Las horas transcurrieron aceleradas y el tiempo, ese tirano que en otras instancias de la vida parecía apenas fluir, comenzó a escurrirse entre sus dedos. La fecha de viaje se acercaba a pasos agigantados y, junto a la ilusión de la aventura, las dudas de Sergio Ramos no cesaron de crecer. ¿Y si no se adaptaban? ¿Y si no conseguía trabajo? ¿Y si extrañaba demasiado? ¿Acaso no era una locura irse a vivir a otro país con un hijo de tres años y una beba de nueve meses? En su entorno, una y otra vez, le remarcaban que aquello implicaba una responsabilidad mayor, un desafío complejo de sobrellevar en la soledad familiar del destierro.
Sin embargo, partían con cierta tranquilidad: su mujer, Teresa, que había nacido en España y emigrado de muy pequeña a territorio argentino, arribaría con trabajo y conocía la ciudad. Aun así, para Sergio el reto no dejaba de ser mayúsculo: "Hoy seguimos convencidos de que una decisión semejante se toma con un poco de arrojo y mucha inconsciencia propia de los treinta años".
Lo singular era que, inicialmente, Teresa no se hallaba demasiado convencida de dejar la vida que habían forjado y era su marido el que insistía con poco éxito. Como nieto de inmigrantes españoles e italianos, su ambición siempre había sido conocer Europa, pero no como un simple turista que fotografía los lugares emblemáticos y sigue viaje, no, él anhelaba adentrarse en otra cultura, otros barrios y otras voces hasta absorber nuevas costumbres, abrir su mente y enriquecer su espíritu. Por otro lado, había finalizado sus estudios universitarios y deseaba ponerse a prueba y ver hasta qué punto era capaz de desarrollar un camino profesional en otro rincón del planeta. "Y pensaba que en España podríamos tener la estabilidad y tranquilidad que en Argentina no teníamos. Es curioso, porque en ese momento muchos exiliados políticos regresaban al país mientras nosotros decidíamos marchar".
Sergio jamás olvidará la circunstancia que lo llevó a coincidir con su mujer. Sucedió un sábado por la mañana, cuando al regresar de hacer compras encontró a Teresa llorando en la cocina. Habían secuestrado a Hernán Siles Zuazo, el presidente de Bolivia. "Fue en ese momento que ella me dijo: nos vamos, ahora hay golpe en Bolivia, mañana será en Argentina, y no quiero que mis hijos crezcan en otra dictadura", rememora conmovido.
La familia y los amigos no lo esperaban, la tristeza fue profunda. Tanto Teresa como Sergio tenían buenos puestos laborales y bien pagos, departamento propio, coche, vacaciones, ¿qué más querían? Sus argumentos no resultaron fáciles de comprender. El desconsuelo por el desprendimiento, tan desgarrador en épocas de breves llamados telefónicos costosos, fue inmenso. Lo cierto era que, por aquellos años, irse a vivir lejos se sentía intensa y verdaderamente lejos. "En especial para mis padres porque, junto con nosotros, temían perder a dos de sus cuatro nietos".
Entre lágrimas y esperanzas, y a pesar de los miedos inevitables, la familia Ramos Rey se embarcó en el Eugenio C, un transatlántico minúsculo comparado con los actuales. Sumidos en un torbellino de emociones agridulces, llegaron el 21 de marzo de 1985 y ante ellos amaneció Barcelona, una nueva vida, y otros sueños.
Primera etapa, primeros impactos
En un comienzo todo se sintió forastero, como un paréntesis de vida extraño, un tiempo extraordinario alejado de las sensaciones típicas de cualquier cotidianidad. Aun así, ¡qué asombroso fue el primer impacto! La ciudad se develó fantástica y completa; bañada de sol y de luz. "Es ordenada, con un urbanismo que me gusta, llena de edificios modernistas preciosos. Tiene el mar y a la playa, montañas de 1700 metros de altura a 50 kilómetros, los Pirineos y pistas de esquí a una hora y media, y la frontera francesa a 170 kilómetros", observa sonriente.
Sin embargo, al poco tiempo también arribaron aquellas otras impresiones un tanto desconcertantes y complejas de asimilar, entre ellas, que España no fuera una sola madre patria, sino varias. "Como buen fan de Serrat sabía que aquí se hablaba catalán, pero no era consciente de hasta qué punto hay claras diferencias con el resto de España, incluso en aspectos tan simples como la forma en que establecen las relaciones sociales: el catalán es reservado y necesita tiempo hasta abrirte las puertas de su casa. Al principio extrañé la espontaneidad argentina y la idealicé".
Otra de las dificultades iniciales llegó de la mano del civismo, materia en la cual fue necesario readaptarse. Para ello, Sergio tuvo que revisar sus conductas en cuestiones relacionadas a la basura, a cómo conducía el auto, al respeto por las reglas, por el peatón, las señales, y tanto más, todas costumbres que adoptó con gusto, aunque no siempre le resultó sencillo.
En su nuevo empleo, por otro lado, lo sorprendió la seriedad y la fuerza de la palabra. "Creen en ella sin dudarlo. Sin ir más lejos, el viernes hice una compra de un material que me enviarán a casa y pedí el número de cuenta para transferir el importe antes de la entrega. `No hace falta, ya me lo pagará después´ fue la respuesta. Treinta y cinco años han pasado y este tipo de actitudes me siguen maravillando", añade al respecto, "Otro gran impacto fue la estabilidad económica, que nos permitió adquirir una hipoteca a muy largo plazo para comprar una vivienda".
Una oferta inesperada
A una velocidad inaudita, los meses se transformaron en años, tiempos que no dejaron de ser peculiares y que continuaban envueltos en frecuentes sensaciones de desarraigo. Una etapa en la cual, además de extrañar, Sergio había comenzado a olvidar aquellas cosas que no le agradaban tanto de la Argentina y a idealizar por demás tantas otras relacionadas con los afectos y la ciudad que había dejado atrás.
Todo parecía haber encontrado un rumbo estable hasta que un día el destino de sus vidas los condujo por nuevos caminos inesperados, en donde debieron atravesar la misma experiencia del destierro, aunque en un escenario dispar en cuanto a sentimientos y circunstancias.
Todo sucedió a raíz una oferta laboral de Sergio. Gracias a ella, la familia tuvo la posibilidad de conocer dos caras de su vida en Barcelona: "La empresa para la que trabajaba aquí me ofreció volver a la Argentina en 1999 como expatriado, por cinco años. Al vencimiento del contrato, en el 2004, me propusieron continuar en suelo porteño, sin embargo, nuestra decisión fue regresar a Barcelona. Sinceramente, en ese período tuve la gran oportunidad de situar a la Argentina en el auténtico lugar que tenía en mi vida y mi corazón", asegura hoy el hombre de 64 años.
Segunda etapa, otra apreciación
Teresa siempre le había dicho: "Acá, en Barcelona, nunca te harás millonario, pero vivirás tranquilo" y fue precisamente aquella certeza la que Sergio abrazó en su paréntesis en Argentina. Para él, la segunda etapa significó comprender qué es lo que buscaba cuando hablaba de calidad de vida: "Tener la oportunidad de vivir un regreso y una nueva emigración me permitió recuperar el costado que había difuminado de mi país natal y comparar ambas realidades. Durante esos cinco años, aunque no nos afectara económicamente como al resto de los argentinos, tuvimos que vivir la debacle del 2001 y sus consecuencias. Evidentemente ello ayudó en la decisión. Nosotros siempre buscamos tranquilidad, ante todo", asegura.
Y así, como nunca antes, para la familia Ramos Rey el balance de sus años en Cataluña comenzó a vislumbrarse muy positivo. En sus trabajos y su vida diaria habían hallado la estabilidad económica y una paz invaluable.
"Barcelona es increíble. Es una urbe cosmopolita y multicultural, gestionada por un Ayuntamiento con políticas de avanzada, independientes del partido que esté gobernando. ¡Y además se come muy bien! Mucha dieta mediterránea, cada vez menos carne y más pescado", ríe, "Aprecio, a su vez, todo lo que tiene que ver con los derechos, especialmente como consumidor. Acá te acostumbrás a reclamar y a tener éxito en el proceso cada vez que se vulnera lo que considerás justo. Asimismo, hay una presencia positiva del Estado que, a pesar del deterioro como consecuencia de la crisis del 2008 y de las políticas de ajuste, tiene implementadas infinidad de políticas sociales que también te protegen y te ayudan, en especial a los sectores de menores recursos", asegura el hombre, que lleva más de cuarenta años trabajando en Recursos Humanos, los últimos quince como director para España y Portugal en una empresa de distribución de agua en grandes formatos.
En relación a los vínculos sociales, tanto Sergio como Teresa lograron cultivar un sólido grupo de amigos catalanes. Luego de superar las sensaciones de la falta de espontaneidad de los primeros años - aplicable también para coordinar planes entre los hijos-, revelaron corazones leales e incondicionales en los lugareños.
"Hemos forjado relaciones que continúan después de muchos años. Acá la amistad es un título que no se otorga a la ligera, el día que te abren las puertas de su casa lo hacen para siempre, no para una cena circunstancial de un sábado. Esto que hoy es un elogio de mi parte, lo sufrí y me llevó tiempo entenderlo", afirma, "Por otro lado, mis hijos han ido a escuela pública y recibieron muy buena formación. Aunque aquí nos quejemos, la educación está a un muy buen nivel y ellos se adaptaron sin dificultades. Luego, los dos cursaron la universidad y tuvieron la oportunidad de hacer el tercer año en Italia (Matías en Ancona y Paula en Bologna) mediante el programa Erasmus, una excelente experiencia no solo desde el punto de vista universitario, sino de vida", continúa Sergio.
Regresos y aprendizajes
Tras tres décadas y media, Sergio siente que sus regresos al país son más tranquilos. Gracias al tipo de cambio y el descenso en las tarifas, su situación económica les permite hacerlo cada año. "Si extrañamos es porque queremos. En los años `80 y `90 el precio de los pasajes era carísimo y solo podíamos permitirnos viajar cada tres años. Las llegadas eran emotivos y las partidas terribles. Mis hijos todavía tienen presentes las escaleras mecánicas para subir al control de emigraciones de la terminal vieja de Ezeiza: al pie nos despedíamos de mi familia y era un mar de lágrimas", continúa emocionado.
"El tiempo, por otro lado, pasa factura y en estos años hay amigos que seguimos viendo y otros que no: ni ellos ni nosotros somos los mismos, faltan las experiencias compartidas. En donde no encuentro diferencia es en la relación con los amigos de la infancia, es como si nos viéramos siempre; es cierto que ahora Whatsapp te permite estar comunicado todos los días. ¡Pensar que cuando nosotros llegamos un minuto de teléfono costaba una fortuna!".
Aún hoy, Sergio recuerda el torbellino de emociones que atravesó al dejar la tierra natal, tan extrañada, tan querida. Fueron los arrebatos de una juventud energizada y aventurera los que lo impulsaron a dar aquel gran salto que lo llevaría a redescubrir a la ciudad dejada y a la ciudad bienvenida bajo dos lentes diferenciales en su vida. Dos etapas que le permitieron comprender que su ADN sigue siendo argentino y que nunca lo perderá, pero que se ha modificado.
"Mi ADN modificado se percibe cuando hablo de política, por ejemplo. Como saben, Cataluña está viviendo un proceso de confrontación muy fuerte porque un 50% de los catalanes quieren la independencia, lo cual es muy desgarrador a nivel social. Sin embargo, tengo amigos a favor y en contra, y en todos estos años nunca hemos dejado de hablar del tema. Con algún amigo argentino comentamos que la pasión (que a veces raya la locura) con la que se viven estas cuestiones en Argentina, hubiera hecho que - en circunstancias similares- todo termine en un conflicto de mayores proporciones", opina.
"Pero, más allá de mi experiencia, puedo afirmar que emigrar no es una panacea, no hay destinos perfectos ni tampoco es un camino de rosas, porque si bien hay ganancias, también hay pérdidas, especialmente de afectos. En ocasiones, para algunas personas la idea de irse se transforma en una tabla de salvación o en una posible solución a todos sus problemas, pero no todos están preparados para sobrellevarlo y, a veces, el desarraigo se transforma en un dolor difícil de soportar. Emigrar implica abrir la mente y aceptar que vamos a un mundo nuevo al que deberemos adaptarnos, y no pretender que ese nuevo destino se adapte a nosotros: no poder comprar medialunas o dulce de leche cada día solo debe ser una anécdota. En mi caso, siento que esta tierra me transformó como persona: hoy soy más abierto, tolerante, y estoy más dispuesto a entender al otro. Tomando el título de la película de Aristarain, hoy Barcelona es mi lugar en el mundo", concluye conmovido.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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