectiva, que tus problemas no son tan grandes como parecen y que no todo tiene que ver con uno, que sos una cosa muy minúscula en un sistema mucho mayor. En lo práctico, también vas conociendo aquellos lugares que te gustan más y vas armando un mapa mucho más chico, tu propio territorio, y ahí sí hacés que la ciudad sea un lugar más accesible, conocido y la empezás a disfrutar. Me imagino que este panorama se repite en cualquier otro lugar: primero ves el mapa como algo externo, después lo transitás y experimentás y, finalmente, encontrás tus lugares y lo hacés tuyos”.
Lo lejano se vuelve accesible: la generosidad y disposición para trabajar en Los Ángeles
El plan trazado en el café porteño se puso en marcha a una velocidad inusual para los tiempos argentinos. Daniel encontró en las calles de Los Ángeles a personas enfocadas y maravillosas. Sabía que se trataba de una urbe con una diversidad tan amplia como Nueva York, pero observarlo fue fascinante.
“Se hablan todos los idiomas”, asegura. “Hay gente de todas partes del mundo y eso hace que tu adaptación sea más fácil, porque queda claro desde un primero momento que no sos el único que se está adaptando”.
A la par de sus estudios, las oportunidades laborales no tardaron en llegar. A lo largo de los años, Daniel produjo, escribió y grabó música para cine y televisión y, a la par, tuvo la posibilidad de aprender de la mano de artistas que siempre creyó inalcanzables, todos ganadores de múltiples premios como los Oscars, Emmys o Grammys.
“Acá, en Los Ángeles, me di cuenta de su generosidad y predisposición para hablar con uno y compartir sus experiencias. También fue muy sorprendente, y lo tengo que decir, el nivel de los músicos con los que me tocó trabajar y el grado de perfección con el que se abordan los proyectos”.
“Los Ángeles es una ciudad que te provee acceso a personas y posibilidades, que desde otro rincón del planeta parecen muy lejanas. Acá, en cambio son muy tangibles”, afirma. “Una de mis primeras experiencias fue hacer una pasantía con un reconocido productor musical que trabaja con Quincy Jones y trabajó con Michael Jackson. Le armé una partitura para su guitarrista, que resultó ser el que grabó Get Lucky de Daft Punk y Pharrell Williams, y la mayoría de los temas de Michael Jackson. A través de las charlas con él aprendí mucho de producción en esa y otras sesiones”, continúa Daniel.
“Esta accesibilidad repercute en la calidad de vida, claro”, reflexiona. “Poder disponer fácilmente de las herramientas y contactos te cambia mucho la manera de pensar. En Argentina las limitaciones hacen que uno encuentre la vuelta para que las cosas funcionen y que los logros sean muy valorados. Esta, en cambio, es una cultura donde sí se valora lo que uno tiene, pero como argentino hay que atravesar cierto proceso de adaptación para que lo que parece una oportunidad - tener todo al alcance -, no se convierta en una desventaja, y uno pueda mantener ese espíritu creativo característico de nuestra tierra y estar agradecido”.
Buenos Aires: volver y ya no poder relacionarse de la misma manera
“Volvemos en dos años”, había dicho Daniel, pero el nuevo territorio estadounidense emergió tan vasto y alentador, que ya transcurrieron ocho.
A Buenos Aires, no regresaron tantas veces como lo hubieran deseado. Las renovaciones de visa, los trámites de residencia, fueron factores de espera e incertidumbre. Pero aquellas veces que Argentina los vio volver fueron hermosas y de una conexión intensa con esa otra historia suspendida en el tiempo.
“Es una sensación extraña porque volvés al lugar que más conocés y, sin embargo, vos estás distinto, entonces no te podés relacionar de la misma manera”, dice pensativo. “Vienen los recuerdos, la nostalgia, pero sobre todo las ganas de reencontrarte con la gente que más querés y con aquellas cosas que dejaste. Es como sacar una foto: la sacás, te la llevás, volvés al mismo lugar, pero ni el sitio donde se tomó esa foto ni el fotógrafo son los mismos: cambió la perspectiva. La última vez regresamos como padres y eso transformó totalmente la manera en la que nos relacionamos con la ciudad, fue realmente muy lindo”.
Aprender a planificar y valorar la formación argentina
¿Qué habrá más allá? ¿Qué quiero hacer de mi vida? ¿Hasta dónde quiero llegar?, se había preguntado Daniel años atrás, cuando el mapa parecía haberse achicado y su territorio ofrecía pocos caminos, en un momento en donde él necesitaba alas para ampliarlo y volar.
Junto a su mujer, Daniel decidió quebrar las fronteras conocidas para ver y aprender más de los mundos ajenos y de los propios: “Porque vivir una experiencia en otra cultura te enseña a valorar la familia”, dice. “La que tenés cerca y la que tenés lejos”.
“Aprendés a tomar riesgos y a planificarlos. Aprendimos a valorar toda la formación que recibimos en Argentina: la cultura de donde venís y tus raíces”, se emociona. “Nosotros, los argentinos, estamos muy acostumbrados a ir a fondo en cualquier conversación, mostramos nuestras emociones y tendemos a analizarlo todo, analizarnos, y utilizamos la ironía constantemente. Acá aprendés a relacionarte distinto y valorás cuando hay momentos de conexión emocional y más personal, pero también apreciás la posibilidad de relacionarte desde el trabajo, la colaboración, metas en común y los desafíos de otro modo”.
“Pero, sin dudas, lo más significativo que aprendimos en este tiempo es a encontrar nuestro lugar en el mapa. Sin importar el país en el que te encuentres, la pregunta es ¿por dónde empiezo?, ¿dónde me ubico?, ¿desde qué lado puedo aportar?, ¿con quién me quiero relacionar?, ¿a dónde quiero llegar?Aprendés a cuestionarte y de esas respuestas vas armando tu territorio, que te ayuda a ir hacia el lugar al que vos deseás llegar. Una vez escribí una canción que se llama Lo que mueve las cosas y en un momento dice: `y saber que no hace falta correr, si al final es el camino lo que se tiene´. Es el camino lo que se tiene y uno está agradecido de poder andarlo”.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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