La primera vez que visitó Lisboa no le gustó, pero todo cambió años más tarde, cuando descubrió su belleza y sus facilidades para vivir allí siendo argentina
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Lisboa emergió gris y muy vieja. Evelin Claros tenía 22 años cuando visitó la capital portuguesa por primera vez y, a pesar de sus intentos por conectar con aquel suelo, no le gustó ni un poco. En una región con trescientos días de sol al año, le había tocado una jornada oscura, culpable, tal vez, de opacar su belleza exhalada en los rincones antiguos y las colinas acompañadas por miradores de ensueño. Aunque quizás -reflexiona hoy- no fuera culpa del clima, sino del momento de la vida que estaba atravesando, un 2012 caracterizado por otras búsquedas, que no le permitían apreciar una tierra que, en aquel momento, lejos estaba de imaginar que formaría parte de su destino.
Evelin jamás olvidará aquel día del 2019, cuando Lisboa la vio volver. El sol brilló desde el primer día y todos aquellos que le sucedieron. De pronto, sus recuerdos de la capital se transformaron; el sol, en un grato abrazo de bienvenida, había cambiado su mirada: “Pero lo cierto es que yo también había cambiado, lo que me llevó a contemplar con otros ojos la ciudad”.
Viajar y volver a la Argentina: “Me sentía muy desconectada con la sociedad”
Para Evelin, los viajes siempre fueron un gran maestro y un indicador de las diversas facetas de la vida que estaba atravesando. Madrid había sido su destino original en aquel 2012 lejano. Ella, una diseñadora gráfica, había volado a España como parte de su plan de estudios y, por supuesto, para tener una experiencia de vida enriquecedora. A la Argentina regresó agradecida por la oportunidad y feliz de reencontrarse con su vida, su familia, su Córdoba querida y sus amigos.
Pero el tiempo, transformador de espíritus, le demostró que nada permanece idéntico, todo cambia. Con el anhelo de mejorar su inglés y tener una experiencia de trabajo en el extranjero, voló en el 2016 a Australia por un año, con la idea de regresar a la Argentina y abrir algún pequeño negocio. Pero aquel retorno en nada se pareció al del 2012:” No sentía que me quería quedar. Me sentía muy desconectada con la sociedad y quería seguir viajando. Mi familia siempre me decía que, si podía, me vaya, que me apoyaban en cualquier decisión”.
La llama viajera estaba encendida y Evelin sintió que no había vuelta atrás. Decidió que tomaría todas las oportunidades laborales temporarias en el extranjero, armó una valija y se dedicó a recorrer el mundo y, por aquel sendero, vivió en diversos países por los siguientes dos años.
Cierto día, cuando la necesidad de elegir un puerto más estable emergió entre los sentimientos de la cordobesa, Portugal apareció en el mapa. Evelin contaba únicamente con pasaporte argentino y, tras una intensa investigación, descubrió que era un lugar mucho más sencillo para quedarse a vivir, a pesar de no poseer en el momento la documentación adecuada. Hacia allá se dirigió Evelin en el 2019, sin sospechar que, esta vez, Lisboa amanecería radiante ante sus ojos.
Volver a Portugal para quedarse: “Creo que los argentinos venimos acostumbrados a tantos problemas que ya nada nos parece tan grave”
Evelin no había llegado a Portugal como viajera ni como turista, había llegado para quedarse y, a pesar del impacto que aquello podría haberle generado, el arribo no significó un gran desafío: venía de vivir y trabajar en otros lugares, la costumbre al movimiento, al desapego, se había instalado en ella.
“Había pasado por la Argentina y sí, uno sufre las despedidas porque no sabés cuándo vas a volver a ver a tu familia”, dice pensativa. “Y más cuando te vas solo, no tenés con quién compartir lo que sentís. A pesar de que uno puede llamar a la familia y verse por video, creo que es inevitable que el que se va guarde lo que siente para no preocupar a los seres queridos. Al emigrar tal vez uno se vuelve un poco más cerrado en cuanto a expresar emociones”.
Con el sol ataviando la ciudad desde lo alto, durante las primeras semanas Evelin se dejó deslumbrar por el contraste entre lo viejo y lo nuevo. En este regreso permanente, encontró en Lisboa una mezcla de ciudad y pueblo, donde en una esquina podía toparse con un edificio espejado y a la vuelta hallar una antigua tasca portuguesa ubicada en una callecita adoquinada.
“Otra cosa que me encanta de esta ciudad son los miradores. Lisboa es la ciudad de las siete colinas, con muchas subidas y bajadas, y hay puntos donde tenés unas vistas de la ciudad preciosas, ideal para ver el amanecer o la puesta de sol”, observa. “Algo que no me gusta: ¡el agua del mar es helada! Es transparente y en algunas playas muy turquesa, pero es demasiado fría y me costó mucho acostumbrarme”.
Pero lo más complejo, tal vez, fue adaptarse al idioma. Evelin manejaba el portugués de Brasil, pero pronto develó que allí, en su nuevo hogar, apenas sí comprendía algo: “Me tomó varios meses acostumbrarme y entender cuando me hablaban. En sí mismo, el choque cultural no lo sentí tanto, los portugueses son muy parecidos a nosotros en muchos aspectos, como los horarios en la comida, las costumbres de las familias, las expresiones también se parecen, los gestos. Me siento como en casa desde que llegué”.
“Sin embargo, algo que me choca bastante es que suelen ser mucho más serios que nosotros. Creo que los argentinos venimos acostumbrados a tantos problemas que ya nada nos parece tan grave, casi que nos reímos de ellos. Acá todo es un drama, me cuesta mucho lidiar con el carácter de los portugueses porque yo soy más relajada”.
Portugal, accesible para los inmigrantes: “Te puede ir muy bien si sos creativo y un poco caradura como nosotros”
Tras años de trabajos cambiantes y temporales, su propia experiencia de vida motivó a Evelin a crear su emprendimiento, orientado a ayudar a aquellos hombres y mujeres deseosos de tener su propia aventura en el extranjero, incluso si carecen de la documentación necesaria.
“A través de mis redes comencé a brindar información sobre la facilidad que tiene Portugal para los inmigrantes que desean vivir acá. A raíz de ello recibí muchos mensajes, y decidí comenzar a ofrecer servicios para ayudarlos a cumplir ese sueño, ya sea con asesorías o con documentación”, explica.
“Siento que acá, en Portugal, hay muchas oportunidades para el que quiere emprender. En estos años me di cuenta de que el portugués no es tan emprendedor como nosotros. No les gusta arriesgarse y prefieren lo seguro. Además, muchos jóvenes acá cuando se reciben se van a otros países de Europa a trabajar, porque en Portugal los sueldos no son tan altos. Pero, a pesar de que los impuestos sí lo sean, te puede ir muy bien si sabés agarrar las oportunidades en el momento justo, si sos creativo y un poco caradura como nosotros”.
Manejar en Lisboa: “Lo primero que pensaba es que tenía que intentar estacionar rápido porque si no el de atrás me iba a tocar bocina”
Con el paso del tiempo y una realidad laboral cada día más afianzada, Evelin decidió comprar un auto, un paso que marcaba con cierta sutileza que había llegado para quedarse. Con aquella adquisición no solo comenzó a descubrir con otra libertad nuevos parajes más alejados, sino que develó un comportamiento social al que no estaba acostumbrada.
“Cuando me compré mi auto me costaba mucho estacionar porque acá las calles son muy angostas, con muchas subidas y bajadas, además de que muchas son empedradas”, cuenta. “Lo primero que pensaba es que tenía que intentar estacionar rápido porque si no el de atrás me iba a tocar bocina con impaciencia, ¡pero nadie hace eso! La gente te respeta. Eso es clave para que la sociedad funcione”.
“Por otro lado, la calidad de vida para mí significa tranquilidad, seguridad y estabilidad económica. Portugal es el tercer país más pacífico del mundo. Cuando caminás por las calles te sentís seguro, no estás pensando que alguien te puede estar siguiendo. No tenés que andar cuidando el teléfono o con la mochila adelante porque no hay arrebatos, esa tranquilidad para mí no tiene precio”.
“Aprendí a ser desapegada a las personas, cada uno tiene su camino”
Diez años pasaron desde que Evelin pisó suelo portugués por primera vez, aquel día gris en donde simplemente no le gustó. Pero tal como suele suceder con algún libro que uno vuelve a releer años más tarde, su regreso definitivo a Lisboa causó en ella emociones nuevas, que despertaron su amor por la ciudad: a veces es bueno dar otra oportunidad; a veces la segunda vuelta es mejor.
Y en el camino, la cordobesa comprendió que, así como ella supo aprender a amar a su nuevo hogar, hay muchos otros seres que también pueden hacerlo: para ella Lisboa tiene magia, Portugal tiene apertura y Evelin está siempre dispuesta a ayudar a quien desea descubrirlo.
“Y con toda mi experiencia aprendí a ser más independiente en todo sentido. Acá tengo solo a mis amigos, en cambio en Argentina siempre tenés a tu papá, tu cuñado, tu hermano, que te dan una mano con todo. En Lisboa aprendí a buscar las soluciones sola, en cada situación. Cuando llegué y no hablaba bien portugués me daba vergüenza llamar a alguien o consultar algo en un ente público. Con el tiempo, además de ir aprendiendo el idioma, también vas perdiendo la vergüenza y ya nada te da miedo”, reflexiona.
“También aprendí a ser más desapegada a las cosas materiales”, continúa. “Al comienzo uno llega con una sola valija y te das cuenta de que no necesitás de tantas cosas para vivir. Esas cosas van llegando, pero nada que sea material es indispensable. Asimismo, aprendí a ser desapegada a las personas. No es como en tu ciudad que conocés a la gente desde hace años y seguramente se queden siempre ahí. Cuando emigrás conocés a muchas personas que después se van. En este estilo de vida cada uno tiene su camino”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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