Cada mañana, la familia Monteagudo puede divisar las incontables ovejas esparcidas en las colinas que rodean a Barnard Castle, un pueblo situado en el medio de la campiña inglesa, y su nuevo hogar desde hace poco más de dos años. "Es exactamente lo que vinimos a buscar", asegura Ezequiel, padre de tres chicos.
Aunque ya hacía tiempo que el matrimonio había tenido la idea de lanzarse a vivir una experiencia en el exterior, aquel destino fue inesperado. En Argentina, la empresa para la que él trabajaba ya le había hecho un par de propuestas en otras oportunidades, pero ellos querían emprender semejante peripecia de tal manera que se sintiera bien, por lo que las dejaban pasar. "Irse a vivir a otro país puede ser un proceso complicado en familia y tenés que tener algunos aspectos cubiertos como casa, mudanza, colegio y más", cuenta, "Y llegó el momento en que me hicieron una oferta muy atractiva, lo pensamos y aceptamos. La ayuda que nos dieron para la transición fue clave y solo tuvimos que ocuparnos de las cosas más importantes".
A pesar de la emoción ante la perspectiva de un cambio tan anhelado, irse fue muy difícil. Después de tanto soñar y planificar, finalmente había llegado el día de la partida y dejar atrás los amigos, la familia y el hábitat cotidiano para aventurarse hacia nuevos paisajes y costumbres, resultó un tanto más impactante de lo esperado.
Hacia un nuevo hogar
En un invierno crudo, los Monteagudo llegaron a Barnard Castle, una comunidad de poco más de 5500 habitantes situada en Teesdale, condado de Durham, cerca de Newcastle. De un día para el otro, habían cambiado la ciudad por las postales rurales de la campiña inglesa, un lugar en el mundo que parecía estar detenido en el tiempo, colmado de rincones llenos de historia, colinas verdes veteadas con ovejas pastando y una atmósfera típica de romance inglés.
Al comienzo, estuvieron alojados por un par de meses en un hotel hasta encontrar la casa adecuada. "Era enero y el shock del cambio de estación fue tremendo", recuerda Ezequiel, "Veníamos del calor y la pileta, y pasamos a un invierno que creo que fue el peor desde que vivimos acá".
Para el matrimonio la principal preocupación fueron sus hijos, que por entonces tenían 2, 4 y 7 años. Arribar a un lugar en el mundo tan diferente podía traer consigo emociones en extremos intensas, tanto por lo que habían dejado como por lo que estaba por venir.
"Pero encontramos un lugar tranquilo para la familia, rodeado de verde. Por suerte ellos (y nosotros también) se adaptaron muy bien al colegio, los nuevos amigos, el frío y la casa, que al principio se sentía desconocida. El idioma fue un tema por algunos meses, pero casi sin darse cuenta la nueva lengua empezó a fluir en ellos más fácilmente, los chicos aprendieron increíblemente rápido".
Nuevas costumbres y calidad de vida
Lo que más atrajo al matrimonio era la posibilidad de vivir en un lugar seguro y próspero, donde sus hijos pudieran tener contacto con la naturaleza, y en donde todos contaran con beneficios similares a los de una ciudad en cuanto a comodidades y oportunidades laborales.
"Es un poco lo que te esperás: las casas bastante parecidas entre sí, típicas del interior de Inglaterra, todo muy limpio y la gente muy respetuosa. Tiene bastante de la vida en cualquier pueblo del interior de Argentina, donde la gente se conoce, se saluda en la calle y te encontrás a todos en el supermercado o en el pub", describe Ezequiel.
Antes de su llegada, la calidad humana había sido un gran interrogante para ellos, por lo que se sorprendieron gratamente al comprobar que la gente los recibía muy bien, tanto en las reuniones sociales donde forjaron buenos vínculos, los grupos de padres, así como en las típicas festividades tradicionales del pueblo (como el festival anual de Rhythm & Blues o el carnaval en el castillo). "Incluso me puse en contacto con el club de rugby local y de vez en cuando entreno y juego, algo que para mí es clave, ya que es un deporte que me acompaña de toda la vida y tener contacto con ellos fue una sorpresa", explica sonriente.
Por otro lado, Ezequiel se maravilló al comprobar que el mar estaba a menos de una hora de distancia y, aunque para muchos argentinos el calor no se acerca ni un poco a lo que se podría considerar un día de playa, en verano van de vez en cuando a disfrutarlo, en especial porque a Ezequiel la cercanía le permite practicar surf mucho más seguido que en sus días en Buenos Aires.
En cuanto al sistema educativo los Monteagudo quedaron encantados. "Hay un solo turno y es muy bueno, porque los chicos entran a las 9 y salen a las 15.30, o sea que no tienen que levantarse demasiado temprano -lo cual en invierno es muy difícil- y a la tarde les queda tiempo para jugar y hacer la tarea. En cuanto a la organización y la forma de enseñar es bastante diferente a la de Argentina: casi no tienen tarea ni exámenes, al menos por ahora, y mis hijos tienen 4, 6 y 9", explica Ezequiel, "¡Lo que sí es impactante acá es la hora en que los chicos se van a dormir! Tipo seis de la tarde muchos ya están durmiendo, sobre todo cuando son más chicos. ¡En ese horario nosotros no estamos ni pensando en cenar!"
Regresos, aprendizajes y fraternidad
En estos años, los Monteagudo regresaron una sola vez a su tierra natal, aunque la familia vino varias veces a visitarlos. "En nuestro viaje fue muy lindo reencontrarnos y obviamente resultó muy triste la despedida, pero sabemos que en algún momento vamos a volver, así que eso nos tranquiliza bastante; no necesitar quedarse en otro país, sino decidir quedarse es clave para llevarlo mejor", afirma emocionado.
A Ezequiel y su familia les gusta pensarse a sí mismos como un grupo de exploradores, que se encuentra en un viaje de aprendizaje cultural y profesional.
"El hecho de estar en este lugar en donde prácticamente no hay extranjeros hace que podamos vivir la cultural local bien de cerca, que era lo que vinimos a buscar. Creo que es como uno más se enriquece y aprende", reflexiona,"A pesar de que de vez en cuando nos juntamos con grupos de argentinos, la idea siempre fue integrarnos mientras vivamos acá, nos parece que es la mejor forma de vivir la experiencia. Aunque, obviamente, no perdimos para nada nuestras costumbres. ¡Imaginate la cara de mi vecino cuando me vio prendiendo el fuego para hacer un asado en la nieve!"
Así mismo, Ezequiel siente que la convivencia de las dos culturas, eternas rivales en lo político y futbolístico, es un aprendizaje para desarrollar la empatía y la fraternidad.
"Por supuesto que la `pica´ con los argentinos existe, pero nos gusta pensar que son cosas que se pueden hablar - algo que hacemos - aunque nunca te vayas a poner de acuerdo, como por ejemplo con las Malvinas. ¡Y el fútbol es un tema! Ya sobreviví un mundial acá, incluso con Inglaterra llegando más lejos que Argentina, si salían campeones me tenía que encerrar en casa por un par de meses", concluye entre risas.
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Destinos inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com .
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