Llegó por amor y trabajó hasta lograr un cargo honorable y un acuerdo para saldar su “deuda” con Argentina; en el camino le impactó el comportamiento de los reyes, el rol de la mujer y la esencia del noruego
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El arribo definitivo a Noruega estuvo signado por dos eventos peculiares que Ricardo Clarke jamás olvidará en su vida. Ambos sucedieron en el aeropuerto, aquel espacio de transiciones en donde se funden las emociones y las culturas. Allí, entre las decenas de rostros, divisó a varios ministros y miembros del parlamento noruego parados en la fila común destinada a subir a un avión de línea. Ninguno de ellos exigía prioridades ni tampoco parecían considerarse “personas muy importantes”, VIP o privilegiados. Su sorpresa, sin embargo, creció exponencialmente cuando, en una aeronave contigua a la suya, vio ingresar a los reyes y al Primer Ministro de Noruega entre todos los pasajeros.
Años después, ya fusionado con su patria adoptiva, un nuevo amigo - casualmente ministro- le explicó la situación con absoluta claridad: “Ricardo, son ustedes, los ciudadanos, los que pagan nuestros pasajes mediante sus impuestos”, le dijo con aquella templanza escandinava característica. “¿Por qué debería tomar un vuelo privado o tener prioridad de ingreso?”.
“Estas dos situaciones que viví a mi llegada resumen la esencia, el alma y la médula del pueblo noruego”, reflexiona el argentino de 62 años al recordar aquellos días lejanos.
Desapegarse de Argentina, enamorarse en Mallorca y anidar en Noruega
Para Ricardo dejar la Argentina no significó demasiado. El país, hasta donde tenía entendido, no se esfumaría del mapa. Allí permanecería su Trelew querido para recibirlo con todo su amor cada vez que quisiera volver. ¿Por qué debía aferrarse a un pedazo de tierra cuando el mundo era tan amplio, tan interesante, tan rico en culturas y había tanto por descubrir?, se cuestionaba. Sin dudas consideraba que, junto con sus hermanos, había recibido por parte de sus padres lo más preciado que se pudiera obsequiar: alas. Alas para volar y crecer. Y Ricardo, desde muy joven, las supo aprovechar.
Fue así que, a sus veintilargos, decidió dejar su entorno conocido, sus funciones en la empresa textil familiar, y un propio e incipiente comercio en el rubro de la gastronomía, para abrirse camino en el mundo.
Las primeras aventuras sucedieron en Los Ángeles y en Mallorca, donde trabajó como vendedor de perfumes para la cadena Esteé Lauder.
Y en Mallorca lo aguardaba el suceso más significativo de su vida: en una coincidencia mágica se enamoró de Merete, una mujer extraordinaria oriunda de Noruega, que lo llevó hacia paisajes nunca imaginados y a enriquecer sus horizontes mentales.
Corría el año 1986 cuando Ricardo, con 32 años, contrajo matrimonio y se instaló en Bodø, la primera ciudad noruega al norte del círculo polar ártico, un lugar inesperado en el planeta que lo desafió en todos los sentidos, pero que, de a poco, le abrió sus puertas hasta hacerlo sentir noruego y dividir su corazón en dos países hasta el día de hoy.
“Noruega es el país que es gracias al rol de la mujer en la sociedad”
En un comienzo todo se sintió demasiado extraño. Ricardo pronto comprendió que pocos países en el mundo se asemejaban a Noruega, por lo que escaso sentido tenía apelar al mecanismo impulsivo, tan humano, de las comparaciones. Jamás había visto un estándar de vida tan alto, ni paisajes tan silenciosos, ni seres tan moderados.
“Lo maravilloso, a pesar de las dificultades del choque cultural y del idioma, fue aprender a vivir en un país serio, ordenado, culto, respetado, y atreverme a formar parte y sentirme orgulloso, merecedor de este suelo”, asegura. “El estilo escandinavo poco y nada tiene que ver con alguna otra nación. Esto se relaciona también al clima, a su forma de organizar sus días y a su espíritu comunal”.
Para Ricardo, uno de los impactos más profundos tuvo que ver con el rol de la mujer en su nueva sociedad. El joven adulto había dejado atrás a la Argentina de los 80, aquella con una democracia incipiente y costumbres tradicionales latinas fuertes, que incluían “deberes” diferenciados para el hombre y la mujer.
“Las mujeres noruegas son muy independientes y ocupan el mismo lugar en la sociedad que los hombres. Esto parte de la historia del país”, asegura. “Noruega solía ser, ante todo, una tierra de pescadores y hombres de mar que recorrían el mundo con su marina mercante, es por esto que las mujeres se quedaban solas por varios meses trabajando, ocupándose de las tareas del hogar, criando y educando a sus hijos, y desempeñándose en los gobiernos municipales y nacionales. Por ello, nuestra Primer Ministro es mujer y diez de los ministros también lo son. Por otro lado, en un parlamento de 169 miembros, la mitad son mujeres. Este panorama también se repite en las instituciones culturales y deportivas. En mis años en este país llegué a la conclusión de que Noruega es el país que es gracias a la gran participación y el fundamental rol de la mujer en la sociedad”.
“Otro impacto tuvo que ver con los horarios y las labores. La mayoría de la gente trabaja de 8 de la mañana hasta las 16hs, se cena muy temprano, y mujeres y hombres –sin distinción - hacen las tareas del hogar, ¡todas! ¡En Noruega no existe el servicio doméstico!”
“Y sí, al comienzo las relaciones humanas impactan. La amistad en Noruega es estar en contacto, pero no de forma tan permanente ni a diario como los latinos en general. El noruego es muy reservado; te abre los brazos, pero no te invade. Se trata de personas muy hogareñas junto a su núcleo familiar”, observa.
“Lo que he notado últimamente es que el noruego ha aprendido a dar abrazos ¡no era así antes!, ahora, con la pandemia, se extrañan. Las nuevas generaciones viajan y viven en el exterior por estudio y trabajo, y regresan con estas bonitas costumbres”.
Un rol fundamental en Noruega: “Gracias a la formación argentina”
De la mano de la cadena hotelera para la cual trabajaba, Radisson Blue Hotel, Ricardo había llegado a Noruega con empleo y fue allí donde, finalmente, ascendió a gerente de Foods & Beverages. Junto a sus compañeros locales vivió experiencias maravillosas, como aquella del año 1997, cuando los reyes de Noruega, acompañados por toda la nobleza europea, hicieron puerto en una isla en las afueras de su ciudad y él tuvo el honor de ser uno de los responsables del agasajo: “Se trataba del crucero de festejo de los 60 años del rey”, sonríe Ricardo.
“En este país se premia el trabajo, la dedicación, el esfuerzo, es por ello que si uno le pone garra las oportunidades abundan. Los noruegos son gente honesta y de gran respeto”, afirma. “Y, desde el año 2008, ejerzo funciones como juez lego en el juzgado de la provincia de Nordland. Soy el único extranjero nacionalizado que ocupa una de las funciones más honrosas a la que un ciudadano noruego puede acceder, ya que es elegido por el consejo deliberante de la ciudad, y aprobado por la policía federal y el juzgado, como consecuencia de su conducta intachable a lo largo de sus años”, continúa.
“Pero, con respecto a mis funciones, siempre pongo de manifiesto que, si hoy ocupo este honorable lugar en la sociedad noruega, es gracias a la formación que me dieron mis padres, a la educación escolar pública argentina en Trelew, a mis amigos, a mi viejo entorno. A Noruega llegué con más de 30 años hecho un hombre y con los valores morales que me enseñaron en aquellos años en mi país natal. Le estaré agradecido a mi Argentina de por vida”.
“Siempre sentí que estaba en deuda con mi país, es por ello que en el 2016 tomé la iniciativa de intentar que la compañía Norwegian se establezca en Argentina ¡y lo logramos!”, expresa con orgullo Ricardo, quien, a su vez, hace quince años volvió a sus raíces y abrió su propia tienda de indumentaria en Bodø, un negocio reconocido en su comunidad: “El pan ganado duramente siempre es el más blando”.
Raíces argentinas intactas, pero sin nostalgias
Ricardo Clarke jamás sintió nostalgia ni desarraigo, aunque en la Nochebuena del 2015 pensó mucho en su abuelo materno, emigrante de Siria, que llegó a la amada y solidaria Argentina sin nada.
El recuerdo arribó cuando recibió un llamado muy especial por parte de la iglesia local para ver si podía ayudar con ropa de su tienda a los sirios recién llegados a Bodø y “que no tienen qué ponerse”, le dijeron: “Fue un momento muy fuerte y emotivo para mí. Le agradecí mucho al obispo por haberme llamado para ayudar”, se emociona Ricardo.
“A la Argentina hemos intentado viajar cada dos o tres años para visitar a los míos en Trelew. Nuestro último viaje en familia fue en enero del 2018, aunque en mi caso regresé repetidas veces por el tema Norwegian”, revela. “En Argentina me siento un turista, pero con mi familia y mis mejores amigos todo cambia: allí mis raíces permanecen intactas”.
Las enseñanzas de una Noruega parecida a la vieja Trelew: “¿Qué nos pasó?”
A veces, cuando Ricardo Clarke mira hacia su pasado, todo lo vivido emerge como si fueran sucesos surrealistas. Más de tres décadas atrás, cuando simplemente era un joven adulto que había salido a trabajar y ver el mundo, jamás hubiera imaginado que Noruega formaría parte de su periplo y, menos aún, que se convertiría en una patria tan amada como la Argentina que lo vio nacer.
“En lo personal, Noruega me brindó una vida rica en experiencias y plena de satisfacciones. Sobre todo, me obsequió la oportunidad social de ofrendar mi aporte y compromiso a la sociedad, a la que tanto le debo”, dice pensativo Ricardo, quien también recibió reconocimientos, diplomas y nominaciones, derivadas de sus actividades comerciales.
“Pero lo más importante que logré en este ejemplo de país es haber formado mi familia junto una mujer excepcional, un hijo universitario en Oslo y una hija en Oslo también, que el pasado 26 de febrero nos ha bendecido con la dicha de ser abuelos por primera vez”, continúa conmovido.
“De mi Trelew llegué un día a mi Bodø y, en el camino, aprendí que mi infancia y juventud en los años 60 y 70 en mi ciudad argentina eran muy similares a la que disfrutaron mis hijos noruegos, Alannah, de 27, y Ferdinand, de 23, y hoy, en Noruega, sigue todo igual. En Trelew íbamos solos a la escuela, las bicicletas yacían sin candados, los comercios nuestros sin alarmas, las casas sin rejas, respetábamos a nuestros maestros, ellos sin huelgas... hoy no es así y siempre me pregunto: ¿Qué nos pasó?”
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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