¿En dónde habitan las raíces, los valores, las creencias?, solía preguntarse María, una mujer para quien las emociones apegadas al desarraigo no le eran ajenas. Con un marido geólogo especializado en el rubro del petróleo, durante treinta y seis años había empacado valijas que habían sobrevolado los océanos y los continentes para morar en tierras africanas, europeas y americanas. Fueron años de constantes nuevos comienzos de a dos y con hijos, períodos que, aun a pesar de los cambios, se habían prolongado lo suficiente como para trascender el estado del enamoramiento.
Enamorarse de un lugar se trataba de un sentimiento que María conocía bien, aquella sensación de percibirse encandilada por las primeras impresiones, por la fascinación hacia los nuevos sabores, aromas y colores; los cinco sentidos vibrando en su máxima potencia y que, al igual que en los inicios de cualquier historia de amor, solían emerger poderosos para aplacar los miedos y abrir el corazón.
Y a lo largo de los años viajeros, Argentina también había sido un punto de retorno por períodos extensos, una circunstancia que trajo consigo variaciones en la dinámica familiar: "A nuestra tierra regresamos con hijos de 14, 11, 9 y 4, que hablaban poco español. Nos fuimos directo a Neuquén a vivir a por cinco años en un paisaje maravilloso, rodeados de naturaleza y con muchas oportunidades de aprendizaje", cuenta María, "Era nuestro querido país, pero no entendíamos mucho. Allí experimentamos el shock cultural del regreso, que conocía en teoría pero no en la práctica. Luego volvimos a Buenos Aires, mi ciudad, amigos y familia, fueron tres años en una nueva casa, otros colegios, e incluso universidades, hasta que un día le dije a mi esposo que deseaba mudarme a un lugar completamente diferente a Europa y África. Y surgió Perú, pero con la novedad de que solo los más chicos nos acompañaron, porque los dos bebitos que había llevado a Holanda en 1990 ya estaban en la universidad. Fue una experiencia extraordinaria, logramos integrarnos totalmente a la sociedad peruana", continúa sonriente.
Pero con el paso del tiempo, un buen día una propuesta laboral de su marido Gustavo trajo consigo un nuevo desafío: mudarse sin hijos – ya todos adultos – a Bogotá. Se trataba de América Latina, ¿sería acaso similar a los países que habían conocido? Pronto descubrieron que la respuesta era no.
Esta vez, amigos y familia los despidieron con una comida, un cafecito o una llamada de aliento. Tal como había sucedido en los últimos treinta y seis años, la madre de María apareció mágicamente para ayudarla con las valijas, así como una de sus hermanas, con nuevos tips de mudanza asociados al desprendimiento de las posesiones y un kit homeopático para mantenerse saludables física y mentalmente.
"Otros hermanos tendieron un manto de cariño y protección sobre nuestra casa y sobre nuestros `niños´, que siempre supieron cómo mantener los hilos de esta familia a la distancia. También tengo que reconocer el incansable buen humor de mi marido en la preparación de este viaje: hacía sonar La Bicicleta de Carlos Vives como música de fondo, entre otros temas de nuestro destino inesperado, ¿creería que a mi edad me iba a transformar en Shakira al pisar tierra colombiana?", ríe.
A sus 61 años, María sabía que ya no se encontraba ante un desarraigo, esta vez se trataba de una aventura. "Con nuestras raíces siempre profundas en Argentina, una película llamada `Allá vamos Colombia´ comenzó".
Las primeras impresiones de un nuevo hogar
Para los Pelliza, el arribo a un aeropuerto denominado El Dorado anunciaba una promesa de inolvidables andanzas. Lo primero que le impactó a María fue la cantidad de autos en una ciudad muy limpia, las bicisendas por doquier (hay aproximadamente 500 km de ciclovías) y las montañas tan cercanas. Ante las elevaciones de imponente altura le costaba darse cuenta de que se encontraban a más de 2600 metros sobre el nivel del mar, aunque pronto cierta falta de aire y cansancio al caminar se lo hicieron notar.
Los primeros días se hospedaron en un hotel en donde las expresiones "con gusto", "con muchísimo gusto" y "su mereced" - acompañados de sonrisas irradiadas por los ojos-, la tomaron por sorpresa. Las temperaturas anunciadas para las mañanas y las noches eran bajas, de unos nueve grados y no había calefacción, aunque pronto les trajeron un aparato con "muchísimo gusto", así como un perchero extra y una pava eléctrica, todo como para armar un pequeño hogar provisorio en pocos metros cuadrados.
Orientarse resultó ser una de las cuestiones que más dificultades le trajo a María, una amante de las caminatas exploradoras. "La clave fue acostumbrarme a pensar que las montañas están al este. En Argentina siempre pienso que miro al norte y están a mi izquierda, al oeste, este pensamiento automático complicó mi orientación. Las calles van de este a oeste y su numeración aumenta hacia el norte, son perpendiculares a la montaña, y las carreras van paralelas a ellas, de sur a norte, y aumentan su numeración hacia el oeste. Una dirección se escribe así: K11 # 87-56, esto quiere decir que está sobre la carrera 11, con la calle 87 y el número del edificio es 56, o sea, a 56 metros de la calle 87 ¡Fácil en teoría! Pero el nombre de la carrera o de la calle en el que uno está parado no está escrito en las esquinas...".
El nuevo entorno
Al poco tiempo, María comprendió que podía experimentar todas las estaciones en un mismo día, por lo que vestirse en capas fue su mejor opción. La moda en las calles de Bogotá, sin embargo, no parecían caracterizarse por el confort. "¡El maquillaje y el pelo se llevan siempre impecables! Las mujeres acá han decidido que hasta marzo es invierno y van vestidas con botas y camperas abrigadas, aunque al mediodía hace un calor de verano. ¡Eso sí, como el último grito son unas blusitas con panza al aire y mangas tres cuartos campana, eso se puede ver a toda hora independientemente de la temperatura que haga! Digamos que acá la estética es más importante que la comodidad. Lo mismo aplica a los zapatos, algo llamativo ya que las veredas acá son terribles, al ser una ciudad montañosa tienen distintos niveles a lo largo y a lo ancho de una cuadra".
María no pudo evitar ciertas comparaciones con las calles de Holanda, en especial en relación a las aceras y las bicisendas, vagamente señalizadas, por lo que rápidamente incorporó el hábito de estar alerta a los ciclistas que, para su asombro, resultaron amables y de un andar calmo. "Mirar vidrieras puede ser complicado porque hay muchos obstáculos. Los cordones son el doble de altos que en cualquier parte del mundo y casi siempre tienen una rampita que me hace las cosas más fáciles, de lo contrario hay que arrojarse desde cuarenta centímetros y acordarse de levantar mucho los pies al llegar a la vereda", relata entre risas.
Al buscar un nuevo hogar, el matrimonio halló en Bogotá a un rincón del planeta de una arquitectura avanzada, al igual que en Medellín. Descubrieron una buena calidad en las construcciones y remodelaciones, hechas con materiales modernos que incluían electrodomésticos de última generación. Decidieron recorrer a pie los lugares adonde deseaban vivir y en su camino encontraron unos cuantos parques muy bien diseñados, que incluían juegos maravillosos para niños y áreas para mascotas. "Hay cero basura. Los tachos se dividen en reciclable y orgánica, y hay dispenser de bolsas de plástico para la suciedad de los perros. Se observan muchos barrenderos hasta el domingo, con barbijo, guantes y realmente haciendo su trabajo. Y lo más innovador, desde mi punto de vista, son los baños químicos en las plazas. Acá la zona de niños me impresionó y la veo bastante más creativa que la nuestra, por ejemplo. No hace falta inventar la rueda, ya existe, solo hay que imitar", continúa.
"Así mismo, me llamó la atención el paisajismo y los árboles, altísimos", observa María, "Se ve que son los indicados para las veredas porque estas no están levantadas por las raíces. Las plantas crasas están muy de moda como en Argentina, pero acá pueden poner lo que quieran porque con tanta lluvia todo crece. Se ven algunos jardines verticales y los edificios tienen casi todos ladrillo a la vista, lo que hace que la ciudad surja homogénea. Algunos están metidos entre la vegetación y los arroyos que bajan de las montañas: naturaleza y arquitectura en perfecta armonía. Y en los supermercados se pueden conseguir hermosas flores frescas y económicas, ya que Colombia las cultiva a gran escala en invernaderos".
Otras diferencias culturales
Como en todas las comunidades del trópico, María advirtió que el día llegaba a su fin rápidamente, a las seis de la tarde, todo el año. Así, en relación a los horarios, develó que los médicos comenzaban a atender a las 6:20 am o a las 7 a más tardar y que, normalmente, las jornadas laborales eran extensas para todos.
"Los colegios, por otro lado, están ubicados en zonas alejadas a las residenciales, entonces los transportes buscan a los niños a las seis de la mañana. Es bastante normal que pasen más de una hora en el micro, por cada tramo. Acá las familias se levantan a las 5:30 am como algo muy normal y cualquier día se cena temprano, a partir de las 7 pm. Los deportes de fin de semana también se hacen al alba: salir a las 6 am de un sábado no es una idea loca, uno se ahorra el tráfico imposible de la ciudad para llegar al club, así como la lluvia, que puede caer desde el mediodía".
Otra de las primeras notas mentales de María fue no utilizar la palabra chofer para dirigirse a quien maneja el taxi o remise; aprendió que debía llamarlos simplemente "conductor", por una cuestión de respecto: "porque los choferes no saben nada de nada, solo conducen - como los de los buses- me explicaron, y es despectivo usar la palabra equivocada. También generó confusión utilizar la palabra `bárbaro´, hasta que me aclararon que no sabían si me refería a un `sí´ o un `no´ y que más perplejos aún se quedaban cuando saludaba con un beso, incluso entre mujeres, solo vale entre muy amigos. ¡Los argentinos andaremos metiendo la pata a lo loco! También aprendí que debía decir `domicilio´ y no delivery".
Comida, lugares, amigos y oportunidades
Gracias a sus viajes, el matrimonio ya se había hecho de amigos colombianos incluso antes de su llegada. El primer fin de semana los llevaron a la montaña, hacia un paisaje plenamente tropical. Allí gozaron de los típicos restaurantes campestres, con caballos en alquiler para recorrer los senderos montañosos. "Se ven muchos ciclistas y jinetes en el mismo camino angosto por el que van los autos, no es nada seguro y hay que ir muy despacio porque no hay a dónde parar. La gente come mucha carne y me llamó la atención que, en reemplazo de nuestros platos de madera de asado, acá se utiliza una plancha de bifes muy caliente apoyada en una base de madera, uno come sobre esa planchita, ¡es una muy buena idea para tener la carne caliente! Y en varios sitios, aparte de comer, se baila junto a la familia, los hijos y los amigos, sin importar si es mediodía, tarde o noche", afirma María.
"Para llegar a los lugares el tráfico es inaceptable en cualquier momento del día y de la semana, para saberlo solo necesitan leer algún artículo sobre cómo ranquea Bogotá en ese aspecto. Pero cuando uno logra salir de la urbe se encuentra con lugares maravillosos como La Ciudad Perdida, Caño Cristal, Providencia, la ciudad amurallada de Cartagena, o una isla en el medio del Río Magdalena, en donde se hace una delicada filigrana de oro y plata. ¡Todo suena muy prometedor y lo es! La gente es extra amable y es seguro viajar".
En relación al trabajo, la situación laboral actual del matrimonio es distinta a otras de su pasado, pero a través de la experiencia aprendieron que, en ocasiones, resolver el tema para ambos miembros de una pareja puede significar un proceso muy complejo en el extranjero. "Sin embargo, se puede participar en algún grupo de ayuda social integrado por varias nacionalidades, sirve para conectarse con la realidad local, entender las idiosincrasias de otros países y las distintas situaciones de emigración de los mismos argentinos, y para crear un útil networking para posibles futuros trabajos, pero, sobre todo, para retribuirle con modestia un poquito al país anfitrión, agradecerles por brindarnos esta oportunidad de trabajo en sus tierras".
Regresos y aprendizajes
Ya fueron varias las ocasiones en que María y Gustavo se hicieron el tiempo para visitar su tierra natal a fin de disfrutar de su pequeño nieto, ver a sus hijos, y a toda la familia extendida por Buenos Aires y Córdoba.
"Volver para nosotros refleja la riqueza de haber tenido la fortuna de conocer el mundo. En cada regreso descubrimos que logramos ser la excusa para encuentros colmados de recuerdos amables, insertos en una vida cotidiana que suele atrapar a los que allí viven. Significa reencontrarnos con amigos que nos han visitado y acompañado a lo largo de tantos años de mudanzas, con nuestra vieja casa, con nuestros queridos afectos argentinos que conocimos por distintos lugares de la tierra, así como con los extranjeros que nos visitan para conocer el país del que tanto les hablamos", dice María con emoción.
Muchos años atrás, un joven matrimonio que había logrado vencer sus tibios miedos, partió al mundo anhelando enriquecerse y dejar crecer sus sueños. Por aquellos días, solían evaluar su destino en relación a las variables económicas y educativas, aspectos que se acentuaron con la llegada de sus cuatro hijos. Pero con el paso del tiempo el escenario mutó y con ello lo hizo su forma de encarar la vida. Se habían transformaron en adultos maduros, con descendientes que habían desplegado sus propias alas; en seres que, a pesar de la edad, mantenían su espíritu explorador intacto, pero cuyas metas habían cambiado para darle protagonismo pleno a las sensaciones y a la aventura, a la búsqueda de emociones y a los estados del enamoramiento.
"Sabiendo acerca de la teoría de interculturalidad, soy consciente de que uno suele pasar siempre por una etapa inicial de enamoramiento. ¡Esa primera impresión, cuando uno está fascinado con las nuevas experiencias, los sabores y colores distintos! En el caso de Bogotá, con la amabilidad de los locales, los caminos de bicicletas, las artesanías, las ciudades patrimonio de la Unesco... En esta etapa de la vida tengo una mirada positiva y abierta, y que incluye tratar de hacer durar al enamoramiento lo más posible para obtener un mejor pasar. Por otro lado, con toda nuestra experiencia de vida también creo que aprendimos a superar el destierro - algo siempre complejo- ayudados por una dosis de sentido del humor que nos significó adaptarnos bien a las comunidades y nos facilitó hacer muchos amigos, que aún conservamos. Y aprendimos a ser muy flexibles", asegura María.
"Muchas veces me pregunté en dónde es que habitan mis raíces, mis valores, mis creencias. Pero entendí que todo cambió y que hubo muchas fronteras que se fueron derrumbando. Los traslados del siglo XXI permiten acceder a la comunidad argentina a donde sea que uno vaya, con enorme apoyo. Se adquiere un grupo de pertenencia en el cual se cultivan las creencias y valores de nuestra patria. Se genera una familia extendida elegida, hermanos, primos, tíos, sobrinos, y hasta nietos de adopción, que seguirán siendo parte de nuestra vida cuando nos vayamos. Cuando uno llega a otra tierra se encuentra con pequeños sucesos en los cuales uno se siente la víctima por ser extranjero, o nuevo. En lo posible, tomarlo con humor es la herramienta clave para superar el primer momento, un análisis posterior nos llevará a darnos cuenta de que hay una creencia o valor del país anfitrión que no es propia a nosotros. Allí hay algo a descubrir y obtendremos el enorme rédito de apreciar otros puntos de vista, otras formas de vivir, también válidas", reflexiona María Pelliza, una mujer que, casi sin darse cuenta, supo adoptar algunas características de los diversos países que la acogieron en el mundo: la puntualidad estricta y el gran espíritu de familia extendida de los holandeses, la relajada y alegre forma de recibir de los nigerianos, y la extrema amabilidad de los peruanos.
"¿Qué nos llevaremos de Colombia? Hace tres años que vivimos acá y hay para elegir, ya veremos", concluye alegre, dejando entrever su alma aventurera.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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