Fernanda de Carlo, vecina de Villa Constitución, cuenta cómo es vivir entre humaredas por los fuegos que se encienden frente al Delta del Paraná
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Fernanda Del Carlo (54 años) sabía que Buenos Aires amanecería con humo un día antes de que la nube gris llegara a la Capital Federal. “Nosotros ya tenemos la vista entrenada, conocemos las corrientes de viento y sabemos lo que hace con el fuego”, explica. Cuando dice “nosotros” se refiere a los vecinos de Villa Constitución, ciudad ribereña de Santa Fe, sobre el límite de la provincia de Buenos Aires, que convive intermitentemente, durante todo el año, con incendios que en su mayoría son provocados por el ser humano.
Ella es fotógrafa y dueña de una tienda de disfraces. “Mi casa está a dos cuadras del río... bueno del Delta”, corrige rápidamente. Y se explica: “Es que ahora ya no hay tantos canales, parece más un campo que otra cosa”.
Las sequías de los últimos años dejaron juncos y ramas que rápidamente pueden encenderse. El Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario calcula 15.000 hectáreas fueron quemadas durante los últimos incendios. Pero hay un dato aun más desesperante: en los últimos tres años, desde Entre Ríos hasta Buenos Aires, se incendiaron 1,15 millones de hectáreas de Delta, lo que equivale a 56 veces la ciudad de Buenos Aires. Gran parte de la responsabilidad es atribuida a la expansión agrícola y ganadera en la región.
Combiné la información satelital sobre incendios durante agosto (en rojo) con las explotaciones agropecuarias registradas en las islas (en azul). Los invito a navegar el mapa, a ver si ayuda para encontrar a los responsables del ecocidio 🔥🔥🔥
— Juan Chiummiento (@juanchiummiento) August 15, 2022
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Convivir con el humo
Villa Constitución está sumergida en humo desde hace dos semanas. “A veces es más espeso y otras veces menos, pero nunca termina de irse”, denuncia Del Carlo. El último incendio en el Delta, frente a la ciudad, se registró el lunes por la noche. “Es curioso, pero yo estaba particularmente feliz porque el viento cambió y no llegó humo las casas”, comenta entre risas nerviosas. “Pero el del sábado pasado sí fue muy fuerte para nosotros”, agrega.
Los incendios del fin de semana pasado cubrieron varios días Villa Constitución, Rosario, San Nicolás, Baradero y varias zonas más. El paisaje se asemejaba a una neblina densa y blanca. La visibilidad no pasaba de los diez metros. “Mucha gente, cuando pasa por Villa Constitución en la ruta, piensa que hay niebla... Pero es fácil de reconocer que es humo por el olor. Dependiendo de qué se esté quemando, el olor va cambiando. Pero siempre es asqueroso para mi”, asegura.
En el último fin de semana, la densidad del humo provocó un choque en cadena de camiones de carga sobre la ruta 9, a la altura de Villa Constitución y San Nicolás. “Y no es el primer choque, hace 20 días pasó lo mismo. El domingo que íbamos a Pavón, camino para Rosario, también había una neblina olorosa y densa. Ahora hay un humo pesado, oscurísimo; una pesadilla”, concluye Del Carlo.
-¿Cómo es convivir con el humo?
-Bueno, la verdad es que muchos isleños se fueron, abandonaron el delta porque no lo soportan. El humo te invade y cambia tu estilo de vida. Yo tengo un hijo que va a la Universidad Nacional de Rosario, estudia composición musical, y muchas veces tiene que faltar por el humo. No quiero exponerlo al riesgo enorme del tránsito. Lo mismo pasa con sus compañeros: a varios les arden los ojos otros empiezan con problemas respiratorios. Imaginate que llego a mi casa, abro la ventana y es como si metieran 50 cigarrillos encendidos: todos los muebles se llenan de olor y no lo sacás más. A tal punto que en un momento ya no me doy cuenta si hay o no hay humo.
-¿Cuándo se intensifican las humaredas? ¿Hay temporada de quema?
-El olor se siente muy fuerte a las nueve de la mañana y luego, cuando pega el sol, se hace más suave. Pero a las siete de la tarde vuelve a bajar la temperatura y vuelve a bajar el humo. Esto pasa siempre, pero las peores épocas son en invierno y en verano, porque llueve menos de lo normal.
-La lluvia trae alivio...
-Claro, porque todo está siempre muy seco. El humo te daña los ojos y los pulmones. Después de las quemas, cae una lluvia de cenizas que se acumulan en los patios y en las calles. Eso también lo seguimos respirando durante días. Hace un tiempo, en una de esas veces que mi marido se descompuso por el humo, estuvimos a punto de agarrar nuestras cosas e irnos.
Para el doctor Jorge Molinas, alergista de la Facultad de Medicina de Rosario, el riesgo se acentúa en las personas alérgicas, “que representan a un 25 por ciento de la población”, informó en Radio Nacional la semana pasada.
Antes del fuego
“Hace unos 20 años, con mi marido teníamos un velero con el que recorríamos las islas. Nos encantaba. De chicos también íbamos mucho al Talar [un arroyo dentro del Delta en las islas de las Lechiguanas en Piragua]. Se escuchaban muchos pájaros, íbamos a hacer avistajes, a reconocer flora. Había olor a tapia y los amaneceres eran impagables... te juro que pienso en eso y me pongo a llorar”, reconoce Del Carlo.
También hace dos década (“aproximadamente”, precisa) vio el primer incendio cerca de la ciudad. “Estábamos recorriendo la costa con el auto y a lo largo de seis cuadras solo vimos fuego. Recuerdo que sentí un profundo desasosiego”, describe.
Desde hace dos años, las humaredas se intensificaron. Además, la pandemia potenció el problema: “En el 2020, todos estaban preocupados por el coronavirus y los problemas respiratorios. Yo pensaba que acá, además, se suman los problemas respiratorios que provoca el humo”, agrega.
Según información del Servicio Nacional de Manejo del Fuego, del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, la mayor parte de los incendios son provocados de manera intencional. Su respuesta fue de desplegar brigadistas cuando hay incendios e instalar torres de vigilancia. Para Del Carlo, ninguna autoridad le dio la importancia que se merece al tema de los incendios. “Y los perpetradores siguen sin rendir cuentas”, insiste.
Desde hace dos años, Del Carlo forma parte de una agrupación local que se llama “Salvemos los Humedales”, que hizo varias actividades para concientizar acerca de la importancia de conservar los suelos naturalmente saturados por agua. “Cuando era chica no era consciente de la belleza en la que habitaba. Pero siempre lo disfrutamos: imaginate, del boliche nos íbamos a la isla, con carpa y todo. Ahora nos da miedo que nos toque algún incendio. Ahora pienso en los chicos que nacieron en el 2020, no creo que hayan respirado mucho aire limpio...”, se lamenta.
Además de registrar con su cámara el Delta y su biodiversidad, Del Carlo involucra a su familia y amigos. Del Carlo, junto con su marido, Daniel “Tero” Agnese, trabajan todos los días para proteger los humedales y para evitar que siga habiendo incendios. Para ella es un sube y baja de emociones, ya que hasta ahora, el humo no deja de aumentar.
-A 20 años de aquél primer incendio, ¿qué sentís este avance descontrolado de las quemas?
-Angustia, bronca... Tengo una bronca que me activa. Hace un tiempo que me preguntaba “¿Por qué vuelvo al Delta, si me enveneno y me pongo tan triste?”. El otro día fui a Paranacíto... Era divino hace unos años y ahora lo encontré desolado: había tortugas muertas, poca vegetación... Se vuelve muy difícil lidiar con esto todo el tiempo. Pero después de pensarlo bien, me di cuenta de que aquí vamos a seguir. Tanto mi esposo como yo, nos vamos a quedar.
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